Por Eduardo Ferreyra
25 de Julio, 2008
Hay evidencias suficientes para poner en duda la continuación del calentamiento que se observó durante casi todo el Siglo 20. Eso hace necesario que se inicie un debate a nivel científico que debe tener la seriedad necesaria porque la perspectiva de un nuevo y severo enfriamiento de 1 a 2ºC se presenta con características mucho más graves que el aumento de 2ºC calculado por los alarmistas del calentamiento.
Los alarmistas del clima dicen que el aumento de dióxido de carbono está aumentando la temperatura de la Tierra y, en ausencia de otra causa conocida, el CO2 producido por el hombre TIENE que ser el culpable. No es culpa nuestra o de la gente en la calle si los alarmistas no reconocen que hay otras causas más que probables del calentamiento global. Dicen los que saben que “no hay peor ciego que el que se niega a ver,” y esa enfermedad parece aquejar a los alarmistas como Al Gore –además de otras deficiencias mentales que les impiden reconocer la realidad cuando la ven.
Esa manera de pensar sobre el CO2 y su responsabilidad sobre la temperatura del planeta demuestra una seria y peligrosas ignorancia de los diferentes factores que intervienen en la regulación del clima, y terminan impulsando sus cambios hacia uno u otro lado en la balanza térmica. Ignoran también o prefieren mirar hacia otro lado todas las evidencias históricas que se extienden bajo sus narices en cientos de estudios científicos, actuales y del pasado, reconstrucciones de temperaturas y climas antiguos, factores que intervinieron en los cambios de clima, y sobre todo: la influencia casi excluyente que ejerce el sol sobre casi todo lo que sucede en la Tierra.
Sostienen los alarmistas que el efecto invernadero natural de la Tierra está siendo reforzado y alterado por el CO2 y otros gases emitidos por las actividades humanas, y que ahora la atmósfera retiene más calor que antes, que ese calor está aumentando progresivamente y terminará por convertir a la Tierra en otro planeta Venus. Todos moriremos, por supuesto –según ellos. Pero es tan grande la ignorancia que demuestran los partidarios de esa hipótesis del cambio climático provocado por el hombre que uno tiene un cierto resquemor de mostrar las evidencias y dejarlos en ridículo; o demostrar los fuertes intereses personales, económicos y geopolíticos que están impulsando lo que hoy se afirma es el fraude científico más grande del Siglo 20. Nos da vergüenza sacarles la escalera y dejar a los alarmistas colga-dos del pincel.
Pero mientras los alarmistas quieren salvar al planeta nosotros creemos que el planeta no necesita ser salvado porque no está amenazado –a menos que haya algún asteroide o cometa en curso de colisión con la Tierra. Lo que nos interesa es salvar a los seres humanos de los ecologistas que se aprovechan de los enormes errores y las grandes ignorancias sobre el tema de la ciencia climática para imponer agendas políticas nefastas. Las intenciones declaradas son “salvar a la humanidad” de diversas catás-trofes apocalípticas, pero los resultados obtenidos hasta ahora por sus leyes y regulaciones han sido la muerte de millones de seres humanos, un encarecimiento de los costos para todos los productos manu-facturados, industriales y agrícolas, y un atraso en el desarrollo de muchas naciones pobres. Se diría que el camino al Infierno está pavimentado de buenas intenciones. La idea, como la expone el Club de Roma y otras organizaciones eugenésicas y genocidas, es reducir la población mundial exterminando a la mayor cantidad posible –para que una minoría selecta pueda vivir de acuerdo con la idea que ellos tienen sobre cómo hay que vivir.
