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OPINION

EL FUNDAMENTALISMO ECOLOGICO
Y LA LEY ANTIREPRESAS


Por Carlos Andrés Ortiz (*)

Misiones atesora el mayor potencial hidroeléctrico de la Argentina. Y será la gran palanca del desarrollo socioeconómico auto sostenido. El proyecto de ley anti represas está levantando bastante polvareda, siendo esa una consecuencia usual en distintas facetas del accionar del fundamentalismo ecológico. Mucho ruido, muchas presiones de ignotos entes ecologistas de diversas provincias y países, más otros apoyos rimbombantes pero de escasos fundamentos sólidos.

Claro está que acá se sumó un alto prelado eclesiástico que apoya a usurpadores de tierras, y una sola de las múltiples congregaciones evangélicas que hay en la provincia. A todo eso se le agregan planteos partidistas, de muy bajo nivel de sustento técnico.

Es usual constatar el accionar de las grandes transnacionales de la ecología, siempre prestas a atacar todo proyecto de desarrollo, en nombre del conservacionismo in extremis. Sin duda son el órgano de choque de determinados centros de poder globalizador, que en aras de la mal entendida defensa del medio ambiente, pretenden mantenernos atados a condiciones de subdesarrollo crónico. En algún sector de la población sin mala fe, pero poco informado, han logrado suplantar la idea fuerza del crecimiento por los dogmas del ultra conservacionismo irracional.

Transnacionales de la ecología

Es público y notorio que las transnacionales de la ecología no atacan a los poderosos intereses vinculados con la generación termoeléctrica (en base a petróleo, gas y carbón), siendo en cambio muy virulentas para atacar a toda obra hidroeléctrica y nuclear.

Como supuestas alternativas de generación, baten el parche con la generación eólica, solar, la geotermia, la mareomotriz, el hidrógeno, etcétera. Por supuesto: omiten mencionar las insalvables limitaciones técnicas de esas nuevas fuentes de energía, y sus respectivos costos ambientales (que también los tienen en muchos casos considerables).

De hecho tampoco mencionan que los pocos países en los que la utilización de esas nuevas fuentes energéticas alcanzaron porcentajes de significación en sus respectivas matrices de generación, como Alemania y Dinamarca, lo hicieron en base a muy fuertes subsidios, absolutamente inaplicables en la Argentina.

También omiten mencionar que países volcados fuertemente al desarrollo, siguen construyendo obras hidráulicas. Inclusive, los grandes exportadores de petróleo, pero que a la vez poseen cursos de agua importantes. El caso paradigmático es Venezuela, que construyó la segunda central hidroeléctrica del mundo llamada Guri, sobre el río Caroní, un afluente del Orinoco. ¡Y eso que Venezuela posee petróleo y gas en abundancia!

En la Argentina, los usualmente ruidosos fundamentalistas de la ecología han guardado significativos silencios, ante las masivas instalaciones de usinas termoeléctricas, mucho más contaminantes y de más altos costos por KWh que las hidroeléctricas y las nucleares, ¿por qué?

¿Por qué en Misiones nada pareció preocuparles ante el proyecto de una megacentral a gas que iba a instalarse en Iguazú? Ahora existe otro proyecto de megacentral térmica a ubicarse a la vera del Paraná, y siguen "mutis por el foro". ¿Son "ecologistas" o simples militantes anti represas?

¿O es que siguen "comprando" espejitos de colores, como aquella descolgada idea de importar energía solar generada en el Sahara? (Que aunque parezca incongruente, tuvo aceptación, allá a comienzos de los '90).

En un reciente trabajo de investigación, hice conocer la inminencia de una severísima crisis eléctrica, que sobrevendrá entre el 2006 y el 2008; salvo, claro está, que se tomen rápidas y muy precisas medidas para evitarla. Ese trabajo alcanzó difusión y aceptación nacional en los medios electrónicos Infomoreno (Movimiento por la Recuperación de la Energía Nacional Orientadora, dirigido por Fernando Pino Solanas, Gustavo Calleja, Félix Herrero y otros, de clara orientación nacional); IPSLATAM; el Boletín Nº12 de la Comisión Nacional de Energía Atómica; y es conocido por los economistas del Plan Fénix.

De ese trabajo (y de otros trabajos serios) se desprende claramente que las necesidades eléctricas de la Argentina tienen un fuerte incremento exponencial, y que las necesidades de instalación de nuevas y grandes usinas se volvió perentoria, ante la notoria inacción y falta de acciones concretas en la materia, desde hace varios años.

