Por Bjørn Lomborg
Agosto 15, 2008
COPENHAGUE – Cuando se trata de calentamiento global, las historias de horror extremo abundan. Al Gore, por ejemplo, es famoso por haber afirmado que un ascenso del nivel del mar de 6 metros inundaría a las ciudades costeras más grandes del mundo.
El asesor científico de Gore, James Hansen de la NASA, ha superado a su protegido. Hansen sugiere que eventualmente habrá un crecimiento de los nieles oceánicos de 24 metros, con 6 metros ocurriendo sólo antes del final del siglo 21. No es sorpresa que el colega ecologis-ta Bill McKibben declare que “estamos enzarzados en una loca ruta de ahogar a gran parte del resto del planeta y gran parte del resto de la creación.”
Considerando todas las advertencias, hay una ligeramente inconveniente verdad: durante los dos últimos años, el nivel global de los mares no ha aumentado. Ha disminuido ligera-mente. Desde 1992, los satélites que orbitan al planeta han medido el nivel global de los océanos cada 10 días con una precisión asombrosa -3 a 4 milímetros. Durante dos años esos niveles han bajado. (Toda la información está disponible en www.sealevel.colo-rado.edu).
Esto no quiere decir que el calentamiento global no sea cierto. A medida que emitimos CO2, con el tiempo la temperatura aumentará moderadamente, haciendo que el mar se caliente y se expanda en cierta medida. Así es que se espera que nivel del mar comience a subir otra vez. Esto es lo que el panel de las Naciones Unidas nos está diciendo; los mejores modelos indican una subida de nivel de 18 a 59 centímetros, con la típica estimación de 30 centíme-tros. Esto no es aterrorizante ni siquiera particularmente preocupante -30 centímetros es lo que el mar creció en los últimos 150 años.
De manera simple, nos están alimentando a la fuerza con historias inmensamente exagera-das. Proclamar la subida de 6 metros en este siglo contradice a miles de científicos de las Naciones Unidas, y requiere que el crecimiento del nivel de mar se acelere hoy 40 veces. Imaginen cómo contarían la historia los alarmistas del clima si en realidad viésemos un aumento del nivel del mar –aunque fuese mínimo.
De manera creciente, los alarmistas afirman que no se nos debería permitir que escuchemos esos hechos. En Junio, Hansen proclamó que la gente que distribuye “desinformación” sobre el calentamiento global –los ejecutivos, políticos, de hecho cualquiera que no sigue la es-trecha definición de Hansen sobre la verdad –deberían ser literalmente enjuiciados por crí-menes contra la humanidad.
Es deprimente ver un científico –aún a uno altamente politizado- exigiendo por una Inqui-sición de los Últimos Días. Tan brutal intento de recortar la investigación científica y suprimir la libre expresión de las ideas es imperdonable.
Pero también es un síntoma de un problema más extenso. Resulta cada vez más difícil mantener el pánico climático cuando la realidad se aparta cada vez más de las predicciones alarmistas: la temperatura global no ha crecido en los últimos 10 años; ha descendido pre-cipitadamente en el pasado año y medio, y los estudios demuestran que podría no volver a subir antes de la mitad de la próxima década. Con una precesión global subiendo por el horizonte, y con los elevados precios del petróleo y los alimentos minando los niveles de vida de la clase media de Occidente, se hace cada vez más difícil vender la solución de alto costo e ineficiente de Kioto, de drásticas reducciones de carbono.
Un enfrentamiento más saludable que Kioto y su sucesor, sería invertir más en investigación y desarrollo de tecnologías de cero-carbono –una manera más barata y efectiva de resol-ver realmente el problema del clima.
Hansen no está solo en su intento de culpar a otros de que mensaje se hace cada vez más difícil de vender. El máximo ecologista de Canadá, David Susuki, declaró a principios de este año que los “políticos involucrados en el cambio climático” deberían ser arrojados a la cár-cel. El campañista Mark Lynas visualiza “tribunales criminales internacionales” al estilo Nuremberg, contra quienes se atrevan a desafiar al dogma del cambio climático. Claramen-te, esta columna me pone en riesgo de encarcelamiento por Hansen & Cía.
Pero el verdadero problema del mundo no es una serie de hachos inconvenientes. Es que hemos bloqueado a las soluciones sensibles a través de un pánico alarmista, que nos ha llevado a malas políticas.
Considere uno de los pasos más significativos tomados para responder al cambio climático. Adoptados a causa del pánico climático, se suponía que los biocombustibles iban a reducir las emisiones de CO2. Hansen los describió como parte de un “futuro más brillante para el planeta.” Pero el uso de los biocombustibles para combatir al cambio de clima deber ser calificado como una de las peores “soluciones” globales para cualquier gran desafío en los tiempos recientes.
Esencialmente, los biocombustibles sacan comida de la boca de los pobres para ponerla en el tanque gasolina de los ricos. El grano requerido para llenar el tanque de una 4x4 con etanol es suficiente para alimentar a un africano durante un año. El 30% de la producción de maíz de este año en los Estado Unidos será quemada en las carreteras norteamericanas. Esto ha sido posible sólo por los subsidios que globalmente totalizarán $15.000 millones tan sólo este año.
Porque la demande creciente de biocombustibles conduce a talar bosques ricos en carbono, un estudio de Science de 2008 mostró que el efecto neto de usarlo no es recortar las emi-siones de CO2 sino el de duplicarlas. La corrida hacia los biocombustibles ha contribuido además a la suba del precio de los alimentos, que han llevado a la hambruna a unas 30 millones de personas más.
A causa del pánico climático, nuestros intentos de mitigar el cambio climático han provoca-do un desastre tremendo. Gastaremos cientos de miles de millones de dólares, empeorare-mos al calentamiento global, y aumentaremos dramáticamente las hambrunas.
Tenemos que parar de embrutecernos de miedo, dejar de perseguir políticas estúpidas, y comenzar a invertir en Investigación y Desarrollo a largo plazo. Las acusaciones de “Críme-nes contra la humanidad” deben cesar. Por cierto, la verdadera ofensa es el alarmismo que cierra las mentes a las mejores maneras de responder al cambio climático.
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