¿Qué pasaría si en el NEA se descubrieran grandes yacimientos petrolíferos y/o gasíferos?
No deja de ser una pregunta muy interesante. Respecto a las grandes transnacionales de la ecología y a las grandes ONGs ultra ambientalistas de Argentina, posiblemente se les crea-ría una dicotomía, una verdadera encrucijada en la cual deberían decidir si priorizar la to-zuda y absurda filosofía del “crecimiento cero” (en buen romance sus constantes acciones para mantenernos sumidos en el subdesarrollo crónico e insalvable, oponiéndose de modo sistemático a todo lo que implique favorecer el desarrollo socio económico), o “mirar para otro lado” en este caso específico y no oponerse a un hecho en el que se involucren los principales mecenas de estas económica y financieramente poderosas organizaciones, como Greenpeace, Worldwide Fund for Nature, y otras.
Más allá de la posición que adopten esas instituciones “ecologistas”, resulta muy difícil suponer que las naturales presiones sociales serían en tal supuesto contrarias a la materia-lización de las inversiones petroleras; ante la posibilidad certera de contar con nuevas y genuinas fuentes de trabajo directas –por lo general bien remuneradas, o al menos muy por encima de las remuneraciones promedio de nuestras economías provinciales subdesa-rrolladas, pobres y esencialmente primarias.
Si a esos potenciales empleos directos, se les agregaran los resultantes del efecto multipli-cador de dichas inversiones, la cantidad de empleos que tales impactos inversionistas generarían serían considerables. Y si se le sumara la certeza de la instalación de un polo petroquímico que procese en territorio provincial buena parte de esos potenciales hidro-carburos, el efecto multiplicador sobre el nivel de empleo y los salarios medios de las economías provinciales, resultaría absolutamente impensable para aquellas mentalidades “de entrecasa”, que sólo son capaces de ver el cortoplacismo y las cosas desde la estrecha óptica pueblerina y retrógrada de quienes por ignorancia, por estrecho egoísmo (sintetizado en la frase “así yo estoy bien, entonces para que cambiar”) o por simple comodidad; se niegan a evaluar la impresionante magnitud de esos potenciales pero muy factibles cambios socio económicos.
Es más que factible que ante esa sumatoria de lógicas presiones positivas, los consabidos sectores ultraecologistas optarían por “meter violín en bolsa” y hacer mutis por el foro, tal vez “salvando la ropa” de sus “grandes preocupaciones ambientales” haciendo alguna declaración más o menos rimbombante en pro del buen manejo de los residuos, o algo por el estilo; ¡pero nada más!
Por otra parte, es fácil advertir la ausencia de oposiciones cerradas por parte de grupos ecologistas, a las explotaciones petrolíferas y gasíferas en provincias como Neuquén, Mendoza, Salta y Santa Cruz, en las que esta actividad económica es importante, tanto como generadora de empleos, como proveedora de jugosas regalías para las arcas pro-vinciales.
Incluso a nivel mundial, son escasas las oposiciones a estas actividades extractivo–produc-tivas, aún las realizadas en áreas ambientalmente frágiles o protegidas, tal como sucede por ejemplo en Alaska, en el Golfo de México, el Mar de Norte, en el Caribe Venezolano y un largo etcétera.
Por comparación y extrapolación, son notorias las disparidades de conducta de los sectores ultraecologistas, entre las tibias o incluso nulas oposiciones a las actividades petrolíferas, gasíferas y carburíferas; las que contrastan con las cerradas e incluso irracionales oposicio-nes a las centrales hidroeléctricas y nucleares; oposiciones que suelen adquirir mayor viru-lencia en aquellos países subdesarrollados –muchas veces aquejados por sus propios cua-dros de corruptelas internas- que laxamente aceptan las crecientes y agresivas “influen-cias” de las transnacionales de la ecología.
En ese mismo esquema de comparaciones y extrapolaciones, puede advertirse que las pro-yectadas construcciones de las mega centrales hidroeléctricas de Corpus Christi, Garabí y Roncador, bien pueden parangonarse con la existencia certera de tres grandes pozos petro-líferos de alta productividad, que sólo están a la espera de ser explotados para brindar sus riquezas. A todo ese enorme potencial hoy desaprovechado, deben sumarse las numerosas centrales de mediana potencia, que Misiones puede tener en los numerosos cursos de agua que surcan toda su superficie, y cuyo potencial conjunto es casi equivalente a otra obra como Garabí, pero con la ventaja de no ser compartida con otra nación.
