Tengo la certeza de que esta presentación va a molestar a algunos, en particular a los Tali-banes de la Ecología. Pero es tal la campaña mundial desplegada desde la década de los 70 por los supuestos defensores del medio ambiente, que no puedo sustraerme del clima anti-intelectual asfixiante que han creado.
La propuesta que nos hacen es muy simple: desconstruyamos el humanismo en favor de la dictadura de la ecología.
Este es el tema de esta exposición.
• El planeta tiene cáncer y ese cáncer es el hombre: Gregg, A. (1955) Science, vol. 121, p 681.
En las últimas décadas adquirimos conciencia de que la Humanidad enfrenta un punto crí-tico en su evolución histórica. La confrontación armamentista, la explosión de la población, el estancamiento del desarrollo, la mala distribución de la riqueza, la pobreza, la perdida de diversidad cultural, imponen la urgencia de esta crisis global.
Para muchos, esto es sólo una crisis ecológica que se resuelve simplemente con la preserva-ción de la naturaleza.
El postulado anti-intelectual
Enfrentados con estos problemas, ciertas escuelas proponen que las raíces de esta crisis yacen en la ciencia y la tecnología, en las tradiciones del racionalismo humanista; que la mera existencia de la tecnología y del desarrollo económico son destructivas; que ambas deben ser abandonadas; que la única solución es regresar a las formas y modos del pensa-miento preracional, a la idolatría de la naturaleza, a la ecolatría.
Los ecólatras basan sus argumentos en el supuesto conflicto que existe entre la Humanidad y su nicho ecológico.
Las sociedades modernas son acusadas, juzgadas y condenadas como depredadores de la biosfera, sociedades en las cuales "la ciencia y la tecnología construyen modos de produc-ción que violan a la naturaleza y crea un tipo de sociedad que mutila al Hombre." (Schu-macher, 1974)
Una serie de postulados caracterizan la ideología ecólatra:
La crisis que vivimos es una consecuencia del desarrollo descontrolado de la ciencia y la tecnología.
No es posible comprender la verdad, racionalmente, ya que ella yace en un campo no conocible pero sí entendible.
Lo que produce el desarrollo puramente materialista de nuestra sociedad -con sus terribles consecuencias- es el método de indagación del racionalismo que se concentra en verdades "menores" y que niega la búsqueda de las "verdades superiores."
Aparte, tanto la ciencia como los científicos no son confiables y dado que son los ins-trumentos de poder que usa el establishment para manipular y establecer domino sobre las sociedades, los que facilitan un desarrollo orientado al beneficio exclusivo de minorías explotadoras.
Y por supuesto la respuesta a la crisis es permitir volver a la "sabiduría tradicional", regre-sar a la época en que las sociedades estaban manejadas por los shamanes, por los sabios. Y de esa manera vamos a establecer un estado de gracias, guiando a la sociedad para que, abandonando el materialismo, el hombre recobre ese estado de gracia en comunión con la naturaleza.
La “crisis” ecológica
Definamos:
El desarrollo materialista, el desarrollo industrial, es tan responsable de la supuesta crisis ecológica como lo es el clima o los signos astrológicos.
El desarrollo humano, la expansión de la población, los efectos que nuestra actividad su-puestamente "impone" en la naturaleza, están sujetos a las mismas normas ecológicas que rigen al resto de la biosfera, es decir, no hay consecuencias antropogénicas sino sólo simple-mente las mismas que cualquier especie viviente "impone" y sufre en su nicho ecológico. Es decir, a pesar de nuestro concepto egocéntrico -de que estamos o somos el centro del mun-do - no nos escapamos a ninguna de las leyes de la naturaleza. En otras palabras, la Huma-nidad no está separada del medio ambiente sino inmersa y parte integral del mismo.
Los efectos del desarrollo humano son parcial, pero no completamente controlables. Nadie puede controlar la totalidad de la actividad humana.
¿POR QUÉ?
Porque todas y cada unas de las actividades humanas, así como las de cualquier otra especie viviente, están sujetas a leyes naturales: el simple hecho de vivir significa un intercambio energético que, por definición, no puede ser perfectamente eficiente y, por lo tanto, sí genera ineficiencias y pérdidas de capacidad de trabajo. Pero no pasa solamente con los seres humanos, pasa con la totalidad de los seres vivos.
Todo organismo debe desarrollarse. Sin tal desarrollo, tal organismo no puede vivir. En el caso de la Humanidad, tal desarrollo implica hacer elecciones entre alternativas tales como preservar un bosque nativo o permitir el cultivo de la tierra que los seres humanos requie-ren para subsistir, un dilema que nos plantea si en realidad existe el libre albedrío.
Debo destacar, una vez más, que la alternativa al imperativo del desarrollo es la extin-ción de la especie.