Pero volviendo al debate sobre el cambio climático, que hoy se presenta como uno de los peligros más grandes para la felicidad de la humanidad –no por el aumento del calor sino porque se pretende que para combatir un NO-problema; un problema inventado, las naciones del mundo renuncien a su sobera-nía nacional y formen un gobierno mundial cuyas leyes y regulaciones sobre la creación, distribución y consumo de energía reducirá el nivel de vida general de todas las naciones –especialmente la de los países más pobres que no podrán generar su propia energía de manera económica y deberán comprarla a sus vecinos más poderosos. La alternativa es resignarse a perder sus industrias, sus puestos de tra-bajo, y sus niveles de vida como los conocen ahora. Por eso, para impedir que esas políticas destruyan todo el esfuerzo de decenas y decenas de generaciones que dejaron sus vidas en la lucha por progre-sar y desarrollar a sus países, es que hay que detener la locura del IPCC y los poderes que manejan a las Naciones Unidas desde bambalinas, y todo lo que esas nefastas organizaciones abarcan y represen-tan. Hay que mostrar la verdad científica, la objetividad de los hechos comprobados, las observaciones registradas, y con ellas ir destruyendo una por una las falacias y la ciencia basura en la que se apoya la nueva Climatología PlayStation® de la NASA y su jefe, James Hansen, que es un aficionado a los vistosos juegos de video en sus potentes computadoras.
Cuando mucho, el “efecto invernadero” es algo totalmente marginal, aunque muchos han tratado de mostrarlo como un salvavidas que mantiene la temperatura en niveles confortables para la vida, y que si no fuese por él la temperatura sería de unos -19ºC. Sin embargo, viendo como son las cosas en las estaciones espaciales, en la Luna, en los transbordadores, el sol calienta a los objetos en órbita a temperaturas cercanas a los 300º C –del lado donde impactan los rayos solares, mientras que el lado en la oscuridad permanece cercano a los 150º C bajo cero, o algo así.
La teoría del “efecto invernadero” dice que los gases de invernadero (vapor de agua, CO2, metano, óxidos nitrosos, CFCs, etc) absorben, retienen el calor, y lo reemiten luego hacia el espacio o de re-greso a la superficie de la Tierra. La superficie vuleve a re-re-emitir ese calor en longitudes más largas, y el calor termina atrapado en la atmósfera. Como el calor sigue ingresando desde el sol y no puede escapar al espacio, la temperatura aumenta, y aumenta, hasta alcanzar un punto de "no retorno" don-de la Tierra permanecería calentándose cada vez más, más y más. Esta manera de ver las cosas sólo engaña a los niños y a los que ignoran cosas básicas de la física -algo así como al 90% de la población mundial. Dicen los "calentólogos" que la atmósfera de la Tierra se comporta como un invernadero de cristal, o un automóvil estacionado al sol con las ventanillas cerradas.
Esa explicación es más falsa que billete de 11 dólares porque no explica lo básico: el invernadero y el automóvil son recintos cerrados que suprimen el fenómeno de la convección, la formación de corrientes de aire caliente hacia mayores alturas, donde el calor es disipado muy rápidamente, y finalmente es transportado hasta el gélido espacio exterior. Tampco es correcta la imagen de la atmósfera como una "manta" que cubre a la Tierra, porque la manta también suprime a la convección. Y la convección es un fenómeno que enfría la superficie con mucha rapidez. Lo vemos en los cúmulo-nimbus, las altas nubes de verano que llegan hasta alturas donde la temperatura ronda los 30ºC - 50ºC bajo cero, y casi siempre da origen a la formación de granizo. Esas nubes han sido formadas por las corrientes de aire caliente que nacen en la superficie calentada por el sol.
Cuando no hay nadie cerca que sepa del tema, los alarmistas sostienen que el principal gas de inverna-dero es el dióxido de carbono o CO2, y que el calentamiento observado durante el siglo 20 fue causado por las emisiones de CO2 producidas por las actividades industriales y agrícolas del hombre. Prefieren ocultar (porque no lo ignoran) que el vapor de agua es un “gas de invernadero” mucho más potente que el CO2. Las opiniones varían pero hay un acuerdo generalizado de que del 80 al 95% del efecto invernadero es responsabilidad del vapor de agua, mientras que entre el 3 y el 20% es causado por el dióxido de carbono. Aunque el metano es unas 250 veces más potente que el CO2, su cantidad en la atmósfera es ínfima y no vale la pena tomarse en cuenta. Lo que nos lleva al verdadero meollo de la cuestión: las proporciones relativas de todos los elementos que son capaces de absorber calor, mantenerlo y liberarlo. Después de un balance general de ingresos y salidas, ganancias y pérdidas de energía, sabremos si la Tierra se calienta o se enfría o permanece invariable.
