En abril de 1922 Rathenau firmó el Tratado de Rapallo, por el cual Rusia perdonaba a Alemania los pagos de repa-ración de guerra a cambio de tecnología industrial. Inglaterra protestó airadamente porque el tratado había sido elaborado a sus espaldas, y preveía el desarrollo de los campos petrolíferos de Bakú sin intervención Británica lo que favorecería enormemente a Alemania y perjudicaría de manera especial al grupo de 300 hombres que Rathenau denunciaba, que otros analistas conocen como el Comité de los 300.
Walter Rathenau fue asesinado misteriosamente en junio de 1922, dos meses después de firmado el tratado con Rusia, y seis meses después de haber osado mencionar públicamente la existencia del misterioso grupo. Los asesi-nos de Rathenau fueron arrestados de inmediato pero, de manera significativa, la policía anunció más tarde que se habían suicidado, de modo que los móviles del asesinato y sus instigadores permanecerán para siempre en el misterio. A partir de este hecho se perdió toda posibilidad de recuperación económica de Alemania y se inicia de inmediato la declinación del valor del Marco alemán: en diciembre de 1922 el marco cotizaba 7592 por Dólar, y en enero de 1923 Alemania declaró en cesación de pago. Para noviembre de 1923, el Dólar cotizaba a 50 billones de Marcos. La primera y más grande hiper-inflación de la historia se había desencadenado por obra y gracia del G300.
La semejanza de este asesinato con otros asesinatos políticos famosos es impactante. John Kennedy, Indira Ghan-di, Olof Palme, cuyos autores intelectuales permanecen en el anonimato, indica que no es necesario tener una ima-ginación afiebrada para relacionarlos con un poder oculto en las sombras, al que se puede identificar genéricamente como el G300. Las personas molestas, que hacen declaraciones inoportunas, proponen políticas inconvenientes para el grupo, son peligrosas y deben ser eliminadas. La eliminación de estas personas son medidas profilácticas necesarias para la supervivencia de un especial modo de vida de unas pocas personas que se han apoderado virtualmente del mundo.
Las Siete Hermanas
En esa línea de eliminación de personas peligrosas se recuerdan otros casos resonantes como los misteriosos accidentes de aviación del presidente de Panamá, General Omar Torrijos, el del presidente de la entonces petrolera estatal Argentina YPF (hoy finalmente en manos privadas europeas), Estenssoro, cuando se negociaban arreglos comerciales que dejaban afuera del negocio a las famosas Siete Hermanas del petróleo, el cartel petrolero que hasta hoy maneja los precios y las políticas petroleras del mundo, por más que la OPEC pretenda ignorarlo.
Son estas Siete Hermanas quienes parecen estar ligadas a la muerte accidental (en otro avión) de Enrico Mattei, presidente de AGIP italiana, quien había negociado exitosamente un tratado petrolero y gasífero con Irán, demasia-do favorable para la recuperación económica de Italia y altamente desfavorable para el cartel de las Siete Herma-nas. Su fin era previsible después de negociar con Rusia la provisión de petróleo de la región de Bakú, pagadero con tubos de acero italianos que permitirían a los Soviéticos construir el gasoducto hasta Europa Central y amenazar el monopolio de las Siete Hermanas en la región. Para ello se construyó una acería en el norte de Italia, pero en 1962, un mes después de entrar la fábrica en servicio, Enrico Mattei murió en un accidente de aviación sospechoso por demás, cuando planeaba reunirse con John Kennedy para llevar adelante negocios relativos al petróleo de los Esta-dos Unidos el que las Siete Hermanas consideran de su propiedad exclusiva.
¿Quiénes son las Siete Hermanas? Terminada la Primera Guerra Mundial, las compañías petroleras americanas de Rockefeller y las inglesas forcejeaban para apoderarse del control del negocio del petróleo mundial. En poco tiempo se dieron cuenta de lo poco conveniente que era luchar entre sí y se decidieron a facilitarse las cosas. Enviaron representantes a una reunión que se realizó en Achnacarry, Escocia, para formar un cartel petrolero en beneficio mutuo. En 1928 se llega al secreto Convenio Achnacarry que dejaba delimitado el reparto del mercado y las re-giones de poder de cada uno de los integrantes del cartel. Las siete principales compañías integrantes del cartel, conocidas como las Siete Hermanas, eran la Esso (Standard Oil de New Jersey), Mobil (Standard de New York), Gulf Oil, Texaco, Chevron (Standard de Califor-nia), y las dos compañías inglesas Royal Dutch Shell y la Anglo Iranian Oil Co., (más tarde la British Petroleum, o BP).
