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Los animales domésticos
¿realmente calientan al planeta?


Dr. Albrecht Glatzle,
INTTAS,
Filadelfia-Chaco 317, Paraguay
Julio 6, 2013

El famoso informe de la FAO “Livestock's Long Shadow” – “La Sombra Larga del Ganado” (Steinfeld et al. 2006) y cientos de publicaciones subsiguientes, han acusado a los animales domésticos en general y especialmente a los sistemas de pastoreo en los trópicos y sub-trópicos, de afectar gravemente al medio ambiente, en especial oca-sionando el cambio climático. Dicho informe responsabiliza a la ganadería de contribuir con el 18% de las emisiones antropogénicas de los gases de efecto invernadero, un porcentaje incluso más alto que el del sector de transporte.

Se han realizado pocos análisis críticos de estas afirmaciones, y quienes los llevaron a cabo, recibieron muy poca atención de parte de los medios. Un equipo de científicos del instituto de zootecnia de la Universidad de California ha descubierto la falsa medida aplicada por la FAO en dicho informe: A pesar de que todas las emisiones de Gases de Efecto Invernadero que ocurren durante el ciclo de vida de los productos pecuarios (desde la producción hasta la consumición) han sido consideradas por la FAO en el sector de transporte, tan sólo el consumo de combustibles ha sido tomado en cuenta (Pitesky et al. 2009). Esta importante debilidad de dicho informe ya exonera bastante a la ganadería de la crítica.

La presunción básica a ser aceptada, para poder concluir que el cambio climático es inducido por la actividad hu-mana, es una sensibilidad notable del clima a las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero, como lo sugerido por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático IPCC (2007) en su cuarto informe (AR4). Sin embargo, existe evidencia empírica considerable que pone en duda esta hipótesis:

Incluso en caso de que ignoremos estas objeciones y siguiéramos asumiendo una notable sensibilidad del clima a las emisiones antropogénicas de los Gases de Efecto Invernadero, quedan muchas inconsistencias entre la realidad y la aprehensión de los ambientalistas de que la producción y el consumo de la carne contribuyan al cambio climático generando calor (meat = heat): El CO2 emitido a través de la respiración de los animales domésticos y la digestión de forrajes, así como el consumo de carne y leche, no aumenta los niveles de CO2 en la atmósfera, dado a que éste forma parte del ciclo natural del carbono. Ni una molécula de CO2 generada por animales domésticos es emiti-da de forma adicional al aire, ya que el CO2 producido habría sido capturado a través de la fotosíntesis por las plantas forrajeras poco antes de la ingestión por el ganado. Además la cantidad de CO2 procedente del ganado, está compensada en su totalidad, cada año, por la asimilación de CO2 en los forrajes crecientes. Las únicas fuen-tes de emisiones adicionales de CO2 son:

  1. El consumo de energías fósiles durante el proceso de producción; lo que se presenta especialmente bajo en los sistemas de pastoreo, ya que no necesitan el laboreo de la tierra, ni la cosecha mecanizada.

  2. La deforestación para la siembra de pasturas. Las emisiones resultantes de la deforestación están parcial-mente compensadas (1) por la significativa captación de carbono a través de pastos tropicales con raíces profundas, como afirma un estudio de Fisher et al. (1994) del Centro Internacional de Agricultura Tropical CIAT en Colombia, (2) por el carbón vegetal, muy persistente en el suelo, que resulta parcialmente de la quema de la vegetación boscosa (Mannetje 2007), y también (3) por la expansión agresiva de las “malezas leñosas” en pasturas, en caso de no mantener un control constante de su crecimiento.

La deforestación genera una “deuda de carbono” única, la cual debería estar repartida sobre los productos pecua-rios producidos durante el período de utilización de la pastura (que reemplaza el bosque), lo que puede fácilmente sumarse a cientos de años (como en el caso de las praderas de Europa Central que están situadas, casi en su totalidad, en lugares que anteriormente estaban cubiertos de bosque). Pero en los estudios publicados sobre las emisiones de gases de efecto invernadero durante el ciclo de vida de los productos pecuarios, los así llamados “life cycle analyses”, normalmente esta deuda de carbono está (1) siendo ignorada (en el caso de sistemas de produc-ción en pasturas viejas) o (2) siendo cargada en su totalidad al año de su aparición (momento de la deforestación) en el caso de sistemas de pasturas recién establecidas. Esta práctica constituye claramente una flojedad científica en los “life cycle analyses” de productos pecuarios.