Otra pregunta básica es: ¿Quién calienta a la Tierra? La respuesta es: El SOL. Los gases invernadero no aportan calor al sistema climático. Sólo absorben y procesan al calor. Por eso la pregunta “quién mantiene caliente al planeta” tiene una respuesta que se obtiene al calcular el balance general de la energía (o calor) que ingresa y egresa del sistema climático. Para saber si una empresa ha ganado dinero o si está rumbo a la quiebra, se hacen Balances Generales de Ganancias y Pérdidas.
Y en el balance general de esta compañía que se llama Tierra hay dos departamentos que dominan la actividad, que reciben las emisiones de energía que nos envía nuestro astro rey, el Sol, las administran de diferente manera y son computadas luego por los contadores para lograr el balance general. Por supuesto, no hay duda alguna de ello, la capacidad de los océanos de absorber, mantener y liberar energía es muchas veces, varios órdenes de magnitud más grande que la de la atmósfera. El 75% del planeta está cubierto de agua –el planeta no debería llamarse Tierra sino Agua- y el volumen de agua de los océanos es terrorífico.
Pero lo verdaderamente revelador en este asunto de la capacidad de retener calor, es que el principal gas de invernadero es el vapor de agua, un gas que cuando se condensa se transforma en, bueno, ya lo sospechábamos, agua líquida. ¿Alguien puede imaginar la capacidad de retención de calor que tiene, por ejemplo, un litro de vapor de agua al 100% de humedad relativa? Por de pronto es unas 20 o 30 veces más potente que el CO2 para hacerlo. Ahora bien, cuando ese litro de vapor de agua se condensa, ¿cuánta agua líquida se forma: 2, 5, 10 centímetros cúbicos, o menos? Si 10 cm3 de agua es 30 veces más potente para absorber calor que un litro de aire con 0,003% de CO2, ¿qué cantidad de calor pueden absorber y retener los miles de millones de toneladas (miles de giga toneladas) de agua de los océanos? La temperatura del agua de los océanos varía de unos 30ºC en los primeros milímetros de la superficie de los mares tropicales, a gélidos 0º C en los mares Ártico y Antártico. Luego, la temperatura desciende rápidamente hasta las profundidades donde está, en su mayor parte, casi al nivel de 0ºC. Por eso en el fodo de los océanos se encuentran los llamados "clatratos", masas de metano congelado que, según los alarmistas, si se calientan y emergen calentarán al planeta de manera catastrófica. Alguien con una calculadora de mano ¿podría tomarse el trabajo de calcular la cantidad de calor -proveniente del sol- que es necesaria para que el fondo del óceano se eleve unos pocos grados y libere al metano? No pierdan su tiempo. No sucederá nunca.
Luego están los hielos de Groenlandia y la Antártida, que dicen que si se derriten son capaces de ele-var el nivel del mar en unos 60 metros. Otros varios cientos de millones de toneladas de agua de pode-rosa capacidad de absorber y retener calor. La naturaleza produce todos los años e introduce en la atmósfera unas 240 giga toneladas de CO2, mientras que las actividades del hombre contribuyen anual-mente con unas 6 a 7 Gt. Más o menos la mitad de ese CO2 es absorbido por los océanos y por las plantas. A pesar de que hay acumuladas en la atmósfera miles de giga toneladas de CO2, la capacidad de este gas de absorber y mantener calor es ínfima comparada con la del agua líquida.
Para peor, después de mucho investigar y calcular, está creciendo la noción entre los científicos de la atmósfera que los famosos “gases invernadero” no calientan a la atmósfera sino que la ENFRÍAN! Como se explicó más arriba, con el ejemplo de los transbordadores y los astronautas, si no fuese por los gases invernadero la Tierra tendría 250 o 300ºC en el lado iluminado y unos 150 en el lado oscuro. Los gases sólo absorben ese calor, lo promedian y lo envían rápidamente al espacio exterior, ya sea por convección (un proceso veloz), por conducción de molécula a molécula (como hacen el oxígeno y el nitrógeno, el 99% de la atmósfera de la Tierra), o por radiación, constituyéndose en verdaderos enfria-dores de la superficie y la atmósfera. Así es que los satélites comprueban que, mientras más aumenta el CO2 en la atmósfera, más se enfría la estratosfera, la capa de aire que más cerca está del espacio exterior.
