Una cosa es cierta:Ningún físico quiere hablar y decir qué está sucediendo. Todo el mundo está esperando… ¿Pero esperando qué???
Los gráficos hablan muy claro!
Levingston y Penn estaban en lo cierto, el sol no consigue aumentar su actividad magnética, y un largo período de frío se está aproximando… en verdad, el período de frío global ya se ha iniciado.
Es el sol quien gobierna al clima de la Tierra!
Hemos llegado ahora al punto en que tengo que explicar por qué creemos que habrá un enfriamiento global. Las ciencias que apoyan la hipótesis son la astronomía, la geología, y la oceanografía. Hay una ley no promulgada por parlamentos que se conoce como la Ley de Repetición de los Efectos Observados. La observación de fenómenos recurrentes a lo largo de la historia llevó a la comprobación de diversos ciclos de distinta duración y amplitud. Todos hemos oído hablar de los Ciclos de Milankovitch, y los efectos que tienen sobre el clima la inclinación del eje terrestre, la precesión de los equinoccios, el diámetro y forma de la órbita alrededor del sol, etc. Los astrónomos también han observado y estudiado muy a fondo otros factores que afectan directamente al clima, casi con ex-clusión total de otros menos importantes como los gases invernadero. Se trata de lo que conocemos como “baricentro” o centro de equilibrio de las masas del sistema planetario solar, y su posición en el sistema planetario varía con el movimiento de los planetas alrededor del sol.
¿Qué es el baricentro del sistema solar?, preguntarán ustedes. Es el punto en el espacio donde las masas de los planetas están en equilibrio; donde las fuerzas gravitatorias de todos los cuerpos del sistema solar se neu-tralizan. Como los planetas giran alrededor del sol y van cambiando de posición en el espacio, ese punto también se va desplazando y forma un patrón o dibujo que tiene características que se pueden calcular de manera matemática y muy precisa. La astronomía es una ciencia muy exacta.
El baricentro está ubicado en la región ocupada por el sol. A veces está dentro del núcleo del sol mismo, pero otras veces, como cuando todos los planetas están perfectamente alineados a un lado del sol, sumando linealmente sus fuerzas de gravedad, podría llegar a estar a unos 500.000 kilómetros de la superficie del sol. Este es el aspecto que el desplazamiento del baricentro forma en su trayectoria y las fechas en que ocurrió.
Este punto de equilibrio puede estar algunas veces dentro del núcleo del sol, pero la mayor parte del tiempo se ubica fuera del mismo, hasta una distancia de unos 1,3 millones de kilómetros. Han determinado los astrónomos la manera en que el baricentro evoluciona alrededor del, sol describiendo curvas circulares semi concéntricas, que toman formas algo caóticas o irregulares, y otras veces adoptan la forma de tréboles bastante uniformes con dibujos armoniosos y hasta simétricos. Observando estos gráficos de curvas del sol alrededor del baricentro, y comparando con lo sucedido en tiempos históricos y geológicos, los astrónomos y astrofísicos llegaron a la con-clusión de que existe una correlación tan estrecha entre ellos que hasta es posible calcular cómo cambiará el clima de acuerdo a la posición que tiene el baricentro en el sistema solar. Las formas de las curvas del baricentro tienen este aspecto:
La comparación entre la forma de las curvas que forma el baricentro y los hechos históricos relacionados con el clima, evidenció que durante los episodios en los cuales el baricentro transitó a lo largo de órbitas ordenadas (o en forma de 'trébol') alrededor del sol, su emisión energética fue máxima y el clima terrestre tendió hacia el calentamiento. Asimismo esas comparaciones pusieron en evidencia que durante los episodios durante los cuales el baricentro se movió de modo caótico alrededor del sol, la emisión energética del sol fue mínima y estos últimos episodios coincidieron con las mínimas temperaturas conocidas en el planeta para el último milenio como lo demostró la astrónoma Checa Ivanka Charvatova (1995).
Figura 2: A la izquierda, el movimiento irregular, caótico, registrado entre 1727 y 1905. Al centro el movimiento regular en “trébol” armónico y de gran simetría, y a la derecha el patrón entre caótico y regular registrado entre 1778 y 1905.
El sol regresa a su forma ordenada de trébol después de 178.7 años y este tipo de movimiento dura unos 50 años. Las partes más desordenadas del movimiento del baricentro corresponden a los prolongados mínimos de la actividad solar, durante el último milenio, conocidos como los Mínimos Wolf, Spörer, Maunder y Dalton.
