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¿Por qué digo que no soy ecologista?

Luis I. Gómez

Desde el Exilio
Abril 18, 2021

“Las masas no han sentido nunca sed por la verdad. Se apartan de los hechos que nos les gustan y adoran los errores que les conquistan. Quien sepa engañarlas será fácilmente su dueño; quien intente desengañarlas será siempre su víctima.”
Gustave Le Bon, 1895

El movimiento ecologista puede presumir de ser protagonista de la historia de éxito más espectacular jamás escrita. Absolutamente inexistente hace 50 años, su ideología domina hoy la vida política y cultural, cuenta con innumerables organizaciones de apoyo y apostolado, determina contenidos y normas en escuelas y forma parte intrínseca de las nuevas leyes. ¿Cómo ha sido posible llegar hasta aquí?

Demos un breve repaso al contexto político-ideológico en el que nace el movimiento "verde". Para los estrategas de la política se daban entonces tres circunstancias claves:

  1. El comunismo ya se adivinaba como el perdedor en la batalla económica. Además, la construcción del muro de Berlín, en un intento por evitar la sangría de descontentos, no fue otra cosa que el reconocimiento tácito de la derrota a nivel ideológico. Su caída era previsible e inevitable.

  2. Las religiones en general, pero las cristianas en particular, vieron acelerado el proceso de pérdida de influencia en la vida social. Su papel como fuente de orientación moral y ética pasaba a segundo plano.

  3. Tras la segunda guerra mundial, comenzó un proceso de recuperación económica que llevó a la mayoría de los habitantes de los países industrializados a disfrutar de un alto grado de bienestar. Los políticos empezaron a constatar que los ciudadanos, cuanto más ricos, más reacios eran a dejarse conducir por consignas meramente políticas. Con la cuasi-desaparición de la clase proletaria los llamamientos a la envidia social cayeron en el vacío. Con la movilidad y la riqueza también comenzaron a difuminarse los sentimientos nacionalistas.

Nacía una especie de vacío ideológico que era observado por buena parte del Establishment como una amenaza para sus privilegios. A ellos se unirían los burócratas estatales, siempre ávidos de aumentar sus cuotas de poder. Era necesaria una nueva ideología: nace el ecolo-gismo.


USTEDES PUEDEN LLAMARME CONSPIRACIONISTA SI LO DESEAN. YO SOLO LES TRAIGO UN BREVE RETRATO DE LO QUE ESTÁ OCURRIENDO HOY. SE PREGUNTARÁN CÓMO ES POSIBLE QUE UNA IDEOLOGÍA COMO LA DESCRITA HAYA ALCANZADO LAS CUOTAS DE ACEPTACIÓN QUE HOY DISFRUTA.

La tarea le fue encargada al Club de Roma, fundado en 1968 por David Rockefeller, quien en sus memorias escribía: “Algunos incluso creen que nosotros [la familia Rockefeller] somos parte de una camarilla secreta que trabaja en contra de los mejores intereses de los Estados Unidos, caracterizándonos a mi familia y a mí como 'internacionalistas' y de conspirar con otros alrededor del mundo para construir una política global más integrada. y estructura económica: un mundo, por así decirlo. Si ese es el cargo, soy culpable y estoy orgulloso de ello".

El Club de Roma pronto se caracterizó por sus ideas innovativas y sus propuestas sobre cómo ocupar el vacío ideológico existente. En el estudio del Club The First Global Revolution. A Report by the Council of the Club of Rome queda claro que para alcanzar un nivel óptimo de integración política internacional es necesario un enemigo común: “Necesitamos identificar nuevos enemigos” […] “ya sean reales o inventados, para lograr los objetivos” (página 70). Y es aquí donde se introduce la nueva idea (que no traduzco, porque creo fundamental traer el texto original): “In searching for a new enemy to unite us, we came up with the idea that pollution, the threat of global warming, water shortages, famine and the like would fit the bill. … All these dangers are caused by human intervention, and it is only through changed attitudes and behaviour that they can be overcome. The real enemy, then, is humanity itself.” “Al buscar un nuevo enemigo que nos uniera, se nos ocurrió la idea de que la contaminación, la amenaza del calentamiento global, la escasez de agua, el hambre y cosas por el estilo encajarían perfectamente. … Todos estos peligros son causados por la intervención humana, y solo mediante el cambio de actitudes y comporta-mientos se pueden superar. El verdadero enemigo, entonces, es la humanidad misma.” (Página 115)

En Mankind at the Turning Point, el segundo informe solicitado por el Club de Roma en 1974, leemos lo siguiente: "Ahora es el momento de elaborar un plan maestro para el crecimiento sostenible y el desarrollo mundial basado en la asignación global de todos los recursos y un nuevo sistema económico global".

