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Fidel Castro: otro profeta ecologista

Por Carlos Wotzkow * y Eduardo Ferreyra **

Una de las cosas en las que Castro cree sinceramente, es que él forma parte del mundo de los estadistas. En la Cumbre de la Tierra de 1992 (Río de Janeiro) no obstante, ha creído en demasiadas estadísticas de gente que como él, las inventan única y exclusivamente para engañar al mundo. Y es una pena tener que desmentirle, pero lo hacemos con placer, pues la ciencia no es citar como papagayo lo que otros dicen conocer. La ciencia se expresa a partir de un enfoque amplio y multidisciplinario de los conocimientos y no para demostrar un punto de vista (político) particular. Que Castro se interese de pronto en la ecología demuestra que la deshonestidad intelectual que caracteriza a los ecologistas ha llamado a su puerta. Necesitan de su ayuda y claro está, esta no iba a tardar.

No es un espejismo. Desde hace años se aprecia que los grupos ecologistas más radicales del mundo (Greenpeace, Worldwide Fund for Nature, Nature Conservancy, Smithsonian Institution, etc.) intentan un acercamiento desesperado con Fidel Castro. Nada que ver sin embargo, con el depauperado estado en el que la revolución cubana ha dejado a todos los ecosistemas del archipiélago cubano, sino con la necesi-dad de que fuera el dictador cubano el que pasara a la población analfabeta de América Latina el mensaje ambientalista de esos Robin Hoods salvavidas de ballenas. El desprestigio científico que envuelve a los grupos ecologistas más encumbrados es tal, que ya no les basta con el dinero recaudado para comprar a los medios de comunicación. Ahora, necesitan también del lobby político y si este se lleva acabo en los países del tercer mundo, mejor.

Y dicho así, valga añadir que durante la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, la mentira como profecía en la boca de Castro ha tocado a las puertas de la América hispanoparlante. He aquí algunas de ellas a sólo doce años de haber sido proclamadas (1).

Afirmaciones de Fidel Castro: (en azul)

“Según algunos estimados, en ausencia de limitaciones a las emisiones actuales de los gases causantes del efecto inver-nadero, la cantidad de Dióxido de Carbono en la atmósfera se duplicaría entre el presente y algún momento del período 2025-2050, provocando un incremento de la temperatura media global que oscilaría entre 1,5 y 4,5 grados Celsio.”

En 1992, los niveles de Dióxido de Carbono en la atmósfera eran de 367 partes por millón (ppm) y hoy, doce años después se han calculado en 376 ppm. Los modelos computarizados sugieren que en el año 2025 se alcanzarán las 385 ppm y para el 2050 unas 415 ppm.

Es decir, unas 319 ppm menos que las profetizadas por Castro. Las estimaciones que menciona Castro se basan en modelos computarizados cuya validez ha sido cuestionada desde sus inicios por notables climatólogos. Esos estimados han sido utilizados hasta la saciedad por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) para, junto con otros estudios que se demostraron totalmente errados, apoyar la hipótesis de un calentamiento catastrófico de la atmósfera. Concretamente, el tercer y fallido informe del IPCC (Enero 20 2001) que sigue siendo la piedra angular de la teoría del calentamiento global y que por desconocidas razones continúa insistiendo en un posible aumento de las temperaturas de hasta 4,4°C. Para desgracia de Castro, nos referimos a una falacia ampliamente desenmascarada por un gran número de científicos (2) que analizan esos modelos cada vez que se hacen públicos los informes.

Por otra parte, aún cuando se produjera un aumento de 2º C, esto nos llevaría a las temperaturas que existieron durante el llamado Período Cálido Medieval entre los años 800 y 1250 de nuestra era. Un período conocido por la climatología como “El Pequeño óptimo Climático”, porque ese rango de temperaturas – y quizás más altas – son consideradas las mejores para el desarrollo de todo tipo de vida sobre el planeta Tierra. Como corolario a esta primera profecía de Castro, baste añadir que el dióxido de carbono aportado por el ser humano a la atmósfera no alcanza ni siquiera el 5 % de los gases del llamado “Efecto Inverna-dero” y que aún con un aumento de 5°C, ello no permitiría derretir casquetes polares (como tan frecuen-temente se cacarea) cuya media anual es de – 40°C.

“Si se analiza el deterioro del medio desde una perspectiva histórica, se aprecia que, en sentido general, los mayores daños al ecosistema global han sido ocasionados como consecuencia de los patrones de desarrollo seguidos por los países más industrializados.”

