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El Panda ecologista: nueva especie
política derivada del osito Mischa (II).
por Carlos Wotzkow
ornitólogo Cubano, exiliado en Suiza

Ecoterroristas, que significan para mí cualquiera que suscribe a una filosofía ambiental que lógicamente conduce a la conclusión de que la muerte de gente es una cosa buena, son así similares a los comunistas en que ellos se creen los propietarios de un bien que desplaza a todos los demás, incluyendo la santidad de la vida humana. En consecuencia son adeptos a mezclarse entre la gente normal que persiguen la respetable política de buscar metas limitadas mediante medios limitados"

Robert Locke


(Segunda Parte)

La lucha por los derechos y las libertades civiles en Cuba dominan el espectro intelectual del exilio cubano. Pero sería un desastre olvidarnos de los problemas de su medio ambiente. En momentos en que Europa nos hace recordar la película "Queimada" (protagonizada por Marlon Brando), el gobierno de Cuba y la ONU celebran por todo lo alto una conferencia para discutir los problemas de la desertifi-cación mundial. Simbólico, si somos capaces de reconocer que en Cuba, más del 70% de sus suelos exhiben procesos que conducen a la desertificación [1]. Para esta ocasión, nada más y nada menos que 14 jefes de estado y 100 ministros del mundo inundarán con sus excretas los servicios sanitarios del país.

Para la ONU no es importante ocuparse de la veracidad de las estadísticas, sino contar con un aliado en la lucha desestabilizadora del mundo industrializado. Esa gente es capaz hasta de dar por ciertas las cifras ofrecidas por la Dra. Rosa Elena Simeón y claro, sin tener en cuenta que algunas de ellas son el fruto de la quiebra económica del país. Creo firmemente que los rusos deben a Mijail Gorbachev el fin de los subsidios homicidas que enviaban hacia Cuba. Pero también, los cubanos debiéramos agradecerle el inicio del "Período Especial" [2]. Con él terminó para Castro la época de las vacas gordas y desde entonces, la tierra cubana ha logrado el reposo que 3 décadas de explotación irracional nunca le permitió.

Para demostrar el carácter totalitario del ecologismo como doctrina, no hay nada más aleccionador cómo seguir la evolución de la política cubana respecto a los terroristas medioambientales. En 1980, todavía Castro era un gazapo protegido por el osito Mischa. En aquellos años despreciaba y catalo-gaba a Greenpeace como una asociación terrorista. Evidentemente, tenía miedo que la susodicha organización se metiera en Cuba a criticar sus desmanes domésticos. Los miembros de Sendero Verde pueden ser testigos de lo que digo. Ese grupo ecologista fue la primera asociación preocupada por el medio ambiente que se opuso a Castro, pero pronto obtuvieron de este el mismo calificativo.

Un lustro antes que el osito Mischa finalmente se extinguiera (1989), ya se hacía jefe de la cueva el Panda dirigido por el Príncipe de Edimburgo. En aquellos días, ya Jacques Costeau había pasado a ver a su compadre Castro para hacerle entender que el osito del WWF era de su misma estirpe: un her-mano. Eso fue por 1985 y para que no queden dudas, hasta la filmografía castrista muestra segmen-tos de simpatía hacia ese nuevo mutante biocentrista. Desde entonces, paradoja obvia, Cuba es el país en el cual la desertificación y la apatía por los problemas antropocéntricos aumentan en la misma proporción que la ONU le permite al dictador una total impunidad.

¿Entienden la estrategia? Se las explico.

A mayor caos ecológico, menos recursos para la población y más tareas a cumplir para aparentar que se persigue ese objetivo. A mayor número de tareas, más gastos. Mientras más gastos dispensen en Cuba para "proteger" el medio ambiente, mayores serán las ayudas de la ONU. Mientras más dinero dé ese organismo por concepto de ayuda ambiental, mayor será el interés del gobierno de Cuba para que el caos no termine nunca. Y si por casualidad otras organizaciones se suman al esfuerzo de "rescatar" la naturaleza cubana (como son los casos de la Smithsonian Institution, la Fundacióm McArthur, la Audubon Society, el American Friends Commitee, etc), pues más se implementarán en Cuba las medidas ecologistas de amor al prójimo y a la naturaleza.

Cuba es el país donde menos se toma en cuenta el riesgo humano a la hora de construir y/o modificar el medio ambiente. Cuba es el único país del hemisferio que estimula públicamente el aborto. Sin embargo, este infanticidio cuasi obligatorio no afecta para nada su imagen en el vaticano. Cuba es el país del cual ha huido más del 20 % de su población natural. Pero ello no influye lo suficiente como para que las fuerzas políticas europeas y norteamericanas lo consideren un estado hostil a la especie humana. Diría, que hasta con el beneplácito de los estados vecinos Castro asesina en Cuba. Pero en contraposición a esto, es de los presos árabes alojados en Guantánamo de los que el mundo se preocupa más.

Como mismo le ocurrió al terrorismo ideológico que acabó con el cuerpo del osito Mischa, este ecolo-gismo absurdo y ciego va a ser un día derrotado en todos sus frentes. El único problema es que cuando eso ocurra, ya habrán sido infectados con el nuevo virus del osito Panda una buena parte de toda esta generación. Esos ecologistas saben muy poco sobre ecología. Es más, estoy seguro que lo que menos les interesa es salvar a los ecosistemas. Esa gente, a la cabeza de los cuales encontramos asociaciones como Greenpeace y Earth First!, están afectados por un patógeno ideológico, y al cual no quieren asumir públicamente por su nombre: el comunismo.