Y debemos también destacar que, este imperativo del desarrollo, es un imperativo funda-mental y condicionado por leyes ecológicas no controlables.
Tenemos la certeza de que impedir o abandonar al desarrollo tiene consecuencias catastró-ficas tanto para la Humanidad como para el medio ambiente. Imaginemos lo que sería la propia ciudad de Salta sin servicios sanitarios... Sería un desastre ecológico. Y es el desarro-llo el que permite que eso no ocurra, con esos servicios.
No existen panaceas milagrosas para los problemas complejos que plantea el desarrollo humano. Pero a pesar de lo que dicen los ecólatras, tenemos la certeza de que dado un problema, la ciencia y la tecnología lo han de resolver.
Lo que si sabemos, es que, tal como lo observara Galbraith, existe un alto grado de certi-dumbre de que los problemas son solubles aun antes de que tengamos el conocimiento necesario para resolverlos.
La propuesta de la ecolotria
Commoner, uno de los primeros ecólogos (1963) atribuye que la degradación del medio ambiente es la consecuencia del método científico que, al reducir la realidad a partes aisla-das, niega la posibilidad de entender a la totalidad.
Otra crítica es que nuestra sociedad “está dominada por una ciencia mecanicista, debe-mos recordar que el mundo de la materia es una realidad inferior a la del mundo meta-físico” (Elwell-Sutton, 1975)
Schumacher,(1977) afirma que la eliminación del la sabiduría tradicional acaecida durante la Edad de la Razón, convierte a la acumulación del conocimiento en un arma manipulativa de dominación que destruye al medio ambiente.
Y más aun; es la ciencia y el desarrollo los causantes de las guerras (Roszak, 1969). Por supuesto, todo esto que están diciendo, en realidad es la consecuencia del pensamiento analítico y racional, y se puede resolver muy simplemente: abandonándolo.
De acuerdo a Toynbee, “los mayores problemas de nuestro mundo pueden ser trazados directamente al surgimiento del monoteísmo y el remedio es volver al panteísmo”.
Rosazk es más claro: lo que debemos hacer es “devolver el mito, la magia y el misterio a nuestras vidas, abandonar todo eso que hemos llamado realidad en Occidente durante los últimos doscientos o trescientos años, para recapturar las fuentes visionarias que guiaron a nuestros antepasados a estar en comunión con la naturaleza.”
No les importa a estos ecólatras que la tecnología existe para mejorar el bienestar del hombre.
Vituperan a las usinas nucleares sin reparar en la importancia que los radioisótopos que ellos producen son salvadores de vidas. Como que se han conseguido, con ello, la reducción de al menos un 30% de los cánceres de mama.
Por supuesto, según ellos, La integridad de una reserva natural es más importante que el respeto a la vida de las personas que dependen de él para su subsistencia. Y con esto esta-blecen otro principio: los derechos de la naturaleza son superiores a los dere-chos del hombre. Los derechos de las cucarachas son más importantes que los del hombre.
Allá por 1992, un grupo de científicos que incluía más de un centenar de premios Nóbel, emitieron un manifiesto (1) donde sostenían que lo el mundo necesita no es menos sino más ciencia, tecnología y desarrollo. Y lo hicieron impelidos por el hecho que el llamado movi-miento ecologista ha servido de camuflaje a ciertos activistas y militantes que desprecian, por completo, a la ciencia y a la tecnología, y en cambio ensalzan y glorifican estilos de vida medievales y aun primitivos, como una alternativa a la modernidad.
Las alternativas
Las alternativas son claras, y es una decisión que tiene que tomar la sociedad: Abandona-mos el desarrollo, la razón, y la modernidad y preservamos el medio ambiente; o de lo contrario acentuamos la ciencia y la tecnología y los valores humanos para así poder con-servar la ecología.
Lo importante es despertar una conciencia de que esta nueva forma de idolatría pagana, tiene como único objetivo deconstruir el humanismo, con vistosas y costosas campañas de los ególatras.
Defender a capa y espada la nueva Dictadura de la Ecolatría implica abatir el adelanto de la civilización, acaso el logro más importante de nuestro devenir histórico.
NOTA
(*) Esta conferencia fue brindada por el Dr. Sorentino el 20 de Mayo del 2005, en el salón de conferencias del Museo de Alta Montaña de Salta, y fue organizada por la Secretaría de Minería y Recursos Energético y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Sustentable de Salta.
(1) Nota de FAEC: Se trata de la Apelación de Heidleberg, una petición firmada en 1992 por muchos miles de científicos y personalidades intelectuales de todo el mundo, incluido el 70% de los premios Nobel a esa fecha, que se entregó a los jefes de estado que concurrieron a la Cumbre de la Tierra, en Rio de Janeiro, Brasil.
Fuente: Revista Integración Nacional y RegionalVea aquí otras interesantes
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