por Gabriel Calzada -
27 de agosto, 2006 - Libertad Digital
Los productores de las llamadas energías renovables se han convertido en uno de los grupos sociales más privilegiados de nuestro tiempo plagado de mitos y fraudes medioambientales. El precio de esta energía está subvencionado con cargo al bolsillo del consumidor final en un 575% con respecto a la tarifa eléctrica.
Por otro lado, el "empresario" no tiene que llevar a cabo toda la inversión con sus propios recursos porque un segundo privilegio se encarga de que esté parcialmente subvencionada con dinero de los contribuyentes. Todo este esquema difícilmente funcionaría si no fuese porque existe un tercer privilegio consistente en la compra obligatoria de la electricidad de estas turbias energías "limpias" por parte del distribuidor más cercano.
Todas estas ayudas y coacciones no son suficientes para calmar el apetito insaciable del que se siente con derecho a todos los recursos de la sociedad en su empeño de hacer que un negocio poco o nada rentable se convierta en una mina de oro personal. Los nuevos aristócratas mantienen además que tienen derecho a fondos públicos para desarrollar sus ineficientes sistemas de producción. Por eso, la negativa de la Comisión Europea a concederles su propuesta (aceptada por los parlamentarios europeos) de que dos tercios de los fondos europeos para investigación en energía no-nuclear vayan a parar a sus bolsillos les ha cabreado enormemente.
En España estas formas de producción lograron un 22,2% del total de la producción energética en 2005. Así que quienes producen gracias a todo tipo de ayudas algo menos de un tercio de la energía que no es de origen nuclear protestan porque no se les concede recibir dos tercios de los, por otro lado, injustificables fondos públicos para la investigación energética.
Las excusas para defender estas pretensiones no podían ser más ridículas. Por un lado mantienen que ese dinero les hace falta para que Europa siga liderando la producción de estas energías. Vamos, que sin gigantescas ayudas estas energías tan ineficientes no son capaces mantenerse y progresar y que la UE debe de ser líder en producir ineficientemente la energía.
Por otro, argumentan que ese chorro de dinero arrebatado a los sectores productivos de la sociedad es necesario para que la UE cumpla con la Agenda de Lisboa. En fin, que según ellos, lograr que Europa se convierta en el mercado más dinámico y con mayor crecimiento del mundo depende de subvencionar formas ineficientes de producción. Por último aseguran que esta lluvia de dinero al que creen tener derecho ayudaría a garantizar la seguridad en la provisión de energía.
O sea, que nos quieren hacer creer que instalar centrales que dependen generalmente de las condiciones meteorológicas se traduce en una mayor seguridad en la provisión de la energía. El pasado día 17 se produjo un nuevo record de demanda de electricidad en nuestro país. Curiosamente la energía eólica sólo contribuyó a un exiguo 1,5% de la producción. ¿Es a eso a lo que llaman seguridad en la producción? Más que tres argumentos parece que se trata de tres pésimos chistes.
Así es como, al mismo tiempo que se anunciaba ese record de demanda eléctrica en España, el lobby de las empresas de energías renovables europeas se reunía para exigir otros 226 millones de euros anuales para investigar. Es lo que tiene ser un privilegiado social: empiezas presionando para lograr una "empujoncito" y terminas creyéndote que tienes derecho a la propiedad ajena de forma sistemática y casi absoluta.
Gabriel Calzada Álvarez es representante del CNE (Center for the New Europe) para España y presidente del Instituto Juan de Mariana
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