Dicen que Clinton se hizo famoso, más que por sus andanzas con pasantes en el Salón Oral, por su frase “Es la economía, estúpido”, cuando quiso explicar los motivos que tenía para impulsar algunas leyes que, según él, favorecerían a los EEUU. En el asunto del cambio climático y del efecto inverna-dero, cuando a los alarmistas hay que explicarles la verdad científica, se puede parafrasear a Clinton, pero hay que añadirle: “Y además es el Mar, imbécil!” Junto al sol, los océanos son quienes contro-lan casi con exclusividad al clima, y gobiernan los cambios que se han visto, se ven y los que se verán en el futuro.
Es la energía del sol, el largo de sus ciclos, la cantidad de manchas de sol, y su actividad magnética la que controlan a los procesos de las oscilaciones oceánicas como la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO) o a los Niños y Niñas (ENOS), o la Oscilación del Atlántico Norte, (NAO), o los patrones de vien-tos en las regiones del Ártico y la Antártida, y la prufanidad y velocidad de las corrientes de Chorro de la estratosfera. Todos estos fenómenos se combinan para manejar a la temperatura global y aumentar-la o reducirla sin consideración alguna por los niveles de CO2 en la atmósfera. La prueba está que du-rante el Período Cretácico, los niveles de CO2 en la atmósfera variaron entre 6000 y 2600 partes por millón, pero las temperaturas eran apenas 2º o 3ºC más altas que hoy.
Por fuerte que sea el “efecto invernadero atmosférico”, si llega más calor a la Tierra causará un aumento en la temperatura global, mientras que si la energía que llega disminuye, la temperatura des-cenderá en proporción a esa disminución. El CO2 y otros gases invernadero sólo afectan el punto de equilibrio, no a la temperatura en sí. Todo lo que los gases hacen es alargar el período de residencia de algo del calor en la atmósfera. En especial, el CO2 no crea 'calor adicional' y su influencia disminuye mientras más CO2 haya, por su conocida capacidad logarítmica de retener calor. De hecho, muchos dicen que a los 380 ppm el CO2 ya ha usado casi todo su potencial para absorber calor.
El astrónomo Australiano David Archibald calculó este valor logarítmico del CO2 y elaboró el siguiente gráfico demostrando la cantidad de aumento de temperatura provocado por el aumento de CO2 en las mismas condiciones de presión y humedad. El aumento notable se produce con las primeras 20 partes por millón en volumen (ppmv) de CO2 en el contenedor del experimento. El aumento es de unos 1.5ºC. Las siguientes 20 ppm que se introducen al contenedor causan un aumento de unos 0,32ºC. Sumados a los anteriores, el aumento de 40 ppmv causaron 1,82ºC. Otras 40 ppmv se introducen al experimento y el aumento observado es de poco más de 0,16ºC para un total de 1,98ºC. Duplicaciones posteriores de la concentración de CO2 fueron causando aumentos rlativos cada vez menores de la temperatura. Del experimento surge que llegará un momento en que una duplicación del CO2 causará un aumento infinitesimal, cercano a CERO, de la temperatura.
Para terminar con el CO2, están las discrepancias entre quienes afirman que el nivel seguro para el planeta (y la humanidad) en las concentraciones de CO2 es de 350 ppm (actualmente estamos en las 380ppm) como sostiene el experto en estadísticas de la NASA, el Dr. Jame Hansen. Por el otro lado están las opiniones de los biólogos que han realizado estudios y experimentos de campo sobre el tema. Parten de la base que los efectos tóxicos para el ser humano comienzan a notarse hacia las 15.000-20.000 ppm, y que el rendimiento óptimo de las plantas se obtiene a partir de las 1.000 ppm, donde se observa un aumento sustancial en la producción de biomasa que varía de una espcie a otra, pero que ronda entre el 50% para la mayoría. 1000 ppm es la concentración que prefieren para sus cultivos los jardineros y agricultores que usan invernaderos cerrados. Por ello el Dr. David Archibald considera que el límite superior para el CO2 debería ser precisamente ese: 1000 ppm, sin que haya riesgo alguno ni para la salud de los seres vivos ni para el clima.
