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La Prohibición del DDT
Ha Causado Millones de Muertes


Pierre Lutgen
Doctor en Ciencias Químicas
Luxemburgo, Agosto 7, 2010

El día 16 de septiembre del año 2006, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó la fumigación interior de la casas con DDT en la lucha contra el paludismo y otras enfermedades tropicales.

Porque no lo utilizamos en la América del Sur?

Cada año 3 millones de Africanos mueren a causa de la malaria. Pero el 17 de mayo de 2004 se firmó la Convención de Estocolmo relativa a los productos químicos persistentes, que al lado de múltiples prohi-biciones permiten sin embargo el uso del DDT en el interior de las casas en las regiones en donde se lucha contra la malaria. 50 países han ratificado este tratado (1).

El DDT fue descubierto a fines de los años 30 y su inventor, el Dr. Paul Müller, de Geigy, recibió el pre-mio Nóbel en 1948 (a).

Durante la última guerra mundial permitió luchar contra las epidemias de tifus transmitidas por los pio-jos. En Europa, el DDT permitió hacerle frente a la invasión de la plaga de “doryphores” que atacaba los campos de patatas, invasión que arriesgaba la llegada de una hambruna. En Italia y Grecia permitió en los años 50 erradicar definidamente a la malaria que aún era entonces endémica.

El entusiasmo comprensible de los agricultores ante el éxito registrado durante el uso de los insectici-das a base de cloro, y sobre todo del DDT, condujo al principio a usos inmoderados y a despreciar la importancia de los efectos secundarios generados por estos productos. Los estudios (2) científicos demostraron sin embargo que los excedentes de pesticidas no tenían sino un pequeño efecto sobre la vida microbiana, o sobre larvas, gusanos y lombrices de la tierra (3), ni sobre los granjeros sicilianos que los usaron de manera masiva en la lucha contra la malaria después de la guerra. Las enfermedades cardiovasculares mismas disminuyeron entre este grupo de 1043 personas(4).

De un estudio realizado en Vietnam, el DDT no condujo a un aumento del cáncer de mama (5). Los residuos que no desaparecían por biodegradación, se unían de manera irreversible a la materia húmeda (6) del suelo y no resultan biodisponibles. De hecho, se descubrió DDT en muestras de suelos (7) de principios del Siglo 20, antes de que el hombre le hubiese inventado, y sin duda es porque las plantas lo produjeron ellas mismas como insecticida. La transferencia del suelo hacia las plantas en todo caso es insignificante para el DDT y sus productos de degradación (8). Por cierto que mucho menos que el arseniuro de plomo que se usaba como insecticida antes del descubrimiento del DDT.

A comienzos de los años 70, el libro Primavera Silenciosa de Rachel Carson atemorizó a todo el mundo con que los pájaros desaparecerían de nuestros cielos. Rachel Carson había asimismo predicho una epidemia de cáncer que alcanzaría al 100% de la población. En el día de hoy se sabe que esas dos profecías no se materializaron. 40 especies de aves han sido quitadas de la lista de especies en peligro. 19 de ellas tienen una población estable desde 1966; para 14 especies el número ha aumentado, y para 7 ha disminuido (9). El número de águilas registrado por la Sociedad Audubon era de 197 en 1940, y de 891 en 1960.

También se puede poner en duda el efecto del DDT sobre el espesor de las cáscaras de huevos de ciertas especies. De hecho, una relectura de los conteos de aves realizados entre 1940 y 1960 por Sociedad Sudubon de Estados Unidos muestra que durante este período de fuerte expansión del DDT la población de 28 especies aumentaron en un factor de 4.

Asimismo se pudo comprobar un aumento del espesor de las cáscaras en las regiones con un aumento elevado del DDT, y las experiencias de laboratorio confirmaron este efecto positivo. La disminución del espesor de las cáscaras que se había constatado puede, del mismo modo, ser debida a las lluvias ácidas, a la falta de fosfatos, a una disminución de material calcáreo en el suelo.(10) El mismo libro de Rachel Carson pretendía que el DDT se acumulaba de manera continua en la naturaleza y en los tejidos vivos. Algunos, tal como Paul Ehrlich, habían previsto la muerte de toda la vida marina para 1979.

Pero los movimientos de opinión se manifestaron durante los años 60 y llevaron a los responsables políticos a prohibir al DDT. Esta prohibición condujo a un genocidio. En Sri Lanka, en menos de 20 años, la utilización del DD permitió reducir el número de casos de malaria de 2.800.000 a 17. Cuando Sri Lanka fue forzado a prohibir al DDT, la cantidad de casos de malaria volvió a subir como un cohete. ¿Fue esta una buena elección? Se estima que durante los años 50 el uso del DDT en los países tropica-les salvó la vida de 500 millones de seres humanos (11) y que actualmente millones de personas mueren nuevamente todos los años a causa de la malaria, o sea una persona cada 10 segundos.

