ECOLOGÍA: MITOS Y FRAUDES
Por Eduardo FerreyraCAPITULO 3
ENERGIA NUCLEAR
y RADIOACTIVIDAD
LA NEUROSIS DEL SIGLO
Viktor E. Frankl es un psicólogo y pensador que sufrió campos de concentración y otras calamidades en su vida. Además fue quien consolidó la Teoría de las Neurosis Noógenas que se derivan del Vacío Existencial o Falta de Sentido de la Vida. El Vacío Existencial: tal como lo define Frankl, "sin saber lo que tiene que hacer, ni lo que debiera hacer, no sabe ni siquiera lo que desearía hacer". Muchos lo confunden con la depresión anímica, y las salidas de este estado a nivel noógeno conducen, por lo general, al conformismo. Se rechazan las preguntas complicadas y el planteo de problemas espirituales. Es el Hombre Cotidiano que ha renunciado a buscar un sentido a la vida.
Otras veces, el refugio contra el Vacío Existencial es el totalitarismo y el hombre "hace lo que otros desean que haga" y, en general, los escapismos más abundantes son el alcohol, las drogas, el trabajo excesivo, las búsquedas de poder, fama, riquezas, o la adhesión a alguna Causa Sagrada. También afirma Frankl que "cada época tiene su neurosis y cada tiempo necesita su psicoterapia". Así como existen neurosis de origen natural en cada individuo, también existen las provocadas artificialmente y que afectan a sociedades enteras: son el tipo de neurosis que pueden ser aprovechadas con fines comerciales o geopolíticos. Una de estas neurosis colectivas es la Neurosis Atómica provocada a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial.
El efecto de esta angustia nuclear ha llevado a muchas sociedades a "vivir al día", una forma de exis-tencia provisoria que muchos adoptan al no vislumbrar ningún futuro. El Hombre está demasiado alarmado y pendiente de los estímulos externos (alienado) como para pensar con claridad en su proyecto de vida. Esto fue lúcidamente analizado por José Ortega y Gasset en su ensayo "Ensimismamiento y Altera-ción", primer capítulo de su libro El Hombre y la Gente. Lectura seriamente recomendada.
Otro elemento que contribuye a las neurosis colectivas son las ideas deterministas que, condicionando al Hombre a las fuerzas bio, socio y psicológicas lo conducen al fatalismo. La tercera actitud que contribu-ye a las neurosis colectivas es el Colectivismo que conduce, de manera inexorable, a la masificación más impersonal y despersonalizante de la sociedad. Según Frankl, "el Hombre desea perderse en la Masa", sólo se siente seguro en el anonimato de la muchedumbre, que es un excelente refugio contra las angustias generadas por el deseo o el miedo a triunfar.
Así es como se une a diversos tipos de grupos que le proporcionan un cómodo y fácil refugio a sus neurosis: Clubes de todo tipo, Ejércitos y Bandas Terroristas, Partidos Políticos, Sociedades de Beneficencia o Masónicas, Gremios, Sindicatos, ONGs Defensoras del Ambiente y demás ejemplos de la Infinita Estupidez Humana.
Y la última actitud que conforma la neurosis colectiva es el fanatismo que adora ídolos de todo tipo (políticos, artistas, deportistas, celebridades), que es intolerante y muchas veces violento con los que no opinan de la misma manera. Frankl termina diciendo que "Personas que no son clínicamente neuróticas pueden ser, sin embargo, colectivamente neuróticas". Son los miembros de las Colectividades Neuróticas, es decir, los miembros de todas las asociaciones mencionadas anteriormente y que se caracterizan por actitudes escépticas, nihilistas, pesimistas y destructivas frente a la vida, al destino y al progreso de la Humanidad.
Las viejas Neurosis Colectivas van siendo reemplazadas de manera paulatina por nuevas y actualizadas neurosis. La Neurosis Atómica ha ido perdiendo fuerza dado que la Amenaza Nuclear ha pendido demasiado tiempo sobre nuestras cabezas sin dar muestras de querer cumplirse; ha sido demasiado zarandeada y enarbolada como bandera de combate. Las demostraciones antinucleares no son las que evitaron que rusos y norteamericanos se lanzaran mutuamente bombas atómicas: no son tan estúpidos como para creer que podían salir indemnes del asunto.
Un Mundo de Radiaciones
Dado que vivimos en un mundo radioactivo, para las personas que no les gusta la radioactividad, la Tierra no es un lugar que resulta adecuado para vivir. (1) Nuestros cuerpos reciben unas 15.000 partículas radioactivas en cada segundo de nuestra vida. Esto es el equivalente a unas 473 Millones de partículas radioactivas al año, o unas 40 billones a lo largo de 85 años. Sin embargo, ni las sentimos ni sufrimos ningún daño aparente por este incesante bombardeo radioactivo.
Hasta que los instrumentos adecuados fueron inventados, la radiación permaneció ignorada, debido a que carecemos del sentido natural para detectarla. Uno de los motivos en que se basa la extendida fobia por la radioactividad reside en la elevadísima precisión de los instrumentos de medición que permiten detectar el centelleo de un átomo solitario.
Se miden con toda facilidad cantidades de radiación de 1 parte en 1.000 millones. ¿Y cuánta radiación es esta parte en 1.000 millones? 1/1.000 millones equivale a 1 nanoCurie y se puede comparar a 1 medida de vermouth en 5 vagones tanque de gin. Lo que se llama un Martini muy, pero muy seco. O puesto de otra manera: hoy viven en la Tierra 5.000 millones de personas; una familia de 5 personas es el equivalente de 1/1.000 millones de la población mundial.
¿Y qué decir de 1 parte de radioactividad en 1 Billón? Esta cantidad de radiación es la que se conoce como picoCurie (pCi) y es 1.000 veces más pequeña que el nanoCurie (nCi). Equivale a una medida de vermouth en 5.000 vagones de gin!
Terrores Infundados
Cuando en Abril de 1986 las nubes que contenían radioactividad proveniente del accidente ocurrido en la central nuclear rusa de Chernobyl llegaron a la costa oeste de los Estados Unidos, la prensa se deleitó en aterrar a la población informándole sobre la cantidad de radioactividad (en picoCuries) que contenían las nubes y los efectos que provocaría sobre la gente cuando cayese a tierra. Pero no se les explicó que la cantidad del agua de lluvia que la gente debería beber era de 250.000 litros en un solo día para que una persona recibiese la misma cantidad de radiación que recibe al someterse a un diagnóstico por problemas de la tiroides (2). Sin embargo, Greenpeace se dedicó a aterrar a la población de California y del resto del mundo con los terribles cánceres y las espantosas leucemias que estaban listas para abatirse sobre todos nosotros. La Humanidad iba a extinguirse, o un poco menos.
Gaia, la diosa de los ecologistas, es una Diosa Radioactiva. El mundo en el que vivimos es altamente radioactivo. La radioactividad está en todas partes, en el suelo, en la arena, en las piedras, en la arcilla, en las plantas y en nosotros mismos. Por donde se busque, un contador Geiger detectará la radiación. Quien fuese durante años el jefe del Consejo de Energía Atómica de Gran Bretaña, Lord Walter Marshall dijo una vez: "Me gustaría hacer notar que, en mi propio país, Gran Bretaña, el jardín promedio de cada inglés mide un décimo de acre. Si cavamos un metro hacia abajo podremos extraer seis kilos de torio, dos kilos de uranio y 7.000 kilos de potasio, todos ellos radioactivos. En cierto modo, todo ello es residuo radioactivo o basura nuclear no hecho por el Hombre: fue dejado por Dios cuando el planeta fue creado". (3)
Del total de radiación que recibimos anualmente, el 82% es de origen natural y sólo el 18% es producido por el Hombre (4) . La radioactividad natural está compuesta por el 55% de gas radón, el 8% de fuentes cósmicas y radiaciones solares, otro 8% de fuentes terrestres, (principalmente uranio y torio) y el 11% del potasio-40 interno de los seres vivientes.
Pero es el 18% producido por el Hombre el que es usado para asustar a la población y conseguir que la neurosis se desparrame e instale con tanta fuerza que impide el correcto uso de los razonamientos que permitirían dar solución a los problemas que de una u otra forma se generan a partir de las actividades nucleares. Veamos entonces cuánta peligrosidad tiene este 18% de radioactividad que produce el Hombre.
Del total de radioactividad que está presente en el ambiente, el 11% está constituido por los rayos-X de origen médico, el 4% por la medicina nuclear (diagnóstico y terapia), el 3% corresponde a los productos de consumo como detectores de humo, tabaco, cerámicas, etc., y todo el resto de la radioactividad faltante apenas llega al 1%. Pues bien, en este 1% se incluye a toda la actividad de la industria nuclear (reactores experimentales, submarinos y todas las centrales nucleares del mundo) , que aportan el 0,1% del total de radioactividad a la que está expuesto el ser humano. Y por este ínfimo 0,1% de radioactividad que recibimos es que Greenpeace y el resto de las organizaciones antinucleares han montado su gigantesca campaña de alarma y terror a escala mundial.
Resulta muy evidente, entonces, que existe una desproporción descomunal entre el riesgo real y las reacciones paranoicas del ecologismo, por lo que no sería necesario agregar nada más. Sin embargo, es muy importante que la gente (y sobre todos los encargados de promulgar leyes y regulaciones) conozcan y se instruyan sobre los asuntos nucleares de manera de que sea posible ir analizando y revirtiendo tantas y tan absurdas regulaciones que se han impuesto a la actividad nuclear y que impiden que la energía nuclear sea accesible para todos los países en desarrollo y la electricidad producida sea barata y abundante elemento imprescindible para los países en vías de desarrollo.
Por otra parte, si realmente se desea imponer un criterio verdaderamente ecológico en lo relativo a la generación de energía eléctrica, la opción obligada es la energía nuclear. Seguir quemando carbón y petróleo es estúpido; las alternativas como la energía solar, la eólica o la hídrica no resultan ni viables ni rentables. Entonces, ¿qué están esperando nuestros políticos para poner en práctica las soluciones que los problemas energéticos del mundo actual están demandando? Porque en verdad, los problemas que hoy afligen a la humanidad tienen su origen en la incapacidad e inoperancia de los políticos, y no en la ciencia o en la tecnología que está disponible para dar solución a las necesidades actuales.
Primero, Lo Importante
Existen dos aspectos fundamentales que deben conocerse a fondo. El primero es una Perogrullada inmensa: la radioactividad es radioactividad, venga de donde venga, ya sea de origen natural o producida por el Hombre. Por ejemplo, las partículas alfa consisten en dos protones y dos neutrones, están cargadas positivamente y son fuertemente ionizantes, ya sea que las produzca el Hombre o Mamá Naturaleza. Los rayos beta son electrones, provengan del origen que se desee, como también los rayos gamma, radiación electromagnética de muy corta longitud de onda. A bajos niveles de energía, los rayos gamma se comportan como los rayos-X, penetrando profundamente en los tejidos animales y los materiales. Por su parte, los rayos alfa son muy fácilmente bloqueables: ni siquiera traspasan una delgada hoja de papel.(5)
Es importante recordar que los rayos alfa, beta y gamma tienen la misma naturaleza y los mismos efectos, sin importar cuál sea su origen. Los activistas antinucleares han adoptado la curiosa y malintencionada actitud de intentar convencer al público de que la radiación producida por el hombre es, de alguna manera, diferente a la radiación natural, y mucho más peligrosa. Por supuesto, mienten.
