“… El “peer review”, o “revisión por los pares”, es una buena manera para identificar a la ciencia válida. Estaba maravillosamente bien adecuado para una época anterior, cuando el progreso de la ciencia estaba limitado solamente por la cantidad de buenas ideas disponibles.
Sin embargo, el “peer review” no está bien adecuado para adjudicar recursos en un ambiente de elevada competencia por fondos para investigación o lugar en las páginas de prestigiosas revistas científicas. La razón es bastante obvia.
El árbitro, [también llamado “referee”, es el revisor de los estudios científicos destinados a publicación] quien siempre está entre los pocos expertos genuinos en el tema, tiene un obvio conflicto de intereses. Serían necesarios altísimos niveles de ética profesional impo-sibles de alcanzar para que los árbitros no usen su privilegiado anonimato en beneficio propio.
Pero a medida de que transcurre el tiempo más y más árbitros demuestran tener erosionadas sus normas éticas al recibir injustas revisiones por sus pares, cuando ellos son los autores. De esta manera, todo el sistema de peer review está en peligro.
Los editores de las revistas científicas y funcionarios en las agencias que financian las investigaciones tienen mucho para ganar del proceso de “revisión por los pares”, y ellos se rehúsan porfiadamente a creer que algo pueda estar mal con el sistema. Sus trabajos se les hace más fácil porque ellos jamás tienen que afrontar la responsabilidad por sus decisiones. Ellos jamás son llamados a rendir cuenta por la elección de los árbitros, quienes, de todas maneras, siempre tienen las credenciales adecuadas.
Dado que los árbitros realizan una labor profesional, casi siempre sin retribución mone-taria, la responsabilidad primaria del editor de revistas o del funcionario de las agencias es proteger al revisor o árbitro. De tal manera, los revisores nunca son llamados a rendir cuenta por lo que escriben en sus revisiones. Como resultado, los revisores tienen la oportunidad, con relativa impunidad, de retardar o detener el otorgamiento de fondos o publicación de sus rivales. Cuano ocurre una falta de conducta de esta naturaleza, el culpable es el revisor –pero son los editores y los funcionarios de agencias los responsa-bles por perpetuar un sistema corrupto que hace que dicha conducta sea casi inevitable.
Esta es la falta de conducta que, me temo, resulta clara en todas las ramas de las ciencias, no sólo en la ciencia biomédica. Recientemente, como parte de una conferencia a una gran audiencia de casi todos jóvenes investigadores en una universidad extremadamente prestigiosa, delineé este análisis de la crisis del “peer review”. El moderador, un famoso científico “Senior” se mostró incrédulo. Le preguntó al auditorio cuántos no estaban de acuerdo con mi herejía. Nadie respondió. Luego preguntó cuántos estaba de acuerdo conmigo. Todas las manos del auditorio se levantaron. Muchos en mi generación desean creer que nada importante ha cambiado en la manera en que conducimos el asunto de hacer ciencia. Estamos equivocados. El seguir como hasta ahora ya no es una verdadera opción para la manera en que hay que conducir la empresa de la ciencia. …”
Goodstein, D., (1996),
Conduct and Misconduct in Science, in The Flight from Science and Reason, P. R. Gross, N. Levitt, and M. W. Lewis, New York, New York Academy of Sciences, 775: 31-38.Vea aquí otras interesantes
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