Hielo Marino
Temperatura Polo Norte
Es el deber de los científicos atraer
la atención de la sociedad sobre los riesgos
del eco-radicalismo que tiende a substituir
la evaluación científica de los riesgos
Alfred Bernard
Las dioxinas (PCDD) y los furanos (PCDF) son una familia de productos orgánicos clorados que se encuentran en todas partes en la naturaleza y desde siempre, en los bosques vírgenes. Se las encuentra con mayor frecuencia en los suelos de nuestros bosques que las zonas urbanas [1]. En los suelos de los bosques de la Renania la concentra-ción de dioxinas es de 10 a 100 veces más alta que en praderas y jardines. [2,3,4] Los Suizos acaban de encontrar la misma cosas en sus bosques [5]. Durante la degradación de las hojas y de las ramificaciones para los champiño-nes se generan los colorofenoles que conducen a las dioxinas [6]. Las peroxidasas bovinas y las de los rabanitos las producen igualmente. Es esta la razón por las que el suelo alrededor de los aserraderos de troncos y alrededor de las plataformas de compostaje son ricas en dioxinas.
Se han encontrado dioxinas en los sedimentos japoneses de más de 8.000 años [7], en fuertes concentraciones en los depósitos de arcilla [8] en los Estados Unidos, de una antigüedad de millones de años, en las momias de los faraones en las muestras de sue-los que datan de la época de Cristo. Se las ha encontrado en importantes canti-dades en el sitio arqueológico de una vieja fábrica romana de tejas en Dormagen, en Alemania. La presencia de dioxina en muchas arcillas e, sin embargo, poco comprendida. Se han hallado concentraciones que sobrepasan 25.000 ng/kg en las arcillas naturales en América y en la Renania [9].
Las dioxinas son generadas por los incendios de bosques, los fuegos de las estufas a leña, el humo del tabaco, las llamas del biogas, las centrales térmicas y los asados, por las operaciones de blanqueo y por los incineradores, por la descomposición de la materia viviente, por las instalaciones de compostaje y la depuración de aguas; son emiti-das las dioxinas por los volcanes, por las calefacciones a fuel-oil [10], y por los autos. Los incendios de bosques y la incineración silvestre de desechos en el fondo del jardín generan más dioxinas actualmente que los incineradores de residuos equipados con filtros [11]. Y el fuego de las estufas a leña generan diez veces más dioxinas que la calefacción a diesel-oil [12].
Sin embargo, las concentraciones de dioxinas en los alimentos y en los suelos son sumamente débiles, del orden de las mil millonésimas de gramo por kg (0,000.000.001 g/kg – que corresponde a un grano de arena en un tren car-guero de arena de 20 kilómetros de largo), tan pequeñas que es muy difícil y costoso de detectar. Además, en los suelos las dioxinas están fuertemente ligadas a las partículas de humus o las partículas de hollín, y por consiguiente muy poco biodisponibles.
Los estudios realizados en Bochum, Alemania, mostraron que la sangre de los vegetarianos contienen la misma concentración de dioxinas que los no-vegetarianos [13]; lo mismo para los habitantes de las regiones rurales o para los habitantes de las regiones donde la deposición de dioxinas es muy fuerte [14]. Igualmente inexplicable es la fuerte concentración de PCB y dioxinas en los tejidos y la leche materna de los esquimales de Groenlandia [15] o también en los sedimentos costeros de Queensland, Australia [16].
El debate sobre las dioxinas comenzó con el accidente de Seveso, al norte de Italia en 1976, cuando un kilogramo de de unos de esos compuestos se expandió en la atmósfera después de la explosión de una caldera química pro-ductora de herbicidas. Este accidente industrial provocó un gran pánico.
Los ensayos de laboratorio habían en efecto mostrado que los cobayos eran sumamente sensibles a las dioxinas. Y se extrapoló sobre los hombres y sobre otros animales. Pero también se reconoció que esto era falso y que era necesario, por ejemplo, una dosis de dioxina 5.000 veces más elevada para afectar a un hamster que a un cobayo.
