Han pasado más de 50 años desde aquellos convulsos años, y las cosas siguen igual. Las peligrosas tensiones entre los dos bloques han desaparecido y, el interés de los políticos por la ciencia sigue siendo el mismo: un instrumento para sus particulares objetivos. En la guerra fría la ciencia era el instrumento con el que adelantar al oponente, el tonto útil que les servía para dominar el espacio, para posicionarse como potencia nuclear o para clavar su bandera en la Luna antes que el contrincante.
Ni en aquellos días, ni en los nuestros, había un verdadero interés científico por parte de los políticos. Seamos sinceros, no estaban interesados en descubrir y conocer los ladrillos básicos de la materia mediante la física de partículas, y pasaban tres pueblos de lo que se pudiera descubrir en el espacio salvo que les sirviera para adelantarse a los rusos.
En el escenario de la política, la ciencia tan solo es un títere con el que conseguir otras metas, una pantomima efectista y publicitaria en su discurso de cara al público. Les hace quedar modernos.
El político no está interesado en el comportamiento de la luz salvo que el Arquímedes de turno le pueda construir un espejo ustorio con el que ganar alguna batalla. Al político le interesa el poder, no el saber… y no le digas que saber es poder, que no lo entiende.
Por eso rara vez verás científicos en la política, y viceversa, una vergonzosa, abrumadora e inmensa mayoría políticos que nos representan, nos dirigen y nos administran muestran incautos (e incluso en alguna ocasión, orgullosos) una aterradora carencia del más elemental conocimiento de ciencia. Escalofríos me entran al recordar la entrevista a pie de Congreso que hicieron en el programa televisivo Caiga quien Caiga en la que preguntaban a los diputados si sabían qué era el CO2…
No, el político no está interesado en la ciencia. Y mentirá, mentirá y volverá a mentir, usando palabras como innovación, desarrollo, modelo sostenible, avance tecnológico, conocimiento científico… palabras vacías sin un apoyo real.
Cuando Alexander von Humboldt, otro de los grandes naturalistas que visitó Canarias en sus viajes de descubrimientos, se reunió en Aranjuez con Carlos IV en el Real Palacio de Aranjuez para pedirle su ayuda en la empresa científica que tenía planeada, la primera pregunta que el monarca español le hizo fue “Y esto ¿cuánto me va a costar?”… afortunadamente, el alemán poseía un extenso patrimonio fruto de una herencia con el cual hizo frente a sus propios viajes, porque si hubiera dependido del dinero procedente del poder político estaríamos hablando de una historia bien distinta.
Hagamos recuento… ¿cuántas veces han oído en los últimos años palabras como éstas, mientras se recortaba el presupuesto de la ciencia? ¿Cuántas veces han hablado de superar el modelo del ladrillo y buscar un nuevo modelo basado en I+D+i, mientras que con la otra mano dejaban con el culo al aire a los investigadores y científicos? La coherencia tampoco es uno de los puntos fuertes de nuestros electos representantes.
Se suele decir que las carreras de ciencias en España tienen tres posibles salidas: por tierra, por mar o por aire… nuestros científicos siguen huyendo hoy de las mismas penurias de las que ya se quejaba Ramón y Cajal.
Fuga de cerebros dicen algunos, seguro que no verán nunca una fuga de políticos.
Pero ahí fuera la ciencia se maneja de igual manera. Como en el encuentro de los dos físicos en la guerra fría, no importa el bloque en el que estés, algunas cosas no cambian. Vivimos en un mundo donde posi-blemente se cancele uno de los proyectos más ilusionantes del siglo XXI, el Telescopio Espacial James Webb, la que puede ser nuestra mirada más profunda y reveladora al Universo desde el Hubble porque su presupuesto de 8.700 millones de dólares es muy elevado, mientras tanto se preparan las Olimpiadas de Londres que costarán algo más de 20.000 millones, y raro es el alcalde que no se infla de orgullo presen-tando una y otra vez su candidatura a tan magno evento.
Se acercan las elecciones y por la boca de todos los políticos volverán a brotar las palabras mágicas… innovación, modelo sostenible, desarrollo, investigación, ciencia… volverán a asegurar que hay que dejar atrás el modelo basado en el ladrillo, ahora hay que buscar modelos basados en el avance y la tecnolo-gía… mentiras, todo mentiras en la pantomima de la política, el teatrillo de las marionetas dónde el muñecote de la ciencia, en los últimos episodios, se mueve con una mano, mientras que en la otra se oculta una tijera lista para el recorte en los presupuestos…
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