“No dejarás con vida a la Hechicera”
(Exodo 22,17)
Un famoso inquisidor español, Luis de Páramo, hizo una idiosincrásica interpretación del Pentateuco buscando fundamento al Santo Oficio [2]. Estableció que Dios, constituido en inquisidor, condenó a Luzbel y sus cohortes al fuego eterno y formó proceso a Eva y Adán para desterrarlos del paraíso. Páramo, incontenible, compara la túnica de pieles prescripta para los expulsados, con el sambenito inquisitorial.
Voltaire, insolente, se burla: “con esa doctrina, Páramo, sólo ha probado que Dios fue el primer sastre”… Ciertamente, la Europa de la Época Moderna fue testigo de numerosas y crueles cacerías de brujas. Sin embargo, el nuevo mundo no estuvo libre de ellas.
Transcurría la última década del siglo XVII, el año en que los indios Abenaki atacaron York, en la frontera este de Maine, con el resultado inesperado de muchos colonos muertos y prisioneros [3].
La villa se encontraba dividida por disputas originadas en desacuerdos sobre el salario del Ministro religioso. Se trataba del Reverendo Samuel Parris, quién había llegado a la ciudad desde Barbados acompañado de su esposa Elizabeth, sus tres hijos (entre ellos Betty), su sobrina Abigail y Tituba, la esclava zamba traída de las Antillas.
Un pueblo de frontera, Salem (shalom, salam, paz) basaba su economía en la agricultura. Los prime-ros grupos habían llegado a la bahía de Massachusetts setenta años antes. En los tiempos de esta historia, las familias habían crecido y las nuevas generaciones necesitaban tierras para su subsis-tencia. El tamaño estándar de las granjas existentes sólo alcazaba para el sostén de una familia de tamaño medio. La situación generaba litigios por la tierra y obligaba a algunos a aventurarse en territorio salvaje, dominado por los indios, en búsqueda de nuevas oportunidades.
Cuenta la leyenda que, para cuando los peregrinos puritanos se establecían en New England, un rico estanciero seguramente beneficiario de las mercedes reales don Gonzalo Pérez de la Viña salva milagrosamente su vida, amenazada simultáneamente por un toro cimarrón y una víbora ñacaniná. Años más tarde, agradecido, cumple su promesa y construye una capilla dedicada a San José. Dicen que San José de Guale-guaychú, fundada por Tomás de Rocamora casi 200 años después, nace alrededor de aquella capilla. [4]
El Reverendo Parris había sorprendido a su hija y a su sobrina, junto con algunas amigas, bailando en el bosque acompañadas por Tituba. Tales acciones, y el extraño comportamiento posterior de las niñas, lo convencieron de que éstas practicaban brujerías. Aquellas, en su defensa, arguyeron que estaban embrujadas por Tituba y otro par de vulnerables vecinas. El resto de las amigas de Betty y Abigail pronto imitaron su comportamiento (hacían contorsiones, gritaban, se quejaban de los espectros que las herían, etc) y el número de acusados creció.
Los puritanos, cuyas creencias patriarcales ponían a la mujer al servicio del hombre, habían creado en Salem una teocracia donde el fervor religioso hacía su aporte a la tensión existente en el pueblo. La pérdida de la cosecha, del ganado o de los hijos, así como los terremotos y el mal tiempo eran atribuidos a la ira de Dios.
Para la fe puritana el alma está predestinada desde el nacimiento. Desde ese momento su destino será el Paraíso o el Infierno y nada puede hacerse para evitarlo.
Entre otras consecuencias imaginables, la ansiedad por saber cual es su destino condena al creyente a la búsqueda, en el mundo de real, de los signos o indicios que provienen del mundo invisible donde habitan Dios y los ángeles, Satán entre ellos.
Durante meses, mientras se desarrolla el juicio -siguiendo la mejor tradición inquisitorial- algunos centenares de vecinos son condenados. Una veintena, hombres y mujeres, terminaron en la horca. Casi doscientos encarcelados, colmaron las prisiones de varias poblaciones aledañas.
Al regresar el gobernador, quién había pasado el último año en Inglaterra, se cambia el tribunal, no se admite más la “evidencia espectral” y los juicios terminan.
La prueba espectral consistía en la declaración del embrujado afirmando haber visto el espectro del acusado atacándolo. Con tal fundamental evidencia fueron condenados la mayoría.
Probanzas adicionales fueron las confesiones de algunos acusados, reconociendo ser brujos e iden-tificando a otros como tales (así salva su vida Tituba), las típicas marcas del demonio en el cuerpo, la posesión de libros sobre quiromancia o astrología o el descubrimiento de potes con óleos y ungüen-tos en la casa.
Muchos de los condenados sufrieron la confiscación de sus bienes. Pasados varios años de reclama-ciones algunos de ellos fueron compensados.
Los parientes de la mayoría de los condenados lograron finalmente el reconocimiento de inocencia en el siglo XX. Los muertos, colgados en los árboles de Gallows Hill, fueron reconocidos como inocentes 300 años después.
