El diario The Guardian de Londres publica en su edición de ayer una noticia que demuestra el grado de irracionalidad que impera en los “dirigentes” de la Unión Europea. También es un indicio de que la Unión Europea tiene sus días contados.
Condenados al errorLa UE prohibirá los automóviles en las ciudades para 2050Los automóviles serán prohibidos en Londres y en todas las demás ciudades a lo largo y ancho de Europa bajo un draconiano plan maestro para cortar las emisiones de CO2 en un 60% en los próximos 40 años. Lo más alto de la lista de la UE para cortar las emisiones del cambio climático es una meta de “Cero” para la cantidad de automóviles y camiones que usan gasolina y diesel en las ciudades futuras de la Unión Europea.
La Comisión Europea reveló el lunes “una única área de transporte Europea” que apunta a poner en marcha “un profundo cambio en los patrones de transporte para pasajeros,” para el 2050. El plan también prevé el fin de los vuelos baratos de vacaciones desde Gran Bretaña al sur de Europa con una meta de que más del 50 por ciento de todos los viajes de más de 300 kilómetros deberán realizarse en tren.
Siim Kallas, de la Comisión de Transporte de la UE, insistió que las directivas de Bruselas y los nuevos impuestos a los combustibles serán usado para forzar a la gente fuera de sus automóviles y a hacia medios de transporte “alternativos”. “Eso significa que en el centro de nuestras ciudades no habrá más vehículos alimentados con combustibles convencionales,” dijo. “Seguirá la acción, legislación, una verdadera acción para cambiar el comportamiento.”
La Asociación de Conductores Británicos rechazó la propuesta para erradicar los automóviles como una restricción económicamente desastrosa y una restricción de “locura” a la movilidad.
“Sugiero que vaya y encuentre un espacio en el hospicio mental local,” dijo Hugh Bladon, un vocero de la BDA. “Si él quiere llevar todo a una detención total y sumergirnos en una nueva edad oscura, él está en la ruta correcta. Tenemos que mantener las cosas moviéndose. El hombre está chiflado.”
El Sr. Kallas ha negado que el plan de la UE de cortar a la mitad el uso de automóviles durante los próximos 20 años, antes de una prohibición total en 2050, limitará la movilidad personal o reducirá la competitividad económica de Europa.
“Recortar la movilidad no es una opción, tampoco es “las cosas como siempre.” Nostros podemos romper la dependencia del petróleo que tiene el sistema de transporte sin sacrificar su eficiencia y comprometer su movilidad. Puede ser un “ganar-ganar,” afirmó.
Christopher Monckton, vocero del transportes del UKip dijo: “La UE tiene que estar viviendo en una realidad diferente, donde pueden gastar trillones y prohibir a la gente el uso de sus vehículos. Esta clase de grandes posturas de “lavado verde” no agrega nada y solamente destaca sus grandiosas ambiciones.”
Una enorme verdad es el dicho “Quienes olvidan la historia están condenados a repetir los mismos errores.” Repasando la historia tenemos que volver a señalar a uno de los primeros paranoicos verdes, un acérrimo ecologista norteamericano llamado Elbert James, hermano del talentoso escritor neoyorkino Henry James. Este señor, que no se diferencia en nada de los burócratas de Bruselas, redactó en 1880 un informe que tituló Global 1900, conte-niendo una serie de predicciones apocalípticas para 1900 –si no se hacía lo que él recomendaba, y que en nada se diferencia de las recomendaciones del ecologismo multinacional de hoy.