En ese marco se acentúa el hecho de que todo freno a los grandes proyectos hidroeléctricos y a la Central Atucha 2, beneficia a los oligopolios extranjeros que se adueñaron de nuestros hidrocarburos, y a todos los vinculados al sector, como los importadores de usinas termoeléctricas.

Por otra parte, es público y notorio que en la Argentina son escasas las reservas de hidrocarburos.

¿Y donde se pueden hacer los grandes proyectos hidroeléctricos? Precisamente en las grandes cuencas hídricas nacionales: La Cuenca del Plata, la del Río Negro, y en menor escala, en la del Río Santa Cruz. ¡No sea el caso que los ultra ecologistas pretendan trasladar estas obras al desierto, como una vez propuso una exaltada profesora de geografía!

Precisamente Misiones atesora el mayor potencial hidroeléctrico de la Argentina. Y será la gran palanca del desarrollo socioeconómico auto sostenido, al formar parte de un conjunto de iniciativas concretas, como la creación de grandes parques industriales, energía a precio diferencial para actividades económicas con gran efecto multiplicador, los proyectos de reservas ecológicas activas, y otras medidas que expliqué en extensión en mis cuatro libros referentes al tema. Negar la posibilidad de concretar estas grandes transformaciones, es simplemente una muestra palmaria de ineptitud y de insalvable mediocridad política. ¡No será fácil, pero para grandes hombres se han hecho las grandes empresas!

Sin necesidad de "hilar fino" en los vericuetos legales, es público y notorio que la reforma constitucional de 1994 fue una consecuencia directa del "Pacto de Olivos", que le dio pie a la instauración de la bien llamada "partidocracia cleptocrática", cuyas nefastas consecuencias padecemos, y que llevaron, entre otras cosas, a la enajenación de casi todo el patrimonio nacional.

Muchos constitucionalistas han afirmado lo negativo y contradictorio que fue esa reforma constitucional, que sustentó la denominada "segunda década infame". Por ello, defender pretendidas leyes anti-represas basándose en dicha reforma es una iniciativa cuanto menos cuestionable.

Las pretendidas fundamentaciones legalistas utilizan como piedra basal al plebiscito de 1996. ¿Puede acaso desconocerse que ese plebiscito carece de validez jurídica? Bien se sabe que no es vinculante. Por otra parte, nuestro sistema gubernativo es indirecto, por lo que se gobierna por medio de los representantes, lo cual resta toda validez a las "políticas plebiscitarias". Desde el punto de vista moral, una acción de gobierno basada en una retahíla de gruesos embustes, de verdades a medias y de falsedades técnicas, como sucedió con el plebiscito, evidentemente carece de toda base ética. Todo esto lo fundamenté en numerosos artículos, que fueron incluidos en mis libros, a los que me remito en mérito a la brevedad.

¿O es que acaso puede olvidarse que el plebiscito fue un golpe de efecto de algunos políticos oportunistas para ganar notoriedad pública? Pretender ignorar esta verdad es un acto de fariseísmo extremo por parte de quienes acompañaron en su momento las políticas mandases que fueron génesis y consecuencia de ese plebiscito; en el cual los legisladores descargaron sus no asumidas responsabilidades, transfiriendo al pueblo desorientado y mal informado, una decisión que por lógica correspondía a sus representantes.

También es un acto de vil fariseísmo seguir argumentando falsedades (los males de las represas, ya no se construyen represas en el mundo, no se hacen en zonas cálidas o en países desarrollados, existen alternativas menos contaminantes ¿cuáles?, etc. etc.), en vez de aceptar las verdades y la coherencia técnica, a las cuales algunos se niegan sistemáticamente.

La Argentina necesita volver a tener un proyecto nacional, para volver a la senda del desarrollo socioeconómico auto sostenido. Contar con energía eléctrica abundante, económica y -en lo técnicamente posible- no contaminante, es un requisito indispensable para ello.

Seguir negándonos al desarrollo, en base a enrevesados pensamientos ecológicos fundamentalistas, resulta abiertamente atentatorio contra los intereses nacionales; y es perfectamente funcional con el mezquino proyecto de convertirnos en un simple "país bananero", de economía primaria y resignado a medrar en la pobreza, la mediocridad y a soportar la cruel y perversa contaminación de la miseria extrema.

(*) Docente e investigador de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Misiones (UNAM)


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