Advierten, sin embargo, que los malos olores podrían afectar el turismo entrerriano Los argumentos argentinos sobre el impacto ambiental contra la instalación de las dos plantas de celulosa en Uruguay no tendrían sustento técnico. Expertos argentinos consultados por LA NACION afirmaron que el problema es económico y que la tecnología que utilizarán las plantas es la mejor disponible para prevenir daños en la salud y el ecosistema.
"Desde el punto de vista técnico, éste es un problema más económico que ecológico. Si bien no habría riesgos para la salud, el olor típico que produce la industria papelera podría tener un alto impacto sobre las zonas turísticas de Entre Ríos", señaló el ingeniero Marcelo Novaresi, coordinador de la Unidad Técnica Análisis y Estudios Especiales del Centro de Investigación de Celulosa y Papel del Instituto Nacional de Tecnología Industrial.
Para Alberto Venica, doctor en Ciencias de la Madera y Papel de la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos) y consultor independiente, existen tecnologías capaces de resolver en un 99% los problemas ambientales propios de la industria papelera, como son el olor, las partículas y los efluentes que produce.
"Lo primero que se debe exigir es la instalación de la mejor tecnología disponible para controlar la contaminación. Mientras se utilice la tecnología adecuada de manera correcta y se controle que estas fábricas cumplan lo que prometieron, no debería haber problemas", afirmó Venica.
Es que según los informes de impacto ambiental presentados por ambas empresas al gobierno uruguayo, se comprometieron a usar sistemas de recuperación y tratamiento de los líquidos y las sustancias químicas recomendados por la Unión Europea, la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos y el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes, suscripto por la Argentina en 2001.
Claro que la duda que esto produce es si cumplirán con su promesa. "Cada foco probable de contaminación, como pueden ser las partículas que salgan de la chimenea, los líquidos vertidos de la planta de blanqueo o los residuos sólidos que se liberen en el río, cuenta con elementos tecnológicos de mitigación para eliminar el problema", se animó a afirmar la ingeniera química María Cristina Area, experta en tecnologías limpias de pulpado y blanqueo de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), que tuvo acceso al informe de la empresa finlandesa Botnia.
Según Area, investigaciones realizadas en los últimos años sobre plantas instaladas y, en especial, sobre cómo evoluciona la vida acuática en aguas en las que las fábricas vierten sus efluentes dieron resultados que sorprenden. "Tras 15 años de estudios, y con los cambios introducidos en el proceso industrial, los niveles de sustancias contaminantes emitidas son mínimos como para dañar la salud o el ambiente", sentenció la titular del Programa de Investigación de Celulosa y Papel de la UNaM.
Y puso como ejemplo que a principios de la década del 90 había alertas sobre el consumo de peces en 25 ecosistemas río abajo de las plantas de Estados Unidos, el mayor productor de pasta de celulosa del mundo. "Después de dieciséis años de blanqueo libre de cloro elemental se ha levantado la mayoría de los alertas", señaló.
Papel limpio
Pero ¿existe alguna forma "limpia" de producir papel?
Escudados detrás de sus estudios y minuciosos análisis, los especialistas afirmaron que dos de los tres pro-cedimientos que se utilizan garantizan una protección del equilibrio medioambiental en una muy castigada naturaleza: el libre de cloro elemental (ECF, por sus siglas en inglés) y el totalmente libre de cloro (TCF).
Mientras que el primero usa dióxido de cloro para blanquear la pulpa celulósica, el segundo utiliza peróxido de hidrógeno (agua oxigenada), oxígeno y ozono. Las plantas que se instalarán en Uruguay usarán tecno-logía ECF.
"Técnicamente, con el dióxido de cloro no se producen dioxinas y casi no se generan organoclora-dos", afirmó Venica. Las dioxinas son sustancias químicas con alto poder tóxico y, junto con los dibenzo-furanos, integran la familia de los organoclorados, compuestos que se acumulan en el tejido graso de los peces y a los que se les atribuye capacidad mutagénica y cancerígena.
"Cuando el blanqueo es del tipo ECF, no se llegan a detectar dioxinas en los efluentes porque durante el proceso de blanqueo de la pasta el dióxido de cloro oxida las sustancias orgánicas -sostuvo Venica. Luego, esas sustancias sufren un tratamiento biológico en el que bacterias las degradan a anhídrido carbónico y agua antes de salir al río."
En cuanto al riesgo de los reactivos químicos utilizados durante la cocción de la madera, Novaresi consi-deró: "No son un problema porque los reutilizan, y si no existiera la caldera de recuperación para poder procesarlos, la planta resultaría antieconómica".
La demanda de organizaciones ambientalistas de reemplazar el proceso ECF por el TCF no es la mejor opción para los expertos. "La pulpa y el papel que se obtienen con la técnica totalmente libre de cloro son menos blancos, menos resistentes y más costosos de producir que el sistema libre de cloro ele-mental -explicó Venica. “A su vez, el mercado exige cada vez papel más blanco, más resistente y con mejores propiedades para imprimir. "
En la actualidad, el 85% de las plantas en los países desarrollados produce con tecnología ECF y el 15% restante utiliza TCF y ECF. "Desde principios de la década del 90, comienzan a instalarse varias plantas totalmente libre de cloro, mientras que en Estados Unidos se mantuvieron con la tecno-logía libre de cloro elemental” -dijo Area-. En 1996, el Banco Mundial recomendó el blanqueo TCF, pero la Convención de Estocolmo validó en 2001 que la tecnología ECF genera una contaminación similar al proceso TCF."
Por Fabiola CzubajVea aquí otras interesantes
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