La expresión “efecto invernadero” debería ser sustituido por la expresión “efecto bolsa de agua ca-liente”, por la conocida poderosa capacidad del agua de mantener el calor durante un tiempo más largo que el mismo volumen de cualquier gas. La relación que existe entre la densidad de los materiales y su capacidad de retención y liberación del calor se comprueba todos los días en nuestra vida diaria. La mayoría de las amas de casa sabe que el calor en una habitación se mantiene más tiempo si se coloca sobre el aparato de la calefacción un recipiente con agua que se va evaporando, elevando la humedad relativa de la habitación. También sabemos que un cubo de hierro de 10 cm de lado se enfria-rá mucho más lentamente que uno de madera del mismo tamaño, porque el hierro tiene densidad 7,5 y la madera alrededor de 0.8. Significa que un cuerpo más denso tiene más masa para retener calor que uno de menor densidad. Por eso en las noches de invierno mucha gente todavía usa las viejas bolsas de agua caliente para mantener caliente los pies de la cama, hasta que el calor del cuerpo haya calen-tado las sábanas lo suficiente. Si alguien quiere hacer la prueba, en lugar de llenar la bolsa con agua caliente llénela con aire caliente a 90º C y vea cuánto tiempo mantiene el calor.
Más evidencias ignoradas
En las muestras de los hielos obtenidas en Groenlandia o en la Antártida, el aumento del CO2 atmosfé-rico siempre se produjo con un retraso de unos 400 a 800 años con respecto al aumento de la tempe-ratura, como lo demostrara en 200 Eric Monnin et al. Desde entonces no hubo más discusión sobre este tema. No ha existido nunca un período en la historia donde el CO2 haya aumentado primero y luego lo haya hecho la temperatura. Hemos visto hace poco el argumento que los últimos 30 años han sido tan excepcionales que por primera vez en la historia el CO2 TIENE que ser el responsable. Este argumento tiene tan pocas probabilidades de estar en lo cierto que exige pruebas irrefutables para ser considera-do. No hemos visto ninguna evidencia en ese sentido. Por el contrario, la idea de que el CO2 eleva las temperaturas de la atmósfera se contradice totalmente con la observación de los registros: mientras que el aumento del CO2 es constante y casi lineal, en el mismo lapso la temperatura del planeta ha ascendido y subido varias veces sin relación alguna con el lento y sostenido aumento del CO2. La aseveración de los alarmistas no es nada más que una “expresión de deseos” y no una muestra de evidencias.
Son innegables las evidencias históricas de que existió un Período Cálido Medieval entre los años 800 y 1350, décadas más o décadas menos. La colonización de Groenlandia por los vikingos es una de las muchas pruebas ofrecidas, como los estudios paleoclimáticos sobre un nivel de calor similar que ocurrió en Sudamérica en el mismo período. Tampoco hay duda alguna de que existió un período llamado hoy la Pequeña Edad de Hielo, que se inició hacia el 1300, y se profundizó durante el famoso Doble Mínimo Solar Maunder entre 1640 y 1715, cuando casi no se registraron manchas en el sol durante unos 70 años. Las mismas correlaciones entre la actividad solar y las temperaturas de la Tierra se observan a lo largo de la historia, siendo el Minimo Dalton ocurrido entre 1795 y 1820 otro de los ejemplos.
También resulta sumamente ilustrativa la información presentada por David Archibald sobre la actividad magnética de los últimos ciclos solares, desde el ciclo 20 hasta el 23. Allí se observa el período de enfriamiento de la década de 1970 y el progreso del campo magnético durante el ciclo 23, en franco a abrupto descenso, que tiene una correlación bastante estrecha con las gráficas de temperatura media global que se presentan más adelante.
La tendencia al enfriamiento ya se ha hecho notoria a partir de Enero 2007, pero la ausencia de un calentamiento se había hecho aparente en la tendencia plana de las temperaturas desde el años 2000 y, si se omite al Niño excepcional de 1998, esa tendencia plana se remonta hasta 1995.
