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Diagnóstico: la histeria es transitoria

por Carlos Wotzkow


Los ecologistas están de fiesta, alguien ha pagado los fondos para hacerle un film de ciencia ficción al ex-vicepresidente norteamericano y como este es ecologista “God bless America.” El engañabobos ya ha sido estrenado en Inglaterra con gran éxito y el gobierno socialista de Blair le ha dado todo su respaldo. Antes de la “première”, Greenpeace y WWF se habían rasgado las vestiduras en todas las estaciones de trenes europeas. Mientras había sol y una temperatura agradable, el tema era único: los Estados Unidos nos quieren llevar a la ruina, su desmedido apetito por los combustibles fósiles es inaceptable (entonces la coletilla), al igual que su guerra contra el mundo árabe. Pero llegó el invierno y hace una semana, no había tan sólo uno de estos melenuditos en la plazoleta exterior de la “gare” de Bienne. Todos se habían refugiado en el lobby, donde la calefacción generada por el petróleo, o la energía nuclear, les hacía la vida mucho más agradable.

Es curioso, pues se trata de jóvenes de izquierda que viven en un país donde la población aumenta gra-cias al número de inmigrantes y a una política socialista de solidaridad abusiva. “Nuestro huésped musul-mán (alérgico al trabajo) no tiene dinero para el té, así que tengo que subirte los impuestos”. Sin embar-go, aumentan también las prohibiciones (por razones ambientalistas) para construir nuevos edificios de apartamentos y son justamente estos melenudos los que protestan también por el alza de las rentas. Cada día que pasa queda claro que hace falta construir más en Suiza si se quiere mantener el acceso a una vivienda pagable de manera privada. De lo contrario, como ya ocurre en el cantón de Vaud, es el Estado el que tiene que pagar a todos estos muchachotes sin empleo un lugar donde dormir y calentar sus traseros. Parece de risa, pero no lo es, y estoy seguro que esta histeria ecologista será transitoria.

El socialismo helvético está detrás de todo esto. Si no fuera por ellos, los salarios no se hubieran estanca-do a nivel académico. Pero el suizo de izquierdas necesita empleo, lo mismo que el gerente necesita sus ganancias para sobrevivir. Entre los unos y los otros nos metemos de repente en una encrucijada que favorece la proliferación de votantes iletrados. Todos los precios aumentan y además, hay que pagar impuestos ecologistas por el uso de la gasolina y el diesel. Los suizos ya pagan cuatro veces el precio que los norteamericanos por el mismo producto. Para el granjero que necesita de su tractor en la cosecha de maíz, la prohibición de los organismos genéticamente modificados no le hace ninguna gracia. Es más bien una tragedia. Una parcela de maíz transgénico produce siete veces más maíz que una sembrada con el grano autorizado. Esto ahorraría siete veces más espacio y combustible y con ello, contaminaría siente veces menos. Pero los ecologistas no están de acuerdo.

Si además esta parcela es ubicada al lado de una autopista con un alto flujo de vehículos, el rendimiento de esta planta se incrementaría un 4% más. Las plantas necesitan del CO2 para su supervivencia y… ¡coincidencias! la temible polución se lo proporciona. Las cuentas se hacen claras entonces: para un granjero suizo, recolectar su producto agrícola cuesta hoy 10 veces más que para uno español. España es el país que más se pasa por los forros el asunto medioambiental. Cuentan para ello con dos normas esta-blecidas a manera de acuerdo tácito no legislado, pero institucional. La primera es que España utiliza las ayudas europeas para subvencionar el combustible que utilizan en la pesca y en la agricultura; la segun-da, que los matorrales (ya no se les puede llamar bosques) que quedan en España no se explotan, sino que se queman intencionalmente para convertirlos en viñedos, olivares y resortes turísticos de dudosa calidad. Pero igual, no me crean a mí, sino a un experto gubernamental que me explicaba lo siguiente:

“Por supuesto que es una reacción histérica de Greenpeace, pero usted sabe: Greenpeace tiene que aprovechar cualquier oportunidad que se presenta para hacer que la gente se de cuenta de que esa organización existe! Para contarle nada más que una historia: cuando en 1997 nosotros autorizamos a la soja modificada genéticamente (tolerante al herbicida Round-Up) Greenpeace acusó a la Oficina Federal de Salud Pública que la oficina no tenía información sobre el contenido de fitoestrógenos de estas sojas genéticamente modificadas rociadas con glifosato. (¡Por supuesto que la Oficina tenía esa información!) En verdad, ellos dijeron que las plantas rociadas contenían altos niveles de estos fitoestrógenos, lo que no era verdad, porque en aquellos momentos habían unos estudios publicados que mostraban que los fitoestrógenos podrían inducir problemas reproductivos en las ratas.”