Pecaríamos de ingenuos si atribuimos estos (y otros) accidentes de aviación a la fatalidad o a un pobre manteni-miento mecánico. Tampoco es aventurado pensar que el Resumen para Hacedores de Políticas del IPCC está redactado para consumo de los 300 personajes que se han apropiado del mundo. No para orientarles y permitirles tomar decisiones, sino como un mero placer visual al contemplar cómo sus planes van tomando forma, lentamente al principio, y más aceleradamente hacia el final. Después de todo, lo que hace y dice el IPCC no es nada más que seguir las instrucciones sumamente precisas del G300, a través de la muy aceitada cadena de mando que ha esta-blecido a lo largo de los años.
Muchos se preguntarán si en realidad existe este grupo de gente que actúa muy discretamente desde las sombras, con total libertad y, sobre todo, con absoluta impunidad, o si esta no es más que otra de las tantas historias de complots y conspiraciones que pertenecen más al mundo de la ficción literaria de Ian Fleming o John LeCarré que a la vida real. De un rápido repaso de la historia del mundo se puede comprobar de manera fehaciente e incontrover-tible que la única manera en que el mundo ha sido conducido hasta hoy ha sido a través de conspiraciones, com-plots y asociaciones ilícitas de toda clase y calaña, desde pequeñas sectas religiosas a las masónicas más renom-bradas, desde sociedades teosóficas, filosóficas, eugenésicas, esotéricas, astrológicas, satánicas; grupos filosó-fico/políticos como los venecianos, los Illuminatti, Hobbistas, Fabianos, etc.
Complots y Conspiraciones
El complot, la conspiración ha sido desde siempre el más eficaz método de acceder al poder y mantenerse en él, enriquecerse, y crear más poder todavía, y acumular más riquezas, en un círculo vicioso en donde las Revoluciones más famosas apenas si han sido cuartelazos con un cambio de funcionarios. La riqueza y el Poder siempre se han mantenido fuera del alcance de las clases menos favorecidas, es decir, la clase media y la proletaria.
Hay quienes creen aún que la Democracia tiene los mecanismos y las instituciones apropiadas para defenderse y evitar ser copada por grupos inescrupulosos como el G300, y que tienen la tendencia a creer que los gobiernos pueden, como representantes del pueblo, controlar los precios y los salarios por medio de decretos y leyes; creen que las medidas de corto plazo pueden tener éxito para contribuir a la salud económica de una nación, y que los gobiernos democráticos tienen la capacidad y habilidad de manejar los parámetros de las economías nacionales y, en armonía con otros gobiernos, los parámetros de las economías del mundo entero.
En esta tónica, esta gente un tanto ingenua, también parece creer que las previsiones y artículos del Tratado de Kyoto pueden llegar a tener algún efecto sobre las emisiones de dióxido de carbono y los niveles de este gas en la atmósfera y con ello detener un no-problema conoci-do como calentamiento global y el cambio climático catastrófico. Todo parece indicar que esta gente tiene una fuerte tendencia a creer en los Reyes Magos.
Sigamos ordenando las piezas del rompecabezas para ver si la imagen se trata de un barquito a vela o de un jefe Cheyenne.
Guerras y el Dinero Mandrake
Los miembros del G300 son dueños de cientos de fundaciones filantrópicas y sin fines de lucro, que en realidad son una muy elegante manera de evitar pagar impuestos al gobierno y contribuir ese dinero a organizaciones que siguen sus precisas instrucciones para aumentar y consolidar su absoluto dominio de la economía mundial.
También es el G300 el controlador del Cartel de Banqueros que controla las finanzas mundiales y dicta las políticas monetarias de los Bancos Centrales de cada nación del planeta, con excepción de algunos pequeños países fuera del sistema como Cuba, Laos, o que carecen de importancia en el concierto mundial.
Se le ha dado llamar Dinero Mandrake al dinero que los banqueros, usando la magia del mago Mandrake, crean a partir de la nada. Esto va en contra de cualquiera de las leyes de la termodinámica, en cuanto a que nada se crea, todo se transforma, por lo cual sería imposible crear riqueza de la nada. Los bancos pueden.