La actividad del hombre ha implicado siempre la alteración del medio para satisfacer necesidades. Es cier-to que durante la conquista de nuevos territorios el ser humano perturbó muchos hábitats salvajes en el planeta. Es cierto que en ocasiones lo hizo sin consideración y que en consecuencia muchas especies locales tuvieron que emigrar al no poder beneficiarse de esos cambios. Pero el deterioro ambiental más severo ha sido siempre consecuencia del atraso, la ignorancia, la pobreza, la ausencia de tecnologías adecuadas para la explotación racional y eficiente del suelo. Echar la culpa a la industrialización es repe-tir, con muy poco rigor científico, la letanía maltusiana del ecologismo de ultranza que se opone al progre-so y al desarrollo de las sociedades. “El hombre –según esos ecologistas, - es el cáncer del planeta y es imperioso eliminarlo de la faz de la tierra.”

Nadie debe ignorar que ha sido la industrialización la que ha permitido avances notables en beneficio de la naturaleza. En 1910, un granjero de los Estados Unidos apenas podía producir alimentos para 7 personas y hoy sobrepasa las 80. En 1910, ese mismo campesino apenas podía plantar un acre al día, mientras que hoy planta más de 40. En 1910, el mismo agricultor sólo obtenía 26 mazorcas de maíz por acre, mientras que hoy recoge más de 100. Y claro que saldrán los de Greenpeace a decirnos que ese maíz seguramente es transgénico, pero me pregunto con qué llenarán esos preocupados ecologistas los sacos de ayuda alimentaria que el norte desarrollado no cesa de enviar gratuitamente al tercer mundo. ¿Dinos Greenpea-ce, no será mejor dejarles morir de hambre? Al fin y al cabo se trataría de menos seres humanos: vuestro objetivo más anhelado.

No hace mucho Greenpeace se unió al marxista Robert Mugabe en su política de “hambre selectiva” y entregaron el maíz norteamericano sólo a los votantes que no se opusieran al dictador. La explicación a semejante injusticia era que el maíz era transgénico y los ecologistas no lo recomendaban. Sorprendente, pues hace unos pocos años Greenpeace entregó maíz transgénico a los campesinos de Nicaragua y sin mencionar que lo era. No es la primera vez que los ecologistas de Greenpeace hacen campañas políticas para negarle el alimento a los hambrientos, o para boicotear la evidente solidaridad que algunos países occidentales ha demostrado en Africa. Así lo hicieron con el maíz destinado a Zimbabwe, o con el “arroz dorado” que tanta avitaminosis hubiera eliminando en el Tercer Mundo. En cambio, no se opusieron cuan-do ese mismo arroz resolvía los problemas de Malawi, Lesotho y Swazilandia. Nadie debe olvidar cómo Greenpeace justificaba la invasión soviética en Afganistán y años más tarde condenaban la intervención norteamericana contra los talibanes (3) ¡Y que todavía alguien se pregunte que pinta Castro en todo esto!

“En 1984, los Estados Unidos, la Co-munidad Económica Europea y Japón aportaban el 86 por ciento de la producción mundial de Clorofluoro-carbonos, mientras que sólo el 4,4 por ciento correspondía a los países del Tercer Mundo.”

Los científicos serios jamás se han dejado engañar por el fraude ambientalista y lo más acertado en su postura ha sido respal-dado por hechos comprobados: los niveles de ozono en la atmósfera nunca han varia-do en mayor o menor medida de lo que corresponde a causas naturales como las variaciones de la actividad solar, la canti-dad de manchas en el Sol, el aumento o disminución del viento solar, o la inversión de la corriente de los vientos estratosféri-cos (cuasi-bianuales) del Ecuador.

Una panorámica de la otrora bella Bahía de La Habana. No hay que ser especialista para ver la nata de petróleo que cubre la rada habanera. Y todavía el ecologista Castro pretende dar lecciones!
Tal parece que Castro no fue advertido por sus asesores cuando no mencionó que en 1976 un sólo volcán (Monte San Agustín en Alaska) emitió 289 billones de toneladas de ácido clorhídrico y que ello representó nada más y nada menos que 570 veces la producción mundial, cantidad que palidece ante los gases expul-sados por el volcán Monte Pinatubo en 1991. Pero igual, ¿quién mejor que un genocida y egocentrista como Castro para culpar a la humanidad de todos los problemas?

Como lo sostenía por entonces el periodista francés Luc Ferry (de la revista L’Express), cuando acuñó su famosa frase: “Del Rojo me pasé al Verde”, Castro saltó del retrasado vagón rojo al verde del ecologismo (aunque utilizando métodos que terminaron provocando la devastación ecológica del archipiélago cubano), con la total complacencia por parte del movimiento ecologista internacional. Movimiento que ha visto en el sátrapa un aliado en su lucha contra del desarrollo de los países pobres y la destrucción de la industria de Occidente. Grande debe ser el impacto de 1,1 millones de toneladas de CFC (total producido por la indus-tria mundial) cuando los comparamos a los 300 millones que liberan los océanos sólo a través de la evapo-ración (4). Pero Castro es más que un temerario ecologista y por ende, para qué hablar de las 1000 tone-ladas de cloro que cada día emite el Monte Erebus (otro simple volcán) desde que entrara en erupción difusa hace más de 1.000.000 de años.(8)

"De los 10 países generadores de las mayores emisiones de gases causantes del efecto invernadero, cinco son altamente industrializados. Si se incorpora este grupo a la ex Unión Soviética, entre ellos superarían el 40 por ciento del total de las emisiones."

