¿Qué hay por detrás de un nombre? Pregúntenle a Philip Morris, la compañía holding de productos de tabaco que cambió su nombre al benigno y soleado “Altria”. Pregúntenle a Andersen Consulting quienes después de la debacle de Enron pensaron que sus posibilida-des podrían mejorar bajo el nuevo y más suave nombre “Accenture”.
O pregúntenle a mis viejos colegas en Greenpeace. Cuando la mala prensa hace que su nombre sea una desventaja, los activistas ecologistas, como los hombres de negocios, cambian la marca.
El campañista de Greenpeace EEUU, Bill Walsh, se comprometió con la eliminación del vinilo (o PVC) hace más de 15 años. Eligió como blanco a grandes usuarios industriales del PVC – principalmente en el sector de la construcción de cuidados de la salud – y comisionó la campaña “PVC: El Producto es el Veneno” para Greenpeace en 1991.
La campaña anti-PVC fracasó. Greenpeace había gritado “lobo!” demasiadas veces. Con su credibilidad caída, la cantidad de socios en los EEUU disminuyó de 1 millón a 300.000. Para fines de los años 90, la organización estaba en crisis financiera. Recortó presupuestos y despidió empleados. Todo el panel directivo de Greenpeace renunció.
La directora ejecutiva Barbara Dudley renunció su cargo directivo en Greenpeace USA en mayo de 1997 después de cinco difíciles años en Washington. Greenpeace también estaba en problemas al norte de la frontera. La agencia de impuestos Revenue Canada le había revocado su calificación de organización de “caridad” a Greenpeace Canadá en 1989, en medio de preocupaciones de que la organización no estaba proveyendo un discernible beneficio a la sociedad. Con la empañada reputación de Greenpeace, Bill Walsh necesitaba un vehículo nuevo para seguir atacando a la industria del PVC:
Un “fast-forward” hasta el 2005. La Healthy Building Network (Red de Construcción Saludable) ha reemplazado a Greenpeace como el principal opositior del PVC. El nombre ha cambiado, pero permanece fervor alimentado por Greenpeace.
¿Quién es HBN?En una reciente conferencia de constructores y arquitectos realizada en Boston, los repre-sentantes de HBN se presentaron como “una coalición de arquitectos, diseñadores y profe-sionales del cuidado de la salud.” Pero la marca no lo es todo. Echemos una ojeada detrás de la cortina de los campañistas “Senior” del HBN.
Significativamente, las biografías de la página web del HBN no mencionan a Greenpeace, cuando en verdad, todo el staff del HBN son ex activistas de Greenpeace.
No es sólo al PVC al que estos activistas atacan. Como remarco hace poco Walsh:“Tengo una colección de muñequitos vudú que representan a los voceros de prensa del Instituto del Vinilo, la Sociedad Americana de Químicos, la Asociación Americana de Bosques y Papel, y todas las otras 997 asociaciones de la industria. … Cada día, después de leer sus últimos partes de prensa en el PR Newswire, yo ajusto los alfileres.”
Walsh ayudó a Greenpeace a que Australia adoptara el Principio de Precaución (prohibien-do materiales o actividades si uno tan sólo sospechaba que podrían causar daño) para las Olimpíadas de Verano del 2000 en Sydney, elevando innecesariamente los costos en unos $10 millones de dólares y de hecho minando la sustentabilidad de los Juegos Olímpicos.
Bill Walsh y sus socios son activistas. Ellos no tienen las credenciales para informar de ma-nera adecuada al público sobre la ciencia involucrada en la “construcción verde.” Después de haberse rebautizado, los mismos viejos directivos de Greenpeace están embarcados en el mismo y viejo alarmismo anticientífico que se había hecho imposible de seguir practican-do bajo el ya deslucido apodo “Greenpeace”. Estos activistas están tratando de reconquis-tar su credibilidad y sobre todo su capacidad de recaudar dinero – no enfocando sobre reales asuntos ambientales – sino simplemente cambiándoles el nombre.
Lo más perturbador es su campaña para prohibir al vinilo de los hospitales e instalaciones de atención a la salud. Si llegasen a tener éxito, el resultado no sería un cambio ambiental positivo. El resultado sería un cuidado de la salud más caro y menos efectivo, sin ningún beneficio social.
La Madera, el concreto, el acero, y el plástico – todos tienen un impacto sobre el ambiente. A través del Análisis de Ciclo de Vida, los expertos en construcción “verde” como el Consejo de Construcción Verde de EEUU., en Washington, han determinado correctamente que el PVC no tiene más impacto sobre la salud humana que cualquier otro material de construc-ción. De hecho, los productos de construcción de PVC tienen grandes beneficios: considére-se la eficiencia de energía de las ventanas de PVC, o la cubierta reflectora de techos de vinilo, o la durabilidad de los caños de PVC inoxidables, a prueba de corrosión, que conser-van y transportan el agua, un recurso precioso.
Para muchas aplicaciones, el PVC es la mejor opción. La mejor manera de conducir agua potable segura es añadirle cloro y llevarla a través de caños de PVC. La mejor manera de aislar a los cables eléctricos es con una cobertura de vinilo. En los hospitales, los pisos y paredes tienen coberturas de vinilo por todas partes. El Vinilo es una durable y costo-efectiva aplicación para paredes y muros de edificios por su bajo costo de mantenimiento y larga vida. La construcción con PVC ahorra energía y abarata los costos.
Pero esos beneficios y ventajas del PVC no es lo que los viejos directivos de Greenpeace quieren que la gente sepa.
Como co fundador de Greenpeace, antiguo director de Greenpeace Internacional y ex presidente de Greenpeace Canadá, me entristece ver la dirección que los miembros de mi vieja organización han tomado. En el interés de un eficiente y barato cuidado de la salud, el HBN debería levantar el telón, declarar sus raíces Greenpeace, y comenzar a practicar la ciencia de la construcción saludable.
Patrick Moore es un co fundador de Greenpeace, y ahora presidente y científico jefe de Greenspirit Strategies Ltd (Estrategias Espíritu Verde, Ltda.) en Vancouver, Canadá.
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