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Bowling for Columbine

Por José Carlos Rodríguez

Publicado originalmente en http://liberalismo.org

El cineasta Michael Moore destacó en la última entrega de los Oscar, tras recibir el otorgado al mejor documental, por su discurso "contestatario" sobre la guerra contra el régimen de Saddam Hussein. No le extrañará a quien haya visto su galardonado "Bowling for Columbine", documental dedicado a la controvertida cuestión de las armas en los Estados Unidos. En total el espectador recibe dos horas de cine sobre este problema en una cinta que, aunque tiene grandes virtudes, deja fuera una parte de la información relevante, otra está indebidamente expuesta y una tercera es simplemente falsa. No obstante, Bowling for Columbine merece atención por la gravedad del problema tratado y porque una parte importante de lo expuesto en el documental es de gran utilidad.

El título del reportaje se refiere a unos dramáticos hechos que se produjeron el Columbine High School en 1999, en los que dos jóvenes acabaron con las vidas de 14 de sus compañeros de clase y de uno de los profesores antes de suicidarse. La crítica en este caso es evidente, y la cinta recoge la que efectúa el padre de uno de los estudiantes asesinados por sus dos compañe-ros: "cuando un joven puede empuñar un arma y disparar contra sus compañeros, algo va mal".

El documental hace referencia a otros sucesos parecidos, como el ocurrido en la localidad de Flint, al sur de Denver, y que fue llevado a cabo por un niño de seis años que le había robado el arma a su tío, al que provisionalmente le había encomendado su madre, quien debía trabajar unas 70 horas semanales para salir adelante, sin apenas tiempo para dedicárselo a sus hijos. El arma había sido adquirida ilegalmente por el tío del niño, que se dedicaba al tráfico de drogas. Esta información, que se le hurta al espectador, es importante, ya que lo que se pone en duda en la cinta es el tráfico legal de armas.

Pero los "school shootings" no son la única carga de prueba contra la libertad de armas en los Estados Unidos; el otro hace referencia al número de asesinatos con armas en dicho país, 11.127 anuales, en claro contraste con otros países desarrollados en los que la cifra ronda el centenar. Moore ya no oculta información. Da el paso hacia la mentira. Un abogado, David T. Hardy, se ha tomado la molestia de estudiar el documental y revelar las mentiras del director en una página web. En ella encuentra Hardy que el abultado número no sale de las estadísticas de criminalidad publicadas anualmente por el FBI, sino por el National Center for Health Statistics, datos basa-dos en los certificados médicos, no en los de la policía. Luego toma dos fuentes distintas, una para los Estados Unidos y otra para el resto de los países. Pero con esta fuente puede incluir los datos de muertes causadas por víctimas en defensa propia y los de quienes han perdido la vida a manos de las actuaciones policiales.

Moore coge, además, cada dato de un año distinto, sin advertirlo al público, y prefiere los datos totales a los ratios, que le hubieran forzado a considerar la mayor población estadounidense, rebajando el apabullante efecto que crean los datos totales en el espectador. Éste es llevado a la idea de que en Estados Unidos es bastante probable morir por un arma de fuego, cuando de los 2,39 millones de muertes anuales en aquél país (con buenos índices de calidad de vida y de salud pública), un 0,4% están causados por homicidios con armas de fuego. Nada de ello cabe en las dos horas de Bowling for Columbine.

Pero los engaños, las informaciones torcidas, las frases fuera de contexto, el arte del montaje, en definitiva, la manipulación, es más frecuente que la sola y pura mentira. Y todo al servicio de una idea: el abandono de la libertad de armas en los Estados Unidos. Aunque estas y otras manipu-laciones son frecuentes incluso en la literatura contraria a la libertad de armas más científica 1, el lector no debe llevarse la falsa impresión de que para atacarla es necesario caer en el engaño y la estafa intelectual.

