Por Mario R. Féliz
Es posible, que ha partir de allí, comenzara aplicarse el calificativo de hipócrita a aquellos que fingieran ser lo que no son. Sin embargo, entre las descripciones que Teofrasto plasmara en su obra Los Carac-teres [1] no refiere a la hipocresía sino al disimulo al que describe como el arte de componer las palabras y las acciones con ánimo de realizar un mal fin.
El caso es que, tal vez, José Ingenieros [2] estuviera en lo cierto y la simulación fuese una inevitable herramienta en la lucha por la vida, de tal forma que el hombre menos apto para simular estaría más expuesto a sucumbir en la contienda. Con intenciones de reforzar sus conclusiones nos recuerda que el hombre primitivo vencía a golpe de maza o hacha, en tanto el civilizado domina con la fuerza de la astucia. Nos incita a imaginar que pasaría si, por ejemplo, el funcionario gubernamental no simulara defender los intereses del pueblo.
Ingenieros no duda y confiesa su convicción de que Tartufo ha triunfado y es el rey.En la escena primera del primer acto Moliere [3] nos dice lo necesario para comprender la obra: un hipócrita peligroso se ha introducido en una familia rica y, hasta entonces, unida. El intruso es defendido por el jefe de familia, Orgón, y por su madre, Madame Pernelle, en tanto que los otros miembros de la familia lo desprecian y detestan.
Después del escándalo originado en las denuncias efectuadas por la prensa [4] y envalentonada por la defensa pública efectuada por su jefe, Romina reúne a sus subordinados de la Secretaría y les grita desencajada: “No vamos a claudicar ante los infames. Acá no somos ladrones. Vamos a seguir contratando personal y comprando las computadoras que hagan falta ¡Que mierda!”[5]
Orgón, sin poder creer las acusaciones que su hijo hace al intruso, sólo junto a Tartufo, exclama: “¡Ofender así a un santo varón!”
Tartufo ante las lamentaciones de su protector asume el rol de víctima: “No dejarán, sin duda, de seguir calumniándome. Y a esos mismos chismes que ahora rechazáis quizá prestéis oídos otra vez.
Un año atrás después de mostrarse como una luchadora -rentada por el gobernador entrerriano- en el conflicto con Uruguay, la abogada fue designada en la función que hoy ostenta. Sus méritos fueron ha-ber fracasado en las gestiones contra la financiación internacional del emprendimiento finés y aportar infundada argumentación a la presentación ante tribunal internacional.
Hoy empezamos a vislumbrar –algunos lo supimos desde el principio- que el sustento de la presenta-ción argentina es endeble y que La Haya terminará dando la razón a Uruguay. Esencialmente, en el punto atinente a la violación del Acuerdo sobre el río Uruguay, confirmando que tal violación nunca existió. Desde luego, se descarta cualquier posibilidad de condena por “contaminación” cuando la planta industrial acusada cumple con los más estrictos requisitos exigidos en los países desarrollados.
Nuestra abogada, especializada en obtener recursos de fundaciones internacionales y en promover litigios por delitos ambientales, se convierte en mérito a tal virtud en la responsable de las políticas que deberían coadyuvar a un desarrollo económico en armonía con el ambiente.
Su actuación en el conflicto con Uruguay ha sido completamente desgraciada; en cada intervención en el asunto mostró su incomprensión o indiferencia por el deterioro que las relaciones, con Uruguay, sufrían por su manejo demagógico del conflicto. Es posible que buscara el apoyo “popular” para el progreso de sus propios negocios.
La demagogia es sin duda una manifestación del tartufismo practicado por los funcionarios públicos en su afán de mantener los privilegios que otorga la función. No obstante, no es la única ni la más dañina.
Recientemente, leíamos que Romina había roto el pacto de no agresión entre los gobiernos rioplatenses[6]. Acertaba el periodista, porque la Secretaria había afirmado:”Me causa una enorme tristeza que el Uruguay privilegie los intereses de una compañía extranjera, que es Botnia, antes que los intereses que tenemos en conjunto ambos pueblos, o sea, la protección del río Uruguay”. Mas adelante decía: “Si (la planta de celulosa) estuviera de este lado, la historia sería distinta…”. Sin duda una gran actuación, típica del Tartufo beaturrón y torpe de Moliere.
Casi simultáneamente con esas declaraciones la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable daba a conocer el Plan de reconversión de la Industria de Celulosa y Papel (PRI-CePa)[7]. El plan se propo-ne un programa de adecuación de la industria que la pondría, en el mejor de los casos, en las proximi-dades de la tecnología aplicada por la empresa, punta de lanza del imperialismo fines, instalada en Fray Bentos. Para ello se dan un razonable plazo de 6 años. ¡En el 2013 las plantas productoras de celulosa en Argentina deberían usar el método de blanqueado ECF!
Por otra parte, ¿Se aplicarán las exigencias del plan de reconversión a Papel Prensa cuyo directorio es presidido, ahora, por el Jefe de Romina?
