"Carlos, estos ecologistas de los Estados Unidos se llevan muy bien con el gallero (Guillermo García Frías) y compañía, de manera que parecen más políticos interesados en cómo funciona el sistema represivo antes que científicos preocupados en cómo este destruye a Cuba. (...) Los caracteriza la arrogancia y la apatía, e ignoran a los jóvenes investigadores que se les acercan preocupados por los desastres ecológicos del país."
Observaciones de un científico cubano al autor
Durante casi 4 largas décadas, Fidel Castro y su revolución ejercieron un férreo bloqueo a todos los científicos del país. A tal extremo llegaba el espionaje institucional, que las relaciones personales de los investigadores cubanos con los colegas norteamericanos eran inicialmente castigadas con “amo-nestaciones privadas” en caso de ser descubiertas, con “amonestaciones públicas” en caso de repetirse, o con la “expulsión definitiva” del centro de trabajo, si el rebelde científico no hacía caso a las órdenes del Partido. Sin embargo, la literatura científica producida en nuestro país durante las décadas del 60 al 80 demuestra que Cuba era el paraíso tropical para los investigadores rusos, checos y alemanes que venían del CAME a “enseñarnos” como hacer y publicar ciencia socialista.
Un gran amigo norteamericano me explicaba que Cuba, dada las prohibiciones y limitaciones del Estado Cubano, representaba el mosaico perdido del rompecabezas del Caribe y por ende, un territorio clave para poder explicar muchos de los procesos evolutivos que habían tenido lugar en la región. En este caso, eran de particular interés los lagartos del género Anolis, y por supuesto, los fósiles. Pero Cuba no dejaba entrar libremente a los científicos norteamericanos, y ponía todo tipo de obstáculos y altos aranceles aduaneros a cualquiera que quisiera visitarnos con su equipo de trabajo. Por ello, y no por culpa del embargo como falsamente pretenden algunos hacer ver, las cartas, los contactos a través de terceras personas, o algunas tímidas visitas fueron, so pena de despidos, una realidad.
Pero ahora la situación ha cambiado. Ahora es el régimen de Fidel Castro el que pide a gritos que los norteamericanos le visiten y entre ellos, acuden alegres y pintorescos toda una fauna de am-bientalistas liberales interesados en hacer política a costa de nuestras bellezas naturales. Ninguno de ellos tiene la menor idea de todo lo que la revolución destruyó. En cambio, todos ellos hablan de “los esfuerzos que caracterizan a la revolución en el ámbito ecológico”. Entre estos alegres y políticos embajadores de la ecología he de citar los comentarios de Mike Garvey, del WWF de Canadá (creo que quiere decir World Wide Fraud), y que este año afirmó que “Cuba ha devenido conocida por sus esfuerzos de conservación" (1).
La noticia interesante no obstante, me llega fresca de la mano de un colega que trabaja en un Museo Polivalente en Cuba, y que para su sorpresa fue invitado a participar en la Conferencia de Ecosistemas Costeros celebrada en la Playa Ancón, bajo el control absoluto de la Empresa para la Protección de la Flora y la Fauna y el dinero que pusieron diferentes instituciones ecologistas de la izquierda Norteamericana. Según él, nadie hizo alusión a la subasta desesperada que lleva a cabo el gobierno de Cuba para vender nuestro mar en lotes a la búsqueda de petróleo (2). Ni que decir de lo bochornoso que le resultó ver a los gringos estrechando la mano del Comandante Guillermo García Frías, como si se tratara de un defensor de la naturaleza, y no del rancheador de fauna africana que ha introducido en Cuba para que los huéspedes de Castro se diviertan cazándola.
