por Eduardo Ferreyra
Con fecha de abril 16 de 2006, en pleno escándalo por las plantas de celulosa en Fray Bentos, Green-peace publicó en su sitio web una nota sobre un presunto tráfico de "uranio natural" en la ciudad de Buenos Aires, ingresando por el puerto desde algún ignoto país. Días después afirmó que provenía desde USA. El comunicado de la organización resulta algo confuso por la falta de detalles concretos y el exceso de la palabra “ilegal” para describir todo lo que pasa. Esa palabra ¿incluye a la propia actividad de Greenpeace?
De acuerdo a la página web de la multinacional extremista –autonombrada “salvadora del planeta” y Galaxias vecinas, en la siguiente dirección: Greenpeace denuncia...
“El buque correspondiente es el "BBC Chile" (de bandera de Antigua Barbuda) y el envío consta de nueve contenedores de uranio natural, cuyo tránsito por la ciudad de Buenos Aires es inconstitucional debido a la prohibición específica que el artículo 26 de la Constitución porteña establece para "la elaboración, el transporte y la tenencia de sustancias y residuos radioactivos"… El tránsito de uranio por la Ciudad de Buenos Aires implica la violación de prohibiciones constitucionales y de diversas legislaciones provinciales y locales que restrin-gen la actividad nuclear en diversas jurisdicciones, en una práctica frecuente que permiten las autoridades que regulan la actividad nuclear en la argentina.”
Cosas raras vederes Sancho…
Hay algunas cosas que nos resultan un tanto raras en todo este asunto. La ignorancia y mala fe de Greenpeace no es una de ellas.
No recordamos que ningún medio de prensa, escrito, radial o televisivo (y hay muchos cómplices de Greenpeace en los medios) se haya hecho eco de esta denuncia hasta ayer 16 de junio, como no ha sido posible tampoco ver imágenes del tránsito de camiones tomadas por las siempre ubicuas cámaras de la ONG –o de Canal 13 o TN Ecología. Nos suena un tanto raro el asunto del “uranio natural”, pero todo es posible en la Viña del Señor. Sobre todo cuando se sabe que estas denuncias y campañas las monta Greenpeace cuando sus fondos comienzan a escasear, y necesitan darle un empujoncito a la donación de sus adherentes.
Resulta un tanto extraño que Argentina se haya convertido, de la noche a la mañana, en importador de uranio natural –siendo que se autoabastece de ese recurso: lo extrae de Malargüe, Mendoza, lo envía en camiones y se lo procesa en Dioxitek, Córdoba, y lo usa en los reactores nucleares de Embalse y Atucha y el experimental de Ezeiza. Lo que sí importa la Argentina y también la empresa Dioxitek, cumpliendo con todas las leyes y regulaciones nacionales e internacionales que existen sobre la materia es uranio enriquecido –algo que Greenpeace parece ignorar. Porque si lo sabe, ¿a santo de qué hace un escándalo por uranio natural y no por el enriquecido que es mucho más radioactivo?
El uranio natural, tal como se lo encuentra en la Tierra, contiene alrededor de 0,7% de Uranio-235, y es el material usado para fabricar el dióxido de uranio con que funcionan la central nuclear Embalse, y antes la de Atucha. Actualmente y desde algunos años, por razones de mejoramiento en la eficiencia y costos en Atucha, esta central usa uranio ligeramente enriquecido al 0,85% (anoten chantas de Greenpeace, que esto parece ser nuevo para ustedes). El programa de funcionamiento con este tipo de combustible se denomina “Proyecto ULE”, por "Uranio Levemente Enriquecido.”
Recordar la historia tiene sus ventajasComo nuestro país, gracias a las espantosas políticas energéticas (y de toda clase) que se emplearon durante la Década Infame (del 90 al 2000) la Argentina vio destruidos sus esfuerzos de largos años en el desarrollo de la energía nuclear, y perdió la oportunidad de enriquecer nuestro uranio natural en Pilcaniyeu, Neuquén, con lo que podría haber sido proveedor de este combustible a decenas de reacto-res en todas partes del mundo, con un buen ingreso de divisas para el país, dada la gran cantidad de valor agregado por mano de obra y "know how".
Hay que recordar que en enero de 1994 la Argentina ratificó al Tratado para la Prohibición de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe (Tratado de Tlatelolco), comprometiéndose a no adquirir, manufacturar, ensayar, o permitir la presencia de dispositivos nucleares explosivos en su territorio, aceptando las inspecciones de la IAEA para todas sus actividades nucleares. Argentina ha recibido cientos de inspecciones de las agencias internacionales de seguridad y protección radiológica, y está limpia en lo que las armas nucleares se refiere –cosa que por ejemplo, Irán no lo está, como no lo está tampoco Inglaterra.
