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El Grupo Clarín, Goldman Sachs,
el Estado y la ecología


Trescientas mil hectáreas patagónicas más

Por Jorge Orduna
MendozaOpina.com
Noviembre 30, 2010

Enemistados en otros terrenos, el Grupo Clarín, el Estado y las Internacionales Ecologistas sí aparecen unidos en la extranjerización de la Patagonia.




Es bastante conocido que el Grupo Clarín controla en todo o en parte los Diarios: La Razón de Bs.As., Los Andes, de Mendoza; La Voz del Interior, de Córdoba; las revistas: Elle, Rumbos, Viva, Genios, Olé; los ca-nales: 13, Todo Noticias, Volver, Canal Rural, Maga-zine y Metro, en Bs.As., 12 de Córdoba, 7 de Bahía Blanca, 6 de Bariloche, 10 de Necochea, 11 de Mira-mar; las proveedoras de televisión por cable: Cable-visión y Multicanal; las productoras de contenidos para televisión:  Pol-Ka (Poliladron, Campeones, Mujeres Asesinas, Son Amores, Valientes) e Ideas del Sur (Showmatch, Patito Feo); la productora de con-tenidos para cine Patagonik Film Group (Cenizas del Paraíso, El Hijo de la Novia, Nueve Reinas); las radios: Mitre (y sus repetidoras), La 100 y Mía FM y también la Agencia de Noticias DYN y la papelera Papel Prensa y el correo privado Unir y muchas otras empresas…

 

Difícilmente alguno de los 40 millones de argentinos pueda pasar un día sin verse informado, emocionado, disgustado o maravillado por alguno de los productos del Grupo Clarín. Esos productos forman parte de las conversaciones del ama de casa, del ingeniero, de la doctora y el barrendero; sirven de fuente en la que abreva por necesidad la mayoría de los otros diarios, radios y canales; son citados para argumentar de política o de fútbol. Clarín comunica, entretiene, informa y educa. Con razón se ha dicho que su influencia en la cultura nacional es mayor que la del ministerio del ramo. Si se exceptúa al sector que posee un pensamiento crítico ante estos productos, que es francamente minoritario, se comprenderá en qué gran medida Clarín “hace” la cultura de los argentinos… incluso en materia ecológica.

Hay cosas menos conocidas

Una parte del Grupo Clarín es de propiedad norteamericana. En efecto, el gigante financiero Goldman Sachs posee entre el 10% (según el propio Clarín) y el 18% (según revistas estadounidenses especializadas en economía) del grupo de medios local. Por eso, entre los ocho directores del Grupo (donde están los señores Héctor Magnetto, Ernestina Herrera de Noble, José Aranda…) uno representa los intereses y el capital de Goldman Sachs. Este hombre se llama Muneer Satter, y en esa que es la cuarta empresa financiera del Planeta no es un ejecutivo de segunda línea, sino Director Ejecutivo en el Área de Inversiones Principales.

Hace algunos años, Goldman Sachs comenzó a interesarse por la ecología. Y más precisamente por los nego-cios vinculados a la ecología. Asesora en inversiones para la protección ambiental o el mercado de bonos de carbono, por ejemplo. Pero, como lo sabe cualquiera que posea una cuenta bancaria, las empresas financieras suelen ser contradictorias. Por eso intriga un poco enterarse de que con una mano promueve la ecología y con la otra es el principal financista de 34 nuevas plantas energéticas en base a carbón de Estados Unidos.

Sea como fuere, en su página web, la gran proveedora de servicios financieros nos cuenta que un buen día encontró que en su cartera (seguramente como garantía de un crédito impago) poseía 300.000 hectáreas en un lugar llamado Tierra del Fuego. Almas sensibles a pesar de todo, estos banqueros norteamericanos decidie-ron privarse de otras posibilidades y dedicar esas tierras a la conservación.

Y es que Muneer Satter, el directivo de Goldman Sachs y de Clarín, es también miembro del directorio de The Nature Conservancy, la principal, más grande y más rica de las ONG ecologistas norteamericanas.

Para trabajar en conservación ecológica en Argentina, Goldman Sachs tomó como socio a Wildlife Conservation Society (WCS), una institución que antiguamente se llamaba The New York Zoological Society y controlaba el zoológico del Bronx, famoso por haber exhibido, en los años 30, un pigmeo en la jaula de los gorilas, generando buenas ganancias con un récord de visitas.

Claro que no sólo WCS, como muchos otros ecologistas famosos, tiene malos antecedentes en materia de sensibilidad social, también Goldman Sachs: este año se la acusó de tener parte, por sus maniobras financie-ras, en el desencadenamiento de la crisis económica internacional más reciente; más aún, durante los debates periodísticos salió a la luz un intercambio de mails entre altos ejecutivos de la financiera en los que se felicita-ban por las altas ganancias que estaban obteniendo gracias a la crisis de las hipotecas en Estados Unidos, causante de desalojos y tragedias varias para cientos de miles de norteamericanos que no pudieron pagarlas.

Por esas, y otras actividades, la prestigiosa revista norteamericana Rolling Stone escribe que Goldman Sachs es “un vampiro en el cuello de la humanidad, succionando sangre sin pausa de cualquier cosa que huela a dinero”.