Radioactividad y Cáncer
El segundo asunto fundamental se resume en este planteo: Con toda la radioactividad y radiaciones que nos bombardea desde todas direcciones, ¿por qué no estamos todos los habitantes de la Tierra ya muertos o siquiera muriendo de cáncer?
La razón científica es que, a pesar de que súbitas exposiciones a muy altos niveles de radioactividad pueden provocar el daño celular que conduzca luego al desarrollo del cáncer, el asunto no es tan claro cuando se refiere a la exposición a pequeños niveles de radiación, aunque estas exposiciones sean crónicas. El riesgo, no sólo parece ser mínimo, sino que el creciente número de estudios científicos que se van publicando tienden a indicar que las exposiciones sostenidas a bajos niveles de radiación ionizante resultan altamente beneficiosas para los organismos vivientes. Aunque usted no me crea, como diría nuestro amigo Ripley.
Entonces créale al UNSCEAR (United Nations Scientific Commitee on Effects of Atomic Radiation, o más comprensible, Comité Científico de las Naciones Unidas sobre Efectos de las Radiaciones Atómicas) que publicó el 11 de marzo de 1994 un informe titulado "Respuestas Adaptivas a la Radiación en Células y Organismos", (Document A/AC. 82/R.542), resumiendo los resultados de 12 largos años de estudios sobre la totalidad de investigaciones y estudios realizados en todas partes del mundo sobre el tema. De manera muy resumida, el UNSCEAR afirma que:
«Las radiaciones ionizantes de bajo nivel son inmensamente beneficiosas para la salud de los seres humanos y animales al provocar efectos estimulatorios a niveles bioquímicos, celulares y orgánicos, conduciendo a un aumento de la inmunidad contra cánceres y enfermedades infecciosas, y un incremento de la longevidad y la fertilidad.»
En efecto, los científicos habían descubierto que aquellas regiones del planeta que poseen altos niveles de radioactividad natural de «bajo nivel» (menores que 100.000 mrems y mayores de 500 mrems anuales) sus poblaciones viven más, se enferman menos, tienen menos cánceres y son más fértiles que las sociedades que viven en regiones con niveles de radiación más bajos o casi inexistentes. Hasta llegar al mencionado nivel de 100.000 mrems anuales de exposición, existe una marcada ón positiva entre los niveles de radiación y la longevidad, fertilidad, resistencia a las enfermedades y baja incidencia de cánceres. Una declaración tan radical y terminante bien merece un examen más detallado.
Las células de organismos vivientes que han ido evolucionando desde el inicio de la Creación, en un mundo altamente radioactivo, tienen una increíble habilidad para reparar los daños moderados causados por la radioactividad. Por otro lado, la mayor parte de los impactos de partículas radioactivas provocan la muerte de las células, y las células muertas no crecen para transformarse en cánceres. Es necesario un daño muy especial no letal para que las células resulten genéticamente dañadas o se transformen en células cancerosas. Se desconoce la exacta naturaleza de este daño, como también se ignora la cantidad y tipo exacto de radiación necesaria para provocar cáncer en los seres humanos y otras especies animales.
Determinar los Riesgos
Por otro lado, los riesgos son muy pequeños. Comparemos las probabilidades con las de la Lotería. Es posible que cualquier persona que compre un billete acierte con el «gordo» de Navidad, pero la realidad cotidiana nos dice que la inmensa mayoría no lo hará. En el caso de la radioactividad natural, las probabilidades de que UNA de las 40 Billones de partículas radioactivas que nos impactan durante toda nuestra vida nos provoque un cáncer o algún efecto genético es de una en 50 Trillones, expresado en números: 1/50.000.000.000.000.000 o mejor, 1/1x1016. Son suficientes probabilidades de que jamás nos ocurrirá nada.(6)
Es por ello que la inmensa mayoría de la población no le teme a la radiación natural: simplemente ni siquiera sabe que existe! Nadie se lo enseñó en el colegio, o ninguna publicación de controlada desinformación pseudo científica se lo ha mencionado jamás. Sin embargo, todos sabemos que una dosis de radiación lo suficientemente alta provocará la muerte o el cáncer. Entonces, ¿cuál es el nivel o cantidad de radiación necesaria para resultar dañina?
De manera general, se habla de «exposiciones promedio», pero la cantidad de radiación natural (o de «fondo») varía enormemente de un lugar a otro en la Tierra. En el caso de los Estados Unidos, un país bien estudiado, la radioactividad de «fondo» promedio es de 300 a 500 mrem (milirem) anuales, pero la dispersión del rango es muy grande: puede ser tan baja como 60 mrem y sobrepasar los 600 mrems. ¿Qué es un milirem (o mrem)? Es la milésima parte de 1 rem, o Roentgen Equivalent Man Equivalente Roentgen en el Hombre y representa el real efecto ionizante sobre el cuerpo humano. Algunos ejemplos aclararán esto.
Un milirem sería la dosis anual recibida a consecuencia de ver TV durante unas pocas horas al día, todos los días del año. Se calcula que cada mrem adicional de radiación que recibimos eleva nuestras probabilidades de desarrollar cáncer en 1 entre 9 millones. Puesto de otra manera: 1 mrem es equivalente a ser impactado por 7.000 Millones de partículas radioactivas.
Otra medida de radiación, el Curie (Ci) equivale a 37.000 Millones de desintegraciones por segundo, y corresponde a la radioactividad emitida por 1 gramo de radio. Muy extensos y profundos estudios han determinado que son necesarios muchos más de 100.000 mrem para obtener algún efecto detectable en los organismos vivos. El cáncer se desarrolla en la mitad de los casos donde la exposición pasa los 400.000 mrem. Recordemos que a consecuencia del «accidente» del reactor de Three Mile Island en 1979, la población circundante a la planta recibió una radiacióm «extra» de 1.2 mrem anuales. Es el momento de comparar esta exposición recibida por la población a consecuencia del peor y más catastrófico accidente nuclear que haya ocurrido en el mundo occidental, con las exposiciones que se reciben de manera constante por parte de Madre Naturaleza:
El total para cada habitante se eleva a más de 360 mrem anuales. En las zonas montañosas donde la concentración de torio y uranio es más elevada, y la altura significa mayor exposición a los rayos cósmicos, la radiación natural llega normalmente a duplicarse, mientras que en otros lugares como la Florida, es un 15% menor. En algunas partes, la radiación de fondo alcanza valores anormalmente elevados. Las aguas termales y minerales tienen valores sumamente altos de radioactividad. Las «aguas maravillosas» de la ciudad inglesa de Bath (7) tienen un contenido de radón de 1.730 pCi (picoCuries) por litro y se las considera altamente benéficas para muchas dolencias. Ahora bien, la EPA ha establecido que deben tomarse acciones para remediar el asunto cuando el contenido del radón en el agua potable sobrepase los 4 pCi/litro. El radón contenido en el gas natural de Bath es de 33.650 pCi/litro. Sin embargo, los antiguos romanos construyeron aquí un templo en el año 42 DC y lo dedicaron a la Diosa de la Sabiduría y la Salud. En 1742 se construyó allí el Royal National Hospital para enfermedades reumáticas.
La gente acude en bandadas a Bath y a otros centros de baños termales, todos con aguas de muy elevada radioactividad, a causa de su fama de beneficiosos efectos terapéuticos. La gente no acude a los baños termales a morirse sino a curarse! Aunque no existe una prueba concluyente de que sea la radioactividad de las aguas la que provoque los efectos saludables, sí hay pruebas científicas de que la elevada radioactividad de las aguas no provoca efectos dañinos a los visitantes que se bañan y beben copiosamente sus aguas . . . que de acuerdo a la argumentación ecologista tendrían que ser letales!
Nos preguntamos por qué no se han realizado buenos y profundos estudios en la población de Cochin-Ernakulum, en el estado de Kerala, al sudoeste de la India, donde el suelo abundante en torio irradia a razón de 16.000 mrem anuales! O sino en algunas playas del noreste del Brasil, donde las arenas están compuestas del negro mineral conocido como Monagite, de altísimos niveles de radioactividad. Los visitantes llegan también en oleadas a esas playas atraída por la fama de benéficos efectos sobre la salud. Los niveles de exposición están allí muy por encima de los 500 mrem anuales. A pesar de ello, algunos "expertos" en radiación del Brasil opinan que estas poblaciones «son muy pequeñas como para permitir significantes investigaciones epidemiológicas»(8). Nos estamos internado aquí en el muy árido territorio de la estupidez . . .
Existen en el mundo dos extraordinarias regiones en el mundo con elevadísimos niveles de radioactividad: uno en Africa y el otro en Brasil. El africano está en Gabón, al oeste del continente, cerca de un lugar llamado Oklo, donde existe en la actualidad una mina de uranio. Las concentraciones del isótopo fisionable U-235 eran tan altas, que hace 1.800 millones de años se inició allí una reacción en cadena que duró un millón de años. La Naturaleza inició y mantuvo ese inmenso «reactor nuclear» hasta agotar al combustible. Así se quemaron miles o millones de toneladas de uranio, produciéndose miles de toneladas de plutonio y otros subproductos de la combustión atómica (los «transuránicos»). Aunque durante los últimos millones de años cayeron copiosas lluvias sobre la región, el plutonio y los demás isótopos radioactivos resultantes sólo han emigrados unos pocos metros hacia el interior del subsuelo.
Este reactor natural de Gabón ha sido extensa y profundamente estudiado por los científicos, cosa que no se puede decir, sin embargo, de la región de Brasil conocida como Morro de Ferro, un montículo de 250 metros de altura compuesto por un cuerpo mineral que contiene unas 30.000 toneladas de torio y unas 100.000 toneladas de «tierras raras». Los niveles de radiación son de 1 a 2 mRoentgen/hora en un área de 30.000 m2. Este monte tiene abundante vida animal y vegetal. Tan elevada es la radiación absorbida por las plantas que es posible obtener fotografías (autoradiografías) literalmente brillando en la oscuridad. Una colonia de ratas habita las galerías de este monte y las mediciones obtenidas demuestran que respiran una atmósfera que contiene niveles de radón de hasta 100.000 pCi por litro! Se calcula que las dosis de radiación que recibe el epitelio bronquial de las ratas está entre 3.000 y 30.000 mrem anuales, unas tres veces más radioactividad de la que debería provocar tumores u otros efectos relacionados con la radioactividad. Se atraparon 14 ratas y se les hicieron autopsias que no revelaron ninguna anormalidad. A pesar de ello, el investigador que hizo los estudios se internó profundamente en el territorio de la estupidez: «Esto tiene muy poca significancia ya que el Morro de Ferro es un área relativamente pequeña».(9) ¿Qué tendrá que ver el tamaño de un territorio con la actividad de las radiaciones ionizantes? ¿Querrá significar nuestro investigador que una bomba atómica lanzada sobre un pueblo pequeño tendrá menor efecto radioactivo que una lanzada sobre San Pablo?