En definitiva, los astrofísicos, astrónomos, los geólogos, y muchos climatólogos se preguntaron: ¿Qué podría estar ocurriendo con el clima global? Cualquier intento en pos de comprender como se calienta una casa sin prestar atención al rol que juegan las estufas que existan en ella, puede convertirse en una tarea infructuosa, cuando no, en tarea de resultados equívocos. Pese a ello numerosos científicos preocupados por el clima de la Tierra descartaron el efecto del sol sobre el mismo, pese a ser prácticamente la única 'estufa' de la superficie del planeta. Porque recordemos que el sol entrega más del 99 % de la energía utilizada en todos los procesos que ocurren en la porción exterior de la Tierra, incluyendo en ello a gran parte de la corteza terrestre sólida. La energía solar inclusive moviliza muchos procesos geológicos desarrollados hasta una profundidad importante dentro de la corteza terrestre, vinculados a procesos bio-geoquímicos superficiales y sub superficiales.
En primer lugar y en contra de lo hasta ahora supuesto respecto a que las variaciones en la emisión energética del sol no alcanzarían para modular el clima terrestre, Hansen y Lacis (1990) demostraron que a un 0,1% de variación en la emisión de radiación solar, el clima terrestre responde con una variación media del orden de 0.2º C. Por lo tanto y aquí viene lo interesante, una disminución de la emisión energética solar oscilante entre 0.2% y 0.5%, sería más que suficiente como para producir un enfriamiento planetario similar al ocurrido durante los siglos pasados: la ya mencionada Pequeña Edad de Hielo. Esto fue reafirmado por otros científicos como Foukal, 1990; Reid, 1991 y Landscheidt, 1995.
La complejidad de los mecanismos involucrados, escapa a las posibilidades de explicarlas aquí y ahora. De todas esas investigaciones es importante rescatar un elemento fundamental: el movimiento inercial del sol y de todo el sistema solar es tan preciso, que puede ser modelado matemáticamente a lo largo de miles de años, tanto hacia el pasado como hacia el futuro. Ello permitió comparar el movimiento solar del pasado con datos precisos provenientes de:
Por ejemplo, del análisis y comparación de los números Wolf de los ciclos solares y los eventos climáticos de la historia, el astrónomo Finlandés Timo Niroma hizo el siguiente gráfico donde la curva inferior, de color verde, representa la actividad solar desde el año 1600 hasta el año 1820. Niroma descubrió que el patrón de variación de los ciclos solares vuelve a repetirse a partir de 1820 hasta nuestros días.
Se ve en la curva verde al gran Mínimo Solar Maunder, época en que no se vieron manchas en el Sol durante 70 años. No se ha vuelto a repetir algo tan profundo. Luego vemos que los ciclos solares 3 y 4, previos al Ciclo 5 (o Mínimo Dalton) ocurrido entre 1795 y 1820, condujeron a un notable enfriamiento de la Tierra que duró hasta más allá del 1830, casi 1850. Cuando Niroma superpuso ambas curvas notó la notable similitud y pensó que no era nada aventurado pensar que este patrón seguiría cumpliéndose. Por ello Timo Niroma se atrevió a proyectar el patrón hacia el futuro y comprueba que desde poco después del 2000 se había comenzado a producir un enfriamiento del planeta que se profundizará hacia el 2030, coincidiendo con las predicciones de otros astrónomos, como el americano Rhodes Fairbridge, y el alemán Theodore Landscheidt, asegurando que en esa época se producirá un doble Mínimo Solar al que denominaban Gleissberg, pero que se quiere rebautizar ahora como Landscheidt en su honor.
Este pronosticado ciclo de 65 a 70 años de enfriamiento coincide con los ciclos observados por la Organización Mundial de Alimentos y Agricultura, en la pesca comercial, donde se observan ciclos de 65 años de crecimiento de la abundancia y reducción de la pesca –que también coincide con las oscilaciones oceánicas como la Oscilación Decadal del Pacífico, y la Oscilación Multidecadal del Atlántico. Nada es casual, todo tiene un encadenamiento de causas y efectos que han sido determinados con bastante precisión. También los astrónomos L.B. Klyashtorin y A.A. Lyubushin, del Instituto Federal Ruso de Pesquerías y Oceanografía, en su reciente estudio “Cambios Climáticos Cíclicos y Productividad de Peces”, identifican claramente un ciclo de 60 años (55-75 años) que atribuyen sin duda alguna a las variaciones de la actividad solar.
