El asunto del cambio de clima –causado por un aumento de las temperaturas medias glo-bales- ha transcurrido desde casi el comienzo encuadrado en un estilo que se podría definir como AUTISTA.
Los autistas son aquellas personas que, por causas no muy bien determinadas todavía, han perdido contacto con el mundo que les rodea, y viven en otro creado en sus mentes. Es una incapacidad penosa, por cierto, y de muy difícil curación. En los casos severos, no existe manera en que el autista se comunique con los demás, y viceversa. Se ha perdido todo contacto con la realidad del mundo externo.
Cuando la histeria del cambio del clima por calentamiento comenzó, a fines de la década de los 70, hubo un ligero intento de debatir si la Tierra iría a su perdición y su Apocalipsis por medio de una nueva glaciación o se convertiría en un nuevo planeta Venus por el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera. Muy rápidamente se comprobó que el miedo al calor rendía muchos mejores frutos, en términos de escándalo, ganancia de notoriedad cien-tífica, y predisposición de la gente a creer en la Catástrofe Final, que las profecías relativas a nueva Edad de Hielo fueron desechadas y remplazadas por nuevas profecías hechas por Profetas Electrónicos: las computadoras y sus “modelos de circulación general”, eufemís-ticamente denominados “modelos climáticos” –como si realmente fuese posible modelar el CAOS.
Era una época en la que se creía que las computadoras podrían realizar cualquier cálculo y resolver cualquier problema –aun cuando las computadoras de entonces eran bastante poco eficientes, si se comparan con las actuales. Pero así y todo, ni el conjunto más sofisticado de computadoras Cray trabajando en paralelo podrían manejar un modelo del clima que fue-se cercano a la realidad. Los millones de constantes y variables que son necesarias, añadi-das a una resolución razonablemente cercana a la realidad, digamos, trabajar sobe una cuadrícula de 19 kilómetros de lado, hacen que el Modelo del Clima Razonable sea un SUEÑO IMPOSIBLE, por lo menos por varias décadas más –o quizás siglos.
Se Multiplica el AutismoLos científicos que una semana antes expresaban que la nueva Edad de Hielo era inminen-te, la semana siguiente clamaban por el inminente (siempre todo es “inminente”) derreti-miento de los glaciares, los hielos del Ártico, Groenlandia y la Antártida, y la elevación del nivel de los océanos y la desaparición de enormes áreas costeras, para no hablar de las islas de Pacífico y del Índico que quedarían sumergidas debajo de 90 metros de agua.
Se alertó también del aumento de frecuencia y violencia de los huracanes, tifones, ciclones, además de las lluvias torrenciales e inundaciones, y sequías espantosas y hambrunas de-vastadoras (una cosa o la otra, por favor), el aumento de las enfermedades como la malaria en países donde no existía; la pérdida de cosechas por estrés de las plantas, aumento de las muertes en ciudades por las olas de calor, extinción masiva de especias de plantas, ani-males, insectos, aves y peces; los corales, para qué hablar!
La propaganda que se hizo a través de los medios tomó características exageradas, y muchos científicos serios y sensatos pensaron que había llegado la hora de poner un poco de sensatez en esa locura mediática. Creyeron, inocentemente, que con conversar con los periodistas y decirles que se trataba de un asunto altamente hipotético y sin comprobación científica (los hechos observados y registrados), los reporteros aclararían las cosas y lleva-rían tranquilidad a la gente.
No sabían los científicos que su intención de llevar la verdad científica al público atentaba contra el modo de vida del periodismo, su razón de ser, su “leitmotiv”: alarmar y escandalizar a la gente. De otra manera, el público no compra diarios ni revistas. El escándalo, la catás-trofe vende. La verdad científica no se cotiza en el mercado de la información –ni siquiera en las revistas como Science y Nature, presuntamente “científicas”, y hoy adalides del catas-trofismo mediático.
Los científicos que osaban oponerse a la hipótesis mediática del calentamiento global eran tildados de “lacayos de las petroleras”, “a sueldo de la industria”, o cuando no era posible acusarles de eso, se les desacreditó como “viejos caducos”, “negadores de la verdad”, “locos de la guerra”, “ignorantes”, “incapaces,” y otras caracterizaciones igualmente desca-lificadoras. Se traba del clásico caso del desagrado por el mensaje y la muerte del mensa-jero. El mensaje tenía que ser ignorado a toda costa. Nadie tenía que enterarse. El negocio peligraba.
Se dio un caso que podría ser considerado espontáneo –el ignorar toda manifestación de científicos en contra de los que se veía ya como el Fraude del Calentamiento- y echar sobre esa creciente de comunidad de científicos “escépticos,” o “descreídos,” un efectivo Cono de Silencio, como el del Super Agente 86. Si no puedes ganarles, o desmentirles, simplemente ignóralos. Pero no se trató de algo espontáneo, dado que los principales y más importantes cadenas informativas del planeta, las cadenas de diarios y revistas de difusión masiva eran funcionales al plan del conseguir que se impusieran un límite a la emisión de dióxido de carbono y con ellos una reducción al consumo de petróleo. El resto de los periodistas menores, les siguieron por instinto de rebaño.