Es hora de preguntarnos, entonces, viendo todos estos ejemplos, sopesando y analizando tanta información científica validada y comprobada; viendo cómo cientos de miles de personas acuden a bañarse y beber aguas altamente radioactivas; comprobando la existencia y saludable desarrollo de vida en lugares donde los ecologistas afirman que nadie podría sobrevivir . . . ¿A quiénes debemos creer? ¿A los hechos científicos comprobados, que nuestros ojos pueden ver y nuestros instrumentos medir? ¿O a los paranoicos partes de prensa de ONGs como Greenpeace, que carecen de toda base científica comprobable? Es imperioso mantenernos muy alejados del peligroso territorio de la estupidez.
Radio y Radón
Para hacer honor a la verdad, es necesario admitir que, sin ningún lugar a dudas, la radioactividad es peligrosa y ello también incluye a la radioactividad natural. Sólo que el grado de peligro reside en la dosis, tipo, cantidad y duración de la exposición, y del conocimiento sobre cómo manejar a la radioactividad. Esto último es de enorme importancia. Se puede decir, con total seguridad, que debido a los intensos programas de investigación que se desarrollaron desde los años 40, se sabe más sobre los efectos de las radiaciones ionizantes que sobre las consecuencias de exposiciones a cualquiera de las muchas substancias tóxicas que existen en la naturaleza o que haya producido el Hombre.
Desde su descubrimiento y hasta los años 40, el radio se aplicó a numerosos productos comerciales como la pintura radioluminosa para relojes y otros instrumentos que debían leerse en la oscuridad. Durante los primeros 50 años que estuvo disponible, se extrajo de la tierra y se aplicó a usos médicos y productos comerciales aproximadamente 1 kilo de radio, gramo más o gramo menos. Como consecuencia de ello y debido al poco conocimiento que se tenía sobre los efectos de la radioactividad, en todo el mundo murieron 100 personas por usos inadecuados o mal manejo del radio. Desde 1942 y hasta la fecha, diversos programas relacionados con la energía atómica han producido el equivalente radioactivo a muchas toneladas de radio. Pero a consecuencia de un mayor conocimiento y comprensión del asunto, no se ha producido ninguna muerte humana debido a exposición o depósito interno de una amplia variedad de radionucleidos producidos artificialmente.(10)
Ultimamente, el radón ha recibido una exagerada atención por parte de la prensa sensacionalista, sabiamente alimentada por las ONGs ecologistas. Como consecuencia, está muy extendida la creencia de que este abundantísimo elemento de la naturaleza es el responsable de la muerte de entre 5.000 a 30.000 personas por cáncer de pulmón, sólo en los Estados Unidos. ¿Es verdad esto?
¿Se trata de una nueva y terrible amenaza (al estilo Capa de Ozono)? La respuesta la veremos dentro de pocas líneas más. Nuestro conocimiento sobre el Radón comienza en las minas de la Montaña de Erz, Checoslovaquia, en el Siglo 16. En los libros de minería se ha informado que la mayoría de los mineros morían de una afección respiratoria conocida como el «mal de la montaña». No fue sino hasta 1879 que se identificó a este mal como el cáncer de pulmón(11). Después del descubrimiento de la radioactividad, y que se identificara al radón como un subproducto del radio, se constató que las minas de Erz tenían elevadísimos niveles de radón. Se sospechaba de una conexión entre el radón y el cáncer de pulmón, pero esto no se estableció hasta los años 50 cuando se hicieron estudios entre los mineros de Estados Unidos. Los resultados de estos estudios establecieron de manera concluyente que existía positiva y estrecha correlación entre los niveles de radón y el cáncer de pulmón. Posteriores estudios en las minas de Checoslovaquia confirmaron los resultados norteamericanos, de manera que, para 1976, el cáncer de pulmón inducido por el radón se transformó en el mejor estudiado y cuantificado de los efectos de la radioactividad.
Cuando se mejoró el sistema de ventilación de las minas para extraer al radón del interior de las galerías, el problema fue casi totalmente eliminado. Pero, al mismo tiempo, se comprobó que el radón no era el único culpable de los cánceres de pulmón: se comprobó que el fumar cigarrillos era el principal «gatillo» del cáncer de los mineros. Y aquí viene algo realmente extraordinario: En 1932, A. Pirchman informó en el American Journal of Cancer, que en las minas austríacas de Joachinosthal no se hallaban mineros enfermos de cáncer de pulmón. Sólo se hallaban entre los mineros jubilados, de los cuales moría el 75%.
Las expectativas de vida promedio en esa época era de sólo 55 años. Ahora bien, los mineros vivían más y se jubilaban a los 65 años.(12) La moraleja aquí parece ser: «Si trabajas en las minas y respiras radón, tendrás cáncer de pulmón pero sólo después de que hayas vivido 10 años más que el resto de tus amigos!»
Examinemos al radón con más detalle.(13) Recuerde que el radón es un gas inerte, químicamente neutro y radioactivo. Aparece en la cadena natural de la descomposición del uranio, que está compuesta por 14 pasos diferentes. El paso inmediatamente anterior al radón es quien le da forma: el radio (en sí mismo, un subproducto natural del uranio.) Aunque resulte aburrido, es interesante (e importante) saber que algunos átomos de radio sufren un proceso radioactivo conocido como «descomposición alfa», significando que el núcleo de estos átomos expulsan de manera espontánea una nube de partículas nucleares que consiste de 2 protones y 2 neutrones estrechamente unidos. Es la famosa y tan mentada partícula alfa. La pérdida de los protones convierte al radio (número atómico 88) en radón (número atómico 86). Las substancias emisoras de partículas alfa no son peligrosas (a menos de que se intro-duzcan dentro del organismo) y no son penetrantes, es decir, son fácilmente bloqueables por cualquier barrera, aún por una fina hoja de papel. Entonces, el proceso que produce al radón comienza con el uranio. Dado que se trata de un mineral de muy amplia distribución por toda la Tierra, el radón puede aparecer en cualquier parte.
De manera típica, de cada pulgada cuadrada del suelo emergen por segundo unos 6 átomos de radón y se dispersan en el aire. Esto está sucediendo de manera constante en la Naturaleza. Cuando la gente construye edificios y casas, estos procesos radioactivos naturales que ocurren en el subsuelo no son afectados de ninguna manera. La única diferencia reside en que cuando el radón, en su camino hacia la superficie encuentra una casa encima suyo, pasa directamente a través de los cimientos, contrapisos, grietas y fisuras, y aún a través del agua de las cañerías. Luego es atrapado en el interior de las casas durante algún tiempo por lo menos hasta que alguien abra una puerta o una ventana y las corrientes de aire saquen al radón al exterior, donde se dispersa otra vez en la atmósfera.
En una casa promedio, el contenido de radón es normalmente 10 veces más alto que en el exterior de la casa; a veces, hasta 100 veces más alto. En las casas antiguas, el radón escapa hacia el exterior de la misma forma que hizo para entrar: a través de fisuras y grietas, hendijas de puertas y ventanas que ajustan mal, etc. En estas casas viejas, la tasa de renovación del aire es de una o dos veces por hora; por lo tanto, la acumulación del radón no llega a niveles altos: el radón no constituye problema alguno.
Pero en las casas modernas donde se han sellado con burletes, masilla y cintas todas las aberturas para conservar el calor (o el frío, en verano) con el objeto de ahorrar energía eléctrica, la tasa de ventilación (o recambio de la atmósfera) se reduce hasta una vez por día. La tasa de ingreso de radón que se produce en las casas herméticas no varía para nada, pero sí disminuye de manera drástica la de evacuación el radón. Por consiguiente, el radón se ve atrapado en el interior y su concentración va aumentando constantemente a medida de que pasa el tiempo. Sellar una casa para hacerla más eficiente en la conservación de la energía conduce de manera inevitable a la acumulación de radón en su interior. ¿Es esto peligroso? Sí, aunque esto también requiere una pequeña explicación.
Las Hijas del Radón
El problema con los riesgos de acumulación de radón en los hogares no está en el radón en sí mismo, sino en los subproductos de la descomposición del radón, que son conocidos como las «Hijas del Radón». Aquí es donde reside el problema. El radón irradia muy débilmente, y su vida media es de apenas 3,82 días. Como se trata de un gas inerte, no reacciona químicamente con el organismo, de manera que cuando se lo respira es exhalado nuevamente. Pero si se respiran a las «hijas del radón», el asunto es totalmente diferente. Son partículas sólidas, tienen muy corta vida media, emiten partículas alfa o beta y son intensamente radioactivas. Más aún, las hijas se adhieren a partículas de polvillo que son muy fácilmente inhaladas. Como también se adhieren a las partículas de humo, el fumador «pasivo» que respira aire con humo dentro de una habitación cerrada, está introduciendo en sus pulmones a las hijas del radón, lo que resulta un poco menos peligroso que fumar directamente.
Transportadas hasta los pulmones, las hijas se pegarán a la membrana mucosa del pulmón y bombardearán a los tejidos sensibles con intensa radioactividad. Esto es lo que puede, eventualmente, ayudar a provocar algún cáncer de pulmón. Las hijas del radón se acumulan con facilidad en las habitaciones mal ventiladas y algunas de estas hijas son:
Tomemos como ejemplo al Bismuto-214. En una atmósfera interior que haya acumulado radón durante tres minutos (lo que se llama "3 minutos aire", el Bismuto-214 contribuirá con el 0,5% de la energía radioactiva de la partícula. Contribuye con el 4% del total de la energía en un aire de 10 minutos, y con el 38% en un aire que no tiene recirculación. Con una tasa de recirculación de aire de 1 a 2 veces por hora (lo que sucede en la inmensa mayoría de las casas del mundo), la acumulación del radón es de 1 pCi/l (un picoCurie por cada litro de aire) Recordemos: 1 pCi es igual a 1 parte en 1 Billón. Esto debe traducirse a una exposición de unos 100 mrem anuales, lo que equivale a la tercera parte de la exposición anual promedio, y bien por debajo de los 500 mrem puestos por la EPA como el máximo admisible.
Sin embargo, hay dos cosas que pueden aumentar esta exposición promedio al radón: vivir en una casa de elevada eficiencia térmica (herméticamente cerrada), y vivir en una región donde las concentraciones de uranio sean elevadas, como regiones de suelos graníticos que contienen cantidades de uranio mayores que lo normal, como las Sierras de Córdoba o los Andes. En los Estados Unidos, la formación geológica más conocida por sus elevados niveles de uranio-radón es el llamado Reading Prong, que se extiende desde Reading, Allentown y Easton, en Pennsylvania, a través de Morristown, New Jersey hasta el estado de New York. Algunas de las casas de esta región tienen niveles registrados que son 1000 veces superiores a los niveles normales de radón, mientras que muchísimas tienen niveles que llegan a las 100 veces más altos que los promedios. A la fecha, el nivel de radón más alto registrado corresponde a una casa en Boyertown, Pennsylvania, que tiene un nivel 2.500 veces superior al normal. (14)
Aunque los riesgos que representan la acumulación del radón y sus hijas son conocidos desde fines de los años 70, la EPA no emitió ninguna advertencia al respecto, como tampoco publicó su muy esperada guía sobre las concentraciones internas de radón hasta el mes de Agosto de 1986. ¿Por qué se demoró tanto la EPA? ¿Será la conservación de la energía un problema de importancia excluyente como para pasar por encima de los problemas de la salud pública?