El mecanismo es muy sencillo, pero si lo hace la gente común dará con sus huesos en prisión. Desde hacen muchos siglos los prestamistas (forma no eufemística de decir banquero) se dieron cuenta que el peligro de ser robados en sus casas y castillos por bandas de forajidos, hizo que los poderosos y los ricos les confiaran sus monedas de oro y otras riquezas para ser guardadas en custodia en bóvedas a prueba de asaltos, y a cambio de ese servicio se les recompensaba con un cierto interés. Como la antigua religión Cristiana prohibía a los fieles prestar dinero a interés, ningún católico sentía deseos de prestar dinero y arriesgarse a que no se lo devolviesen, y que su amor al prójimo les llevase a la ruina. Los cristianos no prestaban dinero, cosa que si hacían los judíos ya que no tenían esa restricción en su religión, con lo que demostraban ser más prácticos y más inteligentes que los cristianos. De allí que las dinastías banqueras tengan un reconocido origen judío.
También se dieron cuenta los banqueros de que sus clientes les pedían en devolución un promedio del 10% de las monedas de oro entregadas en depósito, de modo que comenzaron a prestar el 90% del capital entregado en custodia sin conocimiento de sus patrocinadores. De esa forma, por ejemplo, prestaban esas 90 monedas de oro, sabiendo (o esperando) que se las devolverían en tiempo y forma, con un suculento interés que compensaba la angustia de correr el riesgo de que sus depositantes supiesen del juego, y realizaranuna corrida hasta su banco para exigir la devolución de las monedas.
Para minimizar el riesgo de no contar con las monedas suficientes para devolver en caso de un reclamo inesperado, rara vez hacían los préstamos en metálico las monedas de oro en sí sino que lo hacían en forma de promesas de pago escritas sobre un papel vistoso, lo que hoy se conoce como pagaré, cheque, o más comúnmente papel moneda o billetes de banco. Todas esas formas financieras de pago no son sino promesas de pagar una cierta cantidad de oro cuando sea reclamada. Con ese mecanismo, los banqueros podían multiplicar su capital de manera virtual hasta el infinito porque esas 90 monedas de oro servían para garantizar innumera-bles operaciones de 90 monedas, de las cuales sólo se les reclamarían 10 alguna vez de acuerdo a la experiencia comprobada.
Así era frecuente que de las originales 100 monedas de oro, el banquero hubiese realizado préstamos por un valor de 1.000 o 10.000 o un millón de monedas. Lo importante era que el deudor pagase en término su préstamo para no correr el riesgo de no poder entregar el 10% del dinero que era reclamable por los depositantes. Se comprueba con claridad que en pocos años de honesta actividad bancaria un capital inicial de 100 monedas de oro se podía convertir en un capital nominal de un millón de monedas de las cuales 999.990 habían sido creadas de la nada, pero hechas realidad por los que habían pagado sus préstamos en tiempo y forma.
Es fácil imaginar que todo el sistema financiero es tan frágil como una pompa de jabón en donde está encerrada esa cosa tan volátil que se llama confianza, vigilada muy de cerca por esos hermanos que se llaman miedo y pánico. Normalmente, confianza mantiene a los hermanos "miedo y pánico" a prudente distancia, pero si alguna noticia permite que "miedo y pánico" salten sobre "confianza", entonces el sistema financiero mundial, esa pompa de jabón que flota en una selva de alfileres, se desvanecerá en el aire dejando una hecatombre social en pleno desarrollo. El sistema bancario, se vendrá abajo como un castillo de naipes pateado por Maradona.
Las técnicas financieras fueron variando y perfeccionándose hasta nuestros días, en que los banqueros hacen que sus pérdidas sean afrontadas por los gobiernos. Los banqueros tienen simpatizantes en los Congresos de todas partes del mundo que se ocuparon de emitir leyes que protegerían a los depositantes de los desaciertos de los banqueros, haciendo que el Estado garantizara los fondos depositados en los bancos. Claro que para eso usan el dinero de los depositantes, que son quienes forman el Estado. Los banqueros jamás pierden. Se cobran del dinero de la gente. Toda la nación Argentina lo pudo comprobar como consecuencia de la crisis financiera de diciembre del 2001. Los bancos, avisado de antemano, se apoderaron de los depósitos de sus ingenuos clientes y los enviaron al exterior -en efectivo. "Containers" enteros de dólares en billetes. Cientos de toneladas de billetes. Millones de sueños argentinos perdidos para siempre. Cuando los jueces hicieron abrir las bóvedas de los bnacos para embargar dinero en efectivo, no hallaron ni siquiera el queso para los ratones. Quienes tienen la mala suerte de ser asiduos concurrentes a los casinos lo tienen muy claro: la Banca jamás pierde!