También dijo Lenín que la historia se repite, pero la segunda vez lo hace como una tragicomedia. En 1980 el Presi-dente James Carter –recordado como el peor en la historia de EEUU- publicó un informe llamado Global 2000, una repetición del informe de Elbert James, y que hasta lo que va del Siglo 21 demostró ser ridículo como el Global 1900. Veamos algunos aspectos graciosos y comparémoslos con las propuestas de hoy:
Los caballos
El señor Elbert había descubierto la crisis en la que el mundo estaba a punto de sumirse a consecuencia de la futura sobrepoblación… de CABALLOS!. Con un papel y un lapicito de punta muy fina, Elbert había calculado que debido a al aumento de la población humana en el mundo, sería necesario un aumento proporcional de caballos para transportar tanta gente y tanta carga. Sus “precisos” cálculos profetizaban que para el año 1900 se obtendría –sólo en los EEUU- una cantidad anual de guano de caballo igual a 1 x 1023 toneladas (escríbalo en un papelito muy largo: es un 1 seguido de 23 ceros). Esta cantidad, decía él, sería suficiente para llenar 50 veces el Gran Cañón del Colorado de bote a bote.
Además de alertar al gobierno y a sus compatriotas acerca de los peligros de esta tan hedionda acumulación, también alertó por el inminente peligro de catastróficas inundaciones que sufrirían los EEUU a consecuencia de la muy segura y próxima extinción de los castores. Porque, si no hay castores, ¿quién demonios construirá los diques que controlan las crecientes de los ríos norteamericanos? El asunto surgió porque en las grandes ciudades se había puesto de moda el uso de los gorros de piel de castor al estilo David Crockett, para proteger las lustrosas calvas de los crudos fríos invernales.
Y aunque usted no lo crea, Elbert consiguió lanzar una campaña al estilo Greenpeace o WWF de “Salven al Castor” con tanto éxito que ejércitos de niñas y jóvenes militantes se congregaban a la salida del Metropolitan Opera de Nueva York para “escrachar” a los elegantes caballeros que usaban los gorritos. Al mismo tiempo, solemnes editoriales del sempiterno New york Times conmovieron a los espíritus sensibles de la época. Al final, Brigitte Bardot no inventó nada.
Si cree que los delirios de Elbert James terminan allí, lamento desengañarle: arremetió con todo brío en una Campaña Nacional de Conservación de la Energía, demostrando una precocidad notable en este campo de la idiotez humana. Aduciendo que sobrevendría una inevitable escasez de velas urgió seriamente al gobierno a tomar severas medidas, como organizar un Cuerpo de Inspectores Federales de Cera que revisaran semanalmente las orejas de todos los ciudadanos para asegurarse de que nada se desperdiciara. No es broma aunque nos haga rodar por el piso de la risa.
Al mismo tiempo, como buen ecologista ridiculizaba públicamente, y con amplio apoyo del New York Times, las noticias que daban cuenta de que un tal Edison había inventado una “bombilla eléctrica incandescente" que volvería inútil a a las velas y lámparas de kerosene. Con todo desparpajo sostenía, “Son especulaciones improbables…”
Pero como la realidad tiene esa fea costumbre de elevar su horrible cabeza, el ánimo de nuestro Héroe de la Hiperecología se resintió seriamente cuando Thomas Alva Edison fundó la primera compañía generadora de electricidad del mundo y las bombillas eléctricas se impusieron definitivamente. Otro golpe letal lo sufrió cuando pocos años después de su informe Global 1900 el automóvil se impuso como medio de transporte y los caballos fueron confinados a los circos, frigoríficos e hipódromos.
Por último, y comenzado el Apocalítico Siglo 20, y ya en pleno uso de las tecnología y materiales como el cemento Portland para construir las gigantescas represas artificiales, nuestro amigo del lapicito afilado se retiró totalmente de la vida pública, Seguramente pasó el resto de sus días sentado sobre una montaña de guano de caballo decla-mando amargamente contra el desalmado materialismo, aunque sin duda alguna gozando de los beneficios de la luz eléctrica y los viajes en automóvil.
