Creo que los bien pagados asesores de nuestro Presidente del Gobierno deberían dejar de leer los pasquines de el diario “El Mundo” y tomarse en serio el trabajo para el que les pagamos - sí, no son asalariados del Gobierno, son nuestros asalariados.
La euforia con que ciertos sectores de nuestro país se entregan a todo lo que no sea energía nuclear debe encontrar la seriedad como debido contrapunto en quienes se encargan de modelar y planificar nuestro futuro energético. En Gran Bretaña, el país con más días de viento efectivo al año en Europa, acaban de darse cuenta (curiosamente al “hacer cuentas”) de que no es oro todo lo que reluce.
Durante el año fiscal 2007-2008, los consumidores de energía eléctrica británicos han tenido que pagar Mil Millones de Dólares a los propietarios de instalaciones eólicas. Esta cantidad aumentará hasta los Seis Mil Millones si se mantienen los planes del Gobierno de instalar hasta 2020 parques eólicos con capacidad de generar 25 Gigawatios.
Ofgem, la agencia estatal que regula en U.K. el mercado eléctrico y del gas natural, ha expresado ya su preocupación por esta enorme carga para el contribuyente británico, amén de denunciar que la actual política de precios oculta el coste verdadero de la energía eólica. Así, durante el pasado año, los precios de la energía eléctrica y el gas natural en el Reino Unido sufrieron las mayores subidas en el seno de la Unión Europea, según el informe de Noviembre de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
El aumento medio en la UE fue del 15%, los precios británicos del gas y la electricidad aumentaron un 29.7%. Ofgem cree que las subvenciones a la energía eólica han sido el factor principal de las subidas de precios y se pregunta donde está la lógica de tal inversión pública si se compara con el hecho de que la eólica apenas cubre un 1,3% de las necesidades energéticas del país.
El estudio publicado por James Oswald en la revista Energy Policy el pasado mes de Agosto recobra así inusitada actualidad. Sus conclusiones no pueden pasar desapercibidas a nadie que pretenda planificar de forma consistente un modelo energético de futuro: la energía eólica no sólo es abrumadoramente más cara y menos fiable que otras, tampoco supone un ahorro mesurable en el consumo de gas natu-ral. Esto no sólo redunda en los precios totales del “paquete energético”, supone además alejarse de las metas de reducción de emisiones de CO2 que se supone deberían alcanzarse con mayor facilidad gracias a la energía eólica.
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