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¿Como Explicar a Darwin?
Carlos Wotskow Responde

NOTA de Eduardo Ferreyra: Carlos Wotzkow, nuestro encargado de la sección "Ecología en Cuba", es un biólogo molecular exiliado en Suiza, donde forma parte de un equipo que realiza importantes investigaciones en genes relacionados con la diabetes y el "pie diabético".

Hace pocos días publicó en este sitio un corto ensayo titulado "¿Cómo explicar a Darwin?" donde escribió la siguiente frase que causó escozor entre algunos lectores:

"Yo, por azares de la época y el país en el que me tocó nacer, no creo ni en Dios ni en la santísima Trinidad. A mi me convencen las transcripciones de genes porque soy capaz de verlas y puedo comprobar que tienen lugar en el tiempo y el espacio. En cambio, no me preocupa mucho si a la explicación de esos procesos de intercambio de nucleótidos se le agrega la palabra "milagro". Y aclaro, que no me preocupe algo no implica que no lo acepte, sino que no le doy más importancia de la que en realidad tiene."

Es claro que los que opinan sobre sus creenecias, y esa opinión choca de frente contra la de otros no muy tolerantes, no puede esperar que no se encienda la mecha de un barril de pólvora negra, sobre la que estamos sentados bebiendo cerveza helada. Dado que los comentarios de algunos lectores han mostrado un malestar desmedido con las creencias de Wotzkow -y se lo hicieron saber, es que Carlos ha escrito una respuesta que viene a complementar y aclarar (para quienes no comprendieron su ensayo sobre Darwin, la evolución y su relación con la religión -o las supers-ticiones) lo que muchos otros pudimos comprender, y por ellos hemos felicitado a Carlos Wotskow por una visión seria, filosófica y científica del asunto.

Esta es la respuesta de Carlos Wotzkow a sus críticos:

Queridos amigos,

Intentaré responder a los que opinaron de mi texto sobre la religión en una sola nota.

El fantasma en la máquina (o el alma del cuerpo, como la llaman los religiosos) es un tema que ocupa a la ciencia cognitiva. En el 2001, cuando se descifró por completo el genoma humano y nos quedamos por debajo de las predicciones (se pensaba que el genoma iba a ser más extenso que 34.000 genes) algunos científicos se lanzaron a decir que esto demostraba que carecíamos de genes suficientes para soportar la idea del determinismo biológico. Sin embargo, la prensa de la izquierda se lanzó también al ruedo y en Inglaterra salían titulares como “Es el ambiente, no los genes los que guían nuestros actos”, o “en realidad somos más libres de lo que pensábamos”.

Pero ocurre que el C. elegans, un pequeño gusanito muy utilizado en biología molecu-lar por su simpleza genética, tiene apenas 18.000 genes y si siguiéramos la lógica de los editorialistas, este gusanito sería dos veces más libre que nosotros y tendría un potencial de diversidad que duplicaría ampliamente al nuestro. En realidad es un gusanito microscópico que apenas posee 959 células regidas por un programa genético muy rígido y un sistema neuronal compuesto por apenas 302 neuronas fijadas en un diagrama lineal invariable. Desde el punto de vista conductual, se come a sus propios congéneres, evita algunos olores y, eso es todo.

Por ende, libertad y comportamiento se complican tan pronto hablamos de mil trillones de células y mil billones de neuronas con su trillón reconocido de sinapsis nerviosas. Los religiosos creen que cada niño al nacer viene con el cerebro en blanco y que luego es el ambiente, la cultura y las experiencias la que lo llenan de información. Esta especie de “tabula rasa” ha sido muy utilizada por los religiosos y los racistas, sobre todo para explicar el poco desarrollo tecnológico cultural y espiritual de otras razas. Como que hay hombres inferiores, argumentan, no todos llegan a nuestro nivel. Pero ocurre que si entrenas a un negro en las matemáticas, va y es mejor que tú, entonces los genes son válidos en ese sentido ¿por qué no en las artes?

Atención que la preguntita guarda una trampa.

Si el arte es una expresión de la “espiritualidad humana” y esta, junto a los senti-mientos, es parte de la mente, que deriva del cerebro, estamos hablando de materia codificada. La nada es lo que saldría de la nada y la complejidad del cerebro humano debe venir de alguna parte y no sólo del ambiente, ya que el sólo hecho de portar un cerebro implica conseguir ciertos objetivos y el medio ambiente no tiene ni puta idea de cuales pueden ser los objetivos de cada especie. Al mismo tiempo el tejido cerebral no es ese tipo de masa que va a potenciar al propietario con cualquier habili-dad. El cerebro es una masa regida por mecanismos físicos, un arreglo de materia que convierte inputs en outputs mediante formas bien definidas y particulares.