Más aún a favor de las hidroeléctricas, pues mientras que los yacimientos de hidrocarburos constituyen una riqueza no renovable, y cuya utilización deviene en altos niveles de polu-ciones gaseosas, fluídicas y de otros tipos; las centrales hidroeléctricas utilizan una fuente de energía renovable a perpetuidad, y sus niveles de emisiones contaminantes son prácti-camente equivalentes a cero.
Por comparación, las tres mega centrales hidroeléctricas planificadas en el NEA equivalen a tres grandes yacimientos ubicados a grandes profundidades, que consecuentemente reque-rirán grandes inversiones, pero cuyas rentabilidades serán previsiblemente muy importan-tes. Por su parte, las numerosas obras hidroeléctricas de menores dimensiones –casi una decena de ellas con proyectos terminados o muy avanzados-, pueden compararse con otro gran yacimiento de menor profundidad, pero que requiere varias perforaciones de menores costos por unidad, y en su conjunto también muy rentable.
Un dato significativo es que las centrales hidroeléctricas siguen construyéndose en el mun-do, a pesar de las trabas interpuestas por el mañoso y muy tergiversado informe de la muy sui generis “Comisión Mundial de Represas”, (con serios indicios de ser financiada por los sectores vinculados con la termogeneración: petroleras, gasíferas, fabricantes de equipos de generación térmicos, etc.); siendo significativo que países que son grandes productores de hidrocarburos –como Venezuela- también construyen centrales hidroeléctricas.
Como paradojal contrasentido, en las provincias de Misiones en los casos de Corpus Christi y Roncador; Misiones y Corrientes en la obra de Garabí; así como en las de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe para las obras de Paraná Medio; son notables las indefiniciones y distorsiones conceptuales institucionales y las oposiciones de los grupos ultra ecologistas; lo cual contrasta con la realidad de los países que priorizan sus planes de desarrollo socio económico como Políticas de Estado a largo plazo.
En el caso de Misiones, algo muy significativo que no se ha tenido en cuenta es la concreta posibilidad de pasar a disponer en carácter de Estado Propietario, de la proporción argen-tina (el 50 %) de las tres grandes obras binacionales a construirse en los ríos Paraná y Uruguay. Ese figura jurídica es factible de concretarse si se incluye debidamente en las condiciones y pliegos de dichas obras, y se concretará –de gestionarse y fundamentarse debida y concienzudamente- una vez amortizados plenamente los costos de construcción, con sus intereses intercalares y los beneficios convenidos –de construirse eventualmente por el sistema de concesión de obra. Dicho plazo de amortización financiera puede estimar-se apriorísticamente entre 25 a 30 años, lo cual puede parecer muy lejano, pero es muy poco si se lo analiza con una perspectiva de estadista, y equivale aproximadamente a las demoras que llevan acumulados los proyectos originales de Corpus Christi y Garabí, desde que estuvieron finiquitados.
En tal caso, la renta que dispondrá –a perpetuidad- la Provincia de Misiones, será del orden de 480 millones de dólares anuales, mientras que la Provincia de Corrientes –con el 50 % de la proporción argentina de Garabí- dispondrá a su vez de aproximadamente 60 millones de dólares anuales.
Es muy interesante evaluar la enorme magnitud de obras públicas (escuelas, hospitales, caminos, etc.) y genuinas medidas de promoción económica (como financiamientos a em-prendimientos industriales y turísticos) que podrán realizarse con recursos propios. Si prima la necesaria visión de estadistas y el imprescindible patriotismo; estos verdaderos “pozos petrolíferos de oro blanco” no pueden ni deben seguir desaprovechándose.
A la vez, no es un dato menor evaluar que con esos recursos puede combatirse la peor de las contaminaciones, la generada por la miseria extrema, que es endémica en nuestro pobre y marginal NEA (Nord Este Argentino).
C.P.N. Carlos Andrés OrtizVea aquí otras interesantes
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