Encuesta Dice: No Creemos en Mentiras!
por: Philip Stott, Profesor Emérito de Biogeografía de la London University
Recientemente tuve la más inesperada -pero esclarecedora experiencia. Junto a un granjero local, fui llamado a defender los cultivos genéticamente modificados en un gran debate público realizado en una bella catedral en el sur ded Inglaterra. La audiencia de unas 300 personas estaba compuesta por jóvenes estudiantes y sus maestros. Al final del debate, la audiencia debía votar para determinar quien había ganado el debate.
La oposición Verde se había mostrado rabiosa en sus denuncias en contra de la biotecnología aplkicada a la agricultura. El presidente del debate -un conocido político y personaje de la radio BBC, nos aseguró que seríamos derrotados en toda la línea, y que tendríamos suerte si obteníamos siquiera unos pocos votos.
Pero cuando se llevó a cabo la votación, quedó shockeado: ganamos abrumadoramente por dos tercios. Quedamos realmente asombrados por los sobresalientes discursos de la audiencia alabando el potencial de la biotecnología, especialmente para el mundo en desarrollo. La oposición pareció quedar muy estremecida por el resultado.
¿Qué había sucedido? Los estudiantes habían tenido, algunos por vez primera, la oportunidad de escuchar la voz de la razón, sólidos argumentos cient%iacute;ficos, y realmente sensatas técnicas agrícolas.
Esta experiencia ha sido reforzada muchas veces en escuelas donde he tenido la oprtunidad de halar a los estudiantes de mayor edad, incluyendo a las más famosas escuelas en Inglaterra, tales como Eton y Harrow. Los estudiantes son conocedores, pensantes, escépticos, y abiertos a la verdadera ciencia. No parecen, de mado alguno, haber sido engañados por la retorica y la Neurosis Verde tan inconcebiblemente empujada día tras día por nuestros medios de comunicación más "políticamente correctos". Efectivamente, parece haber una creciente falta de credibilidad hacia la prensa en temas ambientales y ecológicos -una clara falta de correspondencia entre la excitabilidad periodística y el público al que afirman servir.
De manera intersante, dos encuestas sociales --una en el Reino Unido, y la otra en Australia-- han confirmado también una significativa declinación en el interés general por el ambiente.
El Bureau de Estadísticas de Australia (ABS) ha registrado una caída de la preocupación nacional sobre el ambiente de 75% de los hogares en 1992, a 62% en el 2001, con solamente el 25% de los Australianos del sur y el 14% de los que viven en el Territorio del Norte, con intenciones de donar una parte de su tiempo o dinero para cuestiones ambientales.
En Gran Bretaña, las cifras presentadas en el nuevo informe sobre Actitudes Sociales de los Británicos son aún más duras. La cantidad de gente con voluntad de pagar mayores precios para defender al ambiente ha disminuído del 46% en 1993 al 43% en 2001, y aquellos con voluntad de pagar mayores impuestos cayó del 37% al 31%. Particularmente sorprendente --vista la masiva neurosis del calentamiento global en Gran Bretaña-- sólo el 14% dijo estar dispuestos a disminuir el uso de su automóvil. Y la caída general en preocupación es más significativa entre los jóvenes adultos (entre 18 y 24 años), con una caída del apoyo hacia las solicitudes ecologistas del 50% en 1993 a apenas 31% en el 2001.
Estas tendencias son verdaderamente extraordinarias cuando uno piensa en la constante cobertura de los medios sobre asuntos Verdes durante los últimos diez años. Esto muestra una marcada habilidad del público para ver a través de las distorisiones y extremismos que abundan en el debate sobre tópicos como el cambio climático y la biotecnología.
He creído dese hace mucho que a la Neurosis Verde finalmente le saldría el tiro por la culata. Como dijo mi esposa el otro día: en los años 70 y 80, ella estaba aterrada por la posibilidad de un "invierno nuclear" y una zambullida a otra Edad de Hielo; en los 90s, fue el asunto del "Calentamiento Global", hoy pot hoy, ella simplemente seguirá con su vida normal y dejará a los eco-pesimistas vivr en su mundo de "eco-condria". Ya tenemos demasiados problemas genuinos de que ocuparnos, como el terrorismo, guerras y pobreza, y muchas gracias, pero ya es demasiado.
Y este es precisamente el peligro del Protocolo de Kyoto. Después de toda la neurosis, cuando el clima no hace lo que ha sido profetizado ¿cuándo habrá credibilidad científica? El bebé de la ciencia ecológica sensible y precavida podría muy bien ser arrojado por la ventana junto al agua sucia del baño, a causa de estúpidas exageraciones.
Los extremistas Verdes están siendo cada vez menos representativos de aquello que debería ser lo suyo. Donde existe una simple, recta, y apolítica enseñanza científica en escuelas y universidades, donde la gente es capaz de escuchar argumentos racionales en lugar de mentiras y distorsiones; y donde una equilibrada actitud hacia los riesgos reales reemplace a la actitud temerosa a riesgos virtuales e imaginarios, entonces la semilla del extremismo ecologista caerá sobre terreno yermo.
Es por cierto el deber moral de los periodistas de divulgación científica y del ambiente, maestros de ciencias, y escritores de ciencia popular, asegurar que tal discusión racional y equilibrada del progreso científico sea posible. Entre todos podemos conjurar a demonios y dragones; ´verdad´ y realidad son asignaciones mucho más difíciles.
Philip Stott es Profesor Emérito de Biogeografía en la University of London. Su último libro, con el Dr. Sian Sullivan, es "Ecología Política: Ciencia, Mito y Poder" (Political Ecology: Science, Myth and Power) (Arnold and OUP, 2000).
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