En 1987, el profesor A. Okey de Toronto, describió en la revista Cancer Research al receptor en el hombre sobre el cual se fija la dioxina. Descubrió que ese receptor tiene una capacidad de fijación netamente más débil que la de ciertos animales de laboratorio. La especie humana no parece ser una especie particularmente sensible a los efec-tos de las dioxinas. No se ha detectado ningún caso de muertes humanas debidas a una intoxicación aguda por dioxina, a pesar de los numerosos y graves accidentes en Seveso, Grenoble, Times Beach, Love Canal, Ludwigs-hafen, Bolsover, Amsterdam.
Pero la prensa había ya saltado sobre estas informaciones porque eran excelentes noticias sensacionalistas y permitían aumentar el tiraje de las ediciones [17]. La dioxina se convirtió en el portavoz de los miedos que el hombre de la calle le tiene a todos los productos químicos. El daño así causado al público es muy difícil de reparar.
Las organizaciones ecologistas no perdieron el tren. Este riesgo difuso, en el que participa la industria, el eterno enemigo, era un regalo de los dioses ideal para inquietar a la población y recaudar fondos. Los políticos desinfor-mados sobre la salud también se subieron al tren que pasaba rumbo a la fuente del catastrofismo y de los fondos de su comercio político. Los científicos ávidos de subsidios para sus investigaciones se apresuraron a echar leña al fuego.
La prohibición del DDT es otro ejemplo de estas histerias colectivas. El DDT jamás ha matado a ninguna persona a pesar de todos los abusos que se hicieron en su utilización y de las pulverizaciones masivas que se hicieron des-pués de la Segunda Guerra. Pero su prohibición condujo a una resurgencia de la malaria y de otras enfermedades transmitidas por vectores insectos y la muerte de millones de personas, por ejemplo en Sri Lanka.
Todos nos hemos empobrecido en estos falsos debates. En lugar de concentrar nuestros esfuerzos sobre los problemas ecológicos reales, y de erradicar las enfermedades o los riegos del agua contaminada en el Tercer Mundo, que mata a millones de seres humanos todos los años, hemos dilapidad miles de millones y provocado el desempleo intentando eliminar sustancias químicas probablemente inocentes a las dosis que se encuentran normalmente en el ambiente. La dioxina es un problema “de lujo” que sólo pueden pagar los países ricos.
En los Estados Unidos se han destruido urbanizaciones enteras y sus habitantes reubicados porque se habían encontrado trazas de dioxinas en el suelo. (Love Canal, Times Beach, Escambia). Pero todos los estudios epide-miológicos realizados sobre los viejos residentes de estas urbes dieron resultados negativos y no permitieron detec-tar una tasa de enfermedades superior a la normal. Asimismo, no existe ninguna prueba epidemiológica de un riesgo de cáncer en la vecindad de incineradores, aún entre los más viejos [18]. Así fue confirmado por los trabajos del Profesor Alfred Bernard de la Universidad Católica de Lovaina, y más recientemente por las investigaciones japone-sas [19], o por los estudios franceses [20]. Pero veámoslos con mayor detalle:
17 años después del accidente de Seveso, el profesor Pesatori [21] de la Universidad de Milán, publicó los resulta-dos de un estudio comenzado en 1983 sobre los cánceres inducidos por la emisión masiva de la dioxina TCDD en una zona densamente habitada. El estudio se condujo sobre la población de edad 0 a 19 años. El territorio estudia-do estaba repartido en tres zonas A, B, y R, en relación con el nivel de contaminación del suelo con dioxinas. El estudio agrupa a 2122 personas en al zona A (la más contaminada), 18.115 para la zona B, y 598.236 personas para la zona de referencia R. El número de casos de cáncer era 23 en las zonas contaminadas A y B. Estadística-mente, no es superior a la normal, si no fuese por dos casos de cáncer de tiroides (contra 0,4 esperados) sobre la población de más de 20.000 personas. Eso no le impidió a un diario francés escribir sobre la base de estas cifras que habían hallado en Seveso una tasa superior a la normal de cánceres “raros,” con un titular de catástrofe: “Aumento de cánceres en Seveso”.
