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Si la soja despierta pasiones ante la opinión pública, porque unos aplauden su exponencial crecimiento de los últimos quince años, con una siembra que se duplicó, y otros critican su avance, junto a ella hay un producto que, al menos cuando se pronuncia su nombre, también provoca reacciones encontradas: el glifosato volvió a estar en escena recientemente cuando un fallo de la justicia de Santa Fe prohibió su aplicación en zonas cercanas al poblado de San Jorge, ante denuncias de supuestas afecciones de la salud humana provocadas por este producto.
Qué es el glifosato, para qué se usa, desde cuándo se recurre a él en la Argentina y en el mundo, qué rela-ción tiene con la soja y otros cultivos, qué cambios introdujo para la agricultura y cómo se lo clasifica a ni-vel toxicológico en los organismos internacionales son algunas de las preguntas que vale la pena responder.
El glifosato es un principio activo de herbicida que actúa bloqueando la actividad de una enzima sin la cual los vegetales mueren. Su objetivo es el control de malezas que compitan o pudieran llegar a competir con los cultivos por recursos vitales como la luz, el agua y los nutrientes.
"El glifosato es un ácido que se formula como una sal para hacerlo soluble en agua. Básicamente, las for-mulaciones comerciales constan, entonces, de una sal de glifosato y un tensioactivo (se refiere a algo que reduce la tensión entre dos superficies en contacto), que le permite al glifosato penetrar dentro de la ma-leza tratada e iniciar su traslocación hacia los puntos de crecimiento donde actúa", explicó Pablo Grosso, director de Gestión Tecnológica de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), que agrupa a firmas proveedoras de agroquímicos.
Se trata de un producto que lleva más de 30 años de vigencia y se lo utiliza en al menos 140 países. La Argentina representa el 8,5% del consumo total de este herbicida. "Se lo comenzó a utilizar en 1974, o sea que en el mundo hay una experiencia de más de 35 años de uso", señaló Grosso. Según el técnico de Ca-safe, es el producto fitosanitario (es decir, de protección de los cultivos) más usado en el mundo. "Se usan aproximadamente 2000 millones de litros y la Argentina es el 8,5% de ese total, con 170 millones de litros", añadió.
En rigor, el glifosato no es exclusivo de un solo país ni, mucho menos, de la soja. Se lo emplea tanto para otros cultivos a campo, actividades ganaderas, como en economías regionales donde también el objetivo es controlar malezas.
Revolución técnica
En el caso de la soja, la combinación con el glifosato ocurrió en el marco de un contexto todavía más amplio. De hecho, fue la llegada de la soja transgénica resistente al glifosato, en 1996, lo que potenció el producto e hizo aún más sencillo el control de malezas. Una soja resistente a este herbicida fue un avance significativo para poder dar un paso más en el control de malezas difíciles, como el sorgo de alepo y gra-món, e incorporar más hectáreas a la agricultura.
Pero, además de la llegada de la soja resistente al herbicida glifosato, la soja se potenció por otro factor: la siembra directa, una tecnología que permitió dejar de remover el suelo para avanzar hacia un sistema con-servacionista de ese mismo suelo y mayor eficiencia en su uso. Hoy 20 millones de hectáreas, sobre casi 30 millones que se siembran en el país, están bajo siembra directa.
"La combinación del herbicida glifosato, soja transgénica resistente al glifosato y siembra directa tuvo un efecto sinérgico tan grande que estableció un nuevo paradigma único en el mundo, que cubre millones de hectáreas. Ni en Estados Unidos ni en Brasil (primero y segundo productores mundial de soja; la Argentina ocupa el tercer lugar) hay esa cantidad de tierras agrícolas bajo siembra directa continua, donde se culti-van sojas transgénicas y se usa el glifosato para el control de malezas", afirmó Luis Salado Navarro, con-sultor. Otro beneficio concreto que tuvieron los productores con esta tecnología fue la reducción de los costos de producción por hectárea, que bajaron sensiblemente.
Gustavo Duarte, otro consultor, tampoco tiene dudas sobre lo que representa la agricultura con glifosato. "En la agricultura con glifosato se redujo la pérdida de suelo, único factor en discusión cuando se habla de sostenibilidad de la producción, ya que mediante la adopción de la siembra directa se minimizaron las pérdidas generadas por labranzas. Además, hay un menor gasto de energía fósil directa, con menos litros de gasoil quemado a la atmósfera por hectárea, por lo que se reduce el efecto invernadero", comentó.
"Antes de la llegada del glifosato, el control de malezas requería la utilización de múltiples productos con niveles de riesgo de contaminación en algunos casos muy superiores a los que podría conducir este herbicida", añadió Martín Díaz-Zorita, otro especialista.
Toxicidad menor
En este contexto, la pregunta sobre la toxicidad o no del glifosato se impone. Según Guillermo Cal, director ejecutivo de Casafe, la clasificación toxicológica de este producto está regida según criterios de la Organi-zación Mundial de la Salud (OMS) y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación).
Es una escala que considera los productos como extremadamente o muy peligrosos, moderadamente peli-grosos, ligeramente peligrosos o, en cambio, productos que "normalmente no ofrecen peligro". Según afirman en el sector, el glifosato pertenece a esta categoría. "La FAO y la OMS lo definen como un pro-ducto que normalmente no ofrece peligro; no es una clasificación arbitraria, está fundada sobre paráme-tros muy estrictos", precisó Cal.
En la Argentina, el glifosato se encuentra registrado en el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroali-mentaria (Senasa). "Pertenece, según la resolución 350/99 del Senasa, a la categoría de productos fito-sanitarios de menor riesgo toxicológico (clase IV o banda verde), en consonancia con otros organismos internacionales que lo evaluaron, como la FAO y la OMS", dijo Grosso. Este especialista añadió: "Es menos tóxico en muchos casos que los productos que se usan dentro de los hogares comúnmente para combatir el dengue, la vinchuca, pulgas, piojos, cucarachas, etcétera".
CLAVES
Objetivos : El glifosato es un herbicida cuyo objetivo es el control de malezas. Se lo emplea para eliminar aquellas que compiten o pudieran competir con los cultivos. Contribuye también a controlar las malezas durante los barbechos, es decir, los meses cuando los cultivos no cubren el suelo. Ade-más de soja, se lo emplea en otros cultivos a campo y economías regionales.
Uso global: A nivel mundial son 140 los países que lo utilizan. El consumo global de este producto ronda los 2000 millones de litros y la Argentina representa el 8,5% de ese total. Países como los Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania suman más de 800 registros de formulaciones comer-ciales que fueron evaluadas toxicológicamente para su aplicación. Se lo utiliza desde 1974.
Toxicidad: Según la Cámara Argentina de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), la Organiza-ción Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) lo clasifican como producto que "normalmente no ofrece peligro". Pertenece a la categoría de produc-tos conocida como de "banda verde" o menor riesgo toxicológico.
LA NACION
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