¿Porqué un grupo de niñas actuaría como lo hicieron las de Salem? Se ha dicho que, tal vez, los sín-tomas fueran causados por una combinación de stress, culpa, aburrimiento, abuso infantil, epilepsia y una ilusión psicótica. ¿Histeria colectiva?
Pocos días atrás [5], en el internado “Villa las Niñas”, de Mexico, que dirige un grupo de monjas co-reanas, al menos 600 alumnas de las 4000 inscriptas mostraron daños psicológicos, acompañados de parálisis física. La rigidez del régimen aplicado en el establecimiento sería culpable. Las investi-gaciones realizadas por las autoridades sanitarias concluyeron que la enfermedad que aflige a las alum-nas constituye un caso de “histeria colectiva”.
A orillas del arroyo Verde realizan sus ritos cotidianos, reposera, mate y charla. Imaginan el día en que el monstruo será destruído. Cuando ello ocurra sus niños tendrán un futuro asegurado. Algunos serán hoteleros, comerciantes y profesionales; los otros empleados, mucamas, peones, jardineros y cocineros.
Después de analizar los dibujos, realizados por niños de entre 5 y 12 años, la psicóloga nos cuenta sus conclusiones [6].
Para ellos la papelera es sinónimo de muerte, en algunos el exceso de color rojo denota estrés emocional. Otros demuestran estar agotados por la situación que viven y lo escriben: “El hombre va sufrir, no quiero” o “Y ya estoy cansado”.
Llama la atención que a una edad tan temprana tengan tan instalado el tema de la muerte. Para estos niños, dice la psicóloga, la única disyuntiva posible es: vida sin papeleras o muerte con papeleras.
En Yaguarí Guazú; fuera porque participan de las asambleas y los cortes, porque en sus casas se habla del tema o porque en las escuelas los adoctrinan; hay niños que temen a la muerte que llegará de mano de los efluvios letales de la pastera.
Chromobacterium violaceum no es una flor.
Un día cualquiera de mayo de 2000, después de una agonía de varios días, Alexis moría en el Hospital San Martín.
Los padres después de peregrinar, con su niño afiebrado, con vómitos y diarrea, desde Gilbert hasta Urdinarrain, de aquí hasta Gualeguaychú recalaron finalmente en aquel hospital de Paraná. Alexis, quién aún no cumplía 2 años caía victima de meningitis, dijeron.
En la primavera de seis años después, Rocío -casi de la misma edad que su primo Alexis tendría- con síntomas similares es internada y dada de alta dos veces en 15 días.
Internada por tercera vez en el Hospital Centenario de Gualeguachú, tres días después muere. Leucemia, diag-nosticaron.
En enero de este año, mientras los asambleístas celebran el corte indefinido del puente, Cristian primo de los anteriores, fallece en Concordia luego de haber recorrido un periplo similar. También él muere de meningitis.
La historia de los chicos de Costa las Masitas [7], se reprodujo en diversos medios de la provincia y se mantuvo vigente durante un par de meses. De las profundas investigaciones prometidas nada se sabe, aún.
No obstante, algunos estudios realizados en el hospital evidenciaron neuropatía por micosis (hongos) que se presenta en casos de desnutrición. Se determinó, además, una septicemia provocada por la cromobacteria violácea, causante de la muerte. Bacteria que forma parte de la flora normal de suelos y aguas en las zonas tropicales y subtropicales.
Raramente infecta a los humanos pero cuando lo hace suele ser fatal. En la literatura científica sólo se ha informado de un caso en Argentina y unos pocos en Brasil.
El arroyo Costa las Masitas, donde se bañaban usualmente los chicos, es de aguas cristalinas. Sin embargo, los camiones descargan las aguas servidas de Gilber en su lecho. Fuera por ello o por la proximidad del pozo negro, el agua usada para beber, estaba contaminada con Eschierichia Coli. Curiosamente, esa bacteria suele producir meningitis.
Por otra parte, la infección por cromobacteria puede transcurrir con un gran aumento de glóbulos blancos y anemia [8]. ¿Cómo en alguna leucemia?
El cuadro de desnutrición e inmuno-depresión concomitante fue adjudicado, no probado, a la afec-ción de la familia debido a los agroquímicos utilizados en los campos de soja que rodean la casa. Aunque la intoxicación crónica no puede, en principio, descartarse lo más probable es que el origen de las muertes haya sido la desnutrición originada en una alimentación inadecuada.
Sea cual fuera la causa, el caso es que hoy algunos niños mueren en Yaguarí Guazú por falta de con-troles y atención. Sin embargo, los sacerdotes de Arroyo Verde hablan a sus niños de la muerte que vendrá de oriente e invocan a los dioses de la guerra. Alfredo [9], sumo sacerdote dueño del podero-so Mjolnir [10] ha jurado lanzarse sobre el gigante y destrozar su cabeza de piedra como Thor, dios del trueno y de la guerra, hiciera con el gigante Hrungnir [11].
Continuará…
La Plata, 13 de abril de 2007Vea desde donde nos leen
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