De Leyes Estúpidas
La guía de la EPA no dice nada sobre los peligros de los edificios y casas herméticamente sellados. En lugar de ello, reclama medidas correctivas cuando los niveles de radón sobrepasan los 4 pCi/l (equivalentes a 400 mrem anuales). De acuerdo a las estimaciones de la EPA, este nivel ha sido excedido por 11 millones de casas en los Estados Unidos, involucrando a unas 26 millones de personas. Lo irónico (¿o estúpido?) es que este nivel de 4 pCi por litro de aire es 40 veces más alto que el muy estricto nivel de 0,4 pCi/l que rige para la industria nuclear. Nos preguntamos, ¿por qué se aplican niveles más estrictos al ambiente de trabajo, donde una persona estará apenas 8 horas cada día, y más elevados niveles para los hogares donde los adultos, niños y bebés viven, duermen, comen y pasan más de las dos terceras parte de su tiempo allí?
Una posible explicación para un absurdo inexplicable: mientras que la EPA regula los niveles para los hogares, la Comisión Reguladora Nuclear (CRN) regula los riesgos de radiación para la industria y las plantas nucleares, que son muchísimo más bajos y estrictos que los de la EPA. Ahora bien, si realmente se aplicaran con todo rigor estas normas de la CRN (tal como lo exigen a gritos los activistas del ecologismo) la gran mayoría de los ambientes naturales y casi todo el aire del campo serían declarados ilegales. El territorio de la estupidez se amplía, y se amplía ... y se amplía.
De los estudios e investigaciones que se hicieron a causa del accidente de Chernobyl, (ver Capítulo: La Verdad Sobre Chernobyl) se determinó que la exposición a la radiación que recibió la población fuera de la zona de evacuación fue equivalente a la que reciben todos los años los habitantes del estado norteamericano de Nueva Inglaterra, al vivir ocho meses del año en sus casas muy eficientes para conservar la energía y sumamente ricas en radón. Cuando todos los hechos que conforman un asunto en disputa se ponen en su adecuada perspectiva, las cosas se aclaran. Quizás haya llegado el momento de permitir que entre un poco de aire fresco no sólo a las casas herméticas sino al tema nuclear.
En cuanto a las casas, lo mejor es abrir las ventanas todas las mañanas, como lo hacía abuelita, y renovar el aire con frecuencia, aunque ello represente un poco más de gasto en electricidad. Quizá no sea mucho pedir que la prensa sirva a la causa del Sentido Común y de la Salud Pública liberándose de los prejuicios ultra-ecologistas, y de la tonta noción de que la conservación de la energía es un bien que trasciende cualquier otra cosa; o destruyendo la absurda creencia que el radón atrapado en las casas no nos hará daño, pero que el radón de las minas de uranio (donde no vive nadie!) sí nos puede perjudicar. La tontería reside en no querer admitir que se trata de la misma radiación.
Los Edificios Enfermos
Otro de los grandes remedios sería dejar de construir casas herméticas que, no sólo atrapan al radón sino que provocan la acumulación de nuevos y numerosos problemas de salud: el nuevo fenómeno de la contaminación interior. Tan malo se vuelve el aire pobremente ventilado de muchos edificios modernos, que se ha desarrollado el Síndrome del Edificio Enfermo. Actualmente se reconoce que el problema es la escasa o nula ventilación que tienen los edificios que se construyen siguiendo las normas de la conservación de la energía.
Pocos estudios demuestran con tanta claridad lo que sucede, como el realizado por el ejército de los Estados Unidos en cuatro de sus cuarteles, donde los reclutas dormían en grupos de 100 a 250 hombres en modernas y herméticas barracas con ventilación recirculada, comparándolos con otro grupo similar que habitaba en barracas de la Segunda Guerra Mundial.(16) El estudio se prolongó durante 47 meses, desde Octubre 1, 1982 hasta Septiembre 1, 1986, cubriendo a cuatro grupos diferentes de reclutas. Se encontró que, para el período entero los riesgos de enfermedades respiratorias se incrementaron un 45% en los cuarteles modernos, «energéticamente eficientes».
Durante los períodos de epidemias los riesgos y casos de problemas respiratorios se elevaron el 100%. Las conclusiones médicas fueron que
Este nuevo par de problemas modernos la acumulación de radón y los problemas respiratorios de las casas herméticas nos han sido impuestos por los activistas del ecologismo que insisten en que la conservación de la energía es prioritario y excluyente, y quizás el único medio de asegurar suficiente energía para el futuro. Si se hubiese dedicado la misma devoción, esfuerzo y dinero que se usaron para sellar herméticamente hogares y edificios modernos en la construcción de nuevas, seguras y eficientes plantas nucleares, ahora tendríamos una población más sana, como también más energía para calentar o enfriar edificios de una manera limpia y saludable. Pero, por desgracia, la gente que está encargada de hacer las leyes que afectaron nuestro presente y nos afectarán en el futuro, son sempiternos y obcecados exploradores del territorio de la estupidez. Lo peor, es que aún se los vota.
La conservación de la energía, por más noble que pueda parecer, es tan productora o fuente de energía como que el dinero que se guarda en el colchón es fuente o productora de ingresos. Es bueno evitar el derroche y el despilfarro de recursos, pero los ahorros terminan por agotarse algún día, y es preciso salir a producir. La clave está, entonces, en trabajar, producir bienes, transformar los recursos naturales de manera eficiente y sensata . . . y gozar de lo que obtuvimos.
Ha llegado ahora el momento de retornar a la pregunta que hicimos más arriba: ¿Cuán dañinas son las exposiciones a las radiaciones de bajo nivel? Es decir, aquellas por debajo de los 100.000 mrem anuales. Ya vimos ejemplos de poblaciones aparentemente muy saludables viviendo en regiones de elevadísimos niveles de radiación. ¿Qué sucede cuando se vive con elevados niveles de radón? ¿Cuán peligroso puede resultar? Por suerte, hoy existen muchos estudios que permitieron al comité de las Naciones Unidas (UNSCEAR) emitir su famoso comunicado de marzo de 1994 relativo a los efectos benéficos de las radiaciones de bajo nivel. Y es aquí donde debemos introducir el concepto de la Hormesis.
Hormesis
En el siglo 16, un médico alemán llamado Theophrastus Bombastus von Hohenheim, más conocido como Paracelso, desarrolló un concepto que se ha constituido en el Principio Fundamental de la Toxicología. Decía entonces Paracelso: «¿Qué cosa no es un veneno? Todas las cosas son veneno, y nada existe que no sea veneno. Sólo la dosis determina que una cosa no es un veneno.»(17)
Este es el concepto básico de la Hormesis, y su validez se ha visto confirmada desde entonces una y otra, y otra vez. ¿Qué cosa puede ser más inofensiva que el agua pura y potable? Nada, y sin embargo, bebida en la cantidad adecuada le provocará la muerte tan rápido como un pelotón de fusilamiento. En 1979, un hombre murió en Alemania porque se bebió 17 litros de agua en muy corto período de tiempo. La causa inmediata de su muerte fue edema cerebral y perturbación electrolítica debida al exceso de agua. Este simple principio, lleno de sentido común, de que la dosis es el veneno, también se cumple para la radioactividad. Sabemos que las altas dosis de radiación provocan la muerte, pero, en otro sentido, los bajos niveles de radiación son inofensivos o, más aún, beneficiosos para la salud. Entonces, ¿cuáles son los niveles de radiación que resultan «veneno»?
Extensas investigaciones determinaron que exposiciones a niveles superiores a 10.000 rem (10 millones de mrem) son letales. Matan casi en el acto, o muy rápidamente. 300 rem (300.000 mrem) resultan fatales para casi el 50% de las víctimas. Se obtienen daños por radiación con exposiciones de entre 100 a 300 rems, pero no se han observado efectos adversos con niveles por debajo de los 100 rem (100.000 milirems) (18)
Recuérdese que los niveles promedios de la radiación natural en el ambiente es de unos 350 mrem. De manera empírica, por consiguiente, y basándonos en muchas observaciones, mediciones y experimentos, parece ser que existe un «umbral» para la radiación, por debajo del cual no se producen ni se observan efectos adversos para la salud. Este «umbral» es de 100.000 mrem anuales. Sin embargo, existe todavía bastante discusión con respecto a esto, aceptando muchos científicos del bando ecologista la «hipótesis lineal» que sostiene que algún efecto existe, aunque va disminuyendo hasta cero y que quizás no sea detectable o medible pero que, sin embargo, el daño está allí, aunque oculto.
Dado que la Ciencia se basa en la observación directa de hechos comprobados y repetibles, si algo no es detectable, o medible u observable, no pertenece a la Ciencia sino al campo de las Ciencias Ocultas, la Adivinación, el Tarot o la Astrología. Es como determinar el daño clínico de la radiación por medio del análisis de las tripas del pollo o de la borra del café.
Sin embargo, esta es la hipótesis de los ecologistas, que bombardean con altas dosis de radioactividad a una pobre rata hasta matarla, lo cuantifican y luego, en un gráfico de abscisas y ordenadas, determinan el punto de irradiación máxima letal y trazan una línea recta hasta cero diciendo: «Ven, la radioactividad es nociva en cualquier exposición que se produzca. No hay ningún nivel que sea inofensivo. El gráfico lo dice bien clarito».
Este tema se encuentra muy bien explicado en la siguiente dirección de la web, que recomiendo especialmente leer porque no deja ya ningún lugar a dudas sobre el efecto benéfico de las bajs dosis de radiación: Haga click sobre: Los Significantes Beneficios de la Radiación Nuclear .
Desgraciadamente (para los ecologistas) esta hipótesis no explica para nada la falta de cualquier efecto nocivo detectable a consecuencia de vivir en un mundo altamente radioactivo. Dado que la comunidad científica no se ha puesto todavía de acuerdo en este punto (y jamás lo hará porque los científicos en este mundo jamás se pusieron de acuerdo en nada) lo mejor será analizar con cuidado y sin apuro la evidencia científica.
En los primeros días del proyecto Manhattan en 1943, los científicos estaban preocupados por la toxicidad del uranio y la radioactividad, teniendo en cuenta que María Curie había tenido problemas a causa de ella. Por consiguiente expusieron a una colonia de ratas a una atmósfera sobrecargada con polvo de uranio y a otra colonia respirando aire puro, como control. Aunque los investigadores esperaban que las altas dosis de uranio serían mortales, las ratas del experimento sobrevivieron a las ratas de control y aún vivieron más tiempo del que sería normal para ese tipo de ratas. Más aún, aparecían más saludables y tenían más crías que los controles. No desarrollaron tumores. Sin embargo, muchos científicos ecologistas rechazan las conclusiones y sostienen que el experimento estuvo mal conducido, considerando al resultado como una anomalía.(19)
Pero, resultados similares se siguen acumulando. En 1980, el profesor T.D. Luckey publicó las conclusiones de 1239 estudios distintos de muchos investigadores que comprendían seres vivientes, desde cultivos celulares y bacterias hasta plantas (800 referencias) y animales (200 referencias) de muchas especies diferentes expuestas a cantidades variables de radiación de todo tipo. El Dr. Luckey informa que todos los resultados son consistentes: existe un «umbral» o línea de corte por debajo de la cual la radioactividad resulta totalmente inocua o sino beneficiosa. (20)
Las conclusiones del estudio de Luckey dicen que las radiaciones ionizantes son generalmente estimulantes a bajas dosis; que las dosis bajas proporcionan un desarrollo más acelerado, incrementan las defensas contra las enfermedades infecciosas, aumentan la fertilidad y reproductividad y confieren un lapso de vida más extenso. También afirma que las dosis bajas no producen efectos nocivos proporcionales; que en bajas dosis la radioactividad es menos dañina que lo que se creía comúnmente; y que la irradiación crónica con dosis apenas superiores a la media ambiental son benéficas para los animales y las plantas.