Pero volvamos a la Argentina. Goldman también necesitaba un asociado local para sus proyectos ecológicos, y lo encontró en Fundación Patagonia Natural, cuyo director, Guillermo Harris… es, casualmente, el director para América Latina de WCS.

Cuando una financiera internacional inescrupulosa se asocia a una ONG ecologista con un pasado racista y juntas le donan un pedazo del mundo (300.000 hectáreas!) a otra ONG ecologista cuyo directivo lo es a la vez de aquella, alguien, en Argentina, debiera observar las cosas con espíritu crítico y, eventualmente, investigar. Sobre todo cuando esa superficie viene a sumarse a los cientos de miles de hectáreas patagónicas acumuladas por otros ecologistas, como Ted Turner, Douglas Tomkins, Benetton o Chouinard, creando una situación que ha generado justificada inquietud en la opinión pública nacional. ¿Y quién más indicado para mostrar preocupación que los grandes grupos mediáticos, poseedores de la mayor capacidad investigativa?

Pero, claro, se nos olvida que Goldman Sachs es uno de los dueños de Clarín, y que Muneer Satter tiene sillón en las tres mesas: la de Clarín, la de Goldman y la de The Nature Conservancy.

Y aquí, guste o no, es necesario coincidir con el propietario del segundo grupo mediático de la Argentina, Daniel Vila, al menos cuando afirma que las empresas periodísticas “tienen dueños, y los dueños, bajan líneas editoriales.” Porque es esa afirmación la que explica la política editorial del Grupo Clarín en materia de ecología.

No es este el lugar para explicar en qué consisten las variadas posibilidades jurídicas de las donaciones de tierra para conservación ecológica y los beneficios económicos que de ellas obtienen las partes, es decir, el negocio en sí. Pues el lector ya sospechará que las transnacionales de las finanzas no son instituciones de beneficencia y nadie “dona” 300.000 hectáreas así como  así.

Las relaciones entre los grandes medios de comunicación argentinos y las ecologistas de EE UU y Europa tal vez sirvan para explicar la aparente apatía con que la sociedad argentina observa desde hace años la extran-jerización y el bloqueo para toda forma de desarrollo de cientos y cientos de miles de hectáreas bajo bandera conservacionista. Apatía que contrasta con la firmeza de Brasil y Ecuador ante el avance de las ecologistas millonarias. Y mientras Lula y Correa comienzan a pedir cuentas a las ONG (¡en Quito descubrieron que tenían 50.000!), Argentina sigue observando.

Llama la atención la participación de Parques Nacionales en todo este proceso. Los directivos de Parques Nacionales figuran en permanente y antigua relación con los personeros de las ONG ecologistas internaciona-les, financiadas desde el Norte, mientras que las instituciones estatales aparecen siempre como asistidas. Ellas, sus proyectos y sus miembros. Y esto no sólo ocurre en  Argentina. En toda Sudamérica, las Direcciones de Parques Nacionales son cooptadas por las grandes y millonarias ONG ecologistas del Norte.

En su sitio web, parques nacionales se alegra: “En la reserva Uruguay-i, el equipo de trabajo se pudo ampliar a dos guarda parques principales y dos ayudantes gracias al apoyo del Citibank”… “En la Reserva de Vida Silves-tre de San Pablo de Valdés, el banco HSBC hizo posible que se pudiera contar con dos guarda parques princi-pales”.. .

¿Es que acaso el Estado argentino no puede definir una política de conservación sin la ayuda de  bancos y ONG internacionales que, en un tema tan delicado, podrían tener intereses o puntos de vista contrarios a las estrategias nacionales de largo plazo? ¿Posee acaso la Argentina una estrategia y una política de Estado en materia de conservación que contemple la codicia externa sobre el control de sus recursos y la utilización de la “ecología” como instrumento para obtenerlo? ¿Es consciente el Estado (y Parques Nacionales) de que ecología e industrialización son conceptos conflictivos y que entre un gran parque improductivo y una economía super-industrial está el punto al que independientemente debiéramos decidir dirigirnos?

¿Entiende el Estado (y Parques Nacionales) que ese juicio, esa estrategia independiente, es más difícil de forjar si se mueve en permanente dependencia de la ayuda de bancos y ONG's internacionales cuyos nombres no figuran en el santoral y cuyas agendas no coinciden necesariamente con los intereses generales de la nación? En toda esta inmensa extranjerización de tierras patagónicas que tiene asombrados e impotentes a los argen-tinos desde hace al menos una década, ¿qué papel cumplen Parques Nacionales y otros actores locales?

Aparentemente, esta función de mediador ingenuo entre las decisiones del aparato ecologista del Norte y la aprobación de esas decisiones por el Estado nacional resulta del hecho, hasta no hace mucho bastante com-prensible, de que Parques Nacionales no incluye la protección de la soberanía en su política conservacionista. No forma parte de la misión que le ha adjudicado el Estado. Sin duda pareciera tratarse de cuestiones ajenas, fuera de la incumbencia específica de PN. Sin embargo, dada la evolución del tema conservación/soberanía en las últimas décadas a nivel internacional, la reacción a que se han visto obligados los países vecinos y el cons-tante crecimiento de la extranjerización de tierras… tal vez sea ya hora de que el Estado adjudique formalmen-te y controle que, tanto la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable como Parques Nacionales, tengan como eje central de referencia la protección de la soberanía nacional.



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