Sin embargo, nadie ha escuchado a Greenpeace protestar o pedir dinero para combatir la amenaza nuclear Inglesa (cuando trajo submarinos y naves de guerra portando misiles con cabezas nucleares a Malvinas), o la que hoy representa Irán o Corea del Norte, gobiernos nada afectos a respetar democra-cias y Derechos Humanos. Como todos sabemos, las ideologías son una cosa y los negocios otra bien diferente. Business are business. Pero dejemos de lado la natural hipocresía de Greenpeace y sus amigos argentinos y sigamos con lo nuestro.
El uranio que se importa para enriquecer al 0,85% el combustible que usa Atucha, ya viene de USA enriquecido al 3,5% (recordar que el uranio grado arma nuclear tiene un enriquecimiento superior al 90%) y Dioxitek se encarga de mezclarlo con el uranio natural (al 0,7%) hasta alcanzar la proporción exacta de 0,85% que se usa en Atucha. Esta importación y transporte se hace desde años cumplien-do con todas las regulaciones, leyes y permisos que existen, y nada ilegal ni anticonstitucional se hace en todo el proceso. No se trata de “residuos” para almacenar, sino material para fabricar combustible nuclear. No hay cómplices en el proceso, ni nada para esconder -a menos que se llame "cómplices" a los funcionarios municipales, provinciales y nacionales, subiendo por el escalafón hasta el presidente de la nación.
Esta campaña de Greenpeace es una más de las tantas tretas a que nos tienen acostumbrados –y es malo eso de acostumbrarse a soportar mentiras dañinas. Greenpeace tiene cómplices en su engaño al pueblo argentino, como los mencionados canales 13 y su cable TN Noticias y TN Ecología, y el Grupo Clarín, que en su edición del sábado 17 de junio publica en la página 71 el engañosos título “Ezeiza: Niegan que haya uranio radioactivo en el agua.” Es engañoso porque el título – ya de entrada - es una estupidez, pero una muy bien pensada para causar el efecto contrario al contenido de la noticia (que pocos se molestan a leer). El uranio natural o el enriquecido son siempre radioactivos. Sin embargo el título ha sido diseñado para los que lo leen sin prestar la debida atención y dice; “Claro, lo niegan, pero quién sabe si es cierto. Desde el gobierno siempre nos mienten.”
Se hace clara la deshonestidad del medio cuando uno recuerda que la alarma generada por la falsa denuncia de Greenpeace la pusieron en primera página en un titular con tipografía tamaño catás-trofe. A la desmentida y evidencia de la falsedad de Greenpeace la publican ahora oculta en página 71 y con un título engañador.
De leyes estúpidas y otras trampas “legales”
Otra cosa que merece nuestra atención es la comprobación de la asombrosa ineptitud de nuestros queridos políticos a la hora de redactar y promulgar leyes. De acuerdo al artículo 26 de la Constitución porteña se establece “la prohibición de la elaboración, tránsito y tenencia de sustancias y residuos radioactivos”. Está muy claro que esa provisión de la Constitución porteña, (como casi todas las demás en dicha Magna Ley) no se cumplen en absoluto: de cumplirse a rajatabla –como debería ser- estaría prohibido la elaboración de piedras graníticas para decoración de frentes, los ado-quines de granito para pavimentos y otras rocas que SON RADIOACTIVAS y hacen que las calles porteñas adoquinadas y asfaltadas sean radioactivas. Poco radioactivas, sí, pero la ley porteña no establece en Curies o Becquereles, Sieverts, Roetgens, o en alguna otra medida el nivel de radioacti-vidad que está prohibido tener, almacenar, transportar, o comer.
Si no se especifican con claridad esos niveles sugiero que se prohíba el transporte de pasajeros en ómni-bus, trenes, taxis, autos, bicicletas (o el tránsito a pie) de todos los seres humanos y animales dentro del ejido de la Capital Federal: los seres humanos contienen Potasio-40 radioactivo en cantidades que los instrumentos pueden medir. Somos todos radioactivos, le guste o no a Greenpeace. Como Green-peace sostiene que CUALQUIER nivel de radioactividad es peligroso y perjudicial, los seres humanos somos peligrosos y tenemos que ser prohibidos.
También hay que recomendarle a la gente que se abstenga de comprar uranio (natural o enriquecido) para usarlo como perfume o comerlo, porque de acuerdo a la denuncia de Greenpeace "El uranio un elemento radiactivo que posee la particularidad de liberar energía en forma de radiación ionizante que representa un grave riesgo para la salud cuando es ingerido o inhalado." Ya sabés, nene, el uranio no se come.
También deberán dejar de funcionar todos los centros médicos de estudios que analizan la tiroides con yodo radioactivo, y los pacientes que son sometidos a esos estudios deberán orinar en recipien-tes de plomo especiales, vestir vestiduras de plomo hasta que la radioactividad haya sido totalmente evacuada de su cuerpo, y permanecer dentro de edificios especialmente diseñados para evitar el escape de radioactividad al ambiente.