Aún así, numerosos científicos ecologistas se niegan a aceptar que estos resultados se puedan aplicar a los seres humanos. Como los experimentos en humanos están prohibidos, es interesante comparar y analizar los estudios que relacionan al radón con el cáncer de pulmón entre poblaciones que habitan regiones de diferentes cantidades de radón en el ambiente.
En 1987, un grupo de investigadores austríacos presentaron los resultados de un muy cuidadosamente documentado estudio epidemiológico de varios tipos de cáncer en los Estados Unidos, en el IV International Symposium on Natural Radiation Environment(21), donde se llegaba a la conclusión que cuando los niveles de radiación de fondo eran de entre 350 a 500 mrem anuales, se encontraba el menor número de ánceres.
¿Más evidencia científica? El profesor B.L. Cohen, de la Universidad de Pittsburgh analizó 39.000 mediciones de exposiciones al radón y las cotejó contra cánceres de pulmón en 411 condados de los Estados Unidos. Encontró que la correlación era negativa para los valores bajos: a mayor concentración de radón, menos cánceres de pulmón! Sus datos estaban corregidos para tomar en cuenta las diferencias constructivas entre casas de la ciudad y casas rurales, y para los fumadores de cigarrillos.(22) Evidencias adicionales de la Hormesis o del umbral de efectos se encuentran cuando se analizan con cuidado numerosos estudios modernos que no hallan los resultados predichos cuando se extrapola hacia abajo a partir de dosis elevadas de exposición a la radiación. Esto incluye estudios de daños al cromosoma por radiación en glóbulos blancos de la sangre humana; malignidad tumoral debido a radiación en embriones de ratas; incidencias de cáncer en ratas expuestas a diversas dosis de rayos gamma; tasas de leucemia en sobrevivientes de Hiroshima e información sobre los pintores de diales luminosos de relojes, expuestos al radio.
Ya sea que elijamos o no creer que las exposiciones a bajos niveles de radiación puedan ser beneficiosos, podemos decir con toda certeza que asumir la «hipótesis lineal» (en vez de la hipótesis del umbral) se sobrestimará el posible daño y la gente siempre prefiere creer lo peor. Con exposiciones a bajos niveles de radiación por debajo de los 100.000 mrem anuales tenemos una situación donde las creencias pueden anular a las evidencias. Este es un fenómeno mental bien conocido: durante siglos se creyó (aún las personas educadas) que el hombre tenía una costilla menos que la mujer, a causa del relato de la Biblia que narraba que Dios había creado a la mujer a partir de una costilla de Adán. Esta creencia persistió durante siglos, a pesar de disponer la evidencia en contrario: basta con contar las costillas del esqueleto. Hamlet le decía a su amigo, hace muchos siglos: «Nada hay en nuestra filosofía, Horacio, que sea verdadero o falso pero el pensamiento lo hace posible.»
Y eso sucede con la radioactividad. Cuando se han escuchado durante años las mismas escandalosas inexactitudes (piadoso término para no decir: mentiras) la gente termina por desechar las evidencias científicas y acepta la mentira repetida como la verdad revelada. La gota horada a la piedra.
Los Reactores Atómicos
De todas las aplicaciones pacíficas de la energía nuclear, ninguna ha generado más oposición, histeria y neurosis que la generación de electricidad. En los comienzos de la era de generación eléctrica, a principios de los años 60 y hasta mediados de los 70, las centrales nucleares fueron recibidas y apoyadas con entusiasmo por organizaciones ecologistas como la Audubon Society y el Sierra Club. Esta actitud comenzó a cambiar radicalmente después de una reunión llamada «Masa Crítica» promocionada por Ralph Nader en 1973.
A partir de allí todas las organizaciones ecologistas se unieron al movimiento antinuclear, siguiendo el ejemplo de Nader, quien se hizo famoso y multimillonario explotando con toda habilidad esta nueva neurosis antinuclear y el espléndido filón de la ecología. Debe reconocerse el mérito de Nader: fue el primero que vio el ilimitado potencial económico que brindaba este nuevo mercado de la denuncia ecológica, y supo sacarle buen provecho.
A pesar de todo lo que se ha escrito y gritado contra la generación de electricidad por medios nucleares, la energía nuclear para fines pacíficos es un éxito que no tiene parangón en la historia del mundo. El único fracaso que se le puede achacar a la energía nuclear es su fracaso en las relaciones públicas. La generación de electricidad mediante reactores atómicos es segura, y mucho más que eso. En más de 30 años de uso en el mundo Occidental no se produjeron muertes, no se produjeron liberaciones significativas de radiación al ambiente, y nadie fue expuesto a la radioactividad a niveles mayores de los límites, muy conservadores, que siempre han caracterizado a la industria nuclear.(23) La electricidad de origen nuclear se logra sin emitir a la atmósfera dióxido de carbono, óxidos de azufre y de nitrógeno, humo, partículas nocivas, compuestos orgánicos o cancerígenos que sí son alegremente lanzadas al aire cuando se genera electricidad quemando petróleo y carbón.
Por otra parte, la cantidad de residuos nucleares producida es muchísimo menor que la que se obtiene quemando carbón, y no contiene residuos como el arsénico, plomo, cadmio y mercurio que se mantienen venenosos por toda la eternidad. No existe ninguna central nuclear que produzca electricidad con costos tan altos como las que queman petróleo y sus derivados, y todas son económicamente competitivas con las que queman carbón. Cuando se comparan los costos de toda una vida útil de generación eléctrica digamos, unos 30 años con los de las centrales de petróleo, las plantas nucleares promedian 4.7 centavos por Kilowatt hora (Kw/h), mientras que las mejores quemadoras de petróleo tienen un promedio de 8.2 centavos el Kw/h.(24)
A causa del gran encarecimiento que han sufrido los costos de generación nuclear en los últimos años debido a absurdas e irracionales regulaciones que carecen de base científica las más modernas centrales nucleares (inauguradas a partir de 1984) producen electricidad a 7,6 centavos el Kw/h, aún por debajo del costo de quemar petróleo. De acuerdo a estadísticas de Mayo de 1989, la generación de electricidad por medio de centrales nucleares en el mundo estaba en los siguientes niveles: (25)
Francia: 70%; Bélgica: 65.5%; Hungría: 48.9%; Suecia: 46.9%; Corea del Sur: 46,9%; Taiwan: 41%; Suiza: 37,4%; España: 36,1%; Finlandia: 36,2%; Bulgaria: 35,6%; Alemania Occidental: 34%; Japón: 28,3% (hoy casi el 40%); Checoslovaquia: 26,7%; Estados Unidos: 20%; Gran Bretaña: 19,3%; Canadá: 17%; Argentina: 17%; Brasil: 24%; y Rusia: 12,6%.
Está muy difundida la creencia, inventada e impulsada por las organizaciones ecologistas, que los países del mundo están abandonando la idea de generar electricidad mediante la energía atómica, y que las centrales nucleares se van cerrando y no se piensan construir ninguna más porque resultan peligrosas. No hay tal cosa. Se trata de una más de las miles de mentiras e inexactitudes cotidianas que propalan las ONGs antinucleares del mundo. Es muy instructivo conocer la información real y comprobable sobre la cantidad de centrales nucleares que funcionan en el mundo, las que están construyéndose y las que se han planeado instalar en el futuro cercano.
Estados Unidos lidera la lista con 112 reactores en funcionamiento, aunque por el momento no tiene planeado instalar ninguno. En segundo lugar venía la ex Unión Soviética con 60 centrales en operación, 33 en construcción y 44 planeadas. Después de la intervención del FMI en la economía rusa, tanto las centrales planeadas como la misma economía del país se ven muy oscuras. Sigue Francia con 53 en operación y 17 más en construcción. Alemania del Este tenía 12 operando, mientras que Corea del Sur opera 6 y construye otras 6 más. Argentina tiene 2 en operación y construye otra, lo mismo que Brasil. Canadá, India, Pakistán, Bulgaria, y muchos países más completan la lista de 41 países que operan un total de 411 centrales nucleares. De la electricidad producida en el mundo, 1/6 corresponde a las plantas atómicas.
La electricidad producida atómicamente en todo el mundo desde Abril de 1986 hasta 1992, fue de más de 3 Billones de Kw/h. Si esta electricidad se hubiere generado mediante combustibles fósiles, se hubiesen requerido 500 millones de toneladas de petróleo o 1.000 millones de toneladas de carbón. Si se hubiere empleado solamente carbón, se habrían lanzado a la atmósfera unas 3.000 millones de toneladas de dioxido de carbono, 20 millones de toneladas de dióxido de azufre y 5 millones de toneladas de óxidos nitrosos.
La Sinrazón del Terror Nuclear
Viendo y comprobando el positivo récord de operación segura, limpia y económica, ¿por qué existe tanta oposición a las centrales nucleares? Las principales objeciones parecen ser cuatro: (26)
1) Miedo a que se libere radioactividad al ambiente.
2) Miedo a las consecuencias de un accidente grave.
3) La creencia de que existen mejores formas alternativas de producir electricidad.
4) Preocupación acerca del manejo y destino de los residuos.
Cada una de estas objeciones merece ser analizada con cuidado. Con respecto a la emisión de radioactividad al ambiente es preciso saber que las centrales nucleares están estrictamente controladas y reguladas por diversos organismos estatales de cada país y que son inspeccionadas regularmente por la Comisión Reguladora Nuclear Internacional. Las emisiones radioactivas para las centrales no deben exceder los 5 milirems anuales, aunque la gran mayoría no llegan a emitir ni siquiera el 50% de esa cantidad (1 a 3 mrem/año).
Para poner estas liberaciones en la adecuada perspectiva, repasemos lo aprendido más arriba, y recordemos que la exposición a la radiación natural es en promedio de unos 350 mrem/ año; que una radiografía de tórax nos agrega 50 mrem/año; y que los pasajeros que vuelan a Miami reciben 5 mrem, exactamente la misma cantidad que se recibe al fumar un cigarrillo. Si usted fuma un paquete por día recibe 100 mrem diarios, lo que equivale a 35.600 mrem/ año. Las centrales nucleares de Embalse o Atucha le agregarán al ambiente menos de 1 mrem en el mismo período. Sin embargo, la Fundación para la Protección del Ambiente (FUNAM) de Córdoba, Argentina, seguirá aterrando a la población con declaraciones sensacionalistas, sin base científica valedera.
