Ya quedó demostrado que el famoso Informe del Pentágono sobre el cambio climático y sus espantosas consecuencias se trata de un invento cuidadosamente elaborado. Su intención era producir titulares catástrofes en todo el mundo y lo ha logrado.
No importa si luego se demuestra que todo ha sido una gigantesca mentira. Una vez que la mentira se ha echado a rodar, es imposible de detenerla. Esa es, precisamente, la técnica de las denuncias de alertas ecológicas practicada por las organizaciones ecologistas de todo el mundo. Mentir, mentir, y mentir& que algo siempre queda, aconsejaba a sus esbirros Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda de Hitler, quien a su vez no se cansaba de afirmar. Mientras más grande la mentira, más gente se la creerá.
Pero esto debería servirla a mucha gente para aprender la lección. Por eso es interesante (y divertido, además) analizar qué hay por detrás de todo el asunto, cuál es la motivación de cada uno de los participantes del hecho, quienes son y cuáles son sus antecedentes. Hay muchos que se sorprenderán.
Las Motivaciones
El escepticismo y la resistencia de los científicos a aceptar la hipótesis del calentamiento global catastrófico fue creciendo hasta hacerse una realidad innegable, llegando a influir de manera decisiva en los gobiernos de Estados Unidos, Australia y Rusia, provocando su negativa a ratificar un tratado que es pura locura. El fracaso del Protocolo de Kyoto ha provocado que las poderosas corporaciones e intereses financieros, alineadas con la idea maltusiana de detener el crecimiento de la población y el desarrollo de las naciones más pobres, se hayan vuelto locas de rabia y se hayan lanzado a una tremenda campaña para revertir la situación y resucitar un cadáver que ya está putrefacto.
Como había una enorme posibilidad de que el protocolo no sería ratificado en la reunión llevada a cabo en Milán, en diciembre último, desde principios del año 2004 se inició una campaña de partes de prensa tendientes a asustar al público y hacer que la presión sobre los políticos fuese insostenible. El derretimiento de los glaciares fue parte central de la campaña, y Greenpeace fue el director de la banda.
Los científicos alineados con la teoría del calentamiento tienen otras motivaciones. Sólo en los Estados Unidos se gastan más de 4.000 millones de dólares en investigación del cambio climático, y los más de 2000 científicos climatólogos de los cuales apenas 60 tienen un título doctoral han recibido, cada uno, 1 millón de dólares anuales para sus investigaciones sobre el tema. Para ellos, es materia de vida o muerte que el miedo al calentamiento catastrófico no muera jamás. Perderían sus trabajos, y el generoso dinero que los contribuyentes les hacen llegar. Tendrían que hacer trabajos menos lucrativos.
Los medios de prensa, ya es sabido, recogerán cualquier clase de carne podrida con tal de fabricar titulares catástrofe y elevar el ráting de sus noticieros de TV y el tiraje de sus diarios y revistas. En el campo de la ciencia climática, la ética periodística está hoy totalmente ausente con la honrosa excepción de aquellas pocas publicaciones que se atreven a exponer el fraude.
Y el fraude se arma de cualquier manera posible. Se inventan hechos que no existen, o que no tienen ninguna posibilidad científica de existir, se falsifican registros de temperaturas y datos proxys para apoyar afirmaciones increíblemente estúpidas, y se recurre a escritores de ciencia ficción para darle un tinte científico a imposibilidades comprobadas. Es el caso del torpe e infausto Informe del Pentágono.
¿Qué dice la Prensa?
El escándalo fue armado por el The Observer, un diario inglés que publicó la noticia en http://observer.guardian.co.uk/international/story/0,6903,1153513,00.html, lugar del que extractamos y traducimos las partes más jugosas para nuestro análisis de la torpeza. Dice así:
Usted tiene un Presidente que dice que el calentamiento global es un fraude, y a través del Río Potomac usted tiene al Pentágono preparándose para guerras climáticas. Es bastante atemorizante cuando Bush comienza a ignorar a su propio gobierno en este asunto, dijo Rob Gueterbock, de Greenpeace.