Al igual que el CO2, también el metano forma parte de un ciclo natural (con un lapso de vida en la atmósfera rela-tivamente corto, de 8.7±1.3 años según el IPCC, 2007). Por esta razón, emisiones constantes (resultantes por ejemplo de la fermentación entérica en los rumiantes) no cambian la concentración de metano en la atmósfera, dado que están contrapesadas por una tasa constante u oscilante de descomposición (gracias a la reacción quí-mica con derivados del vapor de agua en el aire y gracias al consumo por bacterias metanótrofas).

Que yo tenga conocimiento, ni una sola publicación científica considera esta realidad. Sino que, en la literatura científica, las emisiones de metano procedentes de animales domésticos están interpretadas sin excepción en un 100%, como una fuente antropogénica adicional de un gas de efecto invernadero, igual que el CO2 procedente de la quema de energías fósiles. Ajustes de las emisiones de metano, resultantes de la ganadería por las emisiones ya existentes, en un escenario básico (por tiempo o espacio) no existen en la literatura, - otra grave deficiencia cien-tífica en la apreciación de una eventual contribución de la ganadería en el cambio climático. Entre 1990 y 2007, la población de ganado bovino y búfalo a nivel mundial creció en más de 125 millones de cabezas, o en un 9% (FAO: http://faostat.fao.org/site/291/default.aspx), lapso en el cual la tasa de aumento de metano atmosférico bajó a cero (Fig. 2A). Estas observaciones empíricas difícilmente son compatibles con la afirmación de la FAO (Steinfeld et al., 2006), de que los animales domésticos contribuyen en un 35% a 40% en las emisiones antropo-génicas de metano.

El científico australiano, Tom Quirk (2010), demostró que el aumento histórico de la concentración de metano en la atmósfera (Fig. 2B) se explica mejor con el consumo humano de combustibles fósiles (siempre asociado con una cierta fuga de metano).

Figura 2B: Cambios anuales del metano atmosférico (en partes por billones/año) analizados en núcleos de hielo (antártica) hasta el año 1990 (puntos en color naranja), y por mediciones directas en la atmósfera en Cape Grim (Tasmania), desde 1983 hasta 2011 (triángulos azules). Los picos en las mediciones (gráfico a la derecha) repre-sentan un efecto indirecto de la erupción del volcán Mt. Pinatubo, en Junio de 1991, y en 1998, 2006 y 2010, las influencias de El Niño. Fuente de datos CSIRO: http://cdiac.ornl.gov/methane.html

Fig. 2A: Concentración global media de metano atmosférico. Fuente: National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA 2012).

También la estabilización de las emisiones de metano en los años 1990 estuvo asociada, con alta probabilidad, con la adopción de tecnologías modernas en la producción y el uso de combustibles fósiles, especialmente con la repo-sición de cañerías viejas, de las cuales se filtraban cantidades importantes de gas natural, sobre todo en la ex Unión Soviética. Según NOAA (Fig. 2, arriba), el metano está aumentando otra vez ligeramente desde el 2008, lo que Quirk atribuyó a modificaciones atmosféricas moduladas por El Niño (Fig. 2, abajo).

La idea de una considerable contribución por parte del ganado en las emisiones globales de metano, se origina en cálculos teoréticos, de abajo hacia arriba. Sin embargo, no existe una relación discernible entre las concentracio-nes atmosféricas medias de metano observadas en los distintos lugares del globo por el satélite Europeo ENVISAT durante tres años (2003-2005), y la distribución global de ganado doméstico (Fig. 3A y 3B).

Fig. 3A: Distribución global de la concentración de metano atmosférico, medida por el satélite ENVISAT durante 3 años consecutivos, desde 2003 hasta 2005. Fuente: Schneising et al. (2009), Universidad de Bremen, Sitio: http://www.iup.uni-bremen.de/sciamachy/NIR_NADIR_WFM_DOAS/xch4_v1_2003-2005.png



Fig. 3B: Distribución global del ganado doméstico (rumiantes y monogástricos). Fuente: FAO (Steinfeld et al. 2006). No existe una relación geográfica discernible y consistente entre el metano y la densidad de animales domésticos.

Conclusión

Las afirmaciones presuntamente científicas sobre la contribución de la ganadería en el cambio climático, ampliamen-te divulgadas en todos los tipos de medios, están afectadas por graves deficiencias metodológicas, de manera que no está justificado, bajo criterios estrictamente científicos, sostener esta incriminación de los animales domésticos.

Referencias