Es la recomendación, por escrito, para crear un gobierno ecototalitario mundial que dicte y dirija el reparto de todos los recursos. El sistema económico mundial resultante de tal manda-to no tiene sitio para la libertad individual. De hecho, los autores del Club de Roma no están dispuestos a consentir que la voluntad democrática de los individuos (ignorantes la mayoría) se interponga en su camino. Tampoco la de sus representantes democráticamente elegidos.

En The First Global  Revolution leemos: “Por sacrílego que pueda parecer, la democracia ya no es adecuada para las tareas que tenemos por delante. La complejidad y la naturaleza técnica de muchos de los problemas actuales no siempre permiten que los representantes electos tomen decisiones competentes en el momento adecuado.”

No les basta con reducir los ámbitos de decisión a unos pocos “sabios” nombrados a dedo, las masas son apenas eso: números. La misantropía no es una condición de la que avergonzarse: “La Tierra tiene cáncer y el cáncer es el hombre."” (Mankind at the Turning Point). Por lo que, en última consecuencia, lo lógico es: “La población sostenible ideal resultante es, por tanto, más de 500 millones pero menos de mil millones ” ( Objetivos para la humanidad . Informe del Club de Roma sobre los nuevos horizontes de la comunidad mundial, 4, 1976). En otras palabras, cinco de cada seis humanos DEBEN ser erradicados del planeta.

Para los miembros del Club de Roma está claro que estos objetivos sólo son alcanzables si sus correligionarios están dotados de una fe inquebrantable: “La mayor esperanza para la Tierra radica en los religiosos y científicos que se unen para despertar al mundo a su difícil situación casi fatal y luego sacar a la humanidad del desconcertante laberinto de las crisis internacio-nales hacia la futura utopía de la esperanza humanista...” (Goals for Mankind).

Como todo movimiento totalitario, en el ecologismo se trata también de crear un “hombre Nuevo”. Uno de los capítulos de Mankind at the Turning Point lleva el título “La Transición – Una Nueva Humanidad”. En él podemos leer:

Ustedes pueden llamarme conspiracionista si lo desean. Yo solo les traigo un breve retra-to de lo que está ocurriendo hoy. Se preguntarán cómo es posible que una ideología como la descrita haya alcanzado las cuotas de aceptación que hoy disfruta. Y si escarban un poco más se preguntarán, como yo, a qué se debe que los medios de comunicación se hayan abandonado TODOS al papel de evangelistas sin ningún tipo de escrúpulos.

Camillo Pellizzi, uno de los pensadores guía del fascismo italiano y el último presidente del “Instituto Nazionale di Cultura Fascista” escribía en 1924 en su “Problemi e realitá del fascismo” (Florencia, 1924, p. 21):

“Momentáneamente nosotros no concebimos el estado ni como una asociación de individuos-ciudadanos, ni como un semicontrato que se habría cumplido en el curso de la historia. Pero, si hubiera que designar a esta institución, nosotros la veríamos como la concrección de una personalidad histórica predominante, como el instru-mento social utilizable para la realización de un mito…

… Esta palabra, Estado, es inaplicable a nuestro concepto; en nuestro no-estado, la ley es una función del mito final, no del mito inicial; y la meta final no podrá dejar de ser, a su manera, una nueva unidad de los mitos anteriores”

La acción política en función del mito. El mito como motor no sólo de un proyecto para el futuro, sino de la historia misma. El mito fascista era el del imperio justo. El de la clase única. El de la superación de la democracia liberal y el comunismo trascendiendo la realidad. El de la felicidad eterna suministrada y administrada por el pueblo para el pueblo. Hoy tenemos un nuevo mito: la felicidad en armonía con nuestro planeta. El equilibrio perfecto entre acción humana y reacción natural. La consolidación de una nueva forma de vida que nos permita vivir eternamente de los recursos que la naturaleza nos ofrece.

Les dejo con dos citas más, para que las discutan si lo creen conveniente:

"Mis tres metas fundamentales serían reducir la población mundial a unos 100 millones de habitantes, destruir el tejido industrial y procurar  que la vida salvaje, con todas sus especies, se recobra en todo el mundo".

Dave Foreman, cofundador de Earth First!

“No importa cual sea la verdad, lo único que importa es lo que la gente cree que es la verdad.” – Paul Watson, cofundador de Greenpeace

No, yo no soy ecologista.





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