En la conferencia “Dioxina 92”, en Tampere, Finlandia, el profesor L. Needham, del servicio de Salud Pública de Atlanta, (USA) presentó los resultados de su estudio sobre el accidente de Seveso. Este estudio utiliza las mismas zonas de referencia A, B, y R. Los únicos problemas médicos notados entre los humanos fueron los casos de cloro-acné, sobre todo en los niños de la zona A. Pero esas afecciones cutáneas podrían igualmente haber sido la conse-cuencia de otros productos químicos emitidos durante el accidente. L. Needham cita igualmente los trabajos del profesor Bertzzi de Milán que no había podido hallar evidencia de un número más elevado de casos de cáncer.
Un efecto bastante inesperado fue, por el contrario, detectado en la región de Seveso: el cáncer de mama y de la matriz parecían haber disminuido. A este respecto recomiendo leer el de la K.U. Keuven, publicado en 1999 y que se puede obtener gratuitamente [b].
Estos trabajos fueron confirmados por los trabajos del profesor H. Rüdiger, de Viena. Desde 1977 a 1992, 15.291 recién nacidos fueron examinados en las zonas contaminadas A, B, y R, alrededor de Seveso. No se pudo detectar ningún efecto teratogénico o tetotóxico. Sin embargo, la concentración de dioxinas a las que ciertas personas de Seveso fueron expuestas eran 10.000 veces más altas que las que la población normal está generalmente expues-ta. Esto confirma a los trabajos hechos anteriormente en Missouri y en Vietnam [22] sobre las zonas contaminadas.
Dos jóvenes mujeres absorbieron accidentalmente una dosis muy fuerte de dioxinas. Hallaron en su sangre valores 10.000 veces más altos que lo normal para las dioxinas TCDD. Ellas sufrieron de cloroacné en los días siguientes al accidente, pero no presentaron ninguna otra secuela después de dos años.
Ya en 1986 la revista Scientific American había publicado los trabajos del profesor R. Tschirley. En la población de Seveso, como también en la de Vietnam y de Suecia accidentalmente expuestas a los herbicidas contaminados, la mortalidad no era diferente de la mortalidad natural de la población general. Ningún efecto durable, ningún efecto neurológico, ninguna malformación congénita o defectos cromosómicos pudieron ser descubiertos. Sobre los 15.291 niños nacidos en los años después del accidente de Seveso, no se pudo determinar una tasa de malformación anormal.
La ausencia del impacto del herbicida Agente Naranja, rico en dioxinas (1,2,3,5T, y 2,4D) sobre la salud de los soldados australianos que lucharon en Vietnam fue constatada por el informe “Evatt” del Ministerio de Salud de Australia [23]. Acaba de ser publicado, igualmente, un estudio norteamericano [24] que confirma que los veteranos americanos implicados en el rociado del Agente Naranja (los “Ranchers” de la Fuerza Aérea) no sufrieron 25 años después de ninguna clase particular de cáncer. Más aún, un estudio completado en el 2000 muestra que los solda-dos americanos que durante 2 a 3 años estuvieron en contacto con el agente naranja tienen menos cáncer de piel [c] y que sus hijos [25] tienen menos malformaciones congénitas.
En un informe de 1994, el Dr. Kl. Komorowski, del ministerio federal alemán de la investigación constata que hasta ese día, no se había podido descubrir ningún riesgo serio para la salud ligado con las dioxinas emitidas por las instalaciones de incineración de desechos. Estos datos epidemiológicos contradicen las informaciones alarmistas publicadas por los medios.