De los que son ejemplos varios hallados en el propio reportaje que estamos tratando. Una clara muestra es cómo trata la figura de Charlton Heston. Se sugiere que el actor es racista, pero no lo llega a afirmar de quien (no lo sabrá el lector por el montaje de Moore) trabajó junto con Martín Luther King en la ruptura de las barreras que reinaban en Hollywood contra las personas de raza negra. Lideró el grupo de actores que acompañó a King en la marcha de 1963 y que sirvió de trampolín para la legislación de derechos civiles de 1964.

Moore dice que la compañía Lockheed-Martin produce armas de destrucción masiva en la fábrica que tiene cercana a la localidad de Columbine, que da nombre al documental. La única relación de esa empresa con el armamento militar consiste en reconvertir misiles que antes portaban cabezas nucleares al uso civil y de inteligencia. Moore afirma que Estados Unidos envió ayuda al Gobierno Talibán entre 2000 y 2001 por un valor de 254 millones de dólares. Lo que no dice es que era ayuda humanitaria enviada a ONGs bajo el control de Naciones Unidas. Varios de esos millones se destinaron a limpiar de minas antipersonales parte del territorio afgano.

Donde la mano de Michael Moore se muestra más experta es en el trucado tratamiento de las convenciones de la NRA 2 y en los discursos de su presidente, Charlton Heston. Es en este espacio cuando del uso torcido de la información Moore llega a hacer un ejercicio notable. El narrador afirma que "sólo tres días después de la matanza de Columbine, a pesar de los ruegos de una comunidad doliente, Charlton Heston acudió a Denver para celebrar una reunión pro-armas de la NRA". Supuestamente continúa diciendo Heston "Tengo un mensaje del alcalde de Denver. Me envió esto; ‘no vengan aquí. No les queremos aquí’. Yo le dije al alcalde de Denver que como americanos somos libres de viajar donde queramos en nuestro ancho país. ¿Que no vengamos? ¡Ya estamos aquí!".

Lo cierto es que las reuniones de la NRA se fijan con varios años de antelación, y la de Denver no fue una excepción. De hecho, la NRA canceló todos los eventos programados a excepción de la reunión anual de sus miembros, y a la que está obligada por ley. Cambiar de localización en diez días una reunión de una asociación a la que pertenecen cuatro millones de personas no es ni si quiera una opción. Pero hay más y aquí la labor manipuladora de Moore llega al paroxismo. Como recoge David T. Hardy, las palabras vertidas en su documental, siete frases en total, proceden de cinco partes de su discurso y de otra fuente distinta, lo que no le impide mezclarlas.

Heston dijo por un lado "Le dije al alcalde de Denver, bien, mi respuesta al alcalde de Denver fue: yo acudí voluntario a la guerra a la que se me pedía que fuera con 18 años. Desde enton-ces he realizado pequeños encargos para mi país, desde Nigeria a Vietnam. Sé que muchos de vosotros podéis decir lo mismo". Pero Moore corta en "Le dije al alcalde de Denver" y lo une a otra frase del párrafo siguiente: "como americanos somos libres de viajar donde queramos en nuestro ancho país". Vuelve a cortar, y entonces pone otra frase de cinco párrafos antes: "Que no vengamos?. ¡Ya estamos aquí!". Los ejemplos de manipulación no se acaban aquí, pero quizás no haga falta exponerlos todos para comprender el tono del documental.

No obstante, la relevancia del tema hace que merezca la pena seguir lo dispuesto por el autor, incluso teniendo en cuenta lo antedicho. El razonamiento intuitivo parece claro: a más armas, más muertes violentas por su uso. Eso mismo debía pensar Michael Moore, quien no tiene más que cruzar el río que separa Detroit con la localidad canadiense de Windsor, para comprobar que, además de un accidente geográfico, les separa a ambas una cifra muy distinta de asesinatos con armas de fuego. Los propios habitantes, confiados en su seguridad, dejan abiertas las puertas de sus casas, lo que el propio director puede comprobar por sí mismo. Pero esa diferencia no se puede achacar a que en Canadá no se pueda acceder a las armas, ya que 10 millones de fami-lias canadienses tienen 7 millones de armas en sus casas, como recoge el propio Moore. ¿Cuál es entonces -se pregunta- el motivo de tal diferencia entre los Estados Unidos y el resto del mundo, si no se puede achacar directamente al número de armas?