Dinastías de banqueros
Todo comienza con la fundación de las dinastías de banqueros en Europa, en especial las dinastías Rothschild, Baring, Warburg, Lazard, Selignam, Schroder, Speyer, Morgan, etc. También forma parte de la historia del cartel de banqueros la creación del Banco de Inglaterra, que necesitaba canalizar las ganancias logradas por la Revolución Industrial y su incipiente Imperio Colonial, hacia actividades que consolidaran el Imperio y la dominación de merca-dos a escala mundial. El Banco de Inglaterra se creó para financiar las guerras coloniales de conquista de territo-rios, y más tarde para las guerras entre estados europeos, como las Napoleónicas, la Franco Prusiana de 1870, la Primera y Segunda Guerra Mundial.
Los banqueros, reunidos en cartel financiero, decidían a quienes apoyar con sus préstamos y a quienes hundir negándoles su ayuda. Se recuerda que la viuda de Meyer Amschel Rothschild, el fundador de la dinastía Rothschild, escribió en 1847: No se preocupe usted; no habrá guerra en Europa. Mis hijos no proveerán el dinero para ello.
El historiador y analista W. Cleon Skousen describe en su libro El Capitalista Desnudo [2], el desarrollo de las dinastías financieras de J. P. Morgan y los Rockefeller en los Estados Unidos y la manera en que consiguen crear el sistema de la Reserva Federal de los EE.UU., y usarlo en su propio beneficio. Se pregunta el autor ¿Quién contro-la la Reserva Federal?, ¿Cuáles son las metas de la Reserva Federal y de los demás bancos centrales? ¿Cuáles son las metas de las familias de banqueros internacionales que controlan a los bancos centra-les?" Inquietantes preguntas, por cierto, pero mucho más lo son las respuestas. En cuanto a quien controla a la Reserva Federal, Skousen prefiere explicar primero quien no la controla: el gobierno de los EE.UU., y lo explica:
Montagu Norman era entonces el presidente del banco de Inglaterra, y el mentor de J.P. Morgan, quien le reveren-ciaba por haber sido el promotor de su carrera como banquero. Pero lo inquietante eran las prácticas financieras reverenciadas por la Reserva Federal y los demás bancos centrales. Los banqueros internacionales querían usar el poder financiero de Estados Unidos e Inglaterra para forzar a todos los otros países importantes a operar a través de bancos centrales libres de todo control político, con capacidad para resolver todas las cuestiones finan-cieras internacionales mediante mutuos convenios, sin interferencia alguna por parte de los gobiernos. [4] Quigley describe las metas de más alto nivel de las dinastías de banqueros de la siguiente forma:
También se pregunta Skousen sobre las metas propias de las familias dinásticas de banqueros que han conformado el poderoso cartel de banqueros mundial que se ha adueñado de la economía del planeta. Nos asegura Skousen algo que eriza los cabellos de la nuca a cualquiera que creía vivir en un mundo donde el pueblo elige sus represen-tantes y es soberano en sus decisiones:
El Dr. Quigley, como iniciado y colaborador del G300 da una respuesta tan asombrosa que parece, a primera vista, virtualmente inconcebible. La lógica se hace evidente después que se reúnen y se integran todas las referencias dispersas que existen sobre el tema, es decir, cuando se comienza a distinguir la imagen siniestra que muestra el rompecabezas a medio armar: Que la jerarquía mundial de la dinastía de banqueros y los superricos tiene como meta es apoderarse de todo el planeta, y que lo haría mediante una legislación socialista si viene al caso, pero sin rehuir tampoco recurrir a una revolución comunista si fuera necesario.
El Sr. Skousen dedica una gran porción de su libro describiendo la manera precisa en que las elites bancarias y financieras prepararon el terreno, y llevaron al poder y luego consolidaron a Stalin y Lenìn, en Rusia, a Hitler en Alemania, y a Mao Tse Tung en China, ¿Qué podemos esperar de estas personas que llevaron al poder a los tres más sanguinarios tiranos del Siglo 20 y los hicieron confrontar entre ellos para beneficio de sus negocios y su poder universal. Hay que reconocer la razón que tenía Victor Hugo cuando exclamaba en el Siglo 19: Pobre gente! Creen que mueren por la Patria, cuando en realidad mueren por unos pocos industriales. Que conforman parte del G300, por supuesto.
Grupos de Influencia
Nos proporciona W. Cleon Skousen una descripción de un grupo de influencia conocido como el Grupo Bilderberg, según la información que se tenía en 1970. Nos cuenta que:
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