Hemos recibido un mensaje de correo electrónico de un asiduo lector y colaborador de FAEC (nos envía siempre gran cantidad de información técnica y científica que ha servido para dar forma y sustento técnico a muchos artículos de nuestro sitio) comentando nuestros últimos artículos sobre el desgraciado tema de las “papeleras” uruguayas en Fray Bentos. No pode-mos menos que reconocer que tiene razón en sus mesurados y sensatos comentarios, pero como diría Galileo, eppur si muove, creemos que hay una parte que nuestro buen amigo ha dejado de lado en su análisis.
Por supuesto, y aunque no me lo ha solicitado, guardaré en reserva su nombre (sólo le llama-ré Ulises G.) dado que pertenece a una organización técnica y científica gubernamental, y dados los tiempos que corren, y conociendo el paño que tenemos que cortar, no querría que se ordene que su retrato sea “descolgado” de la galería de técnicos y científicos que todavía siguen luchando por hacer su pequeño o gran aporte por una futura Argentina mejor, más humana, y más sensata, donde verdaderamente sea agradable vivir y hacer crecer a nuestros hijos y nietos. A continuación, su email (las "negritas" son mías):
Leí todo lo que respecta a lo de las tecnologías disponibles para fabricar celulosa y me quedó aclarado cómo es el asunto de la supuesta "contaminación" de las que tanto se habla aquí. Evidentemente, hay una campaña de desinformación total aquí, principalmente impulsada por algunos intereses espurios. Posiblemente, las papeleras argentinas ya existentes deben estar con miedo de que les exijan los mismos niveles de calidad ambiental que las que se van a instalar en Fray Bentos.
Lo único que encuentro objetable en su artículo es dejar traslucir algunas opiniones políticas que podrían hacer confundir al lector y hacerle pensar que su opinión técnica es una opinión política.
Yo creo que la inacción del gobierno argentino en esto se debe principalmente porque está completamente indefenso ante el dominio total de los ambientalistas de los medios de comunicación. Ni siquiera "La Nación", que es un diario opositor, se atreve a mostrar opiniones condenatorias a la acción de Greenpeace ni aparecen artículos que esclarezcan el tema que sean tan esclarecedores como el suyo. [Nota de FAEC: Sólo espere un poquito y se sorprenderá...]
Es cierto es que en cualquier país normal, si alguien obstruye una ruta, se lo debe obligar por medio de la fuerza pública a desistir de su acción. Pero en nuestro país todas las acciones de represión son muy peligrosas, pues nuestra policía y gendarmería parecen no estar debi-damente preparados para esta tarea y encima dentro de estas instituciones hay siempre gente infiltrada dispuesta a "tirarle cadáveres" al gobierno de turno, como fue el caso de Kostecki y Santillán. Usted sabe muy bien que este hecho le costó la salida anticipada a Duhalde y fue, y es aún ahora, muy bien explotado por la ultra izquierda troglodita de nuestro país. Y por supues-to también por la derecha económica, que busca la oportunidad de hacerse de nue-vo del gobierno y volver a saquear al país.
¿Se imagina si al mandar a reprimir a los manifestantes de Greenpeace muere alguien? ¿Se imagina regalarle un "mártir" a Greenpeace? Es un asunto muy delicado que debe ser manejado con muchísimo cuidado y yo pienso que nuestro gobierno (estemos o no de acuerdo con él) se encuentra totalmente desorientado, pues sabe muy bien que los ambientalistas mienten, pero al tener buena parte de la población convencida que éstos con los salvadores del planeta, ir contra la corriente significaría perder votos, lo que por supuesto, no le gusta a ningún político.
