COMENTARIO DE FAEC: Esto es la culminación de largos años del ataque hiperecolo-gista sobre Australia, país en el que han clavado sus garras y lo mantienen casi inmovilizado en su desarrollo industrial y agrícola. De un país tradicionalmente exportador de alimentos, hace años que Australia se ve obligada a importar una serie de alimentos que no puede pro-ducir por las severas regulaciones ecologistas que han diezmado su stock ganadero y despo-blado las tierras agrícolas.
Sucesivas generaciones de niños australianos vienen soportando terribles miedos que se le inculca en las escuelas y en los medios de difusión como la TV pública. A lo largo de la década de los 80, el mayor terror era el Armagedón nuclear. Felizmente, cuando esa extraña década terminó, como también terminó la Unión Soviética, la ansiedad y angustia nuclear se redujo un tanto. En la década de los 60s y principios de los 70s, el horror de la guerra de Vietnam llenó las pantallas de la TV y las mentes de jóvenes que veían los noticieros.
Pero el gran miedo de esta época proviene de la naturaleza misma, atormentada por las actividades humanas, que finalmente se volverá en contra nuestra. Como lo informa el Daily Telegraph más arriba, no hay ni un solo estudiante en la nación que no haya sido sujeto a visiones alarmistas de un planeta super calentado que se vuelve inhabitable para la vida humana.
El ambientalismo es una noble causa, mientras no se llegue a extremos irracionales. Hay pocas contras en procurar un mundo más limpio y menos contaminado. Pero la influencia de poderosos grupos de poder ubicados en el extremo más fundamentalista del movimiento ecologista está volviéndose algo sumamente peligroso y perjudicial para la sociedad. Por desgracia, el ambiente educativo parece ser especialmente adicto al alarmismo climático, y eso tiene sus consecuencias.
Los resultados negativos de esto son: Primero, al presentar esos escenarios tan exagerados y carentes de realidad comprobable, el debate es restringido. Argumentar en contra de cualquier elemento del debate del clima se considera, por definición, opuesto al cuidado de la salud de la Tierra.
El segundo resultado negativo es más preocupante. Los niños están creciendo en un mundo de intensos desafíos. Sus vidas son ya lo bastante difíciles sin que se les añada las visiones apocalípticas de un planeta condenado a la destrucción.
Está mal; es perverso hacer presa de las mentes fácilmente influenciables de los niños para impulsar una causa política, por más noble que ella parezca ser. Sería aceptar el concepto fascista de que los “fines justifican los medios”.
Lo mismo que está ocurriendo con el planeta, los maestros y los activistas científicos deberían enfriar un poco las cosas. Y los maestros deberían tener presente lo que el Cardenal Thomas Wolsey dijo en 1520 sobre el tema educación: “Sean muy, pero muy cuidadosos con lo que ponen en esa cabeza. Porque jamás podrán sacarlo de allí.”
Eduardo Ferreyra
Presidente de FAEC
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