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¡Cálculos Sorprendentes!

por Eduardo Ferreyra
Presidente de FAEC

Los científicos nos cuentan que el Sol produce unas 5.000 millones de moléculas de ozono por segundo, en todas las partes del mundo que esté alumbrando. Esto representa la impresionante cantidad de 100.000 millones de toneladas de ozono por año. Téngase en cuenta que esta cantidad tremenda es sólo la que se crea cada año y no la que ya existe, y que es infinita-mente mayor. Pues bien, como los CFC liberan anualmente sólo 7.500 toneladas de cloro, parece muy difícil que tan poco cloro pueda destruir cantidades tan siderales de ozono y, sobre todo, a una velocidad tan asombrosa. Haga usted la simple comparación: 7.500 vs. 100.000 millones. Dado que esta comparación resulta un tanto dificultosa de «visualizar» (demasiados ceros), vamos a dividirlas por 1 millón:

7.500 /1.000.000 = 0,0075 Toneladas o sea: 7,5 Kg. de cloro

100.000.000.000 / 1.000.000 = 100.000 Ton, o 100 millones Kg. Ozono

Si suponemos, como lo declaran los mismos ecologistas, que el cloro de los CFC puede destruir al 10% de esa cantidad de ozono, bien se puede ver que 7.5 kg. de cloro destruirán a 10 millones de kg. del ozono formado anualmente. Para determinar la relación entre ozono/cloro, hagamos la división:

10.000.000 Kg / 7,5 Kg = 1.333.000 moléculas de ozono

Esto significa que, por cada átomo de cloro existen 1.333.000 moléculas de ozono. Como los ecologistas afirman que cada átomo de cloro puede destruir 100.000 moléculas de ozono, para determinar la cantidad de cloro que se requiere para destruir el 10% del ozono formado anualmente (o sea esas 10.000 millones de toneladas) debemos aplicar la famosa regla de tres simple:


100.000 es a ------------------ 1

como 1,3 millones es a -- X
 

x = 1.333.333 x 1 / 100.000 = 13,33 átomos de Cloro

Entonces, para encontrar a la cantidad de cloro necesaria para destruir a las 10.000 millones de toneladas de ozono, debemos dividir 10.000 millones por 13,33, cuyo resultado es 7.500 millones de toneladas de cloro. Como el peso atómico del Freón-11 es 137,5 y el cloro toma cuenta de 35,5 de ese peso, debemos multiplicar esas 7.500 millones de toneladas de cloro por 3,87 (la relación peso Freón/cloro), para obtener la cantidad de Freón-11 necesaria para destruir las 10.000 millones de toneladas de ozono que representan el 10% que los ecolo-gistas dicen que se destruirá eventualmente.

7.500 millones Ton x 3,87 = 29.025 millones Ton de Freón-11

Analice muy cuidadosamente esta cifra: son más de 29.000 millones de toneladas de CFC las necesarias para destruir solamente al 10% del ozono que el Sol forma anualmente. Si ahora suponemos que los CFC han aumentado la concentración de cloro en la atmósfera a una tasa de 7.500 toneladas anuales desde hace 42 años (los años previos se pueden descartar por carecer de importancia), la cantidad total de cloro aportada por los CFC tendría que ser:

7,500 ton/año x 42 = 315,000 toneladas de cloro

o también,

315,000 x 3,87 = 1.219.050 Toneladas de Freón-11

Pues bien, estas 1.219.050 toneladas de Freón-11 son mucho menos que las 29.025 millones de toneladas requeridas para destruir al 10% del ozono que se forma anualmente, para no hablar de los billones de toneladas que ya existen en la estratosfera de la Tierra!. Peor aún, esto sería sólo si el 100% de las moléculas de CFC fueran transportadas hasta la parte más alta de la estratosfera, sólo si los átomos de cloro no fueran interceptados por los NOx y otros gases, y sólo si el cloro pudiese atacar al ozono en otras partes que no fuesen las Nubes Estratosféricas Polares. Son demasiadas suposiciones que no han sido comprobadas científicamente.

La ciencia debería basarse únicamente en hechos comprobados y no en meras suposiciones. Por desgracia, el movimiento ecologista basa la inmensa mayoría de sus afirmaciones en sospechas o suposiciones para obligar la imposición de medidas reguladoras y prohibitivas.

Hagamos nuestro último cálculo: ¿Cuántos años llevaría, en estas condiciones, para destruir ese 10% del ozono que se forma anualmente? (Siempre de acuerdo a la actual tasa de emisión de 7.500 toneladas anuales de cloro). Debemos restar a las 1.219.000 toneladas de CFC (su-puestamente acumuladas durante casi 50 años) de las 29.025 millones de toneladas requeri-das para destruir al 10% del ozono formado anualmente, y luego dividirlo por las 7.500 tone-ladas de CFC que ingresan anualmente a la atmósfera. Veamos:

29.025 millones ­- 1.219 millones = 27.806 millones de Ton CFC

27.806 millones / 7.500 = 3.707.466 años

Estudie muy cuidadosamente a esta última cifra: más de 3,7 millones de años! Más aún: ¿cuánto se habrá incrementado la radiación UV después de 3,7 millones de años? ¿5%, 10%, 20%? De acuerdo a los resultados de Martínez y Orlansky, una reducción del 50% de los niveles de ozono apenas si provocan un miserable 15% de aumento de la radiación UV, de manera que una disminución del 25% del ozono provocará apenas un 7,5% de incremento de la radiación UV, de manera grosera, el aumento de radiación que se produce de una semana para la otra durante la primavera de Buenos Aires. ¿No le parece que toda la alarma por el asunto de la Capa de Ozono no es otra cosa que una gigantesca y malvada estupidez?

Conclusiones (Para Pensar)

Se han presentado en este informe dos de las teorías para la formación del Agujero del Ozono de la Antártida: la Teoría química (que culpa a los CFC, como fuente de cloro, ignorando la infinita-mente mayor cantidad de cloro por los mares), y la Teoría Dinámica, de los vientos huracanados, el vórtice polar, etc. No son las únicas, sin embargo, ya que existen otras que proponen como origen del fenómeno, o como fuerte colaborador, al campo magnético de la Tierra, (teoría que personalmente emití en 1989 en mis primeros artículos acerca del origen del Agujero, pero como complemento de las otras teorías dinámicas) propuesta por Tom Valentine en 1987, afirmándose en las observaciones de Faraday sobre el efecto del magnetismo sobre los gases de moléculas paramagnéticas, como el oxígeno y, por ende, del ozono. Otra teoría propone como gran colabo-rador al Sol, al viento solar, al bombardeo de neutrones relativísticos de las manchas solares y su interacción con el campo magnético de la Tierra.

Como el tema es muchísimo más amplio de lo que el común de la gente supone, se proporciona al final de este capítulo una lista de referencias para controlar la veracidad de lo expuesto aquí, o para continuar informándose sobre un tema que es realmente apasionante, y tremendamente im-portante por las implicancias sombrías que la prohibición de los CFC tendrían para la Humanidad.

Por ello es de fundamental importancia que se establezca y quede afirmada la verdad sobre el asunto: los gases CFC no tienen absolutamente nada que ver con una pasada, actual o futura disminución del ozono, sea éste de la estratosfera, o a ras del suelo, por la simple razón de que no existe absolutamente ninguna reducción del ozono en la estratosfera de nuestro planeta . .

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