Una acotación al margen: aún después de que se le proporcionó a Greenpeace la información y la evidencia que la Oficina tenía, ellos siguieron diciendo en sus panfletos que la Ofician no tenía la información. Es decir, Greenpeace mintió a sabiendas, y ellos sabían que estaban min-tiendo! Es ahora gracioso que yo haya leído recientemente en un panfleto de Greenpeace que ellos dicen exactamente lo opuesto a lo que dijeron hace casi 9 años: ahora ellos se quejan de que la soja rociada con glifosato contienen niveles demasiado bajos de fitoestrógenos compa-rada con las sojas tradicionales, porque hay unos estudios publicados que muestran efectos benéficos de los fitoestrógenos en algunos tipos de cáncer (las mujeres japonesas tienen menos casos de cáncer y se piensa que se debe al consumo de productos de soja, es decir, a los elevados niveles de fitoestrógenos!”

Fue Ludwig von Mises el primero que dijo que el socialismo es un política idónea para destruir a la socie-dad. Vean si no el abandono de las minas asturianas y la cantidad de pueblos fantasmas que abundan en la geografía ibérica. La pregunta a repetir es: ¿van el socialismo verde y el eco-terrorista con acceso a la radio y la televisión a garantizar el respeto por el ambiente? La respuesta es obviamente negativa y el país ejemplar para explicarlo es España. ¿Ha visto usted a algún activista de Greenpeace ayudando a apagar fuegos en Galicia? Si lo ha visto, yo le seguro que lo ha hecho por nacionalismo, no por conciencia medioambiental. Los ecologistas españoles se ensañan sólo contra los vertidos tóxicos provenientes de las empresas extranjeras radicadas en su territorio. ¡Que paguen lo que han hecho! Más si la empresa es nacional, aunque hablemos de un incidente catastrófico en pleno 2050, los problemas seguirán siendo los vertidos del “Prestige”.

Es terrible, digo yo. Para garantizar la supervivencia de la especie humana, la industria de todo el planeta emite 6 billones de toneladas de CO2. Pero si tuviera poderes planetarios, yo propondría eliminar esto durante un sólo mes y además, lo propondría utilizando a España como modelo. Todas las fábricas de Es-paña con su producción detenida, un mes de desempleo nacional, pero además, sin transporte, ni vinos, ni chorizos españoles, ni sidras locales, ni pulpitos gallegos, ni dieta mediterránea, ni avioncitos de Iberia, ni autos lujosos en Marbella, ni flota gallega arrasando en los caladeros de Mauritania, ni industria turís-tica. La España como debe ser: la de la alpargata, el camino polvoriento, la boina negra y la peste a soba-co generalizada. España respirando aire puro y libre de CO2. ¿Cuántos españoles se suman? Estoy segu-ro que hasta Félix Rodríguez de la Fuente saldría de su tumba para cazar un lince ibérico e invitarnos luego a una felina parrillada.

Probado está que el socialismo es el culpable principal del deterioro ambiental en todas partes del mun-do. El desprecio por las nuevas tecnologías (so pena de regaños sindicales por la pérdida de empleo) es evidente. Primero me percaté de esto en Cuba, país comunista que ha llevado a la Perla de las Antillas a la ruina ecológica, contando además, con el apoyo de España y los ecologistas del mundo entero. Pero ahora lo constato en España, país que he recorrido de punta a cabo varias veces y que gracias a las ayudas europeas va camino de construir una autopista a 20 metros de la otra y en paralelo. “Todas las autopistas conducen a Madrid” ¿Por qué será? Pues porque todos los españoles tienen autos ultracapi-talistas y de gran cilindrada, y porque les gusta apretar el acelerador a fondo. Todos además, han cam-biado el arado por la televisión, y prefieren comer pan y cebolla antes que perderse un “match” del Barsa contra el Real Madrid.

