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Gr$$npeace, Según Patrick Moore

El siguiente artículo apareció publicado en The Vancouver Sun, el 2 de Febrero de 1994, página A23 (Op/Ed). Lo he transcripto para ustedes que no tienen acceso al Vancouver Sun. Uno de los fundadores de Greenpeace, PATRICK MOORE, denuncia la "tolerancia cero" extremista de algunas personas en el movimiento que él ayudó a nacer, como también sus actitudes "antihumanas" y "anti civilización".

Richard M. Porter [email protected]
Economía forestal, economía y análisis político.
Universidad de la Columbia Británica, Canadá



A medida que el Mundo Gira

por Patrick Moore

"Hace más de 20 años yo fui uno de la docena de activistas que fundaron Greenpeace en el sótano de la United Church, en la calle 49 y Oak, en Vancouver. La guerra de Vietnam estaba en su apogeo y el holocausto nuclear parecía cada día mas cercano. Nosotros unimos a la paz, la ecología, y un talento para la comunicación mediática y nos lanzamos a construir la organización activista ambiental más grande del mundo. Para 1986, Greenpeace estaba establecida en 26 países y tenía un ingreso $100 millones de dólares anuales.

En 1986, el grueso de la sociedad occidental estaba ocupada adoptando la agenda ecologista que era considerada radical sólo 15 años antes. Para 1989, Chenobyl, el Exxon Valdez, la amenaza del calentamiento global, y el agujero de ozono habían establecido el debate.

Mientras que previamente el movimiento ecologista se encontró puertas afueras del poder, ahora estaba invitado a la mesa alrededor del mundo. Para los ecologistas, acostumbrados a la política de la confrontación, esta nueva era de aceptación imponía un gran reto.

Después de 15 años en el frente, liderando las campañas de Greenpeace y manejando los dolores de una organización joven, yo decidí seguir adelante. Había una serie de razones; una familia joven que necesitaba de mi con mayor frecuencia, abundancia de voluntarios para tomar mi puesto, y la necesidad de añadirle una nueva dimensión a la vida. Pero la razón más perentoria fue la sensación de que nuestra misión, por lo menos de la manera en que yo la entendía, estaba cumplida en gran manera.

Para mí, Greenpeace se trata de hacer sonar una alarma ecológica, despertar la conciencia masiva a las verdaderas dimensiones de nuestros problemas mundiales, señalando los problemas y definiendo su naturaleza. Greenpeace no tiene, necesariamente, las soluciones y ciertamente no está equipada para ponerlas en práctica. Eso requiere de gobiernos, corporaciones, instituciones públicas y ecologistas combinados en un alto grado de cooperación. Las políticas de culpa y vergüenza tienen que ser reemplazadas por las políticas de trabajar juntos y ganar.

No fue coincidencia de que el proceso de negociación basado en un consenso de mesa redonda fue adoptado por miles de ecologistas. Es la herramienta lógica para trabajar en el nuevo espíritu de la cooperación verde. Quizás no sea el sistema perfecto para la toma de decisiones, pero como Churchill decía acerca de la democracia, “Es la peor de las formas de gobierno, con excepción de todas las demás.” Un enfrentamiento colaborador promete darle a los asuntos ambientales una consideración justa en relación a las prioridades económicas y sociales tradicionales.

Algunos ecologistas no lo vieron así y, en el nombre de una “profunda ecología” dieron un fuerte viraje hacia la ultra-izquierda, trayendo una modalidad de extremismo e intolerancia. Como clara señal de esta nueva agenda, Greenpeace hizo un llamado en 1990 a “una revolución de las bases en contra del pragmatismo y el compromiso.”

La caída del muro de Berlín contribuyó a este giro a la izquierda. Súbitamente, el movimiento internacional por la paz tenía mucho menos para hacer. Los grupos pro comunistas de Occidente fueron desacreditados. Muchos de sus miembros se trasladaron al movimiento ecologista.

Como ecologista del centro político, yo me encuentro ahora tildado de traidor y vendido. Mi nombre aparece en la Guía de Organizaciones Anti Ecologistas de Greenpeace. Hasta mi compañero fundador de Greenpeace, Bob Hunter se refiere a mí como un “Eco-Judas.” Si, estoy ayudando a la industria forestal a limpiar su acto de modo que podamos estar otra vez orgullosos de ello. ¿Por qué no tendría que hacer yo una contribución a la reforma ambiental en la industria en que mi padre y mi abuelo trabajaron por más de 90 años?

No es que yo no crea que el ambiente está en profundos problemas. El agujero de ozono es real, y estamos sobrepoblando y sobre-explotando muchos de los ecosistemas más productivos de la Tierra. Nuestra especie está probablemente destinada a un viaje rudo durante las próximas décadas. Sería lindo pensar que pudiésemos mantener un aspecto de civilización mientras que trabajamos a lo largo de estos tiempos difíciles.

Pero la nueva variante del movimiento ecologista es tan extrema que mucha gente, incluyéndome a mí, cree que su agenda es una amenaza más grande para el ambiente global que la sociedad en general.

Algunas de las características del eco-extremismo son:

El reto para todos los ecologistas se resistir la ruta del siempre incrementado extremismo, y saber cuándo hablar en vez de luchar. Para permanecer creíble y efectivo, ellos tienen que rechazar el acercamiento antihumano y anarquista. Esto se hace difícil por el hecho de que muchos individuos y sus mensajeros, los medios, están atraídos naturalmente a la confrontación y al sensacionalismo. No es fácil entusiasmarse por un encuentro en una comisión, cuando uno puede hacer que el Estado se arrodille en una barricada.

Patrick Moore es un director de la Forest Alliance, y consultor ambiental.


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