Desgraciadamente, los métodos de cálculo de Don Elbert James todavía se siguen usando con todo éxito. El plan de la Comisión Europea es un clarísimo ejemplo. Alguien se olvidó de recordarles que las ciudades del mundo se libraron de esas gigantescas pilas de desechos fecales de caballo que contaminaban las calles de las ciudades gracias al uso de los automóviles y camiones. El plan de la UE para prohibir el uso del automóvil es producto del defectuoso funcionamiento cerebral de los “despoblados neuronales” que pululan en la burocracia de la Unión Europea y demás países del mundo.
Conmovedores ejemplos de estupidez
Paul Tabori, notable escritor húngaro de los años 50, describió en su monumental obra, “Historia de la Estupidez Humana”, o “The Natural Science of Stupidity”, estremecedores ejemplos de la estupidez que satura a las burocracias. Pueden leerlo en pantalla desde Estupidez Humana
Como dice el prólogo de Richard Armour: "Este libro trata de la estupidez, la tontería, la imbecilidad, la incapacidad, la torpeza, la vacuidad, la estrechez de miras, la fatuidad, la idiotez, la locura, el desvarío. Estudia a los estúpidos, los necios, los seres de inteligencia menguada, los de pocas luces, los débiles mentales, los tontos, los bobos, los superficiales, los mentecatos, los novatos y los que chochean, los simples, los desequilibrados, los chiflados, los irresponsables, los embrutecidos. En él nos proponemos presentar una galería de payasos, simplotes, badulaques, papanatas, peleles, zotes, bodoques, pazguatos, zopencos, estólidos, majaderos y energúmenos de ayer y de hoy."
Tabori nos introduce al horror de las burocracias:
Y nos entrega estas hermosas piezas de las imbecilidad que impregnan a los burócratas:Dice un proverbio turco: “Si Alá te da autoridad, también te dará la inteligencia necesaria para que sepas mandar”. Como muchos proverbios, éste es al mismo tiempo peligroso y falso. Por lo que se refiere a la burocracia, la adquisición de autoridad muy frecuentemente determina la pérdida de la inteligencia, la atrofia de la mente y un estado crónico de estupidez.
Todavía existen unas cuantas cosas en las que el Viejo Mundo es ligeramente superior al Nuevo, y el burocratismo es una de ellas. Véase el caso del profesional que solicitó cupones de nafta durante la última guerra para viajar entre su casa y su oficina. Se rechazó la primera solicitud, y se indicó al peticionante que podía viajar en ómnibus. El hombre escribió nuevamente, señalando que el primer ómnibus partía de la zona a las 9 de la mañana, y que, por consiguiente, llegaría tarde al trabajo. Después de considerable demora, recibió un pequeño número de cupones. La carta adjunta decía:
“Después de examinar su pedido, se le han concedido X unidades que le permitirán utilizar su coche sólo para llegar hasta el lugar de trabajo; pues le advertimos que deberá regresar a su residencia por medio del transporte público.”
El profesional tragó saliva y preguntó si debía comprar un automóvil nuevo (imposible de obtener durante la guerra) cinco veces por semana. Pero no hubo respuesta a su pregunta.
Otro caso de burocratismo absurdo fue el del hombre de Kensington, Londres, que perdió una pierna a principios de la guerra. De acuerdo con los reglamentos, tenía derecho a una ración extra de jabón, de modo que presentó la correspondiente solicitud. A su debido tiempo recibió los cupones complementa-rios... por seis meses. Cuando pasó ese medio año, solicitó más cupones. Una comunicación oficial le indicó que podría obtenerlos si presentaba un certificado que atestiguara que aún carecía de la pierna.
Este es el espíritu y las metodologías que plagan a las oficinas de la UE y son la base para predecir que ese engendro político que llaman Unión Europea está viendo sus últimos días de gloria. Quizás esta propuesta sea el clavo que termine de sellar su ataúd y que la inteligencia vuelva a expandirse por Europa, cuna de tantos logros magníficos para la humanidad.
Eduardo Ferreyra
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