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Confesiones de un ambientalista

Alexander Bonilla
biólogo – [email protected]
Nación.com
Costa Rica, 19 de octubre de 2008

Mirar adelante sin ser parte del catastrofismo ecológico

Hace como 30 años decíamos que los bosques de Costa Rica se acabarían en el año 2000-2015. Y nos equivocamos… Hoy los bosques se recuperan gracias al programa de servicios ambientales.

Hace como 30 años combatimos la instalación de un oleoducto porque iba a acabar con la riqueza pesquera y ecosistemas importantes. Lo construyeron en Panamá, cerca de la frontera nuestra. Y nada ha pasado allá. La vida siguió y no hubo catástrofes ecológicas tan graves como lo denunciábamos, en su construcción y operación.

En 1972 los Límites del Crecimiento del Club de Roma nos decía que hacia el año 2000 llegaríamos a los límites del crecimiento en Planeta Tierra, que a finales de siglo muchos de los recursos naturales se acabarían….Y aquí estamos. Hubo constatación científica que se falló en las predicciones. Esa ecología catastrofista que muchos utilizamos no se cumplió. Ante el concepto Malthusiano del crecimiento expo-nencial de la población y la destrucción de los recursos naturales nos imponían la necesidad de detener, controlar, el crecimiento de la población. Hoy aquí estamos más de 6.000 millones de habitantes, y sigue creciendo la población. Vivimos más años y con mejor calidad de vida, aunque falta mucho por mejorar.

El petróleo

El Informe del Club de Roma nos decía que el petróleo se acabaría en 1990. Y aquí estamos; seguimos dependiendo del petróleo, por lo menos hasta finales del siglo 21. Se nos dijo que los incendios de los pozos de petróleo de Kuwait durarían por años y que el daño ambiental sería irreparable. No fue así; los apaga-ron rápido y los ecosistemas se recuperaron . El daño no fue lo predicho por los ambientalistas y “exper-tos” .

Se nos dijo que no había que usar plaguicidas porque estaban envenenando al mundo. Cuarenta años después aquí estamos y seguimos usándolos. Y no pareciera que se dejarán de usar para abastecer de alimentos a la humanidad, a pesar de que hay muchos que los usan irregularmente y han causado contaminación y efectos en la salud.

Y desde hace 30 años educamos ambientalmente a los costarricenses. Pero cometimos el error de utilizar esta ecología catastrofista e informamos sólo de una parte del ambiente, lo ecológico. No profundizamos en lo económico y social. Y aún hoy se sigue con este error. Creamos “ambientalistas” que se oponen a todo, sin visualizar el equilibrio que debe mantenerse en la búsqueda del desarrollo sustentable.

La vida continúa

Y así podríamos seguir enumerando errores basados a veces en predicciones, en programas computacio-nales. La realidad, al cabo de los años, nos ha demostrado otras cosas. La vida continúa y hay nuevas tecnologías para enfrentar los retos del crecimiento.

Ahora bien; no nos arrepentimos de haber participado de esa “ola ambiental”. En aquellos años no se tenían los instrumentos administrativos, judiciales, tecnológicos, de comunicación, etc., que tenemos hoy. No podemos decir que hay culpables específicos. Todos, incluyendo los medios de comunicación hemos pecado del “catastrofismo ecológico”.

No nos arrepentimos porque lo hicimos basados en la información que se nos brindaba en el momento y bajo un espíritu, por lo menos nuestro, de sinceridad y honestidad. Es posible que nos llevaran al error y a la exageración, pero lo transmitíamos pensando en el bien del país y de las generaciones futuras. Así lo sentíamos.

Hoy al cabo de 30 años y pico de estar en el mundo del ambientalismo, reflexiono sobre mi actuar. Pienso si lo que nos dicen hoy del calentamiento global, y de la crisis futura del agua, realmente será verdad Cierto que hay situaciones de cambios climáticos; pero sus causas y consecuencias no están tan claras, en cuanto a su magnitud y consecuencias. Todo se hace basado en modelos computacionales, que pueden estar errados, como en el pasado.

Hay debates y dudas entre los científicos. Pienso si al cabo del tiempo las predicciones catastróficas serán superadas por la nueva tecnología y descubrimientos, como ha sucedido en el pasado.

¿Habrá realmente una crisis con los recursos naturales o la crisis será de otro tipo? ¿Será acaso política, militar, de consumismo, de drogas, de desigual distribución de la riqueza y de los recursos naturales, de falta de amor y solidaridad? Porque con sólo lo que se gasta en las guerras actuales podríamos salvar de la miseria a casi todos los pobres del mundo; podríamos tener acceso a agua potable y reforestar y recupe-rar ecosistemas degradados en todo el mundo. En Costa Rica con lo que cuesta un portaviones, un subma-rino nuclear o un avión de guerra de última generación, sólo con eso, consolidaríamos nuestros parques nacionales y reservas; resolveríamos el problema de la contaminación del río Grande de Tárcoles; el problema de la basura, de la vivienda… y muchas otras cosas más…

Mejores métodos

Qué no haríamos con nuestra biodiversidad , educación, investigación, y la sostenibilidad con toda la plata que se gasta en drogas y destruye nuestra sociedad. En fin, no me arrepiento de nada en las luchas ambientales dadas. Eran necesarias en su momento y circunstancias. Unos y otros nos hicimos eco de esa ecología catastrófica. Era lo que nos daban, lo que nos informaban. Hoy estoy convencido que hay que continuar con las luchas ambientales, porque los desafíos son otros y aunque sentimos o nos dicen que el futuro es incierto, tenemos al alcance la tecnología de la computación y los nuevos descubrimientos. Pero esto quiero mantenerlo basado en información real, científica y en las realidades sociales, económica y ecológicas de los pueblos.

No quiero ser parte del catastrofismo ecológico. Quiero mirar adelante, hacia un futuro promisorio para los que aún no han nacido. En esto soy optimista. Creo que el mayor reto es cambiar la mentalidad de las personas, en todo nivel, pero en especial los que toman decisiones, para que comprendan que se necesita equidad y solidaridad ambiental para con el planeta y los seres humanos. No tengamos miedo al futuro.



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