Se deberán seguir las normas que se aplican para la disposición final de las sondas y jeringas usadas para esos y otros estudios de medicina nuclear. Los pacientes tienen que ser transportados por los camiones de residuos patógenos. En esos camiones –cuyo servicio le cuesta una fortuna a las municipalidades que los tienen implementados- se transporta el material usado en los estudios con Yodo radioactivo, que representa apenas el 1% de la radioactividad usada en el proceso. El restante 99% de la radioactividad se la llevan los pacientes a sus casas y las depositan más tarde, sin precaución ninguna, en el sistema de cloacas municipales que los transportarán alegremente hasta el Río de la Plata, y otros ríos del país, el Riachuelo, o a las napas subterráneas.
Me pregunto por qué los legisladores no se asesorarán de manera adecuada a la hora de hacer las leyes con las que dicen querer “protegernos”. O por qué contratan los servicios de asesores que no tienen demasiados conocimientos. Alguien me dijo una vez que los legisladores contratan como asesores a sus hermanos, primos, cuñados, hijos, tíos, sobrinos, esposas, etc. ¿Será cierta tanta desvergüenza?
La Gran Tontería se agrava
El responsable del área de Campañas Antinucleares de Greenpeace, Sr. Casavelos dice una tontería como esta:
"Este transporte por la calles de la ciudad es sumamente peligroso y desconoce el rechazo de la población a la energía nuclear. Muchos municipios y provincias prohíben el transporte nuclear por su territorio, en una clara actitud precautoria", declaró Juan Casavelos, coordinador de la Campaña de Energía de Greenpeace.
Según Greenpeace, "ni la CNEA ni la ARN tiene la voluntad de respetar las restricciones locales y las violan sistemáticamente". Un cargamento similar de 120 toneladas de uranio por el Puerto de Bueno Aires fue denunciado por Greenpeace en 1998. "Todo indica que situaciones así se reiteran frecuen-temente", sostuvo Casavelos.
El transporte del uranio natural por Buenos Aries es tan peligroso como usar un Rolex, o un Tag Heuer de cuadrante luminoso con agujas pintadas con radio, o sino almorzar en la localidad cordobesa de Tanti, por ejemplo, donde la radioactividad natural de fondo es muy elevada gracias a los depósitos de uranio que hay en las proximidades. Durante una época en los años 80, la empresa Sánchez Granel SA explotaba el uranio de esas canteras en la Sierra Grande de Córdoba y enviaba el mineral de uranio natural semiprocesado a Dioxitek, en la ciudad de Córdoba, para ser transformado en pastillas de combustible nuclear (dióxido de uranio) dentro de los cilindros de zircalloy y luego enviados a Embalse y Atucha.
No estoy muy seguro, pero creo que las muertes causadas por esa actividad minera y el transporte del uranio hasta Córdoba se redujo a dos o tres perros que fueron arrollados por una camioneta de la em-presa y un camión que bajaba apurado. También se deben contabilizar a cuenta de la peligrosidad del tránsito de uranio por la zona la muerte de algunos miles de mariposas que se estrellaron en parabrisas y radiadores de los vehículos.
Si alguien quiere hacer un estudio epidemiológico sobre la población de Tanti (y del resto de los habi-tantes de las Sierras de Córdoba o de Malargüe), cercana a las fuentes de radioactividad de las canteras de uranio, podrá comprobar que esa gente goza de una tradicional excelente salud que, generalmente es mayor que la gente de regiones con escasa radioactividad de fondo. Como se ha demostrado en otros estudios de regiones de elevada radioactividad natural de fondo, las poblaciones allí son más longevas, más fértiles, sufren menos infecciones y cánceres porque esos niveles de radioactividad potencian al sistema inmunológico. Es el conocido efecto “hormético”: el beneficio de pequeñas dosis constan-tes de sustancias o radiaciones tóxicas. No es idea mía: está determinado por los estudios de la Comi-sión de las Naciones Unidas para el Estudio de las Radiaciones Atómicas (UNSCEAR) y publicado en su informe de abril de 1994 sobre el tema.
De donde llegamos a dos importantes conclusiones:
El presunto tránsito de uranio natural por “esas callecitas de Buenos Aires,” constituye una verdadera garantía de que la salud de los porteños se podría mejorar, potenciando su sistema inmunológico, si ese tránsito fuese más intenso y más frecuente.
El Sr. Juan Casavelos debería ser llevado a la justicia y procesado por “falsa denuncia”, alarmismo e intimidación pública, y hasta asociación ilícita en actividades antinacionales, junto a sus cómpli-ces en la Fundación Greenpeace Argentina SA.
Esperaremos (inútilmente?) a que algún fiscal o juez se decidan a tomar al toro por los cuernos y se procese a los responsables. Las leyes, ¿están para cumplirse –o para reírse de ellas?
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