por Eduardo Ferreyra
El Jueves 1º de junio de 2006, fui invitado a participar de una conferencia sobre “Desarrollo Estraté-gico, Investigación e Implementación de Tecnologías Ecológicamente Inteligentes,” organizada por la asociación Uruguay de las Ideas, un “think tank” de centro izquierda dedicado a promover el desa-rrollo de las ideas de izquierda en el país hermano, y preocupado por la magnitud que el conflicto que la instalación de las plantas de celulosa ha provocado entre dos naciones con una añeja amistad que se ve empañada por intereses ajenos a la ecología y al ambiente puramente científico y técnico.
El siguiente es el programa que estaba preparado para la conferencia. Haga click sobre la imagen para leer el texto mi conferencia que escandalizó a algunos y arrancó aplausos de otros. Eso sí, nadie se abu-rrió, (y varios que dormían se despertaron).
Diario de Viaje
Partí el martes 30 de mayo rumbo a Fray Bentos para ver de cerca la construcción de la planta de Botnia, y pude ver que está bien pegadita al Puente Internacional. También pude ver (o mejor dicho, no pude ver desde Gualeguaychú, ya que está a unos 40 kilómetros del río Uruguay), que la chimenea recién se alcanza a divisar cuando uno está muy cerca del puente.
También, por la tradicional falta de carteles que anuncien exactamente dónde hay que doblar, erré varias veces el camino, y visité a la fuerza algunos arrabales de la Capital del Carnaval Entrerriano. No me impresionó como un lugar ordenado y limpio, pero a ese paisaje de pobreza urbana ya estamos acostumbrados en las provincias Argentinas, gracias al tradicional centralismo Porteño. Las viejas raíces de la decadencia Argentina.
Enfilé rumbo al puente y a pocos kilómetros pasé por el sitio donde se realizaban los cortes de ruta. El día frío y la llovizna persistente le daban un marco triste a un desolado paisaje de carpas, toldos y carteles abandonados (no por mucho tiempo, sin embargo, tal como se presentan las cosas en La Haya), bolsas de plástico y otra basura desparramada por doquier (¿y el despertar de la conciencia ecológica?) me dejaron una penosa imagen para recordar.
Pasé las oficinas de inmigración y aduana como por un tubo (no tengo captura recomendada –por ahora), y a los pocos minutos tomé el desvío hacia la ciudad de Funes el Memorioso de Borges. Quien la visite verá que es una importante ciudad, limpia, bien mantenida, con gente hospitalaria –como buenos provincianos. Su intendencia tiene el curioso horario de funcionamiento de 12 a 18 horas.
El intendente de Fray Bentos, el Dr. Omar Lafluf, me había pedido que si pasaba por sus pagos no dejara de visitarle. Así lo hice, pero mi llegada a las 6 de la tarde coincidió con la salida de los empleados. Dejé mi auto abierto, sin llave, a media cuadra de distancia y me presenté en mesa de entrada pidiendo hablar con el intendente. Como la Ley de Murphy es implacable e inevitable, el intendente ya se había retirado cinco minutos antes, de modo que aún me falta conocerlo en persona.
Sin embargo me recibió su secretaria quien me puso en contacto con el Director de Prensa del munici-pio (Sr. René Boretto) quien, ni corto ni perezoso me llevó al salón principal del edificio, donde la tele-visión local y la nacional le hacían una entrevista al Ministro de Trabajo uruguayo. Cuando terminó la entrevista las cámaras se volvieron y comenzaron a hacer fuego sobre mí, lo mismo que las preguntas de los cronistas. Opiné como pude sobre lo que pienso acerca de tan tonto (¿o irracional?) diferendo y cuando creía que me había librado del periodismo (tenía apetito y ganas de un cafecito), me llevaron hasta varias radios locales (FM y AM) donde tuve que repetir mis opiniones y mis puntos de vista.