Para evaluar los «peligros apocalípticos» que presentan las centrales nucleares es bueno ir comparando los valores de radiación que existen en las centrales y las que nos afectan todos los días en nuestros hogares, en las oficinas, en la calle o en el campo mismo. La gente que vive en casas herméticas reciben mucha más radioactividad (a causa del radón atrapado, ya lo vimos antes) que las personas que viven cerca de las plantas atómicas y tienen casas normales.
Un accidente grave
Las posibilidades de que esto ocurra, así como sus consecuencias, han sido exhaustiva-mente analizadas. Como los reactores atómicos no tienen ninguna posibilidad de explotar como una bomba atómica no fueron diseñados para eso lo peor que puede suceder es que se derrita el núcleo, provocando una intensa liberación de calor y radioactividad dentro del edificio del reactor.
Tal accidente ha ocurrido numerosas veces cuando se ha interrumpido, de alguna manera, el suministro de refrigeración al núcleo del reactor. Por esa razón existen varios, superpuestos y redundantes sistemas de seguridad para evitar (o minimizar) tal evento, y existe un sistema totalmente separado llamado Sistema de Emergencia de Refrigeración del Núcleo. Aún así, en algunos accidentes de este tipo se produjo la pérdida y derrame de combustible nuclear.
En estos accidentes se comprobó la importancia fundamental que tiene el llamado Edificio Contenedor. La radioactividad que escapó del reactor mismo fue contenida en todos los casos por las gruesas paredes del Edificio Contenedor. Se puede afirmar con absoluta seguridad que el resultado más importante de estos accidentes fue demostrar que los sistemas de seguridad de las centrales nucleares funcionaron mucho mejor de lo esperado. Ninguna criatura viviente resultó dañada por los accidentes y no se produjo ningún daño al ambiente. Los únicos daños fueron los materiales que sufrió el reactor.
Son accidentes costosos, pero sólo en dinero. Han servido para producir enormes avances tecnológicos en el diseño, operación y la seguridad de las centrales atómicas. ¿Pueden producirse más accidentes como estos en el futuro? Sin lugar a dudas, pero existe la total confianza de que cualquier radioactividad que escape del reactor quedará encerrada dentro del Edificio Contenedor, de donde será extraída y neutralizada.
Numerosos estudios de análisis de riesgos determinan que con la actual tecnología los riesgos de que ocurra un derretimiento de núcleo pueden darse 1 vez cada 20.000 años de operación de reactores. En el escenario comercial llevamos ya un poco más de 1.000 años/ reactor y unos 3.000 años/ reactor de operación de submarinos atómicos. Los estudios siguen estimando que 1 de cada 5.000 derretimientos provocará la liberación de radioacti-vidad al ambiente que causaría la muerte de 1.000 personas.
Poniendo estas cifras en perspectiva, debemos saber que la generación de electricidad por medio de carbón provoca 10.000 muertes anuales. Entonces, para que la energía nuclear fuese tan mortífera como las centrales a carbón, se deberían producir una inmensa cantidad de derretimientos de núcleos cada año. Como no se han producido, ni parece que se puedan producir nunca, ni tampoco han ocurrido muertes relacionadas con los derretimientos de núcleo, la energía nuclear es claramente mucho más segura que quemar carbón.
Por supuesto, es posible imaginar un accidente en el que mueran 50.000 personas, un accidente en el que absolutamente todo funcione mal y lo haga al mismo tiempo (La Ley de Murphy). Las probabilidades de que esto ocurra son de 1 vez en 1.000 millones de años/reactor. El Dr. Bernard Cohen, un físico de la Universidad de Pittsburgh y uno de los más sobresalientes expertos en análisis de riesgos del mundo, dice al respecto: «Nadie que esté en su sano juicio se preocupa por eventos tan improbables».(27) Ahora bien, los dirigentes y activistas de Greenpeace están profundamente preocupados por el asunto y nos lo hacen saber de manera periódica cada vez que nos traspasan dos cosas: su paranoia nuclear y su pedido de colaboración en dinero efectivo. De acuerdo al Dr. Cohen no estarían en su sano juicio o quizás ignoren realmente todo lo relacionado con la ciencia y el tema nuclear y sólo se han preocupado del aspecto emocional del asunto. Me inclino a creer que los dirigentes y activistas de Greenpeace no son ningunos ingenuos. No se llegan a recaudar más de 300 millones de dólares anuales, libres de impuestos, sólo con la ingenuidad.
Fuentes alternativas de energía
De todas las alternativas propuestas, ninguna tiene tanto atractivo como la ener-gía solar. Después de todo, el Sol nos está enviando gratis inmensas cantidades de energía todos los días. ¿Por qué no aprovecharla? Sólo es necesario agacharse para recogerla, como parecen sugerir los ecologistas. Es algo que tiene mucho sentido y se está usando en todas partes del mundo en donde el Sol llega con la fuerza suficiente. Por desgracia siempre existe un «pero» la energía solar no es, hoy por hoy, la panacea que todo el mundo cree.
Primero está el asunto de que la cantidad de energía que cae por metro cuadrado de terreno es fija (se mide en watts/m2), no es uniforme, y no está disponible durante los días nublados ni durante las noches. Luego está el problema del bajo rendimiento de los paneles fotovoltaicos, el costo inicial de instalación, mantenimiento y reposición, etc.(28)
El calor del Sol, o energía termosolar, se usa para calentar agua para usos domésticos, pero un par de días nublados obligará a encender el calefón a gas. Aún con los grandes incentivos fiscales que existen en algunos países, el uso de los termotanques o calefones a gas natural siguen resultando más eficientes, más baratos y suministran agua caliente a toda hora del día, sin importar la cantidad de días nublados que estén ocurriendo. Hasta la fecha, los sistemas de almacenar el calor del Sol son caros e ineficientes por lo que estos sistemas no han conseguido imponerse por sus propios méritos lo que sería algo realmente deseable. Sin embargo, la cruda realidad dice otra cosa.
A pesar de todo, en países tropicales con fuerte irradiación solar y elevadas temperaturas ambientales, estos sistemas se usan con alguna frecuencia y dan buenos resultados. También es posible producir electricidad a partir de Sol si y aquí existe un enorme "si" sólo se requieren unos pocos watts y no kilowatts o megawatts de potencia, y uno está dispuesto a pagar precios exhorbitantes por Kw de potencia instalado. En la vida real existe una relación costo/beneficio de la cual es muy difícil escapar o querer ignorar y la misma naturaleza, en sus infinitos procesos biológicos, químicos y físicos la usa y nos la ha impuesto.
El programa espacial de Rusia y los Estados Unidos son un ejemplo del uso adecuado de la energía solar. Los satélites en órbita tienen enormes paneles solares que les proporcionan la electricidad necesaria (aunque no se usaron para la sonda Galileo y otras que se enviaron a Júptier y más allá. En su lugar se usaron pequeños reactores nucleares). También se usan paneles solares para alimentar de electricidad a sensores, boyas y faros electrónicos, dispo-sitivos de grabación en lugares remotos e inaccesibles. Pero, cuando se requieren grandes cantidades de energía, como para usar en una casa artefactos domésticos como planchas, aspiradoras, hornos microondas, máquinas de lavar, freezers, tostadoras, cortadoras de césped, y luz en abundancia, etc, la energía solar por desgracia no resulta actualmente una alternativa viable.(29)
¿Por qué no? Primero, porque la luz solar es difusa. Para poder usarla como medio de producir electricidad es necesario concentrarla. Dos analogías nos ayudarán a comprender esto. Supongamos que usted quiere hacer hervir un litro de agua en una olla y todo lo que tiene es una caja de fósforos. No importa cuántos millones de fósforos utilice, si emplea el método de encenderlos uno por uno y ponerlos debajo de la olla, jamás logrará su intención. El calor que se aplica de esta manera es muy difuso. Aún si encendemos todos los fósforos de una caja juntos, esto no surtirá efecto porque la cantidad de calor generada en tan poco tiempo no es suficiente. Simplemente, no existe la cantidad de calor suficiente aplicada durante el tiempo adecuado para lograr elevar la temperatura del agua. Para conseguir la temperatura es necesario aplicar la energía de forma concentrada, y para ello es preciso usar combustibles de energía concentrada como el gas, la madera, el petróleo, etc.
La otra analogía es la favorita de muchos físicos y biólogos, porque demuestra de manera dramática la importancia de la energía concentrada. En biología existe el término «biomasa», que se refiere al total de material viviente en cualquier cuerpo o conjunto de cosas vivas. De esta forma, es posible comparar las biomasas equivalentes de especies diferentes. Por ejemplo, existe la misma biomasa en el cuerpo de un elefante que en 100 millones de pulgas.
Entonces, si queremos arrastrar un peso de una tonelada, ¿usaría usted a un elefante, o a 100 millones de pulgas? En el caso de las pulgas necesitaríamos comprar 100 millones de arneses para pulgas (a un costo que resultaría ridículamente desproporcionado) y luego, que todas las pulgas salten al mismo tiempo y en la misma dirección. Aquí, como en el caso de la energía solar, la naturaleza nos aplica el tema del costo/beneficio: la energía solar es demasiado difusa y, como las pulgas, resulta demasiado caro de organizar y concentrar.
Cuando ingresa a las capas superiores de la atmósfera, la energía solar es de unos 1000 watts/m2. Esto varía de una latitud a otra, con las estaciones, de día en día y de la mañana a la noche. No importa cuántos billones de dólares se inviertan en investigación, este hecho científico no cambiará. Está determinado por las leyes de la Física, incluida la energía entregada diariamente por el Sol.
A medida de que los rayos solares atraviesan la atmósfera, gran parte de ella va siendo absorbida y también rechazada de vuelta hacia el espacio exterior. Para cuando los rayos del Sol han llegado al suelo, ha perdido 2/3 partes de su energía, por lo cual sólo se miden unos 300 a 350 watts por metro cuadrado de superficie, a mediodía, en latitudes medias.
No hay manera de que el Sol brille con mayor intensidad, o de recolectar más energía de la que llega a tierra por m2. Por ello son necesarias superficies muy extensas de paneles termosolares o fotovoltaicos porque, para peor, los fotovoltaicos sólo recogen 70 watts por metro cuadrado de panel, es decir, tienen una eficiencia de apenas el 20%. Se trata de energía en forma de corriente continua de bajo voltaje, que requiere de concentradores solares, que pueden construirse usando espejos o lentes, pero que deben instalarse con motores eléctricos de manera que puedan rotarse e inclinarse siguiendo la trayectoria del astro rey. También se deben programar para acompañar al Sol en su trayectoria hacia el Sur y hacia el Norte de acuerdo a las estaciones. Esta es una manera muy tonta (por lo cara) de producir 70 watts de energía por metro cuadrado! Recuerde que esta potencia sólo se consigue a mediodía de un día soleado de verano, por lo que se hacen necesarios los sistemas de "back-up" o almacenamiento de la electricidad para las noches o los días nublados. Esto significan cientos o miles de baterías para almacenar la energía, baterías que tienen una vida limitada. Se gastan y a la basura -o a los caros sitios de reciclado. De modo que la energía solar también produce sus propios desechos, porque además de las baterías hay que reciclar obligadamente a los paneles solares que contienen arsénico bajo la forma de arseniuro de galio. Y no resulta precisamente barato!