Greenpeace es torpe. Siempre lo ha sido. Pero hoy bate sus viejos récords. Quiere dar la impresión de que el gobierno de EEUU es el Pentágono, y Bush es sólo el portero de la Casa Blanca. Primero, el Pentágono es un edificio, y los edificios no hablan ni toman decisiones políticas. Segundo, Greenpeace quiere dar la impresión de que los más de 30.000 empleados y funcionarios que trabajan en el Pentágono actúan monolíticamente, estando de acuerdo en todas y cada una de las cosas que suceden allí dentro. No es así. La mayoría de los funcionarios y empleados ni siquiera conocen a los funcionarios y empleados de las demás secciones y departamentos, y hasta desconocen la existencia de muchos de esos departamentos.
Por supuesto, no somos tan ingenuos como para creer que quien corta el pescado en la Casa blanca es Georgie Bush, sino que los que manejan a las figuras de cartón pintado que les toca ser presidentes y ministros, se esconden un poco más en las sombras. Pero eso es otro tema que no vale la pena tocar aquí.
Jeremy Symons, un ex denunciador de la Agencia de Protección del Ambiente (EPA) de EEUU, dijo que la supresión del informe durante cuatro meses fue otro ejemplo más del intento de la Casa Blanca de enterrar la amenaza del cambio climático.
El Observer llama a Symons whistleblower, o soplapitos no un referí de fútbol, sino el que sopla un pito para llamar la atención sobre un peligro o amenaza. Hay soplapitos profesionales en todas partes del mundo. Viven de ello, y la mayoría la pasan muy, pero muy bien. Pero Symons miente cuando dice que la Casa Blanca ocultó el informe durante cuatro meses. El informe ni siquiera llegó a manos de Bush o de sus allegados. Como se sabe, y se analizará más abajo, el famoso cuento fue encargado por un viejito casi gagá que aún actúa como asesor dentro del Departamento de Defensa, Andrew Marshall, de 82 años de edad, y a quien todavía se le permite jugar con sus teléfonos en su oficina del Pentágono.
Para peor, los redactores del informe, Peter Schwartz y Doug Randall también se lo hicieron llegar a la famosa revista FORTUNE, quien lo publicó sin ningún problema, más de un mes antes de que el Observer lo obtuviera misteriosamente. Por supuesto, no se explica la manera en que se obtuvo un documento que ya era público, pero ¿a quién le importa? Solo a quienes están interesados en la verdad. El fantasma de la conspiración levanta su horrible cabeza y es usado para asustar y convencer a la gente ingenua.
Symons, que dejó la EPA en protesta por la interferencia política, dijo que la supresión del informe fue una nueva instancia de la Casa Blanca de enterrar evidencia del cambio climático. Es otro ejemplo de por qué este gobierno debería dejar de enterrar su cabeza en la arena en este asunto.
Symons fue uno de los cientos de empleados de la EPA que fueron excluidos de la organización, cuando la administración Bush decidió que había que poner un poco más de seriedad científica en la EPA. Despidió a los soplapitos profesionales que se encargaban de diseñar teorías y exagerar los riesgos de muchas actividades productivas y de numerosos productos de uso diario. No resulta sorprendente que esté resentido y que probablemente haya encontrado refugio en Greenpeace o alguna otra ONG escandalosa.
Symons dijo que los estrechos lazos de la administración Bush con las compañías de energía y petróleo era vital para entender por qué el cambio climático era recibido de manera escéptica en la Oficina Oval (ya no es más la Oficina Oral de Clinton) Esta administración está ignorando la evidencia para aplacar un puñado de grandes compañías de energía y petróleo, añadió.
Fíjense cómo Symons, torpemente, da como evidencia del cambio climático a un informe fantasioso, declarado como fantasioso por sus mismos autores. Pero a Symons no le importa. En su afán de seguir soplando el pito, miente de manera descarada y sigue adelante con sus fantasías. Meta palos y a la bolsa!
En realidad, nunca me ha convencido el argumento de que las compañías de petróleo puedan ganar mucho con impedir la ratificación del Tratado de Kyoto, sobre todo cuando se ve que muchas compañías petroleras como la Atlantic Richfield, la Sun Co., (de la familia Pew, creadora del Pew Center for Climate Change, una rabiosa organización propulsora del fraude de Kyoto.), la Royal Dutch/Shell, la fenecida ENRON, y muchas más, financian de manera generosa (sospechosamente generosa) a las organizaciones ecologistas y geopolíticas que impulsan el fraude del calentamiento global catastrófico.