Como hemos visto la presidenta del CEDHA (la ONG de Romina), a la sazón Secretaria de estado, es una implacable jueza del capital multinacional que rapiña las riquezas naturales de países, como el de uno, subdesarrollados. Para ello cuenta con la financiación de organizaciones internacionales que ayudan a los luchadores que, como Romina, se entregan abnegadamente a la simulación en la lucha por la vida. Durante el año 2003 el 90% del financiamiento del CEDHA fue desinteresadamente provista por: Hewlett Foundation, Ford Foundation y por la Embajada Británica en Buenos Aires. En el 2004 los altruistas financiadores (esta vez del 100%) fueron: la Ford Foundation, la Richard and Rhoda Goldman Foundation y la Embajada Británica en Buenos Aires.
Pero, eso no es todo. Las fuentes de financiación que hasta el 2004 figuraban en la página web del CEDHA, en una exhibición de republicana transparencia, han dejado de hacerlo. Falta la información de cuál fue el origen de los fondos en los años 2005, 2006 y 2007. Justamente a partir de que Romina recibiera, para viáticos y gastos de representación, ayuda del gobernador Busti[8] . ¿Cómo se financia CEDHA desde entonces? ¿Harán, los 340 contratados por Romina, su voluntaria y anónima colaboración? ¡Ah Tartufo, eres sin duda rey!
Mientras se cocinaba el PRI-CePa, la Secretaría quería cerrar Benfide (Una planta de celulosa obsole-ta, instalada en Puerto Piray). En aquel entonces en la página web de la SAyDS se publicaban notas de prensa, sobre el tema, con gruesos errores sobre los productos químicos usados por aquella empresa. Escribí[9], entonces, una notita crítica sobre el tema.
Aquel episodio me hizo recordar a las muchas veces que al conversar con algún abogado sucedía que, al enterarse de mi profesión, no podía evitar la confesión de su incompatibilidad con la química. ¡Absolu-tamente lógico! Lo irrazonable es que ese abogado sea responsable de lidiar con la contaminación ambiental que tiene que ver, la mayoría de las veces, con la química.
Aquella historia debería considerarse una insignificante anécdota. Sin embargo, llega el plan de sanea-miento del Riachuelo y lo hace con bombos y platillos. Es allí donde la incompetencia queda plenamente de manifiesto.
La Corte Suprema, quien prácticamente había obligado a elaborar el plan, requiere la opinión de la UBA.[10] Allí se hace la luz cuando los expertos establecen que “el proyecto de saneamiento guber-namental usa datos imprecisos, tiene errores y carece de rigor científico”. Y para ratificar la justicia de aquella notita que escribiera sobre Benfide, los expertos señalan que hay errores conceptuales como que bajo el título de Metales Contaminantes se consigne al cianuro y los fenoles que, claramente, no lo son. Excepto para algún abogado que no se sienta bien con la química.
Las críticas a la gestión de la SAyDS también provinieron de grupos ambientalistas[11]. El abogado Daniel Sabsay (¿Cómo le habrá ido con la química?), director de FARN, afirmó: “la de Picolotti es una gestión nula. Todos los temas están pendientes, no solucionó ninguno”. Por otra parte, la organiza-ción Vida Silvestre por medio de su director, Claudio Bertonatti, hizo saber que “el estado no tiene un solo diagnóstico propio sobre el política ambiental”. Sabsay remató: “Picolotti desprestigia al sec-tor”. Asi es, hasta Greenpeace, en la voz de Gonzalo Girolami, afirmó: “El Estado no fue rediseñado para poder aplicar medidas urgentes. Está claro: estos temas no están dentro de la agenda”.
En realidad la impostura en la función pública, el tartufismo institucional, tiene además la misión esencial de ocultar, disimular o minimizar los actos de corrupción.
El jefe de Romina, en aquella defensa multimediática de su subordinada, se empeñó en demostrar que designar hermanos, cuñados y primos no constituye delito. Ambos parecen ignorar la existencia del Código de Ética de la Función Pública (DN164/99) que establece claramente en su artículo 43, NEPO-TISMO O FAVORITISMO: “El funcionario público no debe designar parientes o amigos para que presten servicios en la repartición a su cargo prescindiendo del requisito de idoneidad debidamen-te acreditado.”
¿Qué sería del funcionario público que no simulara honestidad? Ello no es difícil para los veteranos quienes no suelen ser ridículos como Tartufo. Son, en todo caso, como el Onofre de La Bruyère[12], quién es más bien odioso. Representa su papel a la perfección, sin tener que violentarse en ningún momento, puesto que la hipocresía ha llegado a ser para él su segunda naturaleza.
Se ha dicho que en la sátira de Tartufo, Moliere no sólo critica la impostura sino la estupidez de Orgón, su protector. Tal vez.
Lo que si creo es que el enseñoramiento del tartufismo entre los funcionarios públicos es causado por la proliferación de Orgones entre los ciudadanos. Quizás sea más grave y al decir de Ingenieros: “La cul-pa es de una moral social que tiene sus bases en la mentira…”
Dr. Mario R. Féliz,Vea desde donde nos leen
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