¿Son algo nuevo estos estudios? Para nada. Ya en 1914 el gran oceanógrafo y geólogo Sueco, Otto Petterson, publicó un estudio que abrió un extenso debate entre sus pares por su teoría de las “Variaciones Climáticas en tiempos históricos y prehistóricos,” (Svenska Hydrogr. Biol. Komm., Skriften, No. 5, 26 p.), donde habla de “la fuerza generadora de mareas” de la acción combinada del Sol y la Luna y su influencia sobre la abundancia de arenques y otras especies en el Ba´ltico y el Atlántico Norte. En un fascinante trabajo de revisión histórica, revisando una inmensa cantidad de documentos históricos, que comienzan con las Sagas Vikingas y terminan con las mediciones de salinidad y temperatura del agua del Báltico en 1913, expone una abrumadora correlación entre el clima de Escandinavia, el fracaso de cosechas y als hambrunas, el asentamiento de poblaciones en Islandia y Groelandia y su posterior abandono por el avance de los hielos, el congelamiento completo del Mar Báltico, etc, y las fases lunares y la actividad solar.
Todas estas investigaciones, laboriosamente documentadas y profundamente comprobadas, apuntan al principal culpable de los cambios climáticos que experimentó la Tierra en su historia y su socia: el Sol y la Luna.
Luego, estas correlaciones entre ciclos naturales de los océanos, los ciclos solares, la cantidad de manchas, y la variación de la actividad magnética del sol, se correlacionan muy sólidamente con lo mencionado antes: la posición del baricentro del sistema solar, que parece ser la llave que abre el cofre del misterio de las variaciones del sol y del clima de la Tierra.
La Actividad Volcánica
Viene ahora la correlación entre los períodos de variación del baricentro y la actividad volcánica. Cuando el sol realiza los tréboles ordenados se ha observado una baja actividad volcánica. Cuando el sol está en una trayectoria caótica alrededor del baricentro, la actividad volcánica es mayor –tal como ocurre en estos momentos con erupciones importantes de varios volcanes como el Chaitén en Chile, el Tungurahua de Ecuador, volcanes en Guatemala, el volcán de Islandia, cuyo nombre nadie puede pronunciar, el reciente volcán Merapi de Malasia, la creciente actividad de volcanes en Alaska, el Kilahuea de Hawaii, etc. En la figura se puede ver que cuando el baricentro tuvo una forma de trébol armónico, la actividad volcánica entre 1900 y 1960 fue mínima. El índice del velo de polvo volcánico lo demuestra. El triángulo rojo es el punto medio de la duración del período de trébol armónico del baricentro.
Y finalmente L. Elleder compiló y ordenó en 2005 las 20 inundaciones catastróficas ocurridas en Praga en los últimos 1.000 años, y todas se correlacionan perfectamente con el ciclo de 179 años del movimiento del baricentro. Tantas correlaciones entre fenómenos observados y el movimiento del baricentro no pueden atribuirse a una mera casualidad. Las probabilidades en contra de que sean obra de la casualidad son astronómicas. Dice un viejo adagio: “Una vez, es el azar; dos veces es casualidad; la tercera vez es confirmación.”
Como anécdota ilustrativa, es interesante recordar que Napoleón invadió Rusia en plena culminación de la Pequeña Edad de Hielo. En 1812, cuando sus tropas debieron retirarse de Moscú, entre otras cosas a causa del frío, el sol estaba transitando por un episodio de órbitas caóticas (mínimo Dalton) y justo ese año pasó exactamente por el centro de masas del sistema planetario. Precisamente por eso en ese momento ocurrió el episodio de menor emisión de energía solar de toda la Pequeña Edad de Hielo y quizá ese y los dos o tres inviernos siguientes, hayan sido los inviernos más fríos de la segunda mitad del milenio.
Lo más importante de todo esto es que de las investigaciones de Charvátová y los demás astrónomos, surgió la información de que alrededor de 1.990 el sol comenzó a transitar por un nuevo episodio durante el cual predominará su recorrido por órbitas caóticas del baricentro alrededor del Sol. Esta situación durará hasta alrededor del año 2040, y luego regresará lentamente a órbitas más regulares. Volveremos a tener un nuevo calentamiento. De acuerdo a todo lo expresado, es posible entonces que durante las próximas décadas el sol experimente prolongados episodios de baja emisión energética y un aumento de la actividad volcánica, que con su velo de polvo causará un enfriamiento adicional de la atmósfera.
Ello podría generar un apreciable enfriamiento en el clima del planeta, en contra de lo postulado por los defensores de la hipótesis según la cual el clima del planeta se está calentando gracias al 'efecto de invernadero' motivado por las actividades humanas. Como les dije antes, tal posible enfriamiento ya había sido pronosticado en 1990 por Rhodes Fairbridge, y en 1995 también por Theodore Landscheidt, en ambos casos basados en la variación futura de la actividad solar.
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