¿Por qué el petróleo que explotan en el Golfo de México los Estados Unidos es una amenaza para el ecosistema de la región, mientras el que explotará Castro al norte de Pinar del Río no? ¿No sería justo que las asociaciones Center for Marine Conservation, The Windstar Foundation, Environmental Defense Fund, Greenpeace USA, National Audubon Society, Sierra Club, Nature Conservancy, etc, protestaran de manera profiláctica contra los posibles derramamientos de crudo que esto puede conllevar? ¿O será que los daños ocasionados al “Mar de las Américas” (como ellos le llaman) por un estado comunista son menos peligrosos que los que ocasiona el coloso capitalista en el que ellos viven y que les permite protestar y ganarse la vida divulgando histéricas noticias?
Para demostrar lo hipócritas que son todas las asociaciones ecologistas que de mencionar, valga que les ponga un ejemplo. Todas ellas son copartícipes del manual que pretende ayudar a preservar el Golfo de México (3) y se supone que todas hagan campaña por la producción de energía de una manera ecológica y renovable. Pues bien, todas firman un documento en el que hacen abiertas críticas a las represas que se han hecho en algunos ríos de los estados del sur norteamericano porque ello impide que a los estuarios llegue la cantidad de agua que debiera. Protestan por el uso del agua para el regadío y recomiendan algunos productos “más ecológicos ” en contra de otros. En fin, toda una receta comercial que hace gala de un eslogan que yo definiría así: “compre lo que yo vendo y no lo que yo consumo”
El gobierno cubano es signatario de la Convención de Cartagena (desde Septiembre 15, 1988) y ha ratificado además todos los protocolos posteriores (desde Agosto 4, 1998) en los que se comprome-te a no contaminar el Gran Caribe. Sin embargo, cuando el buque petrolero venezolano chocó cerca de Cayo Largo del Sur, o cuando Venezuela envía a Cuba barcos monocasco con más de 25 años y fuera de los estándares de PDVSA (como el “Victoria”) repletos de crudo, ninguna de esas organizaciones ecologistas abre la boca. ¿No sabrán que las corrientes del Caribe van a parar inexorablemente a la costa sur de EEUU? ¿Por qué nadie le pregunta a Castro cuánto crudo derramó al Estrecho de la Florida la avería ocurrida en el desatendido oleoducto de Holguín en abril pasado? ¿Cuánto combustible puede ir al manto freático a través de 100 hectáreas anegadas de petróleo?
Y en efecto, las palabras de mi amigo, llegadas a mis oídos por la vía del teléfono, merecen ser escritas y ganar así un poco de posteridad. Fidel Castro comercia y negocia deudas con el mundo entero. Más de 187 países tienen acuerdos comerciales con Cuba sin que ello haya contribuido a mejorar la situación desastrosa que vive nuestro país (antiguamente el 7mo en Las Américas) ni las penurias que esa dictadura impone a nuestro pueblo. Para colmo de males, varias instituciones norteamericanas, como la Florida Gulf Coast University, o el Institute for the “Sustainabi-lity” (palabrita de connotación sagrada en la religión de los ecologistas), se han unido al coro de propaganda pro-castrista que ya formaban las universidades de Harvard, Berkeley, o Tulane, o medios propagandísticos como el de la CNN, la National Geographic, o la Smithsonian Institution.
El Sr. Ralph Kircher del Naples Daily News me pidió una copia de mi libro Natumaleza Cubana. Copia de ese libro le fue enviada de manera gratuita y hasta con un mensaje de amistad. Pero su labor a favor de la ciencia en Cuba contradice sus propios deseos. Él quisiera que no todo se mezclara con la política, pero la conservación de la naturaleza en Cuba sería más efectiva si en cada artículo, en cada entrevista, escogiera cada una de las palabras y a los interlocutores adecuados. Con su serie de 3 artículos, Kircher se proclama embajador gratuito de la política de Fidel Castro e ignora el rosario de calamidades que agobian a nuestro pueblo (el destinatario principal y frecuentemente olvidado de nuestras bellezas naturales), así como las múltiples limitaciones que crea el estado totalitario al científico cubano para preservar los ecosistemas de nuestro archipiélago.
