por Pierre Lutgen
Luxemburgo - 25 agosto, 2008
Los males más grandes que aquejan a nuestro planeta
son la ignorancia y la opresión,
y no la ciencia, la tecnología y la industria.
Apelación de Heidelberg de 52 Premios NóbelNos hacen temer. Las líneas de alta tensión y los teléfonos celulares serían cancerígenos. Los campos magnéticos inducidos por la electricidad doméstica o industrial serían nefastos para la salud humana.
Los medios de comunicación han difundido la mala nueva: el hada electricidad sería de hecho una malvada bruja. A fines de los años 70 (1) comenzaron a hacerse públicos los primeros estudios sobre el tema. Ellos llegaban a la conclusión general que los campos electromagnéticos emitidos por las redes eléctricas aéreas de transporte (alta tensión), las de distribución (media y baja tensión), pero también los aparatos eléctricos domésticos y las computadoras eran nocivos para la salud humana, la fauna y la flora.
Pierre Lutgen,
En esa época fueron publicados los trabajos americanos donde se designaban como verda-deros mapas de contaminación electromagnética a ciertos barrios residenciales de Denver, Colorado. Coincidencia o no, un cierto número de niños que habitaban en las casas más afectadas por los campos electromagnéticos generados por las líneas y los transformado-res, padecían cáncer. Este estudio fue popularizado enormemente por la revista New Yorker, muy conocida en aquél lado del Atlántico, por haber sido una de las primeras en haber escrito sobre los peligros del amianto.
Desde entonces, se ven de manera diferente al efecto de las líneas de alta tensión, y los menores de las afeitadoras eléctricas y de los hornos de cocina se volvieron sospechosos. En el curso de los últimos años, se unieron a la lista de los aparatos peligrosos los teléfonos celulares. Un americano de Florida demandó ante la justicia al fabricante del teléfono móvil de su esposa porque ella había muerto a causa de un cáncer de cerebro. El último informe (2) sobre la telefonía celular confirma que nada permite todavía corroborar algún riesgo por los efectos biológicos sobre la cabeza y las manos por el uso de los teléfonos celulares.
Al paso de los años, las nuevas publicaciones abruman a los campos electromagnéticos. Se sospecha, entre otras, de ser la causa de impedir el sueño, de inducir al suicidio, de causar problemas al ritmo cardíaco, y sobre todos de provocar cánceres, de manera notable, entre los niños. En Bélgica, los granjeros de las Ardenas descubrieron que el rendimiento de sus vacas lecheras había disminuido. Los charlatanes venden aparatos para protegerse de las emisiones de las computadoras y de las pantallas de televisión, o aparatos para cortar la corriente en las líneas eléctricas fuera de servicio.
Como en todas las controversias científicas, los expertos se dividieron en dos bandos: los incondicionales que pretenden tener el patrocinio sobre la verdad acerca de los efectos nefastos, y aquellos que aducen que las pruebas no son suficientes. En 1995 se habían publicado más de 12.000 estudios más o menos científicos sobre el tema (3). Muchos de estos estudios se basaban sobre un número insuficiente de casos para garantizar una significación estadística. ¿Habría que darle crédito a los estudios sobre animales donde son sometidos a los campos electromagnéticos tan fuertes que su temperatura local era au-mentada fuertemente? Poner la mano dentro de un horno de microondas y sufrir severas quemaduras no es prueba alguna de que las ondas electromagnéticas sean nocivas.
Se adjuntaban a estas creencias los posibles efectos de las ondas telúricas y los rayos cósmicos. Es innegable que un buen rabdomante puede localizar una fuente o un depósito de agua subterráneo con su varilla, y que este método es usado cada vez más en las regiones áridas para descubrir agua potable. Pero los científicos no han podido todavía explicar el mecanismo.(3)
Las organizaciones internacionales (CENELEC, las Comunidades Europeas, la Organización Mundial de la Salud, la Asociación Internacional de la Radioprotección, las normas VDI-DIN) han propuesto valores límites para esta “bruma electromagnética” (Elektrosmog), valores que difieren fuertemente de una organización a otra pero que han sido capturadas en las legislaciones nacionales. Se han determinado los valores para el flujo magnético (en micro-teslas) generado por la gama completa de los aparatos electromagnéticos a diferentes distancias. Se han prescrito así las distancias mínimas que las líneas de alta tensión o las emisoras de radio deben respetar en relación a las casas.(4) Por lo general los valores de umbral prescritos por las normas son de 100 microteslas. Algunos proponen reducirlo a 1 microtesla, lo que significaría que la mayor parte de los aparatos electrodomésticos serían prohibidos, como también los tranvías y otros transportes eléctricos que tienen la simpatía de las asociaciones ecologistas.(5)
Debajo de las mantas eléctricas de calefacción, el campo magnético es casi 100 veces más fuerte que en cualquier otra parte de una casa. Y sin embargo, los estudios de Preston-Martin, de Savitz, de Verreault, de Vena y de London, no han podido demostrar evidencia de un efecto cancerígeno de estos cobertores eléctricos.
