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Tecnologías de sustitución:
ventiladores a pedales

por Rafael Salgueiro
Profesor de la Universidad de Sevilla

Publicado en el suplemento Economía & Empleo.
Grupo Joly. 11/07/2004

Los cortes de suministro que se están viviendo en Sevilla han venido a sumarse al animado debate sobre la energía. En los primeros momentos la empresa distribuidora en Sevilla y principal eléctrica española quiso achacarlo a insuficiencias de generación, aunque luego se ha comprobado que se han debido a las deficiencias de la red ante un gran consumo de energía.

Posiblemente hay una combinación de ambas causas: en los días precedentes al primer corte de Sevilla había aplicado varias veces la cláusula de interrumpibilidad a sus clientes industriales de Tarra-gona, y el distribuidor ha reconocido que la demanda en Sevilla ha alcanzado niveles que no se espe-raban hasta dentro de varios años. Por otra parte, parece que el nivel de las inversiones en manteni-miento y mejora de la red ha sido claramente insuficiente. La excusa que se ha aducido varias veces en el pasado: el mal estado de la red Sevillana cuando éste fue adquirida, puede ser o no cierta, pero ya no es admisible unos cuantos años después y tras la larga trayectoria de inversiones que Endesa ha realizado en diversos países.

Tampoco parece claro que nuestra administración autonómica haya ejercido sus competencias de manera óptima, máxime tras los avisos que se produjeron el año pasado, el aparente desconoci-miento que tiene del estado actual de las infraestructuras eléctricas, y parece que un insuficiente nivel de exigencia hacia Endesa hasta el momento. Pero no es con la Junta de Andalucía con quien hemos contratado el suministro de electricidad, no debemos olvidarlo.

Desde luego, sugerir que el cliente apague el aire acondicionado a las tres de la tarde (y que no utilice la vitrocerámica tampoco, añado) no parece una recomendación muy afortunada de Endesa, máxime cuando se paga por la garantía de potencia contratada y se supone que ha sido ha instalado el limitador de consumo correspondiente. Y sobre todo, ¿cómo se entera el consumidor de cuándo debe reducir su consumo? Si se dispusiera de esta información anticipada podrían adoptarse pautas de comportamiento adecuadas como hemos hecho durante las sequías. Y además debería ofrecer el comercializador eléctrico incentivos adecuados, como una cláusula de interrumpibilidad doméstica en determinadas zonas sensibles y con el consiguiente reflejo en la reducción de la tarifa. El mecanismo existente de satisfacción de los daños probados no es precisamente cómodo para el usuario, aunque la reparación sea completa, porque no le permite actuar para evitar el daño.

Por otra parte, es muy cierto que la variación real de la tarifa eléctrica ha sido negativa en los últimos años y según un informe de la Comisión Nacional de la Energía con datos de Eurostat, los precios españoles se encuentran entre los más bajos de la Unión Europea. Pero el precio que finalmente pa-gamos no retribuye sólo la generación, la distribución y la gestión del sistema, se incorporan también la repercusión de los costes de transición a la competencia, la prima para la producción de carbón nacional o las primas para los generadores del régimen especial (renovables y cogeneración). Y tam-bién estamos soportando los costes de la moratoria nuclear.

Es cierto que el diseño de un modelo energético nacional es sumamente complejo en todos sus as-pectos: generación, mercado y distribución; pero también es cierto que no parece estar muy claras las ideas cuando esto se debate. Hablamos de autosuficiencia de generación de energía cuando en realidad sólo nos aseguramos que tendremos energía eléctrica (secundaria) si disponemos de energías primarias. Nuestra producción de energía primaria es muy limitada respecto al crecimiento de la de-manda y además dependemos de zonas geográficas cuando menos inestables (Oriente Medio, antigua Unión Soviética o Argelia, por señalar a nuestros principales proveedores de petróleo y gas natural). En realidad nuestra dependencia energética está aumentando y además, dependemos de energías con unos precios internacionales sumamente volátiles, lo cual introduce inestabilidades a lo largo de todo el sistema de precios.

Hablamos también de energías renovables como una solución óptima que no ha progresado lo sufi-ciente por insuficiencias de inversión en I+D o en proyectos de generación (o afirmando sin mucho fundamento que las petroleras y las grandes eléctricas no están interesadas en su progreso). En realidad los deseos de inversión en renovables son claros, gracias al estímulo de la prima que reciben entre otras cosas, pero los nuevos proyectos están encontrando cada vez más dificultades, ya sean minihidráulicos, eólicos o de aprovechamiento de biomasa; y ello en prácticamente toda España.

Lo cierto es que ni siquiera cumpliéndose los objetivos públicos de crecimiento de las energías reno-vables llegaríamos a atender el crecimiento de la demanda de energía eléctrica. Desconozco si existe algún estudio sobre la superficie necesaria para lograr una contribución significativa de la energía eólica o de la solar térmica de alta temperatura (generalmente irregulares y no almacenables) en España, pero me temo que sería bastante grande y difícilmente asumible por la población. Las reti-cencias ante nuevos parques que están surgiendo en Albacete, por ejemplo, nos orientan sobre esto último.

