por Eduardo Ferreyra
Analizando una noticia del diario La Voz del Interior de Córdoba, podremos ver hasta donde se puede llegar con acciones que deberían ser claramente encuadradas como “falsas denuncias”:
Montenegro denuncia que hay polonio 210 en Córdoba
http://www.lavoz.com.ar/06/12/04/secciones/sociedad/nota.asp?nota_id=24091
Estaría en la mina de Los Gigantes y en el depósito de Dioxitek. Con esa sustancia envenenaron al ex espía ruso.
El presidente de la Fundación para la defensa del ambiente (Funam), Raúl Montenegro, advirtió que el polonio 210 es uno de los contaminantes radiactivos que tiene la mina de uranio de Los Gigantes y también el depósito subterráneo de Dioxitek SA en barrio Alta Córdoba y que se trata de la misma sustancia usada para envenenar al ex espía ruso Alexander Litvinenko.
Intentar relacionar la muerte de Litvinenko, causada por ingestión masiva de Polonio-210, es una manera muy artera de querer llevar agua para cualquier molino. Alarmar a la gente que no tiene cono-cimientos técnicos sobre el tema es una muestra de irresponsabilidad que debería ser penada por la ley. La gente, además, tiene la pésima tendencia de no creer las explicaciones y aclaraciones de la CNEA, cuyas relaciones públicas dejan mucho que desear. Nadie lee las desmentidas sino que abalanzan sobre los escándalos. Los diarios, encantados, le dan prensa a Montenegro, gran colaborador en la venta de diarios –sobre todo de La Voz del Interior, uno de cuyos antiguos dueños, la señora Remonda, fundó a la FUNAM allá por 1983, la “Fundación para la defensa del ambiente”, (cuya página web parece haber desaparecido o estar momentáneamente ausente de la web). Con defensores como Funam, el ambiente no necesita enemigos –el ambiente somos nosotros.
Por medio de esta página web FAEC denuncia que el Polonio-210 está también presente, en cantidades que se pueden medir, en el domicilio del Sr. Raúl Montenegro, y que éste no ha medido los niveles que le podrían convertir en otro espía ruso sacrificado por oscuros poderes políticos. También está presente en las oficinas que la Funam tiene en el Parque Sarmiento de la ciudad de Córdoba, y en cantidades similares en la redacción y talleres de La Voz del Interior, el despacho del gobernador de la provincia y en todas las dependencias del gobierno provincial “e anche”, municipal. No hay noticias de que nadie (ni siquiera Montenegro) haya tomado las urgentes medidas que serían necesarias (siem-pre de acuerdo con la grave denuncia de Funam) para poner coto a esta terrible amenaza que puede costarnos la vida –como a Litvinenko.
Sigue el Sr. Montenegro con su fabuloso cuento de hadas:
Montenegro indicó que en el mundo "existe preocupación por el polonio 210 hallado en aviones y en un restaurante, pero la provincia y la Municipalidad no saben la cantidad total de uranio, radio, radón y polonio radiactivos que concentró Cnea (Comisión Nacional de Energía Atómica) en las sierras y en la ciudad, ni cuándo serán tratados".
Montenegro mete a todos los gatos en la misma bolsa y le da de palos. Explota de manera ladina la presunta y artificial preocupación por el Polonio-210, un isótopo radioactivo que es parte de las “hijas del radón”, o subproductos de la descomposición de ese gas radioactivo que es omnipresente en la naturaleza. El radón es, a su vez, el resultado del decaimiento o descomposición natural del uranio, material que está ampliamente distribuido en todas partes del mundo, con concentraciones que varían de una región a otra.
Resulta curioso y sintomático que Montenegro no haya incluido en su lista de peligrosos isótopos a otros componentes radioactivos –quizás porque no puede establecer una culpa directa entre el hombre (fun-cionarios, instituciones o industrias) y su existencia o su abundancia. El hombre y sus actividades nada tienen que ver con la existencia o ausencia del radón y de sus “hijas”, los isótopos Polonio-210, con una vida media de 138 días, el Polonio-218, con 3,05 minutos (son emisores alfa de escasa o nula penetra-ción en materiales), o de los emisores beta, el Bismuto-214, de 19,7 minutos de vida media, o del Plomo-214 de 26,8 minutos.
Más desinformación para este boletín:
Funam denunció que la mina de uranio de los gigantes tiene más de 4 millones de toneladas de residuos minerales con uranio y que las lluvias pueden lavar esas colas de mineral y llevar contaminantes a la cuenca alta del río San Antonio.
La empresa Sanchez Granel, que antiguamente explotaba el yacimiento de uranio de Sierras Grandes de Córdoba, dejó de trabajar allá por mediados de la década de los 90. Hace alrededor de una década que las lluvias torrenciales que caen sobre las cumbres de la Sierra Grande viene arrastrando esos residuos, en cantidades cada vez menores, pero sin haber dado muestras que hayan causado efectos perjudiciales para el ambiente, los animales, los pajaritos, las maripositas y los ingenuos seres humanos que aún creen en las denuncias de Funam. Lo malo es que, ente estos ingenuos (o ignorantes?) seres humanos existen funcionarios que debería saber informarse de manera adecuada y no creer en los titulares de los diarios o las gacetillas de Funam y Greenpeace. Más tonterías para este boletín:
El ambientalista explicó que el polonio 210 es muy peligroso por tres motivos: porque mantiene su radiactividad por mucho tiempo (unos 140 días); porque libera partículas Alfa con gran contenido de energía, muy dañinas a corta distancia para las células vivas; y porque es químicamente tóxico.