Yo puedo leerme 100 veces el tratado de Santo Tomás de Aquino y puedo incluso llegar a creerlo, pero creer en algo no implica poseer evidencias para demostrar su factualidad. Yo no puedo dudar que exista aquel que se comunica físicamente conmigo, negar la existencia de otro ser humano al que has visto, sentido, oído y leído sería poseer graves problemas en la producción del receptor de la IGF-2. Es más, yo puedo coger un grupo de personas a las que les guste hacer acrobacias en aviones, saltar en paracaídas, hacer alpinismo y saltar con elásticos desde los puentes y les probaré que todos tienen largos segmentos en receptor del gen de la Dopamina (D4DR).

Al querido amigo que invoca a Cicerón como un creyente de la existencia de un Dios unos 40 años antes del año cero qué puedo decirle? Hace 2000 años la especie huma-na era más supersticiosa que ahora. Lo prueban los datos, no las anécdotas. A ese que me ataca diciendo que yo me cuestioné a Dios y no al ateísmo en el que me adoctrinó el comunismo, puedo asegurarle que se equivoca. Soy tal vez uno de los pocos cubanos que podría ayudarle a entender que las ciencias no creen tampoco en el oscurantismo de Marx y muchísimo menos en el de Engels. Si usted me ataca por el hecho de yo haber crecido en un régimen comunista, usted es de los que ataca gratuitamente y no sabe escoger los enemigos. Pero en todo caso, usted no demuestra que haya sido el comunismo el causante de mi poca fe en Dios, ni tan siquiera capaz de demostrar que mi agnosticismo viene de Marx, y no de la teoría de Darwin.

Esas interrelaciones neuronales son, justamente, lo que atrae la atención en la actuali-dad de los científicos cognitivos. El filósofo Erick Hoffer escribió: “cuando la gente es libre de hacer lo que quiere, el ser humano finalmente termina imitán-dose mutuamente”. Todos sabemos que es más fácil seguir la corriente del pensa-miento social, como mismo sabemos que hay mil metáforas para denominar ese comportamiento humano, que es puramente animal: mono ve mono hace; cómo abundan los corderos; ¡mira que hay cotorras!, etc. Por tanto si yo soy abogado de los descubrimientos científicos es para intentar comprender toda la naturaleza humana que ha sido ignorada o silenciada con una supuesta palabra de Dios y sus milagros.

La mayoría de los creyentes están hoy día desesperados por desacreditar cualquier sugerencia de una constitución humana innata. Tan desesperados están que llegan a tirar la lógica y la civilidad por la ventana. Uno me acusaba de no ser creyente por haber sido formado en el comunismo (la maldita tabula rasa de que hablaba antes está ahí presente) así que se imaginarán si les pongo una cita de Chekhov. Dirían que soy pro-ruso. Pero con ustedes no tengo ese temor, he discutido de frases de Moliere a 10.000 pies de altura compartiendo una cabina de avión con un gran amigo, a la vez que él notaba (por la desviación del rumbo en la navegación) que mi huevo derecho pesaba, al parecer, más que el izquierdo. Chekhov decía que “el hombre será mejor el día en que seamos capaces de enseñarle como es”. Yo, por ese problema, sé al menos que necesito un GPS.

Y cuando yo escribo sobre estas cosas, como bien saben, no es porque tenga respuesta para todas las interrogantes que me puedo hacer, sino porque me resisto a llamar “milagro” a todo aquello que no entienda. Para mi los tabúes acerca de la naturaleza humana no son peligrosos (como opinan los religiosos), sino poco familiares. Soy un tipo extremadamente curioso del retrato de nuestra especie y curioso de los legítimos criticismos que nos merecemos. Es de notar como en USA los católicos son capaces de ponerse de acuerdo con los islamistas sólo por coincidir en la existencia de Dios, y aunque en ello les vaya la extinción de su propia creencia.

Los estudios sobre la mente, el cerebro y la evolución están constantemente cambian-do nuestra manera de vernos a nosotros mismos, y sólo nos asombramos si los valores que atribuíamos cambian, se estancan, o se fortalecen. La herencia genética (y es esto lo que nos dicen los fervorosos creyentes), no puede jugar un rol en nuestra historia. Claro, son capaces de ese error porque ellos separan la materia de la mente, lo mate-rial de lo espiritual, lo físico de lo mental, lo biológico de lo cultural, la naturaleza de la sociedad, y las ciencias de las humanidades y las artes. O sea, pura mierda especulativa!

Hay miles de ejemplos de gemelos criados por separado sin que ninguno supiese de la existencia del otro. A mi me conmueve el caso de esos que les gustaba sacarse los mocos en elevadores llenos de personas. Sí, ustedes lo podrán llamar milagro, yo pre-fiero considerarlo una trastada de la genética.

Con aprecio

Carlos Wotzkow
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