Una planta solar gigante fue construida por la compañía de electricidad Southern California Edison, en Barstow, California. (30) Se llama Solar Uno, cubre 3,4 Km2 y cuenta con 92.900 m2 de espejos (11.818 espejos en total), cada uno manejado por computadora para apuntar siempre al Sol y reflejar sus rayos sobre la torre de agua de 100 metros de altura. Con algunos dispositivos de almacenamiento, Solar Uno puede generar 10 Megawatts/hora a un costo de 14.000 dólares por Kw de potencia instalado.
Esto es, más o menos, de 5 a 7 veces más caro que la más cara de las centrales nucleares que se haya construido alguna vez en el mundo. No es una alternativa económicamente viable. En días sin nubes, Solar Uno puede generar a potencia completa durante 8 horas en el verano, y sólo 4 horas diarias en el invierno. Suponiendo que todo vaya bien y que los espejos se mantengan limpios y bruñidos (¿cuánta gente limpiará tantos espejos?), la disponibilidad de energía de Solar Uno está entre el 17 y el 33%. Las centrales nucleares y las convencionales de petróleo y carbón tienen una disponibilidad que varía del 65 al 84%. En otras palabras, Solar Uno produce cerca del 1% de la electricidad de una central nuclear o una de petróleo, en una superficie cinco veces mayor y sólo funciona la cuarta parte del día. ¿Y el costo total? Una verdadera pichincha . . .
Cerca de ocho veces más cara que una central nuclear moderna. Aún sin tener en cuenta el asunto de la disponibilidad, la energía solar no resulta ninguna ganga debido a la prodigiosa cantidad de materiales necesarios para construir una central solar (más de 1.000 veces que para una nuclear de potencia similar), más los elevados costos de mantenimiento (mantener 11.818 motores eléctricos y limpiar 11.818 espejos, sin desalinearlos).
Para construir una planta solar de 1.000 MegaWatts son necesarios los siguientes materiales: 35.000 toneladas de aluminio, 2 Millones de toneladas de hormigón (500 veces más que para una central nuclear!), 7.500 toneladas de cobre, 600.000 toneladas de acero, 75.000 toneladas de vidrio y 1.500 toneladas de cromo y titanio. Al alcance de cualquier municipio de Bolivia . . .
Como la producción de cemento emite una considerable cantidad de CO2 a la atmósfera, la central solar de Barstow contribuyó a ello 500 veces más que si se hubiese construido una central nuclear de la misma potencia. Para peor, uno de los técnicos de la planta Barstow reveló que en base a sus rendimientos anuales, la planta solar era una neta consumidora de electricidad, es decir, la planta no producía ni siquiera la electricidad que necesitaba para funcionar! Por desgracia, este hecho sólo se descubrió después de que la planta ya estaba construida . . .(31)
El 31 de Agosto de 1986 Solar Uno resultó seriamente dañada por una explosión y por el fuego resultante. Los 960.000 litros de aceite mineral de los transformadores eléctricos se incendiaron y quemaron todo.(32) Se usó aceite mineral porque la EPA había prohibido el uso de los PCB, producto sintético que reemplaza con infinitas ventajas al aceite mineral en numerosas aplicaciones industriales, aduciendo que se trata de un producto cancerígeno. La EPA y su legión de seguidores se empecinan en seguir ignorando a las evidencias científicas y los mensajes de la realidad cotidiana.
La Generación Fotovoltaica
La conversión de luz solar en electricidad puede conseguirse de manera directa por medio de paneles fotovoltaicos los «paneles solares». Cualquiera sea el método de conversión utilizado, calor o fotovoltaico, la superficie necesaria es enorme. Para una planta de 1000 Megawatts son necesarios unos 129,5 Km2. Compárese esta superficie con las 30 a 70 Há necesarias para una central nuclear o una de petróleo o carbón de igual potencia.(33) Supongamos que las 8 millones de personas del Gran Buenos Aires tuviesen que usar electricidad fotovoltaica: para producir los 7.000 Megawatts que serían necesarios, la planta solar tendría que tener 906 Km2, una superficie mayor que la ciudad misma!
Aunque los costos de las células fotovoltaicas han bajado desde $ 10 por watt pico a princi-pios de los 80, hasta $ 3 por Watt pico, el costo sigue siendo elevado. El costo de una unidad solar hogareña en oferta por Photocomm, Inc. es de $ 7.377, y proporciona 4 Kw/h. Un generador eléctrico Diesel MWM/Leroy de 43 Kw/h cuesta unos $15.000 o menos. Para una potencia similar a la fotovoltaica, un generador Honda de 5 Kw/h vale $ 650 y tiene la ventaja de funcionar durante todo el día, sin interrupciones.
En resumen, existen aplicaciones adecuadas para la energía solar, pero ninguna de ellas incluye la producción de grandes cantidades de energía. Por otro lado, las células y paneles fotovoltaicos requieren una considerable cantidad de energía para su fabricación, y también requieren de materiales tóxicos, desde cadmio hasta ácido fluorhídrico. Si a esto le agregamos los grandes problemas de mantenimiento que nacen de mantener limpios de polvo y películas grasosas a los espejos, paneles y lentes colectoras, se hace evidente que la energía solar es una de las formas menos seguras de producir electricidad.(34)
En los Estados Unidos país que tiene estadísticas para todo la segunda causa de muerte por accidente son las caídas (20.000 muertes anuales; los accidentes de autos son número uno con 50.000 muertes/año), y dado que la limpieza de los paneles y colectores solares implica subirse a techos y estructuras elevadas, la energía solar es físicamente mucho más peligrosa. Los estudios de análisis de riesgo consideran que las centrales solares de generación eléctrica son más peligrosas que las centrales nucleares o las plantas convencionales de petróleo. (35)
Existen numerosas unidades de energía solar desparramadas por los Estados Unidos. En su mayoría, estas plantas fueron clausuradas por sus dueños porque su costo y mantenimiento representan un verdadero dolor de cabeza –impedir las fugas de las cañerías, o mantener libres de polvo a los colectores (los adorados pájaros de los ecologistas tienen una especial habilidad para ensuciar los espejos y paneles).
Lo cierto es que no tenemos que abrigar esperanzas de que la energía solar nos provea más que pequeñas cantidades de energía para regiones remotas, donde llevar una línea de alta tensión resulta prohibitivo. Muchos de nosotros vemos a la energía solar como vemos a un niño inválido. Podemos amarlo profundamente, pero muy dentro nuestro sabemos que jamás será un Maradona.
Molinos de Viento Para Ecologistas
Lo mismo que la energía solar, la energía generada por los molinos de viento también proviene, en última instancia, del Sol porque es éste quien pone a la atmósfera en movimiento. Lo mismo que la energía solar, los molinos de viento tienen aplicaciones legítimas e importantes en algunos casos y para ciertos propósitos. Durante siglos se han usado para bombear agua o para moler trigo y cereales; y cuando son ubicadas en regiones de vientos muy persistentes, como las costas Holandesas y el medio oeste norteamericano, sirven muy bien para esos efectos. Pero cuando se pretenden generar grandes cantidades de electricidad se presentan muchos y serios problemas.
En áreas remotas y ventosas, donde resulta impráctico o imposible el tendido de líneas de media y alta tensión, los molinos de viento pueden producir modestas cantidades de corriente si se dan vientos favorables que soplen de manera sostenida a unos 24 Kmph. (36) En el campo argentino se han usado de manera tradicional y extendida los molinetes generadores montados en los techos de las casas. Los vientos de las pampas son ideales para ello. Sin embargo, la corriente obtenida debía almacenarse en una o varias baterías de automóvil o, si se deseaba un amperaje mayor, en una serie de acumuladores en paralelo que elevaba los costos de instalación y mantenimiento de manera considerable.
Los artefactos eléctricos debían ser obligadamente, de corriente continua. Para transformar la corriente continua en alterna debían instalarse costosos conversores de corriente que dejaban afuera a la inmensa mayoría de los usuarios. Por eso, la prioridad de algunos gobiernos progresistas (muy pocos, por desgracia) fue la electrificación del campo mediante el tendido de redes de líneas de alta tensión, haciendo accesible a los agricultores y chacareros el uso de mayores y más baratas cantidades de electricidad.
Durante las últimas décadas, se hicieron en el mundo sustanciales esfuerzos para desarrollar la tecnología de molinos de viento para producir electricidad, llegándose a conseguir hasta Megawatts de corriente. La mayoría de estos esfuerzos fracasaron, lamentablemente, y fueron abandonados. Algunos de los proyectos más representativos en la generación de energía por medio de molinos de viento son los siguientes:
1) La Southern California Edison, derrochando u$s 30.000.000 del dinero de los pobres contribuyentes, construyó un molino de 2 MW que tenía hélices con aspas de 30 metros de largo. Casi nunca logró funcionar y en 1983 se vendió como chatarra por u$s 51.000. (37)
2) En Alameda County, California, en el famoso Paso Altamont, se instalaron 7.000 molinos de viento (que son hoy una atracción turística y una pobre fuente de orgullo para los ecologistas). Cuando los molinos funcionan provocan un ruido tan grande y molesto (para peor, grandes niveles de ondas subsónicas, altamente nocivas para la salud) que los operadores del proyecto tuvieron que establecer un fondo para comprar las tierras de los vecinos que demandaban. Uno de los afectados dijo: «Se podía oír ese batido rugiente y silbante por poco tiempo antes de volverse uno loco furioso.» Muchos de los 7.000 molinos no funcionan más. Los problemas de mantenimiento se hicieron muy severos.
Hay que considerar que los vientos nunca soplan de manera uniforme y sostenida, sino que lo hacen en rachas de fuerza variable. Esto contribuye a hacer más desagradable todavía al ruido y aplica severas tensiones a las riostras y cables tensores (38). Para empeorar las cosas, un gran número de aves, incluidas las águilas y halcones, mueren al atravesar el campo y ser impactadas por las enormes hélices.
Varias «granjas» de molinos experimentales en Carolina del Norte y Vermont fueron cerradas a causas de las quejas de los vecinos por el ruido excesivo. Sin embargo, a pesar de tanta experiencia descorazonante, la industria privada ha tenido bastante éxito desarrollando pequeños generadores (17 a 60 Kw/h) que son confiables y económicos. Existen en California unos 17.000 de estas turbinas. En el Paso Altamont, donde la compañía U.S. Windpower opera unos 3.400 molinos de 100 Kw/h cada uno.
La energía solar, la eólica, la geotermal, la fotovoltaica, la quema de madera y biomasa proveen menos del 1% de la energía que se consume en los Estados Unidos y demás países industrializados. No parece, por el momento, que estas cifran puedan variar mucho en el futuro. El ejemplo de lo que sucede y sucederá en el país del norte debería ser muy cuidadosamente estudiado por quienes declaman estar preocupados por el ambiente y por el futuro de la Humanidad. El remedio que proponen puede resultar peor que la enfermedad. . .
Los Estados Unidos se enfrentan al hecho que más del 99% de su electricidad proviene de tres fuentes: quema de combustibles fósiles, diques y represas, y centrales nucleares. La energía hídrica es de sólo el 4% al 6% del total, y es muy difícil que pueda aumentarse sustancialmente en el futuro por problemas geográficos y ecológicos. Ello deja a la energía nuclear con aporte del 20% y la quema de combustibles fósiles con un 75%. En este último rubro, la quema de carbón se lleva el 60% y deja 15% al petróleo y al gas natural. Dado que en el mundo entero el carbón y la energía nuclear son los principales productores de electricidad, es instructivo y muy importante comparar las consecuencias ambientales de cada uno. (39)
¿Carbón o Nuclear?
