Por Luis Anastasía
“Hay la misma diferencia entre
un sabio y un ignorante
que entre un hombre vivo
y un cadáver”
Aristóteles
Siempre que he pensado en que mi capacidad de asombro había sido superada, la realidad cotidiana me demuestra que estaba por lejos equivocado.
El 2 de diciembre pasado un grupo de amigos de Argentina me hizo llegar la información que en el sitio web del muy famoso periodista argentino Jorge Lanata (www.jorgelanata.com/) había un video en el cual el eximio opinador presentaba su visión sobre el artificial conflicto por las celulosas sustentado además en un documental realizado en Gualeguaychú, Botnia y Fray Bentos. Me pareció interesante conocer esa pieza informativa. Confieso que superó todas mis expectativas. Es un brillante alegato que debería ser considerado como material de estudio en la aplicación de las mejores técnicas de desinfor-mar. Pero donde además se puede disfrutar de la fértil imaginación de Lanata, imaginación que le es útil para ocultar una profunda ignorancia sobre los temas a los cuales se refirió.
Inicia la presentación hablando hacia la cámara, sentado a su escritorio, sosteniendo que lo más difícil de todo esto es que ambos, Argentina y Uruguay, tienen razón. Sigue presentando una serie de ideas en las cuales se basa para fundamentar esa conclusión, pero en las cuales se comienza a apreciar que esa balanza tiene el fiel torcido pues tal parecía que el plato de la razón se inclina hacia Argentina. Empezó a hundirse en el ridículo cuando define el Acuerdo de Protección de Inversiones entre Uruguay y Finlan-dia como un “convenio leonino” que poco menos le fue impuesto a Uruguay.
Por supuesto que esa definición corre por cuenta y cargo del propio Lanata. Y por supuesto que de-muestra algunas cosas tales como que Lanata no leyó el Acuerdo, o lo leyó y no tiene capacidad para entenderlo e interpretarlo o su fuente de información es únicamente el alud de mentiras y falsedades que tan densa e intensamente se ha manejado en la prensa. Es más, con el único objetivo de difundir la información, me ofrezco a enviarle el texto del Acuerdo y hasta explicarle que lo que está escrito en el convenio se basa en dos aspectos fundamentales: que el inversor se obliga a cumplir la ley del país donde está y que el país huésped no puede ir más allá de lo que estipula la ley. Es así de simple.
Pero el ridículo no acaba acá, sólo empieza. Continúa con un documental en el cual se muestra al propio Lanata en su ritual doméstico previo a salir, mientras su voz en off explica que se siente harto de escu-char tantas versiones “políticamente correctas” y decide ir a ver con sus propios ojos (y el de la cámara) lo que sucede en el núcleo del conflicto. Comienza el viaje. Llega a Gualeguaychú donde entrevista a varios referentes de la Asamblea Ciudadana Ambiental, de quienes no escuché nada nuevo, pero por lo menos los mostró en su contexto de rutina, en su cotidianeidad y no en el ámbito de la Asamblea en los cortes. Y además hasta supe de sus muy respetables ocupaciones, que no es poca cosa.
Luego llega a Botnia, visita que cualquiera puede hacer con la coordinación adecuada para ser recibido y guiado. Lo recibe el Ing. Bruno Vuan a quien lo identifica como portavoz de Botnia. Cuando lo está entre-vistando le hace una pregunta sobre la contaminación futura de la planta. Resultó más que evidente que la respuesta de Vuan no le resultó adecuada a Lanata. Se corta la filmación y pasa a mostrar imágenes de cisnes muertos, hablando en off dice que la planta de Valdivia en Chile, con la misma tecnología que Botnia (no es exactamente así) provocó la muerte de los cisnes y de los peces.
Muestra imágenes de los cisnes, que ya han sido más que usadas, pero Lanata ignora olímpicamente todo lo referente a dinámica de poblaciones, a ritmos naturales que dependen de la disponibilidad de alimento. Aunque tal vez esto sea demasiado oscuro para un periodista que no tiene la obligación de saber de ciencias, por lo menos debería tener la obligación de profundizar en la información. Tampoco hizo los deberes. No descubrió, o nadie le contó, o si lo sabe no le interesa decir (no se qué cosa puede ser peor) que en un informe de la Universidad Austral de Chile se expresa claramente, sin lugar a segundas interpretaciones, que "no se detectó presencia de compuestos organoclorados, fenólicos y organo-fosforados en los tejidos analizados." Pero no termina aquí.
Dejó de lado que la propia Corte Suprema de Chile, por unanimidad de sus integrantes, dictaminó que "no hay prueba alguna que el río Cruces y, en lo que interesa, el Santuario de la Naturaleza Carlos Andwandter haya sido contaminado por Celulosa Arauco S.A. al operar su planta de San José de la Mariquina o que exista una amenaza de contaminación". Eso si, la acusación que los peces habían muerto por culpa de la planta de Valdivia lo escuché por primera vez en esta ocasión, de boca de este periodista. O tendré que seguir investigando sobre este tema, y creo que mucho lo he hecho, o directamente lo inventó en el momento porque, total, ya que estamos agreguemos un poco más de dramatismo, no alcanza con los cisnes.