Los estudios hechos sobre los habitantes de sitios americanos contaminados (Times Beach, Love Canal,…) no han logrado poner en evidencia ningún impacto de la dioxina sobre la salud, aunque el suelo contenga niveles de 1000 ppb. V. Houk, funcionario de la EPA responsable de las reubicaciones forzadas de miles de personas declaró en 1992:
“Han sido las experiencias de la EPA sobre los animales las que nos indujeron al error. Sabemos al día de hoy que saturar una rata durante años con una sustancia química, de contar los tumores producidos por estos pésimos tratamientos, después extrapolar sobre los seres humanos con un factor de seguridad de 1.000.000, no tienen ningún sentido científico. Se han dilapidado millones y millones de dólares para nada y para confirmar una cosa evidente para todas las sustancias químicas; todas ellas son tóxicas a dosis muy elevadas, pero no lo son a dosis débiles.”
Raramente exista una sustancia química que haya sido tan estudiada por los científicos como la dioxina. Un análisis cuesta más de 50.000 BEF [26] (u$s 1.5000) porque las concentraciones son sumamente débiles (del orden de ppt –partes por trillón). Y por lo tanto no se ha podido demostrar en los humanos ni cáncer, ni malformación genital, ni efectos neurológicos después de 20 años de latencia. A dioxina no ejerce ningún efecto inmuno depresor sobre los linfocitos [27] u otra afección del sistema inmunitario. El último estudio [26] que acaba de publicarse sobre 7.075 hombres y mujeres que entre 1946 y 1977 estuvieron sujetos a dosis elevadas de PCB y dioxinas en la fábrica de General Electric en Hudson Falls, New York. No se observó ningún efecto sobre la salud.
Otro estudio reciente acaba de intentar resumir de manera estadística todos los estudios hechos hasta la fecha, en Seveso y otras partes, y arriba a la conclusión [29] que para la mayoría de los tipos de cáncer la dioxina es más un remedio (bloqueante) que una causa!
Y los diarios americanos comenzaron a publicar: "El Miedo a la Dioxina Catalogado de Error" (St. Louis Post); "Pesadillas Tóxicas pueden ser Sueños Desagradables", (Chicago Tribune); "La dioxina Se Une a la Lista de las Falsas Alarmas," (Los Angeles Times) . Un diario francés tituló en la misma época "La dioxina es Inocente! [30] El número de casos de cáncer en Seveso, si es que hay uno, parece insignificante al lado de 70.000 casos de cáncer anuales debidos al tabaquismo, y a los 40.000 casos de cáncer debidos al alcoholismo en Francia.
Pero a pesar de todo, se continúa queriendo retirar del suelo, del aire y del agua hasta la última molécula de dioxina detectable. Las normas de la EPA ponen al dosis tolerable para los alimentos sumamente baja: 0,006 g por kilo y por día. En el Canadá la dosis tolerable es 1.666 veces más alta.
También es posible poner en duda la norma americana de 1 ppb de dioxina en los suelos, niveles a partir de los cuales deberán ser descontaminados, con los costos exorbitantes que ello implica. La Umweltbundesamt de Alemania propone 100 ppb [31]. (En la zona A de Seveso se hallaron 580 ppb en los suelos). La transferencia de dioxina contenidas en el suelo hacia las plantas es sumamente débil. Las dioxinas están, en efecto, íntimamente ligadas a las partículas de hollín que las trasladó hasta el suelo, y son asi difícilmente biodisponibles [32].
Las normas de emisión para los hornos de las fábricas o de los incineradores son igualmente demasiado severas (0,1 ng/Nm3). Un incinerador moderno, equipado de filtros de alto desempeño y de una post combustión a 1200º C, emi-te menos de 100 miligramos de dioxinas por año, sin lugar a dudas mucho menos que los asados de una fiesta de los Bomberos Voluntarios o del Sindicato de la Iniciativa. No se puede comparar una central moderna de valoriza-ción energética de desechos con un incinerador municipal del pasado que emitía de 100 a 200 veces más dioxinas y sustancias nocivas.
