En la Argentina de hoy las asambleas y huelgas son la norma –cumplir con las obligaciones que impone la ley es la excepción. Cuando el estado de huelga se extiende al pensamiento racional se producen hechos penosos como los que desde hace algunos años estamos obligados a presenciar. Pero cuando las “voces cantantes” quieren pasar por “voces pensantes” el asunto ya se vuelve estremecedor.
“Zapatero a tus zapatos,” aconsejaban nuestros abuelos a quienes se metían a hacer cosas para las que no estaban capacitados. Hoy, nadie quiere ser zapatero sino estrella de la demagogia, desde los más altos niveles hasta el más infeliz de los piqueteros. Diría Discépolo, “Da lo mismo que sea cura, colchonero, Rey de Bastos, caradura …”, Siglo 21, cambalache infernal donde el que no corta una ruta no mama, y el que no roba es un gil!
En la página web de Agencia APF Digital de Paraná, en Entre Ríos, el 6 de octubre pasado publican las declaraciones del señor Gustavo Cordera, el cantante de la banda de Rock Bersuit Bergarabat sobre el asunto de la futura planta de celulosa de Botnia en Fray Bentos. Hay veces en que resulta vital poner el cerebro en funcionamiento antes de poner la lengua en movimiento. Este es un ejemplo perfecto, de donde extracto algunos pasajes notables:
El cantante de la banda de rock Besuit (sic) Bergarabat, Gustavo Cordera, dijo estar “muy triste por lo que está pasando”, en referencia a la pretensión de la empresa finlandesa Botnia de instalar una papelera en Fray Bentos, Uruguay.
Si olvidamos las dos invasiones inglesas en 1806 y 1807, podríamos estar de acuerdo, y si también deja-mos de lado la invasión cultural del Rock yanqui que la Bersuit parece ser uno de sus actuales paladines. Ver la paja en el ojo ajeno es disculpable, si no se tiene una viga en el propio. Además, ¿qué tendrá que ver el genocidio con una papelera? Igual relación a la de “un piano con la alpargata”… Veamos qué sería un genocidio:
Según varias definiciones de genocidio que figuran muchos medios, prefiero la que figura en el sitio web Wikipedia:
“El genocidio es un delito internacional que consiste en la comisión, por funcionarios del Estado o particulares, de actos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Estos actos comprenden la muerte y lesión a la integridad física o moral de los miembros del grupo, el exterminio, la adopción de medidas destinadas a impedir los nacimientos en el grupo o el traslado forzoso de niños.
Ésta es la definición contemplada en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, de 1948, y recogida en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, de 1998
Es lo que muchos gobernantes y sus acólitos han venido realizando desde que el mundo es mundo, entre los más recordados,
O sino el de los ecologistas y su prohibición del DDT contra el mundo entero (60 millones) … el de los gobiernos argentinos contra sus jubilados (cifra no confirmada -todavía)… y para qué seguir?
Pero, la instalación de una planta de celulosa, con tecnologías obligadas por las normas ISO más severas usadas en Europa, ¿tiene siquiera alguna remotísima relación con el “Genocido”?. La palabra genocidio se ha estado usando con demasiada ligereza y mucha hipocresía en los últimos años. Usar un término con implicancias tan graves es una falta de respeto hacia las verdaderas víctimas de genocidio del pasado –y peor todavía cuando se la usa para apoyar argumentos tan mezquinos y siniestros como los que esgrimen aquellos a quienes no se la cae de la boca el término “genocidio.” Dios los perdone.
Después viene el espinoso asunto de “cuántas personas deben morir para que sea considerado genoci-dio”. Cinco, cincuenta, mil, quince mil, treinta mil? ¿Quién da más? La muerte de un solo inocente ya es una desgracia enorme e injustificable desde donde se lo mire –la muerte de los culpables de crímenes horrendos es otro asunto muy diferente- pero habría que determinar una cifra para que todos tengamos un punto de referencia para poder reclamar legítimamente que existe o existió “un genocidio”.
“Tuve la suerte o la desgracia de ir a Sáenz Peña, Chaco, y a El Dorado, Misiones, y observar una política de genocidio y deterioro alarmante de nuestro país, que dista mucho de las apreciaciones de las variables económicas, del Producto Bruto Interno y de la balanza comercial y de muchas otras historias ilusorias o de índices que tienen que ver poco con la realidad”, expresó el músico.
Bueno! Un cantante con estudios avanzados de economía y geopolítica. ¡Quien lo diría!. Saenz Peña y El Dorado son todo el país. Lo que tiene que ver muy poco con la realidad son las gacetillas verdes que Mr. Bersuit parece haber estado leyendo.