Michael Moore sugiere principalmente dos, el primero de los cuales es "la cultura del miedo", como reza el título del libro de uno de los entrevistados por el director de cine 3. Un miedo que vuelcan los medios de comunicación, que lanzan diariamente amenazadoras alarmas sin base científica real, de las que desgraciadamente no estamos exentos en el Viejo Continente, como prueban las prevenciones en torno a los alimentos transgénicos o la falsa alarma del calenta-miento global. Pero resulta de gran interés el dato ofrecido en la cinta, que indica que en un período de tiempo el número de asesinatos y homicidios había decrecido en los Estados Unidos un 20% pero, al mismo tiempo, el número de noticias sobre los mismos había crecido un 600%.

El otro posible motivo, apuntado al tratar la situación de la madre pluriempleada del niño de seis años que mató a una niña de la misma edad, se refiere a la situación social. Destaca que su país no cuenta, como Canadá, con un sistema de Seguridad Social que se paga íntegramente por la vía de los impuestos; la relación de ello con la alegada diferencia en asesinatos de los Estados Unidos sólo se sugiere, ya que parece más esotérica que real. Más acertada es la crítica al sis-tema de educación pública estadounidense, que realiza uno de los creadores de la popular serie South Park, quien recibió su educación primaria precisamente en el Columbine High School.

Por otro lado, en este ejercicio a medio camino entre el documental y la recreación no se hace referencia la relación entre la libre posesión de armas y el crimen, que es negativa (a mayor libertad y mayor posesión de armas, menor es el crimen) como ha demostrado estadísticamente John Lott en su "More Guns, Less Crime" 4. La razón es clara. Ninguna ley restrictiva logra evitar que los criminales adquieran armas, pero sí impide su acceso a los ciudadanos medios, que quedan de este modo indefensos ante cualquier agresión; cuando la potencial víctima puede defenderse por sí misma el criminal se lo piensa antes de llevar a cabo sus planes. Las frías estadísticas chocan con la impresión que nos llevamos de los casos especialmente dolorosos de los asesinatos en escuelas. Pero éstos son comparables al de los accidentes de avión; cuando se produce uno alcanza a un número elevado de víctimas, lo que no le impide a los viajes en avión ser el medio más seguro de transporte.

El padre de uno de los estudiantes violentamente asesinados por los dos adolescentes con armas de fuego en Columbine se manifestaba ante la reunión en su ciudad de la Asociación Na-cional del Riffle alegando que estaba ahí "porque mi hijo hubiera querido estar aquí". No obstan-te, la vida injustamente segada por los dos compañeros de High School no tiene un valor distinto del de las vidas que salva la libertad de armas allí donde se da, según los datos recogidos por, entre otros, el profesor Lott. De la solución que demos a este espinoso problema dependen muchas vidas, que son de mayor importancia que la opinión que tengamos de nosotros mismos si mantenemos una u otra postura.

Que además podría estar basada en ideas equivocadas. El documental vuelve a las tergiversa-ciones cuando sin llegar a hacer afirmaciones demasiado comprometidas, sugiere una cierta relación entre la defensa de la libertad de armas y el nacional-socialismo. Pero hay que recordar que quienes defienden el control de armas no tienen a Hitler y el Nacional-Socialismo como contrarios, sino como aliados intelectuales, ya que el líder del socialismo alemán era un resuelto enemigo de la libertad de posesión de armas, que violó sistemáticamente, lo que le allanó el camino para nuevas violaciones de derechos individuales. El otro gran totalitarismo socialista también era partidario del control de armas, como no dejaron de recordar Lenin, Stalin y Mao Tse Tung. Precisamente estos cuatro líderes aparecían en un cartel que mostraban unos afiliados a la Asociación Nacional del Riffle, como símbolo de aquello contra lo que luchan.