Es por eso mismo que tampoco ni este gobierno ni el anterior se animaron a reprimir los cortes de caminos que hacen los piqueteros. Temen que les tiren muertos y luego sus enemigos les saquen provecho. Estos cortes no favorecen para nada al actual gobierno ni a ningún otro, tanto que por ellos perdieron las elecciones de la Capital Federal. Es demasiado retorcido creer que el gobierno organice los cortes de ruta o los favorezca, pues se estaría suicidando políticamente, y los políticos de aquí y de cualquier parte del mundo serán cualquier cosa pero no estúpidos. Y como no está en condiciones de actuar como corresponde por miedo a que haya muertos, termina haciendo acuerdos bastante indeseables con estos grupos.
Yo creo que lo que debemos hacer en sitios como el suyo es dejar las opiniones políticas de lado y mostrar nada más que la verdad científica. Si la tecnología ECF [Libre de Cloro Elemen-tal] es la que más se está usando en el mundo y no la del cloro, que es la que se usa en las otras plantas en nuestro país, es precisamente esto lo que debemos difundir. Y si con esto esclare-cemos correctamente a la opinión pública, este gobierno o cualquier otro estarán con las ma-nos libres para tomar la decisión correcta. Del mismo modo como tomó la decisión correcta cuando decidió continuar con la construcción de ATUCHA II aún a pesar de la campaña de desinformación que hizo Greenpeace.
Recuerdo lo que pasó en los 70' cuando el gobierno norteamericano decidió prohibir el DDT. Ya estaba totalmente demostrado que el DDT era inocuo para la vida humana y el medio ambiente, y el gobierno norteamericano lo sabía. Sin embargo, el libro "Primavera Silenciosa" con toda sus mentiras había prendido tan fuerte en la opinión pública norteamericana que prefirió no ir contra la corriente (no perder votos) y tomó una decisión totalmente equivocada con todas las consecuencias que ya conocemos.
Que no ocurra ahora lo mismo con el gobierno argentino. No importa de qué color político sea. Los que estamos a favor de una ecología centrada en el ser humano y en la ciencia tenemos la misión de esclarecer a la opinión pública y a los que tienen la responsabilidad de gobernar desenmascarando a los que viven del negocio del miedo. Para esto, la simpatía o antipatía que tengamos con el gobierno de turno debemos dejarla de lado, pues la verdad científica no tiene ningún color político.
Le saluda cordialmente desde […], donde estoy tomándome unos días de vacaciones.
Ulises G.
Comentario Final
Mi amigo Ulises tiene razón en casi todo –los “diez que le faltan para el peso” es que, desde mi perspectiva, el tema científico no puede quedar separado de la parte política –aclarando que la política a la que me refiero no es la de partido político sino la de la política como manera de gobernar (“administrar” es una palabra que me parece más adecuada) una nación. No hago reclamos de que tengo razón sino que simplemente expongo mis motivos para pensar como pienso y dejo que sea el lector quien saque sus propias conclusiones. Si está de acuerdo, bien. Si no lo está, también está bien -porque del intercambio de opiniones en disenso es como llegaremos alguna vez a entendernos.
En especial cuando la temática ambiental está teñida de política desde las raíces hasta la cúspide. La gran mayoría de las ONGs ecologistas han hecho una clara separación entre sus denuncias, alarmas y campañas –y la ciencia y los hechos comprobados. Nos les interesan ni los hechos científicos ni lo que los científicos (que no están en su nómina de pago) dicen que son las cosas. Sólo les interesa impactar emocionalmente a la población con falsas o distorsionadas denuncias sobre la realidad científica, porque saben que, bajo la presión que causa el tremor a males desconocidos o catástrofes ambientales profetizadas, la población no hace un uso adecuado de su mecanismos mentales y se deja llevar por el primer impulso: la emoción. El análisis razonado no tiene ninguna probabilidad de vencer al pánico.
La población no sabe de ecuaciones matemáticas ni términos científicos, y por más buena y sencilla que sea la explicación de un asunto técnico como el del Libre de Cloro Elemental, o el Totalmente Libre de Cloro, las cifras no impactan como las emociones. Decir que la "deman-da biológica de oxígeno" es ínfima, o que la emisión de dioxinas está dentro de los paráme-tros establecidos por las normas ISO, carece del impacto emocional de la afirmación: "nos van a envenenar", "morirán de cáncer," "contaminarán las aguas potables," y otras tonterías por el estilo.