Primero: si una vida media de 138 días se considera “mucho tiempo”, entones qué dejamos para los isótopos radioactivos con vida media de 300.000 años? Montenegro se aferrará a cualquier pequeño detalle para impulsar sus irresponsables alarmas. La larga experiencia que el pueblo de Córdoba tiene al respecto nos hace creer que cuando se grita “lobo!” con demasiada frecuencia, y siempre sin ningún lobo a la vista, la gente escucha hoy sus denuncias como si oyera llover.
Segundo: Las partículas Alfa no tienen “gran contenido de energía”. La energía que tienen no es suficiente para atravesar una delgada hoja de papel Biblia. En el aire, su trayectoria no alcanza un centímetro. El daño que causa en el organismo sucede únicamente cuando ingresa al organismo vía digestiva o en los pulmones, adherido a partículas de humo. Pero las dosis necesarias para causar daño y la muerte tienen que ser muy elevadas. Los niveles que se encuentran en la naturaleza, son insu-ficientes para causar efectos perjudiciales ya que ni siquiera se han podido medir. No se acumula el daño en el organismo dada la baja tasa de vida media del Polonio-214 y del 210 y la rápida reparación que el ADN del organismo hace de las células que sufren algún daño.
Es químicamente tóxico, pero la toxicidad de cualquier sustancia o radiación esta determinada por los niveles de las dosis. Los niveles del Polonio-210 existentes en las Sierras Grandes, en la playa de Dioxitek, o en el baño de Montenegro son de una insignificancia tan descomunal (“descomunal” para hablar de algo prácticamente inexistente! –adónde hemos llegado…) que las denuncias sobre la peli-grosidad del Polonio-210 en el ambiente de Córdoba son rayanas con la deshonestidad científica y periodística. Siguen las tonterías y desinformaciones en este boletín:
Montenegro sostuvo que por tratarse de una mina "la Cnea y sus contratistas concen-traron uranio a valores más altos que los hallados en las sierras" y que por lo tanto "además de uranio también hay allí residuos de polonio 210".
No quiere explicar Montenegro (o no le conviene?) que la concentración de uranio se realiza en las instalaciones de la planta de Dioxitek que fabrica el combustible nuclear que se usará en nuestros reactores de Embalse y Atucha. Está muy claro que los valores de radioactividad del uranio de las sierras es muy inferior al concentrado en la planta de Dioxitek. Si así no fuese, nuestras centrales no podrían funcionar.
Pero la deshonestidad se hace manifiesta cuando dice que “allí también hay residuos de Polonio-210”. Los residuos que hay allí (dónde? En el playón de Dioxitek o en la mina?) se van renovando, naciendo y muriendo al ritmo de su vida media: en 138 días la radiactividad disminuyó a la mitad, en otros 138 días a la cuarta parte, etc. Pero lo que nadie tiene que perder de vista es que los niveles de Polo-nio-210 que existen en la provincia de Córdoba han existido desde que esta parte del mundo emergió del océano hace algunos miles de millones de años. Y ni Don Jerónimo Luis ni los Comechingones se extinguieron a causa del Polonio-210, o del Polonio-218, Bismuto-214, Plomo-214, Tritio, Cesio, o del arsénico que es natural en los acuíferos de Córdoba: a Don Jerónimo lo ejecutaron y los indios se murie-ron de viejos. Probablemente, de haber vivido en nuestros días, habrían llegado a más viejos todavía, gracias a los adelantos tecnológicos y médicos de la civilización que Montenegro tanto desprecia -pero a eso Montenegro no le da ninguna importancia. Para él, lo importante es el Polonio-210 y el espía ruso. Y que la gente se asuste tanto que Funam pueda lanzar otra campañita alarmista.
“Mientras tanto llegan las lluvias y aumenta el riesgo de que las colas de mineral de Los Gigantes contaminen la cuenca alta del río San Antonio. Pero la Agencia Córdoba Am-biente y la Dipas (Dirección Provincial de Agua y Saneamiento) miran para otro lado", ironizó.
Pobre ironía. Las lluvias llegan, se quedan y se van, arrastrando residuos de toda clase. Lo vienen haciendo, como se dijo antes, desde hace una década por lo menos. Parece que Montenegro es de la opinión de que hay nuevos residuos esperando a que lleguen las lluvias y nos conviertan a todos en moribundos espías rusos. Creo que toda la población de Córdoba debería “mirar para otro lado” cada vez que la Funam y Montenegro hacen sus consabidas y fallidas denuncias. Es una lástima que una parte de la población todavía se asuste cada vez que Montenegro pone la lengua en funcionamiento –sin haber previamente hecho lo mismo con la ética científica.
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