Primero, al comparar los efluentes de una planta de carbón de 1000 Megawatts eléctricos (MWe) con los de una central nuclear de igual potencia, se ve que la planta de carbón produce dióxido de carbono (CO2) a una tasa de 250 Kg por segundo, o 7 Millones de toneladas anuales. La central nuclear no produce nada. El carbón produce óxidos de azufre (SOx) a razón de 1 tonelada por minuto, o 120.000 ton/año. La central nuclear, nada. El carbón produce óxidos de nitrógeno (NOx) equivalentes a 200.000 autos: 20.000 ton/año. La central nuclear, una vez más, cero. La planta de carbón produce humo, cuyas partículas más grandes son filtradas (en los Estados Unidos y partes de Europa), pero las pequeñas y más peligrosas son dispersadas alegremente a la atmósfera.
La central nuclear, no produce humo o emisión alguna de partículas. Las plantas de carbón generan más de 40 compuestos orgánicos diferentes que se liberan a la atmósfera sin ningún tipo de control. La central nuclear, otra vez, y esto ya se hace repetitivo, cero. Por último, y dado que el carbón contiene algo de uranio, radio y torio, las plantas de carbón liberan cantidades de radioactividad al ambiente que no se monitorean. El único elemento radioactivo que emiten las centrales nucleares es el Kripton-85, un gas noble inofensivo que se libera bajo el más estricto control técnico y científico.
Vayamos ahora a los residuos sólidos: una planta de carbón produce 500 Kg/minuto, o 750.000 ton/año. La cantidad de combustible atómico quemado de una central nuclear es de sólo 50 ton/año. Las cenizas del carbón, además de ser radioactivas, contienen sustancias tóxicas como arsénico, plomo, cadmio y mercurio, que permanecen venenosas para siempre. Estas sustancias son liberadas a la atmósfera sin ningún control.
La gente no se preocupa ni se asusta por esto porque piensa «son sólo cenizas, como las que quedan en mi parrilla después del asadito». El combustible nuclear quemado queda depositado bajo severísimos controles de seguridad. La cantidad de carbón que requiere una central de este tipo es de 38.000 vagones de ferrocarril por año, o 3 Millones de toneladas.
La central nuclear se abastece con 6 camiones de 50 toneladas. Ese peso incluye a los pesadísimos contenedores de seguridad utilizados para impedir que la radioactividad se libere al ambiente. La ausencia total de efectos ambientales de la energía nuclear reside en que el proceso no involucra reacciones químicas, y opera bajo el principio de guardar cuidadosamente a los residuos, y no de dispersarlos descuidadamente al ambiente.
El calor generado por una central nuclear (conocido como la «descarga térmica») y que se libera al ambiente, es del mismo tipo que generan las centrales de carbón y puede usarse inmediatamente para fines útiles, como ser, para calentar casas e invernaderos. En Suecia, el vapor resultante de los condensadores de vapor se ha usado desde hace mucho para calentar hogares y edificios. En Suiza se ha diseñado un nuevo tipo de reactor pasivo, llamado Geyser,(40) con el objeto de calefaccionar casas de familia y edificios de oficinas.
Se ha propuesto que el reactor canadiense Slowpoke, de 10 Mwe sea usado para calentar a todo el campus de la Universidad de Saskatchewan.(41) Algunas plantas nucleares del mundo descargan su calor sobrante directamente al agua de ríos y lagos, donde el leve aumento de la temperatura ha demostrado resultar beneficioso para los peces y otras formas de vida acuáticas, incluída la microflora bacteriana. En la estación de Turkey Point, en la Florida, el agua entibiada es usada como área de alimentación de los caimanes de la zona, que parecen preferirla a la de zonas más alejadas.
Dado que muchos de los residuos provenientes de las plantas de carbón son aéreos, su destino final tiene lugar en el suelo, el agua y, por supuesto, en nuestros pulmones. Estudios de riesgo comparativos han demostrado que los efectos de la quema de carbón provoca unas 50.000 muertes anuales. La energía nuclear, otra vez, cero
El Sentido Común
Considerando la claras ventajas económicas y de salubridad de las centrales nucleares, ¿por qué es tan precaria la situación de la energía nuclear en algunos países como Estados Unidos, Suecia y Alemania? (42) Al público se le informa de manera constante que en los Estados Unidos no se ha ordenado ninguna nueva central atómica en la última década. Curiosamente, no se le informa que tampoco se han ordenado nuevas centrales a carbón o petróleo, ni tampoco se han construido nuevos diques. Sólo se han construido muy pocas centrales a gas natural, muy baratas de mantener, aunque un poco más caras de erigir.
También se bombardea al público con la información de las 5 o 6 centrales que han tenido problemas técnicos, pero jamás se le dice nada de los cientos de otras que siguen funcionando de manera segura y eficiente. Como consecuencia de la experiencia ganada a lo largo de los años, se han conseguido adelantos técnicos increíbles que permiten tener hoy una fuerza de tareas excelentemente entrenada y una mejor comprensión de los fenómenos fundamentales, como las fisuras de corrosión por tensiones. Se practican análisis de riesgo y los resultados se usan para corregir los problemas potenciales.
El problema de la energía nuclear, los reactores y sus residuos no reside en sus posibilidades técnicas sino en la tremenda lucha burocrática que hay que vencer en cualquier cosa que se refiera a la energía nuclear para usos pacíficos. El tiempo pasa, los problemas y requerimientos de energía limpia son cada vez más acuciantes . . . y la clase política sigue con su inveterada postura de no dar soluciones al problema.
Referencias
2. Beckmann, Petr, 1986, "Iodine 131 and Chernobyl", The American Spectator, Julio 1986
3. Marshall, Walter (Lord Marshall of Goring), 1986, "Nuclear Power: Energy of Today and Tomorrow," ENC International conference, Junio 2, 1986.
4. Young, Alvin L., y George P. Dix, 1988, "The Federal Approach to Radiation Issues," Environmental Science and Technology, Vol. 22, No. 7, pp. 733-739.
5. Luckey T.D., 1980, Hormesis and Ionizing Radiation, p. 16, CRC Press, Inc. 2000 NW 24th St., Boca raton, Fl 33431
6. Cohen, Bernard L., Before It's Too Late, 1983, op. cit.
7. Beckmann, Petr, 1982, Access to Energy, Vol. 9, No. 5, Box. 2298, Boulder, CO 80306
8. . Eisenbud, Merrill, 1987, op. cit.
9. Eisenbud, Merrill, 1987, op. cit.
10. Ibid.
11. Cohen, Bernard, L., 1983, op. cit.
12. Pirchman, A. 1932, "Working Miners and Lung Cancer at Joachinosthal," American Journal of Cancer, 1932.
13. Ray, D. L., 1986, "Who Is Radon and Why Are His Daughters So Bad?," World Media Report, Invierno 1986.
14. Nero, A.V. et al.,1986, "Distribution of Radon 222: Concentration in U.S. Homes," Science, 21 Nov. 1986, pp. 992-997.
16. Brundage, J.F. et al., 1988, "Building-Associated Risk of Febrile Acute Respiratory Ilness in Army Trainees," Journal of the American Medical Association, Abril, 8, 1988, pp. 2108-2112.
17. Efron, Edith, 1984, The Apocalyptics, Capítulo 12, "The Case of the Missing Thresholds," p. 344, Simon & Schuster, Inc., Rockefeller Center, 1230 Ave. of the Americas, NY 11020.
18. Ibid.
19. Carta de Marshall Brucer a la revista TIME, citada en Access to Energy, Vol. 16, No. 7, Marzo 1989.
20. Luckey, T.D., 1988, op. cit.
21. Fleck, C.M., H. Oberhummer, y W. Hoffmann, 1987, Inference of Chemically and Radiologically Induced Cancer at Environmental Doses, IV International Symposium on the Natural Radiation Environment, Lisboa, Portugal, 7-11 Diciembre 1987
22. Cohen, Bernard L., 1989, "Lung Cancers and Radon: Hormesis at Low Levels of Exposures in American Homes," Access to Energy, Vol. 16, No. 9, 1989.
23. Beckman, Petr, 1979, The Health Hazards of NOT Going Nuclear, Golem Press, Box 1342, Boulder, CO 80306.
24. Informes del U.S. Council on Energy Awareness, P.O. Box 66103, Dept. P.C. 14, Washington, DC 20035.
25. Bee, Jim, 1988, Editorial "The Battle for Public Acceptance," AECL Ascent, Vol. 7, No. 3, p. 3.
26. Wargo, J. R.,1988, "Here They Come Again: A Wretched Win-Loss Record Fails to Daunt the Opposition." Nuclear Industry, Marzo/Abril 1988, pp. 62-66.
27. Cohen, Bernard L., 1990, The Nuclear Energy Option: The Alternative for the 1990s, Plenum Publishing, 233 Spring Street, New york 10013.
28. McGaw, Jim, 1989, "Energy and the Environment: A Precarious Balance; What Are the Alternatives?," AECL Ascent, Vol. 8, No. 1, Spring 1989, p. 27.
29. Moore, Taylor, 1989, "Thin Films: Expanding the Solar Marketplace," EPRI Journal, Marzo 1989, pp. 4-15.
30. Grant, R.W., op. cit., p. 91.
31. Dr. Fox, Michael, 1989, "The Truth About Solar Energy: It Costs Too Much", 21st Century Science & Technology, July-August 1989, pp.20-23.
32."Fire in Southern California Edison's SOLAR ONE," Access to Energy, Vol. 17, No. 7, Marzo 1990.
33. Grant, R.W., op. cit. p. 90.
34. Cohen, Bernard, L., 1983, "The Solar Dream," Capítulo 9, en Before It's Too Late, op. cit.
35. Inhaber Herbert, 1983, Energy Risk Assessment, Gordon & Breach, 1 Park Avenue, New York 10016.
36. MacIntyre, Linden, 1981, "Wind Power, Applications in the Gulf of St. Lawrence," AECL Ascent, Vol. 3, No. 1, 1981, pp. 8-13.
37. Informado en Access to Energy, Vol. 11, No. 2, Octubre 2, 1983.
38. Access to Energy, Vol. 10, No. 12, Agosto 1983.
39. Ackerman, Bruce A. y W.T. Hassler, 1981, Clean Coal, Dirty Air, Yale University Press, 92-A Yale Station, New Haven, CT 06520.
40. Vecsy, G. y Doroszlai, P.G.K., A Simple New Heating Reactor og High Inherent Safety, informe presentado en la reunión conjunta de la American Nuclear Society, la Swiss Section of Nuclear Society, el Public Forum, Nuclear Energy Today and Tomorrow, en Zurich, Suiza, Agosto 1987.
41. Duffy, John Q., 1981, "Slowpoke: The Little Reactor That Can." AECL Ascent, Vol. 3, No. 1, pp. 22-26.
42. Warren, Anita, 1989, "That Powerless Feeling," Nuclear Industry, primer cuatrimestre 1989, pp. 10-17.