Todo relato tiene un desarrollo, un clímax y un epílogo. Si usted piensa, como lo pensé yo mismo, que la muerte de los peces es el punto más álgido de esta narración lamento decir que está equivocado. De pronto, y sin previo aviso, se descuelga con una tajante afirmación: los efluentes de la planta de Botnia iban a salir “con 80 grados”. En contraste, este dato me dejó helado, porque lo dijo con la exacta y alevosa intención que el efluente llegará al río Uruguay con esa temperatura. Lanata otra vez dejó sin hacer sus deberes. Ni siquiera cuando el agua sale del procedimiento industrial propiamente dicho tiene esa temperatura.
De todas maneras escribí algunas explicaciones para algunos de quienes habían visto el video, descri-biendo que cuando el agua sale del proceso industrial pasa por torres de enfriamiento, luego a cámaras de decantación, después a las enormes piletas de tratamiento donde el efluente es tratado por medio de fangos activados y, después de un tiempo, recién sale por el emisor subacuático donde además este efluente se mezcla en un volumen cientos a miles de veces mayor, a una temperatura que no tendrá ningún efecto en el río. Lanata ignoró y despreció los por lo menos 6 informes de impacto ambiental a la que ha sido sometida esta planta, entre estudios y evaluaciones varias. Pero uno de mis amigos, alguien de Argentina que para mí es un verdadero maestro, me hace un comentario que me hizo sentir muy ridículo. Por seguir el proceso técnico me olvidé del biológico. Me dice “Pero, Luis, a esa temperatura se cocinaron los microorganismos de los fangos activados”. Y tiene toda la razón. A esa temperatura del agua se haría una enorme, gigantesca cazuela de rotíferos.
El epílogo se desarrolla en una playa en semioscuridad, donde tiene como interlocutor a un pescador artesanal apoyado en su bote. Las preguntas que le dirige este experto periodista ya tienen las respues-tas implícitas. Y termina el documental con un enfoque hacia un par de peces muertos, conveniente y coincidentemente situados en la orilla, dramáticamente bañados por las muy pequeñas y discretas olitas del río. Yo me pregunto si este era un pez de los de Chile o un pez uruguayo que ya se murió por la virtual contaminación que genera la planta de Botnia ahora, casi un año antes de empezar a operar.
También me pregunto si le pagaron al pescador por usar estos peces. Me resultó muy sospechoso que estuvieran en tan buenas condiciones. Pero además, por sobre todo otro indicador, cuando un pez muere en el agua y es llevado a la orilla por el viento y las olas queda colocado en forma paralela al agua y no transversal como en este caso. Mucho sospecho que ésta fue una escena creada para la ocasión.
Algunos memoriosos recordarán aquella campaña publicitaria en la cual, una vez presentada una situa-ción, el actor gritaba “paradoja!” haciendo sonar una corneta. Me falta la corneta para decirle al señor Lanata: paradoja! Al inicio dijo que estaba harto de escuchar lo políticamente correcto. Hizo un docu-mental políticamente correcto. Más que políticamente correcto ahora que lo pienso, ya que no tuvo escrúpulo ninguno ni tomó en cuenta la ética, cuando presentó datos falsos, sesgados y hasta inventados para la ocasión. Y si no inventó, entonces investigó muy mal, solo por darle el beneficio de la duda.
Luis Anastasía
[email protected]Nota de FAEC: En el videíto del Sr. Jorge Lanata que pudimos apreciar en su paginita web, dice con displicencia y como al pasar pero con la cualidad de una puñalada trapera que el agua que la planta devolverá al río tendrá 80º C de temperatura. Como para tomar mate, o cocinar pescados.
Pero de acuerdo a la opinión de ingenieros expertos en calderas, y procesos que requie-ren calentar líquidos, como los de la CNEA, nos dicen que la diferencia de entalpía entre 80 grados y 15 grados para el agua es de 250 KJoule/Kg. (miles de Joules / kilogramo)
Si consideramos al caudal de agua usado por la planta, de 2.000 kilogramos por segundo (agregamos el agua extra para refrigeración), se hacen las multiplicaciones necesarias, resulta que para obtener el agua a esa temperatura son necesarios alrededor de 500 Megavatios, la mitad de la energía instalada en el Uruguay.
Ello nos hace pensar que la pulpa de papel que fabricará Botnia, de acuerdo con el dato suministrado “gentil y confidencialmente” por Jorge Lanata, será la más cara del mundo. Probablemente el consumo de energía que hará Botnia para elevar ese volumen de agua a esa tremenda temperatura dejará al Uruguay sumido en la penumbra. Y pensar que los uruguayos se quejaban por su crisis de energía –viene Botnia y le roba la mitad de la poca que tienen!
Eduardo Ferreyra
Vea aquí otras interesantes
estadísticas de la página