Y a menudo las dioxinas que se incriminan en los alrededores de los incineradores son de otros congéneres dentro de la gran familia de las dioxinas, que aquellas que son emitidas por esos incineradores. El diario "Le Soir", del 31 de marzo de 2004 publicó un resultado inesperado: los vecinos que viven viento abajo del incinerador de Nederover-Heembeek tienen menos dioxinas y PCB en su sangre que la población testigo de las Ardenas.
Se olvida muy a menudo que el compostaje y la biometanización crean igualmente grandes cantidades de dioxinas. Durante las operaciones de compostaje la concentración de dioxinas en las materias orgánicas se multiplica por tres, mientras que durante la valorización térmica las dioxinas son casi todas destruidas.
Un poco irresponsable en este estado actual de nuestros conocimientos, parecer ser el rociado de "compost" o abonos y de lodos de las estaciones de depuración sobre suelos agrícolas orgánicos, lo mismo que sobre pasturas donde las dioxinas son directamente transferidas a la leche de vaca. Los composts [33] y los lodos de las estacio-nes de depuración contienen en promedio 300 ppb de dioxinas, y algunas veces más de 1000 ppb [34]. Su transfe-rencia a ciertas legumbres es muy pronunciada, sobre todo en las zanahorias, los calabacines y los pepinos [35]. (Sin hablar de las concentracions a veces muy elevadas de metales pesados en los composts.). La EPA quiso, entonces, introducir un valor límite para las dioxinas en los composts, abonos y los lodos aplicados a los campos[36].
Alguos cuestionan igualmente el reciclaje del papel y la fabricación de filtros de café, de servilletas, de pañuelos, a partir de papeles viejos. Las dioxinas se acumulan ciertamente en los papeles reciclados [37] y alcanzan concen-traciones hasta 14 veces más altas a las del papel normal [38]; el papel higiénico y los pañales para bebés contie-nen más dioxinas que cualquier otros desecho corriente o producto natural [39].
Veamos las opiniones de algunas administraciones o academias:
En 1991, la Agencia para la Protección del Ambiente de EEUU (EPA) reconoció finalmente que era necesario em-prender un estudio exhaustivo para determinar la toxicidad de las dioxinas, para establecer de una vez para siempre si esos productos representan un riesgo serio para la población o no. Los datos estadísticos acumulados hasta la fecha no lo demuestran, como lo reconoce el informe de la EPA de 1988.
En 1994, la EPA publicó otro informe voluminoso que no elimina el riesgo de cáncer debido a las dioxinas (y es esto lo que la prensa sensacionalista retuvo), pero a pesar de 20 años de investigación, de sumas astronómicas malgas-tadas y de 2000 páginas de resultados la EPA no pudo probar que las dioxinas causan cáncer. Este último informe de la EPA fue muy criticado en el mundo científico [40] por no tomar en cuenta las opiniones divergentes y de servir sólo a la ambición de algunos funcionarios deseosos de controlar esta o aquella actividad industrial [41].
El 20 de septiembre de 2004 se publicó de la misma manera un estudio de la Academia de Ciencias de Francia. Ella concluye en que no existe ni un solo caso de mortalidad humana directa o diferida a causa de Seveso y que, para el hombre, el único efecto atribuible a la dioxina es el cloroacné. El informe demuestra que:
"Contrariamente a la opinión generalmente extendida, no hay ningún elemento que permita al día de hoy considerar que la dioxina y sus análogos constituyan un riesgo mayor para la salud pública, El hombre es poco sensible a la dioxina, y las dosis a las que se ve expuesto son sumamente débiles."
La Dioxina no es un iniciador del cáncer [42]. Desde hacen milenio [43] que el hombre está expuesto a las dioxinas presentes en la alimentación, en el agua, el suelo, el aire y su propio cuerpo y sin dudas ha aprendido a vivir con estas pequeñas cantidades. Y G. Ourisson, presidente de la Academia de Ciencias acaba de reconfirmar esta posi-ción en febrero del 2000 [44]:
"Resulta extraordinario que, sucesivamente, los militantes antidioxina la hayan acusado de ser un tóxico potente, de ser un cancerígeno, de ser un agente inmunodeletéreo, en fin, de ser un teratógeno… en mi conocimiento… ningún estudio científico ha demostrado que sea ninguna de las cosas de las que se la acusa."