Se trata también, y por encima de todo, de un asunto de escala: el “efecto invernadero” es principal-mente un fenómeno de la tierra firme y la atmósfera, porque el 75% de la energía recibida por la Tierra es absorbida por los océanos, y es menos reflejada que el 25% recibida por la superficie de la tierra firme. El agua tiene una capacidad descomunal de almacenar calor. Muchísimo más grande que la de la tierra firme y la atmósfera. La tierra firme pierde durante la noche casi todo el calor recibido durante el día, y la atmósfera pierde rápidamente su calor mediante los procesos de convección, conducción y formación de lluvias, mientras que los océanos retienen el calor recibido durante mucho más tiempo. Resumiendo, y para ir terminando, el Balance General de la Empresa Tierra parece ser muy complejo, pero puede resumirse en tres parámetros que abruman a todos los demás:
El calor del Sol varía de acuerdo a diversos ciclos ligados entre sí y que se solapan, pero el principal es el llamado “ciclo de 11 años” –que en verdad es de 10,5 años. Este ciclo puede variar entre 9,5 y 13,6 años y parece estar ligado a los efectos gravitatorios de los planetas del sistema solar alterando los valores de llamado “baricentro” o centro de masas del sistema, que afecta al campo magnético del sol, la velocidad de rotación del flujo ecuatorial del magma solar, dando por resultado una variación en su actividad magnética y el número y tamaño de manchas solares. En la figura que sigue se observa la órbita del sol alrededor del baricentro en distintas fechas, y en los cinco cuadrados inferiores la forma que esa órbita tenía durante los diversos grandes Mínimos Solares de la historia.
O como lo expresa muy claramente la astrofísica argentina Dra. Silvia Duahu, de la UNBA, en un mail personal a nuestro foro de discusión Climate Sceptics, el 8 de enero de 2006, donde ya comenzábamos a ver y preocuparnos por los síntomas del actual enfriamiento:
Existe un extendido prejuicio acerca de que la influencia de la variabilidad solar sobre el clima se debe exclusivamente a la variabilidad de la irradiancia solar total (o TSI). Sin embargo, actualmente existen evidencias de que eso no es así. (Una corta revisión con las correspondientes referencias las envié en uno de mis previos mensajes), de modo que resumiré a continuación sólo los asuntos principales:
Mientras que la irradiación solar total cambia en una cantidad insignificante, la porción de onda corta del espectro solar (en y más corta que la radiación UV), cambia 100% durante el ciclo de 11 años de manchas solares y más todavía en escalas de tiempo mayores.
El sistema de la dínamo solar evoluciona recibiendo energía magneto-hidrodinámica (MHD) desde el interior, con algo de retardo, liberándola en la heliosfera (por medio del viento solar pero principalmente mediante eyecciones de masa de la corona). Las ondas de choque generadas por estas eyecciones aceleran las partículas helioféricas y planetarias, aún aquellas en el rango térmico de energías, a velocidades relativísticas, conduciendo este proceso a un aumento en las magnitudes de las poblaciones de partículas energéticas en el ambiente de la tierra de tres órdenes alrededor del máximo del ciclo de manchas, y aun más grandes a plazos más largos.
Ambas fuentes de energía están controladas por la fuerza del campo magnético solar. Hay fuertes evidencias de que esta fuerza ha aumentado de manera sustancial desde el Mínimo Maunder (MM) y está siendo actualmente liberada durante un corto –menos de 30 años- “episodio caótico descendente” que está sucediendo en la dínamo solar. Este episodio es sincrónico con los cambios de nivel en la temperatura de la tierra reportados en todas partes.
El episodio caótico comenzó alrededor de 1990 de modo que la dínamo solar alcanzará hacia el año 2018 su estado estable de 90 manchas que prevalecía antes de 1923. Después de 2018 podría estar en el cuasi estado de 90 manchas o, eventualmente, alcanzar algo después un Gran Mínimo como el Maunder. De cualquier modo, en ambos casos la temperatura de superficie de la tierra disminuirá muy rápidamente en el futuro próximo. Si esto es cierto, la humanidad debe prepararse para superar ese inmenso cambio solar.