Dicho esto, ya me imagino ver en el rostro de mis antiguos colegas el signo de la duda. Seguramente no entienden completamente el sentido de mis palabras. Otros, me creerán perdido por los bolsillos de las futuras transnacionales instaladas en Cuba. Pero la realidad es otra. La protección de los recursos naturales no debe ser otra cosa que la preservación de recursos para mejorar con ellos la vida humana. Cuando repetía en mi libro una y mil veces que nuestros nietos se merecían un futuro ador-nado con cantos de aves y bosques frondosos, era eso justamente lo que quería decir. Ser ecólogo es preservar esa riqueza para el disfrute del ser humano. Ser ecologista en cambio, es olvidar-se del beneficiario.

La única diferencia entre esa idea (que no es original) y la filosofía ecologista es que el medio am-biente es un recurso para el bien público y esa filosofía no. Visto así, a nadie debiera ocurrírsele en una Cuba sin Castro repoblar de bosques a la localidad de Imías. No se trata de hacer lo innecesa-rio, o de llenar de Caobas una ciénaga que durante millones de años sólo tuvo Yerba de Cortadera. Los costos de la protección de la naturaleza deben tener en cuenta los beneficios y estos, bajo un gobierno medianamente honrado, se harían automáticamente y por decreto. La salud de las cuentas públicas y el erario nacional no pueden bajo ningún concepto ser vistas como enemigo de los Zunzunes.

Un sistema nacional para la protección ambiental en Cuba deberá creer en la ciencia, no en la mitología que de esta alguna gente hace. La Cuba de mañana no puede hacer lo mismo que la Alemania de hoy: poner en deudas a la ciudad de Berlín con tal de construir túneles para que las ranas pasaran por debajo de las carreteras. Mis sentimientos estarán siempre a favor del desove de todos los cangrejos que atraviesan la carretera que va desde Playa Larga hasta Girón, pero jamás al coste de matar de hambre a los pobladores de esas caletas villaclareñas. Esos cangrejos cuentan, pero la gente también y por tanto, combatamos las draconianas medidas emocionales. Si queremos proteger el aire, no es por otra cosa que porque queremos poder respirarlo.

Si a alguien se le ocurre rescatar un ecosistema dañado, debe buscar padrinos. Si los encuentra, es una obligación del estado apoyarlo. La protección del medio ambiente debe ser, al igual que su explotación, económicamente racional. Una futura Academia de Ciencias de Cuba debe medir el éxito de su gestión por el número de resultados obtenidos y no por el número de millones invertidos para lograrlos. Por tanto, ¡las cuentas claras! y sobretodo, antes de intervenir "a favor" de recursos en propiedades que no le conciernen. La protección de un bosque dentro de una propiedad privada es una opción económica de su propietario. Si alguien quiere que esa parcela no se tale, debe buscar su subsidio. Estoy seguro que el dueño aceptará.

Ningún gobierno tiene derecho a declarar un área protegida mediante el método de ir confiscando poco a poco la propiedad privada. Por ejemplo, si Cayo Coco tiene un dueño legítimo, las construccio-nes hoteleras que en él se han edificado debieran formar parte del pago por compensación al ecosis-tema destruido. Si por el contrario ese mismo islote es propiedad del estado, corresponde al estado confiscar todas las instalaciones a quienes sin derecho las han estado explotando. Una política ambiental correcta debe ser respetuosa con la soberanía nacional. Por tanto, ni la ONU, ni ninguna otra organización internacional puede tener derecho a menoscabarla sobre la base de tratados alucinantes.

La política ambiental de una nación, así como su carta magna, no pueden ponerse en juego durante las elecciones. El hecho de que la deforestación mundial sea un problema mundial no autoriza a nadie a pedir donativos celestiales. El costo económico que cada nación deba hacer a favor del ambiente global debe ser llevado a cabo in situ. Ya Cuba ha regalado bastante, sobre todo en vidas huma-nas. Si alguien quiere tirar la casa por la ventana, indiquémosle como llegar hasta Hugo Chávez. La hermosa tarea de regalar petróleo y recursos durante los próximos 40 años bien podría enseñar a letrinoamérica a ponerse un freno. Al fin y al cabo, ellos son los que más gustan alardear sobre su solidaridad.

Cuba, dado el sistema imperante, cuenta con un aspecto a su favor de cara al medio ambiente: la emigración. De momento, ni los más aguerridos socialistas suizos quieren vivir allí. Pero cuando el país se haga atractivo y la economía cubana comience a florecer, será la inmigración y no su contra-ria la que irá en aumento. Contrario a lo que hace la vieja Europa con sus inmigrantes, nuestro país debiera autorizarles a trabajar desde el mismo día de su arribo y luego, pasarle la factura para el pago de los impuestos a final de ese trimestre. Paralelo a un plan de repoblación forestal nacional, Cuba necesita urgentemente un plan de ecología y salubridad urbana en todos sus núcleos importantes de población.

Si Greenpeace no tuvo el valor de entrar a colgar sus carteles en la Cuba de Castro, lo mejor es que no se le ocurra hacerlo después. Cuba y su próximo gobierno no sólo tienen una inmensa tarea am-biental por delante, sino el inamovible deber moral de no perdonar a todas estas asociaciones que de ella se olvidaron. Por tanto, a lo sano que resultaría la prohibición de un partido comunista (como ocurre en Suiza) en la futura Cuba democrática, yo agregaría la prohibición de una sección de Greenpeace y de todas las subespecies derivadas de ese monofilético y ancestral osito Mischa.

Carlos Wotzkow
Bienne, Suiza, Agosto 31, 2003


1.- NotiCubaLasVegas: Situación ambiental en Cuba. Agosto 25, 2003.
2.- Carlos Wotzkow. Natumaleza Cubana. Ediciones Universal. Miami 1998.



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