“Estamos mucho en la ruta, estamos bebiendo agua, viendo la gente y nos encontramos con dos paisajes alarmantes: en Chaco vimos que Sáenz Peña está desmontada, prácticamente desértica, con búfalos de agua que trajeron de África porque pueden sobrevivir a 45º y sin agua, deformando para siempre la última posibilidad de vida en una provincia donde hace dos años que no llueve. Las plantas se secaron, los animales se murieron y el monte impenetrable ya es sólo es una cosa histórica”, dijo también.
Esperamos que en la ruta estén bebiendo agua, porque el vino o la ginebra no son aconsejables para mantener despierta la atención en el tránsito -como tampoco lo es la marihuana que los rockeros gustan fumar. Creo interpretar que los búfalos africanos fueron los causantes de la “deformación de la última posibilidad de vida”. Parece que fueron los búfalos, que a pesar de poder vivir sin beber agua, se la bebieron toda y dejaron al Chaco en la más atroz sequía, y a pesar de todo se murieron de sed... Vamos, Cordera, un poco de cordura. Otra vez, ¿Qué tienen que ver los búfalos y la sequía, las papeleras y el genocidio, el piano y la alpargata, el vigilante y el palo de escoba?
En cuanto a Misiones, mencionó: “Quise conocer la selva misionera y me llevé la gran desilu-sión, porque ya no existe. Hay una papelera, Alto Paraná, que es de capital chileno, que com-pró el ochenta por ciento de la tierra misionera. Está financiada por capitales ingleses y norte-americanos que tienen a los marines en Paraguay por si hay algún tipo de problemas con sus empresas.
Con dos ácidos muy potentes quemaron toda la selva, desde el insecto más ínfimo hasta la planta más elevada. Hoy toda la provincia es pino transgénico con cuatro papeleras. No hay más peces. Es un paisaje desolador, conmovedor que una selva milenaria haya sido devasta-da en sólo cuatro años. Estas papeleras pudrieron el lugar, con empresas que han sobornado desde el gobernador hasta todos los demás dirigentes. Yo dije lo que vi. Me enojé con los medios, porque están esperando siempre que vaya un idiota y ponga la cara”, aseveró en declaraciones a Radio Máxima.
Epa! Quemaron todo con dos ácidos muy potentes! (Clorhídrico, sulfúrico, fosfórico, agua regia? Los herbicidas como el Agente Naranja son más baratos.) Y la exageración de un paisaje devastado (lo hace parecer el desierto del Gobi o el Kalahari) y la falta de peces ya parece que se trata de un mayúsculo bolazo. Sólo pinos y cuatro papeleras. ¿Dónde se fueron las plantaciones yerba mate, los ganaderos, los madereros de aserradero, las demás industrias? Claro que el entrevistador de Radio Máxima no lo iba a desmentir. No se usa.
“Esto es un genocidio que están haciendo las empresas, mucho más horrendo que el terrorismo de Estado de la década del setenta. Esto está dejando mucho más muertos. Creo que es la invasión más jodida que tuvimos en la Argentina”, resaltó.
Coño! como dirían los españoles asombrados. ¿Es que ya hay más de 30.000 muertos/desaparecidos en Misiones y la Mesopotamia, causado por unas papeleras que no han sido construidas? Qué eficacia tremenda la contaminación de esas pasteras que todavía no han comenzado a funcionar! Esas son contaminaciones y no las de las pasteras argentinas! Sería bueno recomendarlas a los Estados Unidos para que las usen en reemplazo de sus misiles balísticos y sus divisiones de tanques Ambrams.
“En San Juan están rebanando la cordillera de los Andes, van a tener quinientos metros menos, la están dinamitando con cianuro para sacar oro. Pero está todo militarizado, no te dejan pasar. Es siniestro. Por eso, cuando ves al pueblo de Gualeguaychú alzarse, es un pedacito de conciencia. Me aferro y me abrazo y digo: 'loco, ésta la tenemos que ganar'”.
Este muchacho mete la pata cada vez más hondo. La cordillera tendrá 500 metros menos (¿a lo largo, a lo ancho, o a lo alto?) De cualquier modo, con los millones de kilómetros cuadrados que tiñe, qué son 500 metros? Como dicen los criollos, “¿Qué le hace una mancha más al tigre?”
Pero algo bueno hemos sacado de estas declaraciones. Hemos aprendido que el cianuro es un explosivo mucho mejor que la dinamita, el TNT o el AN/FO. Claro que es mucho más caro, por lo cual la economía de las compañías mineras se irá al tacho a la brevedad, y se retirarán de la región dejando a sus pobla-dores en el dulce y seráfico estado del Siglo 19. ¿Qué más quieren?