Ciertos países tropicales se rebelaron, de todos modos, a la prohibición del DDT en su agricultura. Los estudios hechos en la Universidad de Ibadan (12) en Nigeria mostraron que la transferencia de DDT a los cereales es insignificante. Esta prohibición, sin embargo, podría hacer morir de hambre a millones de nigerianos. La agricultura exclusivamente biológica que preconiza M. Huss en el diario “le Jeudi” del 16 de agosto 2002 es un lujo que sólo pueden pagarlo los países ricos.

El DDT fue prohibido porque se acumula en la cadena alimentaria y en los tejidos adiposos. Pero no se conoce de ningún caso de muertes humanas (13) relacionadas directamente al DDT. Antes del desem-barco en Normandía, los uniformes de los soldados americanos fueron impregnados de DDT, por lo cual no sucumbieron a los piojos y pulgas de Francia. La combatividad del GI no se vio afectada. Los volun-tarios americanos ingirieron durante un año y medio 35 miligramos de DDT todos los días (14) (era 1000 más que la dosis normal de la población). No se observó ninguna toxicidad, como tampoco ninguna en-fermedad crónica como resultado, como tampoco se observó entre los obreros que fabricaban el DDT. Se le añadió a la comida de monos (15) de experimentación una dosis diaria 33.000 veces más alta que absorbida normalmente por los humanos sin observarse efecto alguno. Los candidatos al suicidio que quisieron usar al DDT como veneno mortal no pudieron conseguir sus fines.

Se han cuidado muy bien los medios de decir que el DDT fue retirado en los Estados Unidos de la lista de sustancias cancerígenas por el National Cancer Institute, y de los experimentos realizados sobre animales se demostró un efecto retardador sobre el crecimiento de ciertos cánceres.(16) En la literatura científica no se puede encontrar ningún estudio, e insisto sobre NINGUNO, que demuestre cualquier efecto nefasto del DDT sobre la salud humana, y desafío a cualquiera que quiera descubrir a ese estu-dio. La organización Mundial de la Salud lo confirma.

La revista científica inglesa The Lancet, en su edición del 29 de julio 2000 se convierte en un apasiona-do abogado del uso del DDT en la lucha contra la malaria porque es incomparablemente menos tóxico que los demás insecticidas. Los expertos de la Agencia de Protección del Ambiente de EEUU (US-EPA) habían llegado ya a la misma conclusión en 1972, y el informe de la ATSDR (Agencia de Registro de Sustancias Tóxicas y Enfermedades) reconoció que no se conoce de ningún caso de cáncer causado por el DDT. En noviembre de 2000, Greenpeace reconoció que, de hecho, el DDT es el insecticida menos peligroso en la lucha contra la malaria. Recientemente yo pude comprobar los efectos positivos. El DDT estimula la producción de enzimas inhibidoras del cáncer (17). No pueden ya seguir jugando la carta del cáncer, ciertas asociaciones verdes que pretenden que el DDT afecta al crecimiento de los adolescentes (18), o disminuye la cantidad de esperma (18) entre los hombres. Estas dos afirmaciones no han podido ser corroboradas por los estudios epidemiológicos.

Pero los productos químicos causan temor de manera irracional, por más que hayan contribuido al aumento de 30 años en la esperanza de vida de nuestros países. Los enemigos de estos productos sacaron de un cajón el Principio de Precaución que permite prohibir a cualquier producto porque no existe ningún producto en el mundo que no presente riesgos, hasta la misma agua destilada, la sal de mesa o la aspirina. La aplicación de este principio se hace criminal porque se ha probado que el evitar los riesgos eventuales causa definitivamente la muerte de miles de personas. 400 científicos, entre ellos numerosos Premios Nóbel, acaban de firmar un llamado para se pueda seguir usando al DDT en la lucha contra la malaria. Se han puesto de acuerdo en que el uso del DDT en la agricultura tiene que ser controlado, porque con las cantidades que se pulverizaban antes sobre una hectárea de algodón se pueden rociar todas las casas de Guyana. El DDT actúa asimismo como repelente (20) para los mosqui-tos que no vuelven a entrar a las habitaciones. La toxicidad no sobrepasa el 10%..