Otro caso de desinformación, quizá de menor importancia, es el momento en que se ejemplifica a Ghandi como un luchador que no recurrió a las armas, lo que es cierto. Pero se debía haber añadido que el propio líder indio era partidario de la libertad de armas y que de los crímenes cometidos por los británicos contra el pueblo indio (que paradójicamente aparecen citados en el documental), Ghandi consideraba el haberle negado el derecho de posesión de armas como "más negro" de todos ellos. Ghandi, como Hitler, era consciente de que un pueblo desarmado es un pueblo indefenso 5.

No obstante ésta y otras críticas que se le pueden hacer a la cinta, tiene una notable virtud, al menos por lo que se refiere al caso de España. Y es que abre un debate que el propio Michael Moore no concluye con ideas tan tajantes e irreflexivas como las que habitualmente se mantienen entre nosotros. En el debate están comprometidas vidas humanas, de modo que merece que quienes se sientan concernidos por las tragedias como las que aparecen en Bowling for Colum-bine, así como otras que no tienen ahí su hueco, le dediquen atención y una honrada reflexión.

REFERENCIAS:

(1) Ver "Armed. New Perspectives on Gun Control", de Gary Klerk y Don B. Kates, especialmente los capítulos uno a tres. Los autores se quejan de que esta manipulación está "envenenando el pozo del control de armas" del que son partidarios. El objetivo de los controles propuestos por Klerk y Kates es que todo ciudadano responsable y sin antecedentes penales pueda adquirir libremente un arma, y que en la medida de lo posible se alejen de los criminales.

(2) Asociación Nacional del Rifle. NRA por su nombre en inglés, National Riffle Association. Fue fundada en el año 1871.

(3) El libro se titula "The Culture of Fear: Why Americans Are Afraid of the Wrong Things" y su autor, Barry Glassner, dedica un espacio al mismo tema que da nombre al documental de Moore: los tiroteos en escuelas. Pese a ello, y aún invitando al autor a aparecer junto con el propio Moore, éste no hace mención de esa parte del contenido del libro. Quizás porque Barry Glassner resalta que muere tres veces más gente al prender encendedores que a causa de la violencia en las escuelas, poniéndolo como ejemplo de los fenómenos que crean una cultura del miedo sin base real, y de los que Moore se mofa con todo motivo.

(4) More Guns, Less Crime. Understanding Crime and Gun Conrol Laws. The University of Chicago Press, Chicago, 1998. Los resultados son fruto de un ejercicio de regresión múltiple de los datos disponibles sobre criminalidad en los Estados Unidos y otro países. Un reciente artículo del autor refuerza sus conclusiones con los datos acumulados hasta 2000. Éstas se pueden resumir en que allí donde hay libertad de armas hay un menor número de crímenes, especialmente los dirigidos contra la persona y contra la propiedad. Que cuando se imponen controles de armas aumenta la criminalidad, y más a medida que los controles son más fuertes. También ha descubierto que son los sectores más indefensos o que son potencialmente más proclives a ser víctimas, como las mujeres y los negros, los más beneficiados de la libertad de armas. Hay que tener en cuenta que el tratamiento hecho por John Lott de los datos supone un salto cualitativo determinante sobre los anteriores estudios tanto en la cantidad de los datos considerados como en el tratamiento metodológico de los mismos.

(5) Desgraciadamente el documental está demasiado teñido por estas y otras tergiversaciones, como una concisa historia de los Estados Unidos, contada en dibujos animados, con una metodología racista muy desacreditada por la historiografía, especialmente desde la caída del régimen Nacional-Socialista tras la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, en esta pieza se sugiere una relación entre la Asociación Nacional del Rifle y el Ku Klux Klan. La sugerencia no puede ser más mentirosa, ya que la organización racista es violentamente contraria a la libertad de armas. David T. Hardy recuerda que Ulisses Grant persiguió con decisión al KKK, por lo que fue premiado, tras finalizar su mandato, con la presidencia del NRA.


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