En su momento la generación a partir de gas natural fue saludada por todos como una opción muy conveniente, obviando la dependencia exterior, y la restricción sólo habría de provenir de la capa-cidad de entrada al sistema de transporte peninsular (plantas de regasificación y gasoductos). Nues-tra política, la nacional y la regional, se ha orientado hacia esta forma de generación, que tiene gran-des e indudables ventajas respecto a otros combustibles fósiles como el carbón y el fuel. Por ello son ciclos combinados las infraestructuras que se incluyeron en el Informe marco sobre la demanda de energía eléctrica y su cobertura, para ser ejecutadas en el período 2003-2007. Pero el último informe de seguimiento (abril 2004) señala, desgraciadamente, un retraso casi generalizado en el inicio, ejecución o puesta en marcha de los proyectos.

Y es que a la complejidad de estos proyectos se le ha sumado una contestación inesperada, desde Huelva (central Colón) hasta Barcelona (prevista central del Puerto), pasando por Arcos de la Fronte-ra y Sevilla (central Guadaira en Punta del Verde), entre otros muchos casos. Vaya por delante que la distribución adecuada de centrales en el territorio es factor determinante para la extensión de la red gasista, como lo demuestra el caso de Málaga; por eso son razonables las sugerencias que se hicie-ron de ubicación de centrales en Andalucía Oriental, más que su concentración en la provincia de Cádiz.

Ahora bien, lo que resulta absolutamente inaceptable es la inseguridad jurídica de los inversionistas, que ven modificadas sus licencias tras el cambio de una corporación municipal, por ejemplo; también el que aceptemos de mejor grado la opinión de una organización ambientalista que las conclusiones de una Evaluación de Impacto Ambiental rigurosa y que no le prestemos confianza a una Declaración favorable realizada por la Administración pública; aunque el procedimiento para estos proyectos no permite una intervención sustancial de la Comunidad Autónoma.

No deberían hacerse presunciones sobre impactos reales o supuestos: ruido, humos, nieblas, emisio-nes que van a afectar a los vecinos circundantes, cuando todo esto puede comprobarse en las nu-merosas centrales ya en funcionamiento. La del Forum de Barcelona, por ejemplo. Y desde luego, ya va siendo hora de rechazar la utilización torticera de informes públicos científicos y técnicos, como se ha hecho en el caso de Arcos y probablemente se hará en el caso de Sevilla, a partir de un informe de la EPA cuyo contenido y conclusiones del informe son justamente las contrarias de las que aquí se han difundido públicamente. El temor ecologista parte de un error, a mi juicio: creer que el desarrollo de los ciclos combinados de gas impedirá el desarrollo de las energías renovables.

Me pregunto como vamos a atender las nuevas demandas de Sevilla, no sólo domésticas, sino tam-bién las derivadas del Metro que será eléctrico por si alguien no lo recuerda- o de nuevos proyectos empresariales. Y, si la combustión de gas natural fuera inconveniente, que no lo es, ¿le trasladamos a otros los impactos y nosotros disfrutamos de la energía? A escala local podría haber un sistema satis-actorio de compensaciones económicas a los residentes cercanos, del mismo modo que se compensa globalmente a los municipios que albergan centrales nucleares en España (muy a gusto, por cierto).

Por último, dado que la energía nuclear se sitúa cada vez más en el centro del debate -para la mi-nistra Narbona sería una opción aceptable si se soluciona la gestión de los residuos - parece conve-niente formarse una opinión propia y no adoptar a la ligera las opiniones de terceros, generalmente interesadas. Me permito sugerir la visita al Foro de la energía nuclear www.foronuclear.org, donde pueden conocerse los proyectos de construcción de nuevas centrales en diversos países Finlandia incluida o los progresos en las tecnologías de gestión de residuos.

Quizá pueda sorprender la existencia de una asociación denominada Environmentalists for Nuclear Energy www.eolo.org, presidida por Bruno Comby y que tiene como miembro honorario nada menos que a James Lovelock. Las recientes declaraciones del autor de la hipótesis Gaia sobre el funciona-miento de la biosfera le han levantado la boina a más de un ambientalista por su rotundidad: Ahora, sólo la energía nuclear puede detener el calentamiento global, pero éste es el pensamiento que ha mantenido desde hace años, como puede leerse en su prefacio al libro de B. Comby publicado en 2001 con el mismo título que la mencionada asociación. En él pueden leerse reflexiones muy interesantes sobre el origen del temor a la energía nuclear, las causas de la desinformación y algunas apreciaciones sobre la buena situación actual de los terrenos cercanos a Chérnobil.

Respecto a éste accidente, siempre presente cuando se trata este tema, son muy útiles los informes del Comité Científico de las Naciones Unidas sobre el efecto de las radiaciones atómicas www.unscear.org, particularmente el redactado con las conclusiones de 15 años de evaluación de los efectos del accidente sobre la población y el territorio. El resultado del debate científico celebrado en Viena en 2001 transforma por completo la imagen apocalíptica, tanto en los efectos a largo plazo como en los efectos inmediatos: en la intervención y sellado de la central fallecieron bastantes menos personas de las que pierden la vida en una operación salida, por ejemplo, y no hay evidencia de una mayor incidencia de leucemia entre la población expuesta. Y, desde luego, ya nadie duda de que fue un hecho de imposible repetición en una central occidental.

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