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Usar combustibles fósiles en los vehículos es mejor para el ambiente que los “combustibles verdes” hechos a partir de cultivos, según un estudio del gobierno visto por The Times
Los resultados del estudio muestran que la intención del Departamento de Transportes de elevar la proporción de biocombustibles en todos los combustibles vendidos en Gran Bretaña dará por resultado millones de hectáreas de bosques abatidas y quemadas para convertirlas en plantaciones. El estudio, que muy posiblemente forzará una revisión del proyecto, concluye con que algunos de los cultivos usados para biocombustibles fracasaron en llegar a las normas de sustentabilidad establecidas por la Comisión Europea.
Bajo las normas, cada litro de biocombustible debería reducir las emisiones en por lo menos 35% comparado con la quema de un litro de combustible fósil. Pero los estudios muestran que el aceite de palma aumenta las emisiones en un 31% por el carbono liberado cuando los bosques y praderas son convertidos en plantaciones. El aceite de colza y de soja tampoco alcanzaron a cumplir con las normas establecidas.
Las Obligaciones de Combustibles Renovables para Transporte de este año requieren que el 3¼ por ciento de todos los combustibles vendidos provengan de cultivos. La proporción se debe aumentar cada año y para 2020 se exige que sea el 13%. El Departamento de Transportes comisionó a E4tech, una consultora, para investigar el impacto general sobre bosques y otras tierras sin desarrollo, de su propuesta para los biocombustibles.
La Comisión Europea condujo su propia investigación, pero se rehúsa a publicar los resultados. Un memorándum interno que se ha filtrado del directorio de de agricultura de la Comisión Europea revela su preocupación de que toda la industria de los biocombustibles de Europa, que recibe casi £3 millones de libras esterlinas en subsidios,, se pondría en peligro si los cambios indirectos en el uso de la tierra fuesen incluidos en las normas de sustentabilidad. Un funcionario 'senior' agregó al memo de puño y letra: “Un uso sin guía de los ILUC (cambio indirecto en uso del suelo) mataría a los biocombustibles en la Unión Europea.”
La Comisión Europea tiene la esperanza de proteger a sus normas de biocombustibles emitiendo normas revisadas que le darían a las plantaciones el status de bosques naturales. Los funcionarios parecen haber aceptado los argumentos propuestos por la industria del aceite, que las palmeras son nada más que otro tipo de árboles.
Un borrador de las nuevas reglas, obtenido por The Times, declara que el aceite de palma deberá ser declarado sustentable si proviene de “áreas constantemente forestadas” , que define como áreas donde los árboles pueden llegar por lo menos a 5 metros de altura, haciendo una copa que cubra por lo menos el 30%. “Esto quiere decir, por ejemplo, que un cambio de bosque a plantación de palmeras no constituiría, per se, una violación del criterio,” añade.
La tala de bosques para hacer plantaciones para biocombustibles libera el carbono almacenado en los árboles y el suelo. Lleva unos 840 años para que una plantación de palmeras absorba nuevamente el carbono emitido cuando la selva fue reemplazada y quemada. La expansión de la industria del aceite de palma en Indonesia se ha convertido en el tercer mayor emisor de CO2, detrás de China y Esrados Unidos. Indonesia pierde cada año un área de bosques del tamaño de Gales, y el orangután está al borde de la extinción en Sumatra.
El año pasado se añadieron 127 millones de litros de aceite de palma al combustible diesel vendido en Gran Bretaña a los automovilistas, incluyendo 64 millones de litros de Malasia y 27 millones de litros de Indonesia. Kenneth Richter, campañista de biocombustibles de Amigos de la Tierra dijo: “Los miles de millones en subsidios para los biocombustibles estarían mejor invertidos en automóviles más verdes y una mejora en el transporte público.”
COMENTARIO DE FAEC: Dejando de lado el tema de que todos estos cálculos están basados en pro-yecciones dudosas, siguiendo la costumbre de científicos y burócratas de jugar alegre y despreocupa-damente con las cifras vomitadas por modelos computados de muy dudosa capacidad de imitar al caó-tico mundo real, y de que toda la histeria del cambio climático, “contaminación” de un gas “perjudicial para salud” y causante del ligerísimo calentamiento observado desde 1880; y de que no se ha probado claramente que el CO2 pueda haberlo hecho, vemos que se impone el viejo criterio de los burócratas y políticos de “Hecha la Ley, hecha la trampa”.
Eduardo Ferreyra
Primero surgió el entusiasmo por reemplazar a las gasolinas y diesels con combustibles producidos a partir de vegetales, en la creencia de que reducirían la emisión de CO2 de los combustibles fósiles. Así se entusiasmaron con el metanol y otros alcoholes sacados del maíz, la remolacha y la caña de azúcar. Luego vinieron los que comprobaron que el rendimiento del alcohol como combustible es inferior al de las gasolinas y diesels tradicionales porque se invierte más energía en cultivarlos y luego refinarlos que la energía que entregan. Luego comprobaron que la escasez de maíz en el mercado causada por ese uso inadecuado había elevado el precio de los productos de la ganadería, avicultura y cría de cerdos –además de haber provocado una escasez del maíz en países donde se usa como alimento para los humanos y agravaba las condiciones para las hambrunas y sufrimientos de los más necesitados.
Comenzó a juntarse una gran cantidad de estudios, hechos por organizaciones ecologistas, que de-mostraban la poca conveniencia de usar los biocombustibles como una manera de reducir las emisiones de CO2 –el hambre y los pobres en África y América Latina no importa- pero ya era tarde: se había creado una enorme industria de los biocombustibles por la primerísima razón de que son subsidiados brutalmente por los gobiernos: porque sin subsidios no tienen ni la más mínima probabilidad de ser vendidos en el mercado.
Pero también había ya normas estrictas impulsadas por el verdes sobre todo lo que es o debería ser “sustentable”, desde bosques hasta el papel higiénico. Y como los biocombustibles están violando esas normas la solución es: "cambiemos las normas, o perdemos el negocio”. Sabemos que son inefi-cientes, que emiten más CO2 al ambiente, que encarecen los precios de los alimentos, y que causan un perjuicio a los ecosistemas, que son motivo de la creación de centros de producción de etanol bajo condiciones de esclavitud, etc, etc, pero lo que realmente importa es que el negocio de los subsidios no se puede desaprovechar. Es más importante el negocio de los subsidios –pagados con lo que los gobiernos roban en crecientes impuestos verdes a la población- que los beneficios que podrían obte-nerse para la humanidad si esa descomunal masa de dinero se emplease en proveer de agua potable a los necesitados, mejores condiciones de salud, mejor educación, mayores oportunidades de inversión para productores de bienes que crean fuentes de trabajo.
No tienen problemas en esquivar los versículos del Evangelio Verde y cambiarlos por otros que resulten más convenientes para sus egoístas intereses personales. Así vamos y así seguiremos hasta que la gente comprenda la manera en que ese Evangelio Verde ha sido usado para reducir sus niveles de vida, salud y educación.
Un consejo de oro: cada vez que vea o escuche las palabras "sustentable", "biodiversidad", u otras de las usadas por los "expertos verdes" abróchese porque vienen dispuestos a saquearlo.
Presidente de FAEC
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