Pero sin embargo, el WWF y Greenpeace continuaron en la conferencia de Johannesburgo cargando al DDT con todas las enfermedades del futuro. La intención inconfesada es la eliminación del DDT. Ellos hicieron todo lo posible para forzar el cierre de la fábrica en la India (21) que aún produce DDT. Algunos hablan de eco-colonialismo o de un genocidio tecnológico deseado por los americanos para protegerse de la explosión demográfica del sur. El Wall Street Journal habla de un deliberado asesinato de bebés, jóvenes, marrones y negros. El Dr. Charles Wurster, responsable científico del Environmental Defense Fund, afirma sin sonrojarse que “de todas maneras este excedente de población en los países pobres tiene que desaparecer.” El Dr. Van den Bosch de la Universidad de California se maravilla del interés que despiertan todos esos niños de color en los países pobres (22). Al Gore escribe en su libro “Ecología y Espíritu Humano,” sin mostrar vergüenza alguna, que “La prohibición del DDT a podido salvar la vida de centenares de americanos.”

La prohibición del DDT por parte de los fundamentalistas verdes es tan absurda y criminal como otras prohibiciones religiosas: como las dictadas por los fariseos que prohíben acudir a apagar un incendio, o de reparar la fractura de un hueso durante el día del Sabbat; o la de la Iglesia Católica de salvar priori-tariamente a los bebés en caso de un parto complicado, o la de los Testigos de Jehová de rehusar las transfusiones de sangre.

Pero en la prohibición del DDT hay también enormes intereses económicos en juego para las empresas químicas. Los piretroides que lo reemplazan son mucho menos eficaces, cuestan 4 veces más y los mosquitos se habitúan a ellos con mayor rapidez. Los europeos y americanos los pueden pagar, pero los africanos se mueren de malaria porque son demasiado caros para ellos. El Worldwatch Institute recono-ce en su edición de mayo de 2002 de su periódico que anualmente se infectan en el mundo unas 300 millones de personas de las cuales mueren unas 3 millones, y que los medios de lucha, fuera del DDT están fuertemente limitados. Pero el mismo periódico ecologista no tiene el valor de decir que es nece-sario anular la prohibición que pesa sobre este insecticida.

Nosotros acusamos a Milosevic y Sharon por las miles de muertes de las que son responsables, pero ¿quién toma la responsabilidad por los 3 millones de adultos y niños que mueren anualmente porque el DDT está prohibido? ¿Los “eco-locos” inconscientes del WWF y Greenpeace; las empresas químicas que prefieren vender productos más caros; los medios golosos de historias sobre sustancias químicas que causan miedo? ¿O todos nosotros que nos dejamos manipular como durante la Edad Media?

Pierre Lutgen,
Doctor en Ciencias.
Luxemburgo



Notas

(a) El inventor del DDT, profesor Müller recibió en 1948 el Premio Nóbel de Medicina por los beneficios que su producto aportó a la humanidad.

Referencias

  1. C. Kapp, Bull. World Health Organ, 82, 472, 2004
  2. P.R. Wallnöfer, Z.Umweltchem.Ökotox., 3, 230, 1991.
  3. A.G. Ebere et al., Bull.Environ.Contam.Toxicol., 55, 766,1995.
  4. P. Cocco et al., Ann.N-Y Acad Sci., 837,246,1997.
  5. A. Schecter et al., Arch.Env.Contam. Toxicol., 33.453,1997.
  6. A. Moreale et al., Parasitica, 34,233,1978.
  7. W. Hom., Science, 184, 1197, 1974.
  8. D. Calamari et al., Environ.Sci.Technol, 25-8, 1489,1991.
  9. Newsweek, december 5, 1994, p51.
  10. M.L. Scott et al., Poultry Science, 50, 656, 1971.
  11. R. Bates. What Risk, Butterworth & Heinemann, 1997.
  12. O. Osibanjo et al., Environ.Contamin. and Toxicol., 5,460, 1995.
  13. Frankfurter Allgemeine Zeitung, 2, 7, 1997.
  14. W. Hayes, J.A.M.A. 162, 6 890, 1956.
  15. J. Cancer Res. Cli. Oncol. 125, 219, 1999.
  16. American Journal of Public Health, January 1989.
  17. M.A. Dalvie et al., Environ. Res., 96. 9, 2004.
  18. B.C. Gladen et al., Environ. Health Pers. 112, 1761, 2004.
  19. M.A. Dalvie et al., Environ Res., 96, 1, 2004.
  20. I. Goklany, Economy Research Center, Montana, [email protected].
  21. R. Bailey, Reason Magazine Science, Jan 2001. [email protected].
  22. G. Jackson, TNA News, 6 december 2000. http://www.newaus.com.au/news166ddt.html



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