Por Steven Milloy
Abril, 19, 2007
Apenas siete meses después de que la Organización Mundial de la Salud revirtiese su mortal prohibición para el uso del DDT en su lucha contra la malaria, el movimiento anti-DDT está de regreso con sus viejos trucos.
“Investigadores médicos de Sudáfrica han informado de una alarmante evidencia de un bajo conteo de esperma y otros daños al sistema reproductivo masculino ligado al uso del pesticida DDT en las campañas antipalúdicas,” informó el Mercury Indenpendent Online de Sudáfrica el 12 de abril pasado.
El investigador en jefe le dijo a Mercury que hay suficiente evidencia para estar preocupado acerca los impactos en la salud del DDT y habría que considerar moverse en dirección a métodos alternativos más seguros para el control de la malaria.
A ser publicado en un próximo número de Journal of Andrology, el estudio comparó los nive-les del DDT y sus metabolitos en la sangre de 311 sudafricanos varones entre 18 y 40 años, con la cantidad y calidad de su semen. Los hombres fueron seleccionados en tres comunidades donde la malaria es endémica y el DDT es rociado para controlar los mosquitos.
“Los análisis de laboratorio mostraron un conteo anormalmente bajo, menor volumen de semen, espermatozoides de menor motilidad, y esperma menos viable,” informó el Mercury. “Los resultados implican que la exposición no ocupacional al DDT está asociada con pará-metros seminales dañados en los hombres.”
Lo único que aparece como “dañado”, por todo que se ha podido saber, es la voluntad de los investigadores para comunicar lo que realmente encontraron: precisamente NADA.
Antes de ir a los resultados específicos, es necesario tener una comprensión básica de la clase de análisis estadístico que hicieron. Los investigadores hicieron lo que se llama un “análisis regresivo” para evaluar la naturaleza de cualquier relación estadística entre los niveles de DDT en sangre y varias características del semen/esperma de los hombres. El resultado clave en este tipo de análisis es llamado “beta”.
En el contexto de esos análisis, un beta que no sea cero (ya sea positivo o negativo) significa que se ha observado una relación estadística entre los niveles del DDT en sangre y las carac-terísticas de la esperma, mientras que un beta igual a cero significa que no se observó ninguna relación.
Mientras más grande sea beta (ya sea positivo o negativo), más fuerte es la asociación estadís-tica. El signo (positivo o negativo) del beta indica la dirección de la relación. Un beta negativo indica una calidad decreciente de la esperma/semen con el aumento de los niveles de DDT en sangre, mientras que un beta positivo significa lo contrario: el DDT aumenta la calidad de la esperma/semen. Manténgase presente que la relación estadística no representa necesaria-mente relaciones biológicas o de causa y efecto.
Para el volumen de semen y DDT en sangre los investigadores informaron de un beta nega-tivo de -0,0005, significando que lo que han medido es una ínfima declinación en el volumen del semen con el aumento del DDT en sangre. Pero este resultado beta es tan cercano a cero –y de arranque estadísticamente insignificante- que no puede constituirse en evidencia de una relación entre el volumen del semen y la exposición al DDT.
Aunque los investigadores informaron de un beta de -27,63 para el DDT y la motilidad de la esperma, este resultado tampoco es estadísticamente significante, queriendo decir que el resultado podría ser una ocurrencia fortuita, por simple azar. La probabilidad de que este beta sea un resultado espurio está fortalecida por el hecho que la motilidad promedio de la esperma de los sujetos en el estudio estaba dentro de los estándares de normalidad como lo determina la Organización Mundial de la Salud.
En términos del conteo de esperma, los resultados se contradicen a ellos mismos. Mientras que el beta para el metabolito del DDT conocido como DDE era un insignificante -0,0003 (una diez milésima), el beta para el DDT era de +0,0022 (22 diezmilésimas) –significando que el conteo de esperma aumentó ligeramente para los valores más altos de DDT en sangre. Ambos betas, sin embargo, están tan cerca del cero que carecen, muy probablemente, de todo signi-ficado.
Para el último punto mencionado en el artículo del Mercury, la viabilidad de la esperma, los investigadores informaron betas de -0,6571 y -1,7258 para el DDE y el DDT, respectiva-mente. Pero nuevamente, ninguno de los resultados es estadísticamente significativo.
No sólo han fracasado estos científicos en relacionar estadísticamente al DDT con algún daño al semen/esperma –sin mencionar que tampoco los han relacionado a ambos biológicamente- su estudio va en contra de un par de toques claves con la realidad.
Primero, no había ningún asunto de salud reproductiva entre los hombres estudiados, recono-ciendo los investigadores que las características del semen/esperma estaban dentro o muy cerca de las normas de la OMS.
A continuación, a pesar del antiguo uso masivo del DDT ningún estudio creíble había relacio-nado al DDT con problemas de semen/esperma. Hay que tener presente que durante el período de más intenso uso del DDT en los Estados Unidos y otros países de occidente –entre 1946 y 1060, cuado se aplicaba DDT de manera indiscriminada en todas partes- coincide precisamente con la generación conocida como el “baby boom” o el boom en el nacimiento de bebés. Si el uso del DDT daña a la esperma nadie podría probarlo a causa de la proliferación mundial de nacimientos de esa época.
Este estudio representa la patrulla avanzada del inminente contraataque contra el levanta-miento de la prohibición hecha por la OMS, que harán los activistas anti-DDT que abogan por un tratado internacional que esencialmente prohibiría al DDT de una vez para siempre.
Los autores del estudio, en efecto, revelan su posición anti-DDT mediante su referencia favo-rable a los dudosos trabajos de muy conocidos investigadores eco-activistas anti-químicos incluyendo a Theo Colburn, autor de “Nuestro futuro robado,” a Frederick vom Saal, de la Universidad de Missouri; a Louis Gillette de la Universidad de Florida, y a Neils Skakkebaek, de la Universidad de Copenhague.
El año pasado, la OMS se movió valientemente para rectficar una de las más grandes trage-dias de la salud pública al levantar la prohibición del DDT. El programa de eliminación de mosquitos ha probado ser la herramienta más efectiva contra la malaria, una enfermedad que mata anualmente a 1 millón de niños, enferma a cientos de millones y reduce el desarrollo económico en las regiones del mundo castigadas por la pobreza.
Sería una vegüenza que si la ciencia basura es usada una vez más para frustrar el desesperado uso del DDT para salvar vidas.
Steven Milloy publica Junkscience.com y CSRWatch.com. Es un experto en ciencia basura, y aboga por la libre empresa y es un becado adjunto en el Competitive Enterprise Institute.
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