Un estudio conducido por la INSERM (Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica) en el 2000, arriba a la conclusión que,
"no se ha podido establecer formalmente ningún caso de cáncer atribuido a la exposición a las dioxinas entre la población general."
En Alemania, el 'Länderausschuss für Immissionsschutz' ha reconocido igualmente que el temor a la dioxina es exagerado, sobre todo si se la compara con los riesgos reales que representan, por ejemplo, el benceno o el hollín cargado de hidrocarburos aromáticos policíclicos [45]. El Bundesgesundheitsamt confiesa que en Alemania no se conoce ningún caso de enfermedad o de muerte relacionado con las dioxinas.
Las concentraciones de dioxinas en la leche de vaca son altas. Un tercio de las dioxinas absorbidas por la alimenta-ción humana proviene de la leche. Un estudio muy completo realizado en RenaniaWestfalia a demostrado mientras tanto que la concentración de dioxinas en la leche no es superior en la vecindad de las centrales térmicas y de los incineradores [46]. Las concentraciones de dioxinas en la leche son siempre superiores durante el inverno. No se conoce bien la razón, pero se dice que la enzima peroxidasa de la leche es capaz de introducir al cloro en las moléculas orgánicas [47]. Una enzima parecida [48], es la causa de concentraciones a veces muy elevadas de dioxinas en el rábano picante [49]. Parece que el cuerpo humano acumula las dioxinas en los tejidos adiposos en donde se toma su tiempo para degradarlas.
Es igualmente inquietante que las concentraciones de dioxina en la lecha materna sean superiores a las dosis prescritas para los alimentos. Y sin embargo existe tanto en la leche materna entre los pueblos primitivos o en las regiones no industrializadas que en nuestros países [50]. Un bebé alimentado al seno materno absorbe así 100 veces más dioxina que un adulto [51]. Ciertos ecologistas han querido prohibir por esta razón la alimentación al pecho materno [d]. Una publicación alemana escribió en primera página: "Ist Muttermilch Sondermuüll?" (¿Es la lecha materna desecho peligroso?), una estupidez a la que la organización Mundial de la Salud le tuvo que salir a poner freno [53]. La EPA americana recomienda de todos modos la alimentación al pecho materno. Un reciente estudio realizado en los Países bajos ha confirmado la inocuidad de la leche materna. Al revés, este estudio con-centrado sobre 7092 niños ha mostrado que la leche materna reduce la frecuencia de las diarreas, de resfríos y de la tos. No existe ninguna relación entre la tasa de PCB/dioxina en la leche y el estado de salud de los lactantes [53]. Por el contrario, se viene de descubrir que los hijos que habían ingerido como alimento dosis más grandes de dioxinas sufren menos de la endometriosis [54].
Se dice igualmente desde hace algunos años que los niveles de dioxinas son de 10 a 100 veces más altos en la carne de pollo y sobre todo en los huevos. Se impone la lectura del informe muy completo publicado sobre este tema por el Ministerio del Ambiente de Bonn en 1993. Periódicamente nace un pánico concerniente a la dioxina en este o aquel país. Como el referido a las carnes belgas de 1999. Y sin embargo, los análisis hechos sobre los centenares de muestras de carnes belgas por laboratorios suizos o alemanes [55] demostraron que la dioxina se hallaba en concentraciones similares a las de los demás países de Europa.
Pero es en los moluscos y los peces donde se encuentran las concentraciones más altas de dioxinas, de acuerdo al profesor Bernard, de la UCL [56]. ¿Se debe ello a los residuos de dioxinas en las aguas costeras, o las dioxinas son fabricadas por los peces? La población de pescadores pueden tener una concentración de dioxina en sus cuerpos 5 veces [57] más altas que el resto de la población. Y sin embargo, ellos no padecen de más cánceres.