Por ello es que sigo creyendo que la verdad científica, la explicación razonada y metódica de los hechos observados y comprobados no puede competir contra el miedo a lo descono-cido. Por ello insisto en que el Sr. Josef Goebbels sabía lo que hacía cuando colaboró para hacer triunfar al partido nazi alemán, y quienes diseñan y llevan adelante las campañas desin-formantes del ecologismo multinacional han estudiado a fondo las técnicas que el ministro de propaganda nazi enseñara a sus seguidores, y dejara como legado a los inescrupulosos manejadores de cualquier tipo de campañas.
Opino que a Greenpeace hay que combatirlo, no sólo en el terreno de la ciencia (porque allí ha perdido siempre –y por ello siempre evitará la discusión en ese campo), sino que hay que combatirlo en el terreno político, desenmascarando a sus dirigentes y mostrando la ver-dadera motivación que les impulsa. Es necesario mostrar el rostro inhumano que se oculta detrás de su careta de salvadores del planeta y magnánimos benefactores de la humanidad oprimida por “la cruel y despiadada industria.”
Opino, como le comenté a Ulises, que las fuerzas de seguridad no deben actuar contra los piquetes ni los mercenarios de Greenpeace “a la argentina”, es decir, no deben usar armas, escopetas con balas de goma, ni palos. Deben actuar “a la alemana”, donde los policías o gendarmes levantan entre dos o tres a cada “protestón” y los llevan delicadamente hasta el furgón celular. La base está clara: el bloqueo de rutas o transportes de mercancías o de pasajeros está fuera de la ley. Esto no se discute en ninguna parte del mundo, y el arresto de los “piqueteros” es legal y lícito, por más que a Greenpeace o Earth First! les caiga muy mal.
Claro que si el “protestón” alemán se desacata y resiste el arresto, la policía o los gendarmes alemanes sabrán “convencerlos” de que les conviene colaborar con el arresto (generalmente retorciéndoles el cuello, como se ve en la televisión europea). Más tarde los protestotes de Greenpeace (o de cualquier Asamblea de Ambientalistas –que han olvidado que la Constitu-ción explicita claramente que “el Pueblo no gobierna ni delibera, sino a través de sus representantes,” y quien lo haga será declarado “en estado de sedición,”) deberán ser fichados como presuntos delincuentes (después se verá si son inocentes o culpables), dic-tada su prisión preventiva y procesamiento (entre otras cosas por “asociación ilícita” –dos o más personas asociadas para delinquir = cortar rutas, y invasión de propiedad privada, daños, perjuicios, etc.).
Una vez que, después del juicio oral y público, aportadas las pruebas de los delitos y escu-chados los alegatos de las defensas, en un claro respeto a los derechos civiles de los procesados –derechos que estos procesados les niegan a los ciudadanos que quieren transitar libremente por las rutas de su país- los jueces estarán en condiciones de emitir el veredicto absolutorio o condenatorio, de acuerdo a lo que las leyes argentinas establecen muy claramente. Las leyes, se tienen que cumplir, ¿o no rigen para los que se disfrazan de jaguar, cocodrilo, ballena, o mercenarios de overol anaranjado? ¿Argentina esta todo el año de carnaval? ¿O será que hay alguna ley en nuestros códigos que establece que los que cor-tan rutas, cometen delitos, invaden e impiden actividades productivas tienen una coronita que les confiere impunidad absoluta?
Si esto es así, entonces ¿es esta una Democracia en la que vale la pena vivir –o defender? ¿Confiere esta democracia autorización a organizaciones para que se organicen en bandas y cometan delitos? Hubo otra democracia que no pudo impedirlo y abrió las puertas a diez años de terror, guerra interna y degradación humana. Siempre hay un primer paso que no parece ser muy grande, lo malo es que los restantes ya son difíciles de detener.
Eduardo FerreyraVea aquí otras interesantes
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