Ya en 1990, una comisión Belga interdisciplinaria de expertos habían llegado a la conclusión de que en el actual estado de conocimiento, no se puede probar que haya una influencia directa dañina de los campos eléctricos y la inducción magnética generada por las líneas aéreas eléctricas, aunque sean de alta tensión, sobre los organismos vivientes. El informe (6) de la comisión hacía la síntesis de una veintena de publicaciones disponibles sobre el tema. Era la continuación de una cierta emoción entre los medios agrícolas de las Ardenas, que atribuían a la cercanía de líneas de alta tensión el exceso de mortalidad de animales, de la esterilidad, y de la baja producción lechera.
Un reciente estudio del National Cancer Institute americano no halló ninguna relación entre la leucemia entre los niños y los campos electromagnéticos. (7) Tampoco tienen ninguna influencia sobre el cáncer de mama.(8) Otro estudio americano a encontrado que la morta-lidad era ligeramente más baja entre los usuarios de los teléfonos celulares (9). Un estudio hecho en la Universidad de Essen no pudo encontrar ninguna relación entre el cáncer de testículos y el trabajo en cercanías de emisores de ondas electromagnéticas, de radares o de radio.(10) La Universidad de Helsinki evaluó el impacto de las líneas de alta tensión sobre el cáncer entre 384.000 hombres y mujeres y descubrió que la tasa de cáncer era 2% infe-rior a la normal para la población que vivía a menos de 500 metros de las líneas de alta tensión.(11) De igual modo, un informe de la American Physical Society, que agrupa a 45.000 médicos constató después de compilar 100 informes sobre el tema, que las relacio-nes entre el cáncer y las líneas de alta tensión son inexistentes.(12)
Más pragmáticamente, entre los habitantes situados al pie de poderosas emisoras de radio o de televisión como los de Junglinster, en Luxemburgo, jamás se pudo notar ningún efecto negativo sobre la salud en el curso de varias décadas.
La situación es idéntica para los teléfonos celulares. Ningún estudio epidemiológico ha podi-do mostrar que exista algún efecto nefasto para la salud. Uno de los más recientes provie-ne del Ministerio alemán de la Radioprotección, y se basa sobre un estudio publicado en marzo 2002 por la VDE (Asociación Alemana de Productores de Aparatos Eléctricos y Elec-trónicos). El periódico luxemburgués de los consumidores «De Konsument», en su edición de abril 2002 dice igualmente: “No hay ninguna razón para tener miedo a los GSM” (Sistema Global de Comunicaciones, en especial los teléfonos celulares). El último estudio a la fecha es el de la Health Protection Agency (USA) y publicado en la revista científica British Jour-nal of Cancer en 2005, confirmando los estudios anteriores.
Sin dudas, el cuerpo humano se habituó después de mucho tiempo a los campos magnéti-cos: el de la Tierra puede alcanzar las 50 microteslas, y es varias veces más elevado que el de los aparatos eléctricos domésticas, y sobre todo el de las líneas de alta tensión que apenas si alcanza a 1 microtesla. La creencia en los posibles efectos negativos de los GSM condujo a los estudios muy forzados sobre sus efectos. El TNO, por ejemplo, medido el aumento de la temperatura del cerebro debido a una llamada telefónica de 15 minutos, y encuentra que en la superficie del cráneo la temperatura puede aumentar 0,1º C, pero que no se ha podido detectar un aumento de la temperatura en el interior del cráneo.(13) Algunos también pretenden haber descubierto que las ondas de los GSM estimularían las actividades cerebrales, pero esto no ha sido demostrado.(14)
De igual modo, si se tienen en cuenta los resultados de los estudios más pesimistas, ello implicaría que sobre un período de diez años los 400.000 habitantes de Luxemburgo, sufri-rían UN caso adicional de cáncer.
Doctor en Ciencias
Referencias
- P. de Tannenberg, L'Environnement Magazine, 1520, 64,1993.
- Ed.Kluwer, 2 mars 2000.
- UmweltMagazin, 90, August/September 1995.
- M. Keen, Water&Environment, 36, September 1995.
- Runderlass des Ministers für Umwelt und Raumordnung, Nordrhein-Westfalen, 21.März 1990.
- Réponse de M.R. Goebbels à la question parlementaire de M.J.Huss à la Chambre des Députés luxembourgeois le 12 décembre 1995.
- K.Foster in Phantom Risk, MIT Press 1993.
- Rapport de la Commission Interdisciplinaire d'Experts, Sécrétariat de l'Etat à l'Energie, Belgique, 1990.
- M.S.Linet et al., New England Journal of Medicine, 3,337,1997.
- C.Dees et al., Radiation Research, 146,444, 1996.
- K.J.Rothman et al., Epidemiology, 7,291,1997.
- [email protected]
- Frankfurter Allgemeine Zeitung, 6.November 1996
- L'Ecomanager, 15,4,1995.
- Frankfurter Allgemeine Zeitung, 9 juin 1999.
- M.Hietanen et al., Scan.J.Work Envir Health. 26, 87, 2000.
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