En las ciencias Sr. Kircher, debe haber también una ética política y nuestra comunidad científica, extremadamente bien formada, preferiría un poco más de ayuda bibliográfica y logística antes que usted perdiera el tiempo y el dinero de su viaje escribiendo la gloria de una revolución que no se merece tanto protagonismo mediático. Usted puede permitirse el lujo de escribir lo que le parezca ya que vive en un país libre, pero no nos diga que el embargo norteamericano a Cuba es la consecuen-cia de 600.000 votos. ¿Cómo cree usted tan poderosa a la comunidad cubana en la Florida, o es que su intención es la de culparla? Usted me recuerda el pasaje de Frankenstein cuando entra en la cabaña del sabio ciego y se quema con el chorro de café hirviendo que no atina a recoger en su taza. Sólo que en el caso cubano, el chorro que a usted se le escapa es el de las verdades contadas con palabras.
O sea, todo lo contrario a lo que ocurre en países como el nuestro, al cual ellos quisieran que los estados civilizados enviaran gratuitamente y sin demora las mismas tec-nologías (ya en este caso no tan malas) para preservar el ambiente. Es llamativo que ninguno de los directivos del WWF (que tanto les gusta comer cocodrilos endémi-cos en las instalaciones turísticas cubanas), ni ninguna de estas organizaciones eco-políticas se preocupen o protesten por la destrucción que han padecido los ecosis-temas cubanos en manos de Castro.
Por eso creo y estoy firmemente convencido, que si los cubanos no nos ocupamos de nuestros propios problemas ambientales y nos manifestamos abiertamente contra todo tipo de interés político, en breve estaremos arrepin-tiéndonos de tan lamentable error. No nos hagamos ilusio-nes. El campo de la biología es uno de los más competitivos en el mundo moderno.
Los llamados Parques Naturales “Patrimonio de la Humanidad” no son más que una burda injeren-cia en la soberanía de los estados libres. Naciones Unidas no pretende otra cosa que acabar con el derecho a la propiedad privada y apoderarse de la tierra bajo el supuesto pretexto de su protec-ción. El Parque Nacional que antiguamente constituía la Ciénaga de Zapata no hace más que reducir su área protegida en función de diferentes categorías de múltiples uso. Por tanto, lo que antes consti-tuía el mayor humedal de la región Neotropical (con 2.400 kilómetros cuadrados) apenas conserva hoy 15.000 hectáreas (150 kilómetros cuadrados) declaradas como Reserva de la Biosfera. Y esto no es más que el inicio, pues proteger ecosistemas (según el vocabulario legal de la Nueva Ley de Medio Ambiente promovida por el CITMA y aprobada de inmediato por la Asamblea Nacional del Poder Popular), no es más que un eufemismo al cual se le irán adicionando “licencias ambientales” de “interés nacional”.
Nadie está obligado a escribir u opinar lo que no crea. Menos lo está un científico. Pero los científicos cubanos que cada día se enfrentan a esa parte tolerada de la prensa norteamericana que visita Cuba deberían también decir lo que no se atreven a decir en una asamblea del partido. Deberían llamar a esos interlocutores libres a un lado y decirles, “mira, yo sé que tu no lo puedes publicar porque al igual que yo, tu dependes de ese trabajo, pero eso que tu quieres defender en Cuba es inmoral. En Cuba se han creado más Cotos de Caza que Reservas Naturales desde que se aprobó la ley que pretendía salvaguardar nuestro entorno. Hay más de 20 grandes Cotos de Caza y todos han sido construidos recientemente y dentro de lo que antiguamente eran Reservas Naturales. Allí, los españoles, los italianos, los franceses y los alemanes le tiran lo mismo a un Pato de la Florida que a un raro ejemplar de Halcón de la Tundra.