Por suerte los suizos, habitantes de un país considerado el palacio del agua usan la ducha a diario. El de-talle no es irónico, ni mucho menos un ejercicio de cinismo. Es importante entender que sólo una buena masa forestal garantiza los niveles de lluvia apropiada. Los ríos en Suiza son caudalosos, pero no generan las inundaciones que vemos en España, sino electricidad. Una reserva de agua potable como las que hay en Suiza es un recurso envidiable, sobre todo en aquella península arábica. Los españoles en cambio, se la pasan echándole la culpa al imperialismo yanqui, sin percatarse que han sido las políticas de izquierda las que más daño le han hecho a su ambiente. ¡Pobres tarados, debieran re-elegir a Zapatero! No saben que cada gallego, por mal que le haya ido en la vida, vive hoy 100 veces mejor que un aristócrata de la época colonial y no saben tampoco, que sin organismos genéticamente modificados hasta el macho ibérico se encamina a la extinción.

El avance científico en el campo genético está fundamentalmente encaminado a producir más en el me-nor espacio posible y algo, dónde antes no se podía sembrar nada. Más producción agrícola en la menor cantidad de terreno y por ende, más espacio para los bosques y más recursos para la especie humana y el mundo animal. Combatir la investigación genética equivale a patrocinar nuevas guerras mundiales. En Suiza el libre mercado ha enseñado a su pueblo a amar la paz, mientras que en Cuba el comunismo nos ha enseñado a desear la guerra y la destrucción de todos aquellos que no piensan igual. Pero amar la paz en Suiza no significa lo mismo que en España. Los suizos no son pacifistas por razones filantrópicas, sino porque saben trabajar y producir, y porque tienen una idea correcta de la necesidad del excedente eco-nómico. En Suiza por tanto, se rechaza el terrorismo porque va en contra de los intereses económicos y no como en Madrid, donde lo único que interesa a ambos partidos es garantizarse un voto.

La "revolución mundial" es un grito marxista repetido hoy por los ecologistas. España y los obstáculos impuestos a la venta de ENDESA no significan que el gobierno estuviera preocupado por sus ciudadanos, o por la posible pérdida de sus empleos, o por el alza de los precios en el servicio eléctrico. El gobierno de Zapatero es el gobierno de izquierdas que más imposiciones ha insertado en el mundo empresarial y el socialismo del PSOE ha devenido en los últimos años algo similar a un modelo económico centralizado. O sea, ese que persigue a toda costa un férreo control sobre los medios de producción. A qué niveles de feu-dalismo han llegado los ejecutivos socialistas españoles es algo sólo observable en Cuba. Allá, los empre-sarios usan la mano de obra esclava de nuestro pueblo y apuntalan la dictadura de Castro con tal de no perder los beneficios temporales que esa rapiña les reporta.

Lo mismo hacen los empresarios españoles en China, en Vietnam y en muchos países árabes y africanos. Cuba, jamás ha sido un país hermano para España o los españoles. Cuba es un país en el que los más des-favorecidos de la España del XIX encontraron una mina para enriquecerse y hoy, creen haberla recupe-rado. Hoy, como en Cataluña, los “empresarios filantrópicos ibéricos” pueden apropiarse de las tierras cubanas robadas, pueden deforestarlas, y construir hoteles a una distancia del mar que la Comunidad Europea no les permitiría en su propio país. Otra cosa claro, nos dirá el señor Miguel Ángel Desatinos: “estamos en Cuba para romper el embargo norteamericano” Y bien, ya lo rompieron, junto a los cana-dienses y los mexicanos. ¡Pero el pueblo de Cuba sigue sin llevarse los dos platos de comida tradicionales a la boca!

España es el único país europeo que exporta sentimientos anti-capitalistas y cobra por ello. Ceuta y Melilla son una espina clavada en la garganta del Rey Marroquí, pero la liga árabe le dice: “aguanta Hasan II, que ya recobraremos hasta el reino andaluz”. No es el socialismo español una política de izquierdas al estilo ruso, sino un socialismo verde, ambientalista, semi-esclavista y que nada tiene que ver con la filantropía honesta. Se sirve de las libertades del capitalismo para acabar con él. Su lucha es ahora contra el calentamiento global. Necesitan nacionalizar la mayor cantidad de empresas para acabar con la industria del bienestar. España es un ejemplo del que no debemos perder ni pie ni pisada: es un país improductivo, envidioso y que mira con recelo el desarrollo vertiginoso de sus vecinos. Estados Unidos es su principal enemigo y Gibraltar su víctima más cercana. Cuba, es apenas una granja a la que sueñan dar un día el mismo estatuto de sus colonias norteafricanas.

Carlos Wotzkow
Bienne, Suiza,
Noviembre 12, 2006


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