Entre los científicos presentes en las conversaciones en la Casa Blanca estaba el Profesor John Schellnhuber, ex asesor ambiental en jefe del gobierno Alemán y cabeza del grupo inglés de científicos del clima del Tyndall Centre for Climate Change Research. Él dijo que los temores internos del Pentágono pueden ser el "punto de vuelco" para persuadir a que Bush acepte el cambio climático.
Al profesor Schellnhuber se le aplican las generales de la ley. Su supervivencia está regida por la supervivencia del mito del calentamiento catastrófico, raison d'etre del Centro Tyndall para la Investigación del Clima y origen del sueldo del profesor. Schellnhuber no es una garantía de nada más que interesada desinformación.
Sir John Houghton, ex jefe ejecutivo de la Oficina de Meteorología y la primera figura senior en comparar la amenaza del cambio climático con la del terrorismo dijo: Si el pentágono está enviando esa clase de mensaje, entonces este es, por cierto, un documento importante.
Con su declaración, Sir John Houghton ha firmado su ingreso a la categoría de bobo peligroso. Primero, porque se nota que no ha leído el informe, el cuento de ciencia ficción de Schwartz y Randall, y segundo, porque da por sentado que se trata de un informe elaborado dentro del Pentágono, por miles de miembros del Pentágono, y que tiene validez científica, y que se trata, en efecto, de la opinión oficial del Pentágono, cosa imposible porque la opinión oficial del pentágono es siempre la del presidente de los Estados Unidos (o que quienes lo manejan).
Bob Watson, científico jefe del Banco Mundial y ex presidente del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), añadió que las graves advertencias del Pentágono no pueden seguirse ignorando.
El Dr. Robert (Bob) Watson, uno de los impulsores del fraude de la capa de ozono, y es su costumbre hacer anuncios que resultan ser totalmente falsos, como el que hizo anunciando que se abriría un agujero de ozono, en Kennebunkport, justo encima de la residencia de verano del presidente Bush (padre), en 1992. A la semana siguiente dijo, en voz baja, Ooops! Nos equivocamos. Pero ya habían conseguido, con su aterrorizante profecía, que el Senado de los EEUU aprobara una ley para adelantar la prohibición total de los CFC para el 31 de diciembre de 1994.
Por otra parte, Watson fue echado de su puesto como representante de los EEUU ante el IPCC por nada menos que Bush. Resentido yo? Qué va! Si mis amigos me consiguieron este puestito de asesor en el Banco Mundial. No tengo que trabajar, y me pagan fantástico& Al igual que su amigo bobo Sir Houghton, Watson no leyó el informe del Pentagono-Schwartz y lo toma como si realmente hubiese sido elaborado por los científicos del Pentágono que no los tiene, por supuesto. Cuando es necesario, el Pentágono recurre a los servicios de los científicos del gobierno, generalmente en los famosos Laboratorios Nacionales (Oak Ridge, Lawrence Livermore, El Alamo, etc). Watson sabe eso, pero ha preferido ignorarlo a sabiendas.
Watson es un perfecto ejemplo del consejo de Stephen Schneider: Para capturar la atención del público, tenemos que hacer declaraciones simples y dramáticas, evitando mencionar las dudas que podamos tener. Cada uno de nosotros debe decidir cuál es el adecuado balance entre ser efectivos y ser honestos.
Efectivos, parecen serlo, ¿Honestos? Dígamelo usted.
Colorín Colorado
Este cuento se ha acabado. No da para más. El resumen general es el siguiente:
-
El Informe del Pentágono no es del Pentágono.
-
Es una historia imaginada por libretistas de cine catástrofe, usando elementos de la Letanía Verde, a pedido de un viejito gagá.
-
Los científicos consultados y mencionados por los diarios no han leído la pieza de fantasía original, y la consideran, a pesar de todo, como evidencia irrefutable del cambio climático catastrófico.
-
Consideran los científicos, los medios de comunicación y la gente, que el Informe Que No Es Del Pentágono, Es Realmente Del Pentágono.
- El mundo está loco, sin remedio.
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