Y de tal manera, toda comunicación de los “escépticos” no lograba penetrar el muro Autista que los impulsores de tan disparatada teoría habían construido alrededor del público. Sin embargo, algunas publicaciones científicas que no tenían la ambición de escándalo de Science y Nature, seguían publicando estudios científicos que contradecían todas y cada una de las premisas de la teoría catastrofista del calor desmedido. Pero también a Science y a Nature se les “escapaban” a veces estudios contrarios a la Letanía Verde.
La Teoría sostiene que el CO2 aumentó en la atmósfera desde la Revolución Industrial, a causa de las actividades humanas y su quema de combustibles fósiles. Los trabajos de Monnin et al (Concentraciones de CO2 en la Última Terminación Glacial, Science, Volu-men 291, No. 5501, 5 enero, 2001, pp. 112-114.) Según Monnin et al, los cilindros de hielo extraídos de Vostok, en la Antártida, cubren ñlos pasados 420.000 años y muestran una aumento de la concentración entre 80 y 100 ppm para cada una de las cuatros terminacio-nes glaciales, y demuestran que el CO2 aumentó entre 600 y 800 años después de que la temperatura hubiese subido en el Hemisferio Norte.
Aunque este estudio prácticamente demuele al edificio del IPCC y su hipótesis de la inmi-nente catástrofe, los medios permanecieron en el más absoluto silencio. Pero cuando un infantil Panel de científicos escogidos por su obediencia a las instrucciones del IPCC emitió un informe llamado 'Arctic Climate Impact Assessment' (Evaluación del Impacto Climático del Ártico) hizo sonar la alarma de que el dióxido de carbono (CO2) proveniente de la quema de combustibles fósiles ha precipitado un derretimiento del Ártico, la prensa mundial salió a desgarrarse las vestiduras clamando por un salvador providencial. Claro, siempre se lo llama a Don Salvador Kioto.
Luego, durante el Día de la Tierra, la agencia de cables Associated Press hizo la punta con una verdadera historia de miedo: "Estudio Muestra Glaciares de la Antártida Se Reducen", que fue proclamada como la muestra que el mundo se acaba ya, ya, ya…a menos que Kioto, etc, etc. Pero la prensa se mantuvo muy silenciosa cuando se publicó este estudio en la revista Nature:
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La cantidad de enfriamiento fue calculada por Doran y muestra que el alrededor del 65,9% del continente fuera de la Península Antártica se estuvo enfriando durante los últimos 25 años. Más todavía, se han hecho estudios que investigaron el estado general del hielo alrededor de la Antártida. La NASA anunció los resultados de su estudio en 2002 con un parte de prensa titulado "Los Satélites Muestran un Aumento Generalizado del Hielo en la Cobertura del Hielo Marino de la Antártida."
Pero la prensa en general no consideró que era conveniente publicar buenas noticias que podrían hacer que el clima de catástrofe disminuyese y el asustado público bajase los nive-les de neurosis, y así todos los estudios que contradicen a la histeria pandémica del calenta-miento son suprimidos cuidadosamente y no se permite que lleguen al público. Si las noticias contradictorias llegasen a la gente, ésta podría comenzar a sospechar que hay algo que no anda bien en el asunto de las profecías climáticas. Hasta podría la gente acudir a tiradoras de Tarot y lectoras de la borra del café para saber con mayor precisión qué pasará con el clima futuro. En realidad, las chances que tienen el Tarot Egipcio, las runas, la borra del café y las tripas de pollo de predecir el clima futuro son las mismas que las de los modelos computados del IPCC: 50% a que acertarán y 50% a que estarán equivocados.
Y así, la prensa y el IPCC ha venido manteniendo este comportamiento autista, se invoca de manera constante a un inexistente consenso científico sobre el asunto, los cien-tíficos a sueldo de los gobiernos se comunican cosas entre sí, revisan y aprueban los estu-dios para los que ellos mismos habían diseñado las conclusiones, antes siquiera de conse-guir el dinero para la investigación, o siquiera antes de saber qué es lo que quieren investi-gar. La conclusión es una sola, y es la estándar: todos los estudios tienen que predecir queo mañana mismo (en 20 años!) se abatirá sobre la Tierra una catástrofe peor que Bin Laden, todos los chechenios, la ETA, los Montoneros, ERP, FLN, FARC, Setiembre Negro, Tupamaros, Sendero Luminoso, el FMI, el Banco Mundial, el NAFTA, la AFIP, y otras cala-midades, todos juntos.
Ni el IPCC ni la prensa prestan la más mínima atención a los estudios científicos que prue-ban la falacia y el fraude que es la hipótesis del calentamiento global catastrófico. Existen, sí, estudios que admiten que se registró un calentamiento, aunque no global pero sí regional en ciertas partes del mundo, y enfriamientos en muchas otras, pero que será moderado –si es que continúa, porque tendrán que aceptar quienes leen esto, que la Tierra alcanzó su pico máximo de calor del Siglo 20 el año 1998, y desde entonces la temperatura media global estuvo disminuyendo.
Si ya está sucediendo lo que Kioto quiere lograr, y está sucediendo sin que se pongan en peligro las economías de muchos países industrializados y otros con intenciones de querer serlo, ¿por qué insistir con el Tratado? ¿Por qué no esperar a ver si el enfriamiento sigue? Entonces hagamos algo para adaptarnos a los próximos siglos de frío glacial que vendrán, y cuyas consecuencias serían infinitamente peores que la del moderado calentamiento que hemos tenido, y podríamos tener en el futuro -si tenemos suerte.
Eduardo FerreyraVea el tiempo en Argentina
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