Por último, el señor René me indicó que la intendencia me había reservado alojamiento en el famoso Balneario Las Cañas, me dio algunas instrucciones sobre la manera de llegar (imposible perderse en una recta) y me dejó libre para que pudiese ir a un restaurante a probar la sabrosa carne uruguaya –que no tienen prohibido exportar, pero está a precio asequible para la gente. ¿No habría que investigar en la cadena de intermediación en Argentina las causas de la diferencia de precio del “kilo vivo” al productor y el “kilo muerto” al jubilado?
El Balneario “Las Cañas” es un lugar muy lindo, para decir lo mínimo. Al borde del Río Uruguay, se ha convertido hoy en un “barrio dormitorio”, donde parece que los técnicos y directivos de las “papeleras” han alquilado o comprado casas. De lo mucho o poco que pude hablar con la gente de Fray Bentos y Las Cañas, todos están entusiasmados con la instalación de las plantas de celulosa. Al revés que del otro lado del río, no vi a nadie aterrorizado ni queriendo escapar al cáncer. Mientras cenaba veía que por la TV local aparecían constantemente avisos anunciando que las solicitudes de empleo para obreros y técnicos estaban abiertas y que concurriesen a las oficinas de la consultora encargada para llenar los formularios.
Turismo de Aventura en MontevideoTemprano por la mañana partí de Las Cañas rumbo a Montevideo. Tenía un cilindro de GNC a medio llenar y un tanque lleno con nafta argentina –la nafta uruguaya cuesta $4.00 pesos argentinos el litro, y no tienen GNC como Brasil y algunas partes de Bolivia. Me imagino que los excelentes caminos urugua-yos deben costar una pequeña fortuna de hacer y mantener, ya que al petróleo (asfalto) lo tienen que importar a precio internacional –no subsidiado como en Argentina. Además, Uruguay está pasando por una coyuntura especialmente complicada, con una crisis de energía eléctrica causada por una sequía prolongada, una negativa Argentina de aumentar la cuota pactada de gas, y la incapacidad de Brasil de proveer más energía porque a ellos también les falta.
El malhumor de los uruguayos es fácil de imaginar, ya que sufren cortes de luz prolongados, fuertes restricciones al uso de la electricidad, falta de servicio, aumento de la tarifa, es decir, el horno no está para bollos. Y la patoteada que el gobierno argentino le está propinando, con el típico matonismo y la tradicional falta de respeto de los más grandes y poderosos, no está haciendo nada para que los uruguayos aumenten su aprecio por los argentinos –aunque la mayoría del pueblo argentino está siendo víctima del mismo trato en sus respectivas provincias. Somos todos Kelpers.
Finalmente llegué a Montevideo y fui a visitar a nuestro miembro de FAEC en Uruguay, el licenciado Luis Anastasía, técnico de gestión ambiental, con larga trayectoria en el tema manejo ecológico de inversiones ganaderas, agrícolas, y mineras. Era otro de los invitados a la Conferencia de Uruguay de las Ideas. Me acompañó a varias radios de Montevideo que estaban esperando mi llegada, donde me pidieron mi opinión sobre el tema de las papeleras, por supuesto. Una de las entrevistas duró unos 40 minutos, donde pude explicar con lujos de detalles las motivaciones políticas y las picardías de Green-peace en el tema.
La conferencia se inició a las 19:30 en punto y finalizó más o menos a las 22:30. Luís Anasta-sía abrió el fuego con una disertación sobre el tema "Bosques de Eucaliptos, monocultivo y hechos comprobados", que en breves días más será publicada en este mismo sitio de FAEC. No está más decir que en esa conferen-cia aprendí más sobre eucaliptos que en toda mi vida pasada. El sociólogo Eduardo de León habló largo y tendido sobre el aspecto social de las inversiones que se deberían hacer en Uruguay, la historia de las constantes crisis energéticas y luego el Sr. Gerardo Honty hizo a un lado el escrito que había preparado (des-pués de la exposición brillante de Anastasía, no había mucho que pudiese añadirse sobre el monocultivo del eucalipto) y rápidamente hizo un recitado de lo que Bjorn Lombrog ya bauti-zó como La Letanía Verde.