Más desconcertantes aún son los resultados de los trabajos publicados por la Universidad de Bochum [58]. Las excretas fecales de 14 adultos estudiadas contenían dos veces más dioxinas que las cantidades aportadas por la alimentación. Los cuerpos humanos generarían sus propias dioxinas por razones que aún no se comprenden. Estos resultados confirman los obtenidos hacen ya algunos años [59] sobre las vacas suizas. La cantidad de dioxinas eliminadas en los excrementos eran superiores a las absorbidas por la alimentación. Se les dio alimentos ricos en dioxinas a esas vacas para descubrir una correlación con la concentración de dioxina en la lecha y no la pudieron encontrar.
¿Habría una razón por la cual la leche de vaca la materna contengan tanta dioxina? Muchos estudios americanos han demostrado que la leche de vaca es un inhibidor del cáncer [60], o que la misma dioxina se comporta como un inhibidor de numerosos cánceres [61]. Estos trabajos fueron confirmados por las investigaciones hechas en la Universidad de Karlsruhe. Las dioxinas frenan el desarrollo de ciertas células y llegan a suprimir a los tumores [62]. Hasta han observado una espectacular disminución de los tumores espontáneos de las glándulas mamarias y del útero en las ratas después de la administración de débiles dosis de dioxinas [63]. Resultados similares fueron publicados por la revista Nature en 2003 por E. Calíbrese "Toxicology rethinks its central belief," (La Toxicología repiensa su creencia central). Un estudio muy reciente muestra que el TCDD y el PCB inhiben el crecimiento in vitro de células cancerosas de mama[64].
Uno de los últimos argumentos de Greenpeace fue que las dioxinas en la alimentación de los lactantes conducirían al retraso del desarrollo del cerebro. ¡Difícil de probar! Pero los ensayos sobre jóvenes ratas dopadas con TCDD antes y después del nacimiento indicaron que tienen mejores reflejos y una actividad locomotora más grande [65].
¿Y cómo explicar los resultados publicados recientemente por la ADEME en Francia: se descubren niveles más altos de dioxinas entre los no fumadores en comparación con los observados en los fumadores, por lo tanto susceptibles de inhalar más dioxinas con el humo aspirado [66].
Es lo mismo para la dioxina como para las demás sustancias químicas. Ellas son tóxicas en grandes dosis pero pueden ser benéficas a dosis pequeñas. En los Estados Unidos miles de muertes anuales se deben a un consumo excesivo de aspirinas. ¿Habría por lo tanto que prohibirlas?
¿A quiénes se quiere asustar y por qué? Sería un caso de inmoralidad de infundir el miedo para obtener dinero para financiar un laboratorio de análisis, o la caja de una agrupación ecologista. Los terrores e histerias públicas sobrepasan de lejos a los riesgos reales. ¿Habrán reemplazado las dioxinas a los brujos de la Edad Media y a las colectas de dinero para las indulgencias?
Atreverse a decir uno no cree en los riesgos de las dioxinas para la salud frisa con la herejía. Es ir en contra de la creencia de la mayoría y contra la ciega fe de los ecologistas y sus desatinos. En la Edad media el Islam era floreciente, al comienzo del Siglo 20 Occidente vio una explosión técnica y económica porque uscó el progreso a través de la ciencia ¿Viviremos dentro de poco el mismo estancamiento que viven actualmente los países árabes porque la ciencia allí se redujo a la interpretación de los textos religiosos y a la transmisión de dogmas?
Demos un paso atrás y reestudiemos la cuestión! Esto es lo que acaban de decir los expertos encargados de estudiar el legajo de las dioxinas presentado por la EPA en el verano del 2000: "nada permite todavía sacar la conclusión de un efecto cancerígeno de las dioxinas en el hombre." [67]
La dioxina es inocente de las acusaciones!
NotasPierre Lutgen
Doctor en Ciencias
Luxemburgo