Creo ha llegado la hora de que el científico cubano rompa su silencio y aproveche cada oportunidad para denunciar que hoy hay más centros dedicados a la exclusividad que los que había cuando Batista. Los turistas que visitan Cuba pueden pescar donde y cuanto quieran en cualquiera de los santuarios marinos prohibidos a los cubanos. Los cayos de Jardines de la Reina son prácticamente propiedad de los empresarios italianos. Jara y Cedal (un programa de la televisión española) los ha filmado allí pescando decenas de Barracudas por diversión. A la ausencia de tiburones provocada por la pesca irracional del gobierno “ecologista” de Castro, habrá que añadir ahora esta amenaza que permite a los señores del turismo exterminar esos depredadores necesarios de nuestra plataforma. Ni que decir los centenares de toneladas (Cuba ha declarado menos de 2 docenas desde el 2000) de Pepinos de Mar que exportan los españoles desde Cuba para mayor desvergüenza del CITES.
Todos los científicos saben que en el mundo hay una cultura de crédito. Por tanto, yo pido a los científicos cubanos que la respeten. Que se nieguen a seguir las órdenes de los comisarios políticos que deambulan por sus instituciones y que empiecen a interesarse por los trabajos que les han precedido y que son parte del esfuerzo de colegas que hoy se encuentran en el exilio. Nadie tiene derecho a exterminar social o científicamente el trabajo ajeno. La ciencia es parte de un proceso humano y todos debemos respetar su naturaleza colaboradora. Los descubrimientos, las hipótesis, los legados, las denuncias de los que nos han antecedido deben formar parte de nuestra literatura y de nuestra ética muy a pesar de las presiones institucionales. Pero por encima de todo, los científicos cubanos debieran no desperdiciar la menor oportunidad editorial para rendir tributo a la verdad.
Nuestro país se desmorona en pedazos y a sus ecosistemas no los salva la piedad, sino el coraje. Hace falta que la comunidad científica cubana se llene del coraje suficiente y que le permita denunciar lo mal hecho, que le permita decírselo al periodista de Naples, o al oficial de Villa Marista que lo amenace con un expediente disciplinario. Hace falta que la comunidad científica cubana en el exilio hable lo que sabe, que asuma el exilio de lleno y no a medias para regresar cada año a Cuba y representar un Rey Mago a puerta cerrada frente a sus familiares. Los que en Cuba se quejaban (o se quejan) de no tener dónde publicar ahora tienen donde hacerlo. Cuéntenle las miserias humanas, botánicas y zoológicas a los enviados de la Smithsonian Institution, o de la National Geographic. Cuéntenle la desidia que carac-teriza a un régimen comunista apadrinado por las universidades norteamericanas de California, Florida, y Washington. Si no lo hacen ustedes, tal vez nadie lo haga.
Los científicos cubanos deben saber que llegará un día en el que su sueldo dependerá de una férrea competencia. Entonces sabrán lo que es competir en base resultados en un laboradorio a fin de tener un puesto de trabajo y un salario digno. Los científicos cubanos pueden por tanto olvidar el ego del protago-nismo publicitario y jugar un papel imprescindible en la protección de la naturaleza cubana desde ahora mismo. Díganle a la prensa extranjera todo lo bueno que todavía es posible rescatar en nuestro país, pero también díganle lo que se ha perdido. Denuncien todo lo que la revolución ha talado, cazado, destrui-do, vendido, expropiado. Sean honestos con ustedes mismos. Callarse ahora y no utilizar a estos ecolo-gistas para sacar de Cuba esas denuncias es tan infame como permitirles entrar a congraciarse con el todopoderoso desgobierno que degrada de manera ininterrumpida nuestro ambiente.
Bienne, Enero 12, 2004
Publicado originalmente por La Nueva Cuba
Notas.
1.- Kircher, Ralph 2003. The Changing Face of Cuba. Three-part series. Naples Daily News. Florida.Vea aquí otras interesantes
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