“Es la última batalla. Siento que si perdemos esta batalla con Botnia, perdemos el país, definitivamente. El enemigo es monstruoso. Es la fuerza del dinero y si hace falta, la fuerza militar. El marco legal está dado para que vengan a llevarse todo, desde el petróleo hasta el agua, a envenenarnos”, acotó también, al tiempo que sostuvo: “El único reaseguro que tene-mos contra esto, no es ni legal, ni político. Somos nosotros”.
¡Qué pedazo de neurosis! Nos vienen a envenenar, a llevarse el agua (en bidones? O en botellitas de agua mineral de litro?). Perdemos el país. No creo, es demasiado grande para perderse. Es fácil de en-contrar. Por otra parte, ¿De cuál marco legal habla? Si Argentina está reconocida como un país con menos seguridad jurídica que Nigeria, por ejemplo, o que Cuba. Si a nuestro presidente o a la secretaria del ambiente, la Dra. Picolotti no les gusta algo, como diría Terminator "No problema!", se emite un decreto ad hoc y "hasta la vista, baby!". Pensar de otra manera que se permitirá a los “sa-queadores” llevarse todo lo que quieran, es hacer al gobierno cómplice de los saqueadores. Está bien que hasta hace poco tiempo eso era la norma, pero ahora…?
“Estamos hablando de los derechos humanos...y esto qué es? Es un genocidio sin preceden-tes, un daño irreparable, irreversible, para siempre. Primero vendimos nuestras empresas, y ahora nuestra naturaleza. Tenemos un país lleno de soja, pinos y eucaliptus, donde había montes, bosques, agua. Se llevan toda el agua. El 80% del agua que consume el país es para riegos artificiales de soja, pinos y eucaliptos. Me encantaría no tener esta pintura en la cabe-za, pero corren peligro nuestras vidas. Sin ver, no podemos hacer nada. Yo ví en la desembo-cadura de las papeleras que flotaban miles de peces muertos”, añadió.
Y dale con el genocidio. Para colmo sin precedentes! ¿Qué libro de historia habrá llenado las horas de estudio de este muchacho? ¿Pero, estudió? Repito, me parece que la palabra genocidio se está usando últimamente con demasiada ligereza y su real significado terminará siendo desvirtuado. De tanto usarla, lo mismo que las moneadas, perderá su valor –como perdieron valor las palabras Democracia y Justicia en boca de los políticos.
Demos gracias al Cielo que el 80% del agua se usa para la soja y otros cultivos, porque si no fuese así iría a parar –inútilmente- al mar o se evaporaría como siempre lo hizo. Se perderían así miles de millones de dólares en “retenciones” a la agricultura, y habría menos plata para gastos sociales (como los jubilados?). Alguien le informó a Gustavo Cordera que existe algo que se llama el ciclo del agua o “ciclo hidrológico!? Que el agua se evapora de los mares, ríos, lagos, campos y selvas y se condensa en las alturas formando nubes. Luego cae como nieve, lluvia o granizo y el ciclo se repite ad infinitum. No hay agua que se pierda. La que hoy existe en la Tierra es la misma cantidad que había cuando se formó. ¿Dónde esta-ban los maestros de botánica y geografía de Cordera? ¿Estaban...?
Nos queda claro que los peces muertos no estaban en las “desembocaduras” de Botnia o Ence, ya que por el momento no emiten nada más que órdenes de pago a proveedores y salarios a sus obreros, sino que estaban en las salidas de efluentes líquidos de las papeleras argentinas –que nuestro presidente afirma que no contaminan, y que la secretaria del ambiente dice que emiten “bisulfito de cloro” –que es casi tan malo como decir “biclorato de azufre.” Bisulfitos hay muchísimos, pero ninguno contiene cloro. Como bien lo hace notar el profesor Mario Féliz en El Veneno de la Ignorancia. Sra. Picolotti, ¿dónde estaban sus profesores de química? ¿O los de sus asesores? Perdón, pero ¿tomará usted decisiones basadas en desconocimientos de la ciencia y de los hechos?
“Si Botnia nace, muere Gualeguaychú. Y no lo tienen que permitir, no tenemos que permitirlo. Hay que cerrar los puentes, hacer lo que sea necesario. Los famosos jinetes del fin del mundo son estas empresas”, finalizó. (APF. Digital)
Gustavo “Apocalíptico” Cordera. Un rockero metido a ecólogo. Sería un buen cambio en su carrera. Ya que no parece tener aptitudes para el bel canto, debería dedicar su futuro a salvar al mundo o a los gua-leguaychenses de una espantosa muerte por cánceres innombrables. Quizás así no cante más y nuestros oídos tengan respiro. Me quedo con Andrea Bocelli, o Frank Sinatra, maestro! De última, con nuestra Mona Giménez.
Eduardo FerreyraVea desde donde nos leen
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