Sin embargo, nobleza obliga, hubo varias cosas en las que todos estamos de acuerdo, porque el sentido común no parece estar ausente en el Sr. Honty. Terminada la exposición de Honty, comencé diciendo que los uruguayos no deberían culpar al pueblo argentino de sus males y sus actuales problemas con el tema de las papeleras dado que el gobierno nacional también se comporta de la misma manera con todas las provincias argentinas (excepto Santa Cruz). Luego hice mi recomendación al gobierno y al pueblo uruguayo de que siguieran el camino nuclear para solucionar de una vez por todas sus proble-mas de energía y expuse sobre las inversiones “ecológicamente inteligentes” –en mi opinión, aquellas que están destinadas a mejorar la forma de vida del hombre mediante el desarrollo de las tecnologías que sean adecuadas para cada caso.
El debate no fue debate, porque todo el mundo estaba cansado y aburrido, y sólo se hizo notar un caba-llero de cierta edad, que había vivido asilado en Córdoba en la época de los Tupamaros y la dictadura militar. Se opuso a la energía nuclear, se opuso a las papeleras, se opuso al desarrollo industrial en Uruguay –pero sin explicar por qué. No quisimos interrumpirle hasta haber leído el panfleto de Greenpeace, aunque después tuve que explicarle que el desarrollo y la industrialización de Córdoba, que él culpaba a "las multinacionales," no la habían detenido "las multinacionales" en la década del 90, sino las políticas "nacionales" de Buenos Aires a partir de 1966, luego profundizadas por el Cordobazo de 1969 y agravadas a partir de 1980.
Regreso a Casa, un hosco silencio huraño…El día viernes sopló viento del este todo el día, comenzó a lloviznar (por fin!), aproveché para leer dia-rios y conversar con mis amigos uruguayos, cociné para ellos un espectacular locro Cordobés, con mucha panceta ahumada, choclo, carne, zapallo y chorizo colorado, y una deliciosa salsa con el picante obligatorio –el ají de la palabrota.
El sábado por la mañana partí rumbo a la patria, bajo una llovizna persistente, poco tráfico, me perdí cruzando varias ciudades (ese último cartel, siempre ausente!), pero esta vez regresé por el puente entre Paysandú y Colón. Migración uruguaya jamás se enteró que salí (estaban ausentes), en inmigra-ción Argentina se olvidaron de sellar mi pasaporte, y así queremos progresar y desarrollarnos. La aduana ni se enteró que llevaba 100 kg de cocaína en el baúl del auto, 18 laptops, 8 monitores de plas-ma, y algunas otras cosillas que se deben declarar –por aquello de los impuestos de importación.
Del lado argentino, el asunto de la ausencia de los carteles claves, ese que tendría que decir “Doblá aquí, imbécil, que te estás pasando de largo “ –ese cartel, siempre está faltando. A un vendedor al costado del camino le compré una bolsa de naranjas entrerrianas, redondas y duras como bochas, para preguntar si por allí se iba a Paraná (el único cartel decía: “A Buenos Aires”, olvidando Vialidad Nacional que por esa ruta también se puede ir a Mendoza, San Juan, San Luís, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, La Rioja, Catamarca, además de la Patagonia! y, por esas cosas curiosas de la vida, también a Santa Fe y Paraná, por donde uno tiene que cruzar, casi obligadamente, el túnel subfluvial para huir de la mesopotamia y el alcance de las Asambleas Ciudadanas en Sedición Alternada, hoy sí, mañana no...) Pero, si uno se fija bien, en la Argentina, todos los caminos conducen a Buenos Aires. Dios tiene su kiosco en la entrada por calle Balcarce.
La lluvia seguía cayendo, pero mi paciencia no conoce límites. Cuando llegué a mi casa, a las 10:30 de la noche, después de 11 horas seguidas de manejar, como dice el tango, no me recibe ni el viejo criado, ni el pero ni el canario. Todo el mundo había salido y me quedé afuera gozando del frío de la noche, esperan-do a que alguien se le ocurriera volver al hogar. He pasado por cosas peores. Después de todo, peor es casarse… y vivir con la suegra.
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