Fig. 1A: Proyecciones del calentamiento global (promedio de múltiples modelos en base a distintos escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero: B1, A1B, A2) con rangos de incertidumbre, que han sido presentadas en los distintos informes del IPCC (FAR, SAR, TAR). La curva naranja ("commitment") indica la proyección de calentamiento en el caso de la conserva-ción de los gases de efecto invernadero y los aerosoles en los niveles del año 2000 (fuente: IPCC 2007, Fig. TS26).
Figura 1B: La temperatura global de la atmósfera inferior observada con satélite. La línea recta indica, desde el año 2002, una decadencia media de la temperatura en 0,04°C por década. Los picos de los años 1998 y 2010, han sido causados por eventos pronunciados de El Niño. La curva verde demuestra la concentración de CO2 en Mauna Loa, Hawaii (fuente: Gregory 2012).
Incluso en caso de que ignoremos estas objeciones y siguiéramos asumiendo una notable sensibilidad del clima a las emisiones antropogénicas de los Gases de Efecto Invernadero, quedan muchas inconsistencias entre la realidad y la aprehensión de los ambientalistas de que la producción y el consumo de la carne contribuyan al cambio climático generando calor (meat = heat): El CO2 emitido a través de la respiración de los animales domésticos y la digestión de forrajes, así como el consumo de carne y leche, no aumenta los niveles de CO2 en la atmósfera, dado a que éste forma parte del ciclo natural del carbono. Ni una molécula de CO2 generada por animales domésticos es emiti-da de forma adicional al aire, ya que el CO2 producido habría sido capturado a través de la fotosíntesis por las plantas forrajeras poco antes de la ingestión por el ganado. Además la cantidad de CO2 procedente del ganado, está compensada en su totalidad, cada año, por la asimilación de CO2 en los forrajes crecientes. Las únicas fuen-tes de emisiones adicionales de CO2 son:
La deforestación genera una “deuda de carbono” única, la cual debería estar repartida sobre los productos pecua-rios producidos durante el período de utilización de la pastura (que reemplaza el bosque), lo que puede fácilmente sumarse a cientos de años (como en el caso de las praderas de Europa Central que están situadas, casi en su totalidad, en lugares que anteriormente estaban cubiertos de bosque). Pero en los estudios publicados sobre las emisiones de gases de efecto invernadero durante el ciclo de vida de los productos pecuarios, los así llamados “life cycle analyses”, normalmente esta deuda de carbono está (1) siendo ignorada (en el caso de sistemas de produc-ción en pasturas viejas) o (2) siendo cargada en su totalidad al año de su aparición (momento de la deforestación) en el caso de sistemas de pasturas recién establecidas. Esta práctica constituye claramente una flojedad científica en los “life cycle analyses” de productos pecuarios.
Al igual que el CO2, también el metano forma parte de un ciclo natural (con un lapso de vida en la atmósfera rela-tivamente corto, de 8.7±1.3 años según el IPCC, 2007). Por esta razón, emisiones constantes (resultantes por ejemplo de la fermentación entérica en los rumiantes) no cambian la concentración de metano en la atmósfera, dado que están contrapesadas por una tasa constante u oscilante de descomposición (gracias a la reacción quí-mica con derivados del vapor de agua en el aire y gracias al consumo por bacterias metanótrofas).
Que yo tenga conocimiento, ni una sola publicación científica considera esta realidad. Sino que, en la literatura científica, las emisiones de metano procedentes de animales domésticos están interpretadas sin excepción en un 100%, como una fuente antropogénica adicional de un gas de efecto invernadero, igual que el CO2 procedente de la quema de energías fósiles. Ajustes de las emisiones de metano, resultantes de la ganadería por las emisiones ya existentes, en un escenario básico (por tiempo o espacio) no existen en la literatura, - otra grave deficiencia cien-tífica en la apreciación de una eventual contribución de la ganadería en el cambio climático. Entre 1990 y 2007, la población de ganado bovino y búfalo a nivel mundial creció en más de 125 millones de cabezas, o en un 9% (FAO: http://faostat.fao.org/site/291/default.aspx), lapso en el cual la tasa de aumento de metano atmosférico bajó a cero (Fig. 2A). Estas observaciones empíricas difícilmente son compatibles con la afirmación de la FAO (Steinfeld et al., 2006), de que los animales domésticos contribuyen en un 35% a 40% en las emisiones antropo-génicas de metano.
El científico australiano, Tom Quirk (2010), demostró que el aumento histórico de la concentración de metano en la atmósfera (Fig. 2B) se explica mejor con el consumo humano de combustibles fósiles (siempre asociado con una cierta fuga de metano).
Figura 2B: Cambios anuales del metano atmosférico (en partes por billones/año) analizados en núcleos de hielo (antártica) hasta el año 1990 (puntos en color naranja), y por mediciones directas en la atmósfera en Cape Grim (Tasmania), desde 1983 hasta 2011 (triángulos azules). Los picos en las mediciones (gráfico a la derecha) repre-sentan un efecto indirecto de la erupción del volcán Mt. Pinatubo, en Junio de 1991, y en 1998, 2006 y 2010, las influencias de El Niño. Fuente de datos CSIRO: http://cdiac.ornl.gov/methane.html
Fig. 2A: Concentración global media de metano atmosférico. Fuente: National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA 2012).
También la estabilización de las emisiones de metano en los años 1990 estuvo asociada, con alta probabilidad, con la adopción de tecnologías modernas en la producción y el uso de combustibles fósiles, especialmente con la repo-sición de cañerías viejas, de las cuales se filtraban cantidades importantes de gas natural, sobre todo en la ex Unión Soviética. Según NOAA (Fig. 2, arriba), el metano está aumentando otra vez ligeramente desde el 2008, lo que Quirk atribuyó a modificaciones atmosféricas moduladas por El Niño (Fig. 2, abajo).
La idea de una considerable contribución por parte del ganado en las emisiones globales de metano, se origina en cálculos teoréticos, de abajo hacia arriba. Sin embargo, no existe una relación discernible entre las concentracio-nes atmosféricas medias de metano observadas en los distintos lugares del globo por el satélite Europeo ENVISAT durante tres años (2003-2005), y la distribución global de ganado doméstico (Fig. 3A y 3B).
Fig. 3A: Distribución global de la concentración de metano atmosférico, medida por el satélite ENVISAT durante 3 años consecutivos, desde 2003 hasta 2005. Fuente: Schneising et al. (2009), Universidad de Bremen, Sitio: http://www.iup.uni-bremen.de/sciamachy/NIR_NADIR_WFM_DOAS/xch4_v1_2003-2005.png
Fig. 3B: Distribución global del ganado doméstico (rumiantes y monogástricos). Fuente: FAO (Steinfeld et al. 2006). No existe una relación geográfica discernible y consistente entre el metano y la densidad de animales domésticos.
Conclusión
Las afirmaciones presuntamente científicas sobre la contribución de la ganadería en el cambio climático, ampliamen-te divulgadas en todos los tipos de medios, están afectadas por graves deficiencias metodológicas, de manera que no está justificado, bajo criterios estrictamente científicos, sostener esta incriminación de los animales domésticos.
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