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El Regreso de un Matador que Salva Vidas

Por Jeff Jacoby
17 de octubre, 2006

Los galardonados con el Premio Nobel de 2006 están en el centro de la atención, pero un anuncio reciente de la organización Mundial de la Salud – trae a la mente un Premio Nobel de una época más antigua.

Cuando el químico Suizo Paul Müller se le concedió el Nobel de medicina en 1948, fue alabado como “un benefactor de la humanidad de tal estatura” que sería necesaria “la humildad de su santo” para inocu-larse contra la arrogancia. Afortunadamente, Müller no era dado a la arrogancia. Describió su gran des-cubrimiento como simplemente “una primera piedra fundacional” en el “complejo y aparentemente interminable campo” de las plagas transmitidas por insectos. Con modestia dijo que para él había llega-do como una sorpresa el descubrimiento de la fórmula química “tan útil para la lucha contra las enfer-medades en los seres humanos.”

“Útil” es un término que difícilmente comienza a describirlo. Como lo hizo notar la revista TIMES, el producto químico de Müller “mata a los mosquitos que transmiten la malaria, las moscas transmiso-ras del cólera, los piojos que causan el tifus, las pulgas que llevan la plaga bubónica, los jejenes que transmiten el Kala Azar y otras enfermedades tropicales.” Gracias a su descubrimiento, “los trópicos se están convirtiendo en lugares más seguros para vivir; a causa de él, el tifus” –una letal plaga asociada desde siempre con las guerras y los desastres—“no fue una seria amenaza durante la 2ª Guerra Mundial.”

¿El nombre de esta fórmula milagrosa? Diclorodifeniltricloretano –más conocido como DDT.

Para todos aquellos que crecieron durante los años 70 y 80, la noción de que el DDT fue alguna vez celebrado como un salvador de vidas les resultará un shock. Hoy, sus solas iniciales parecen ser siniestras. Desde que el libro “Primavera Silenciosa” de Rachel Carson fue publicado en 1962, el DDT fue estigmatizado como un terrible veneno ambiental, más maldición que beneficio.

En los dichos de Carson, el DDT causaba cáncer y daño genético en los humanos, y no sólo era destruc-tivo para los insectos que intentaba matar, sino también para las aves y otros animales. Era un veneno que aumentaba de concentración a medida de subía en la cadena alimentaria, contaminando en última instancia todas las cosas, desde los huevos de las águilas a la leche materna. Carson relató aterrorizantes cuentos sobre el poder demoníaco del DDT. “Una ama de casa que odiaba las arañas” roció su sótano con DDT en agosto y septiembre –y en octubre “murió de leucemia aguda”. “Un profesional que tenía su oficina en un viejo edificio,” roció DDT para librarse de las cucarachas –y terminó en un hospital, con hemorragias incontrolables; eventualmente, "también murió a causa de una leucemia.”

Pero en retrospección, tales anécdotas alarmistas parecen ser nada más que leyendas urbanas. En las palabras del inmunólogo Amir Attaran, un miembro del Real Instituto para Asuntos Internacionales, “La literatura científica no contiene ni un solo estudio replicado independientemente, con revisión de los pares, que relacione a las exposiciones al DDT con cualquier resultado adverso para la salud” en los seres humanos. Sin embargo, aunque la ciencia de Rachel Carson está ausente, su influencia ha sido innegable. “Primavera Silenciosa” galvanizó al naciente movimiento ecologista y alimentó una creciente histeria sobre los pesticidas y otras sustancias químicas. En una década, el DDT había sido prohibido en los Estados Unidos. Eventualmente, todas y cada una de las naciones industrializadas dejaron de usarlo. Bajo la presión de los ecologistas y los gobiernos occidentales, el DDT fue rápidamente suprimido también en el Tercer Mundo.

Los resultados fueron catastróficos. En cuanto el arma más efectiva jamás desarrollada para luchar con-tra los mosquitos y la malaria fue puesta fuera de servicio, los mosquitos y la malaria regresaron –con una fuerza arrolladora. En Sri Lanka, por ejemplo, el rociado de viviendas con DDT había casi erradicado a la malaria, que se redujo de 2,8 millones de casos y 7.300 muertes a 17 casos y ninguna muerte. Pero cuando los fondos norteamericanos que se usaban para pagar los programas de erradicación del mosutio y la malaria con DDT se hubieron terminado, la malaria retornó con medio millón de casos para 1969.

Actualmente la cuenta de casos de malaria en el mundo está en los 300 millones. La enfermedad mata a más de 1 millón de personas por año, pero algunas estimaciones las llevan a 2,7 millones –y la gran mayoría son niños en África. “Esas cifras son apenas comprensibles,” dice Attaran y muchos de sus colegas que han escrito: “Para visualizarlo, imagine que llenamos a siete Boeings 747 con de niños y los estrellamos –todos los días del año.”

La satanización del DDT, aún con las mejores de las intenciones, terminó causando decenas de millones de muertas a causa de la malaria. Muy raramente la ley de las consecuencias sin intenciones ha funcionado con tanta letalidad.

Pero ahora, finalmente y después de tanto tiempo, eso podría cambiar. En un giro histórico, la OMS revisó el mes pasado su prohibición de 30 años, y ha apoyado vigorosamente el uso en el interior de las viviendas del rociado de sus paredes con DDT para controlar y detener la transmisión de la malaria. El uso del DDT sobre los cultivos, que Carson había ligado al adelgazamiento de las cáscaras de huevos de aves, permanece prohibido. La OMS hace énfasis sobre que el DDT no presenta riesgos para la salud cuando se aplica moderadamente sobre las paredes interiores de las casas. Y ha urgido a los ecologistas recalcitrantes que abandonen su oposición a este demostrado salvador de vidas.

“Estoy aquí para rogarle que, por favor ayude a salvar a los bebés africanos de la manera en están ustedes salvando al ambiente,” imploró Arata Kochi, el director del programa contra la malaria de la OMS. “Los niños de África no tienen un poderoso movimiento… para ayudarles en su bienestar.”

Sesenta años después de que el descubrimiento de Paul Müller fue premiado con un Nobel, su potencial podría muy bien llegar a realizarse. Una “primavera silenciosa” mucho más infernal que la diseñada por Rachel Carson –un millón de niños muriendo innecesariamente todos los años- podría finalmente llegar a su fin.

Jeff Jacoby es un escritor de editoriales para el Boston Globe, un comentador político en la radio, y un columnista contribuyente de Townhall.com


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