Las temperaturas han variado mucho durante los últimos 1000 años y esas variaciones han tenido serios efectos sobre las sociedades humanas, de manera que las perturbaciones y cambios en el clima no son para nada desusadas. Muchas civilizaciones desaparecieron como resultado de cambios naturales del clima, siendo los Mayas uno de los ejemplos más famosos cuando se produjo el desplazamiento hacia el sur de la ICTZ, o "zona de convergencia intertropical" provocando una sequía que duraría unos 200 años. Hay que notar, también, que esos cambios han ocurrido con mucha rapidez. Una década o dos es suficiente para ver resultados desastrosos en algunas sociedades, como también les ocurrió a los Ananzasis de norteamérica.
La Tierra acumula o pierde calor de manera primaria a través de los océanos. Aunque el calor de los océanos debe atravesar la atmósfera antes de perderse en el espacio exterior, los continentes y la atmósfera son casi irrelevantes. El planeta, por otra parte, no puede mantener –y no lo hace- una temperatura constante. Tampoco es posible de identificar una temperatura actual para todo el planeta, y hablar de una temperatura global no tiene sentido en la física. Sólo en los gráficos estadísticos. Un gráfico de la temperatura media global DIARIA sorprenderá a muchos porque se comprueba que durante el período otoño/primavera del hemisferio sur las temperaturas globales son mucho más altas, llegando casi hasta los 21º C, mientras que durante el período primavera/otoño las temperaturas globales DESCIENDEN hasta cerca de los 6ºC. Cosas locas de la estadística, que demuestran que la temperatura media global (una entelequia sin significado físico) no es estable o fija.
Obsérvese que en Marzo 2007 la temperatura media global diaria había comenzado a caer fuertemente, tal como lo había hecho el año anterior, a partir de Enero de 2006. De haber seguido confeccionándose este gráfico las temperaturas desde Enero 2008 habrían llegado a valores récord. Pero quienes produ-cían el gráfico (NASA/GISS) dejaron de hacerlo porque no convenía darle munición a los escépticos del cambio climático.
Del registro histórico surge que el calor acompaña a los ciclos solares cortos, y los períodos fríos acom-pañan a los ciclos solares largos. Durante el reciente calentamiento el largo de los ciclos fue menor a los 10 años y ello significa que estábamos recibiendo más calor del sol del que los alarmistas quieren admitir, cuando hablan de la “irradiancia solar total,” (TSI) en sí un concepto errado e incompleto. El actual ciclo solar 23 está ya en su año 12 de duración y es muy probable que se alargue hasta los 13,6 años de acuerdo con muchos astrónomos y astrofísicos. Esto se refleja en una disminución en la ener-gía solar que estamos recibiendo y para gran sorpresa, hasta muchos alarmistas están aceptando este hecho y admiten que el planeta podría enfriarse durante por lo menos los próximos 10 años.
Nuestra creencia es que el fenómeno ENOS, el Niño y la Niña cambian de modo cálido al frío dependien-do de si el sol está ejerciendo un efecto calentador o enfriador sobre la Tierra. Así el sol impulsa direc-tamente al ciclo ENOS y este ciclo impulsa directamente los cambios en la temperatura global. De hecho, este efecto parece ser mucho más rápido de lo que todos creían, con una respuesta mensura-ble ocurriendo a los pocos años del cambio en el aporte de energía solar. Por cierto vemos evidencias de que el enfriamiento se produce más rápidamente que el calentamiento, pero eso lo guardaremos para otra ocasión.
No ha sido coincidencia de que desde 1975 al 2000 tuvimos una fuerte presencia de El Niño con calen-tamiento, también conocido como un período positivo de la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO), y en estos momentos con un énfasis en La Niña, un período negativo del PDO y una detención del calenta-miento global.
El gran economista inglés Lord Keynes decía, quizás imitando a nuestro insigne Florentino Ameghino: "Cuando los hechos cambian, mi opinión cambia. ¿Y usted que hace, señor? Nuevos hechos y nuevas evidencias van siendo amontonadas por nuevos estudios hechos por científicos de renombre. ¿Seguirán los alarmistas en su estado autista negándose a ver la realidad?
Bibliografía consultada
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