Castro leyó en Brasil el libreto previsto para la ocasión, pero no se percató que adolecía de terribles erro-res. Los gases causantes del efecto invernadero son, por su importancia, muy pocos: el vapor de agua que se genera de la evaporación de los océanos (y a los que Castro no pasa factura), constituye el 95% del volumen de todos los gases de efecto invernadero. Luego, por su cantidad en la atmósfera, el argón, el dióxido de carbono, el metano, algunos óxidos de nitrógeno, y de manera casi imperceptible, los CFC, llegan a constituir esas 370 partes por millón que aún no han podido materializar un aumento de 2°C en la tempe-ratura mundial. Los científicos (los de verdad) han determinado que el Dióxido de Carbono libre (no el rete-nido en los océanos) apenas alcanza el 3,5 % del volumen de los gases de efecto invernadero. Un análisis de las burbujas de aire existentes en glaciales formados durante el Cretácico (entre 60 y 150 millones de años atrás) ha demostrado que por entonces los niveles de Dióxido de Carbono en la atmósfera oscilaron entre 6000 y 2600 partes por millón, mientras la temperatura era tan sólo 1,5º C más alta que la del siglo XX.

"... la conclusión inevitable es que la responsabilidad última por el deterioro acumulado del medio en el Tercer Mundo en su conjunto, corresponde al mundo capitalista desarrollado, en particular a aquellos países que a través de la explotación colonial y neocolonial fueron los culpables históricos del atraso y la deformación de las economías de los países de áfrica, Asia y América Latina..."

En realidad el colonialismo (el español sobretodo) y las condiciones de dependencia de los países coloniza-dos (alimentando a las economías de los colonizadores), no se diferencia mucho del modelo imperialista Soviético con sus “colonias esclavas”. Un sistema al cual Castro se plegó y al que prestó su más amplio apoyo, intentando que su modelo se expandiera en Latinoamérica con la idea de imponer allí un yugo diferente, pero sin cambiar las bestias. La innata corrupción de nuestros gobernantes (encabezada por clases dirigentes como la de Cuba, que goza de privilegios de millonarios sin haber jamás producido esas riquezas), y la avaricia de los países industrializados (que intentarán sacar ventajas económicas, como cualquier gobierno que se respete y desee lo mejor para su nación), han contribuido a que, en lo econó-mico, no exista todavía un inversionista elevado a la categoría de Santo. Eso sí, no debemos olvidar que hablamos de ecología y que los Estados Unidos, que en el siglo XVIII y XIX devastó irracionalmente sus bosques, hoy los ha sabido recuperar.

Es fácil acusar a los sistemas socioeconómicos anteriores de su contribución a la deforestación de Cuba, pero me pregunto cuál sería el problema de talar los árboles maderables del Amazonas si sus explotadores estuvieran obligados a replantar otros allí donde los ha talado. Hoy día muchos países industrializados utilizan por tercera y hasta por cuarta vez consecutiva los bosques replantados hace más de un siglo. La tala selectiva que se practica en Europa (y tomo a Suiza como ejemplo) gracias a las nuevas tecnologías de explotación maderera contribuye además a hacer rentable una industria cada vez más amenazada por los costos de producción. Si no se contara con maquinarias capaces de levantar en vilo un árbol sin dañar a los que hay a su alrededor ustedes pueden estar seguros que esta actividad no generaría empleo. Si no se contara con el aprovechamiento de los árboles enfermos o caídos y no se limpiara el bosque del exceso de materia seca, los fuegos serían similares a los que ocurren cada invierno en la mal cuidada Cuba.

“Los principales productores de pesticidas, fertilizantes y otros productos químicos nocivos, aún después de haber sido prohibidos, siguen siendo los países desarrollados, los cuales en muchos casos son suministradores directos de otros países o han trasladado a ellos sus tecnologías.”

Por ello, debieron recurrir, para su subsistencia, a seguir utilizando los productos prohibidos en los países ricos. Actualmente, el DDT es producido solamente en la India y China, para con-sumo propio y de algunos pocos países de áfrica que se atreven a desafiar la prohibición de Occidente. El DDT y su mala utilización (ya sea en exceso, o en grado técnico) es la causante fundamental de su mala fama. Pero los más de 20 millones de africanos que desde entonces han muerto por culpa de la malaria no están hoy en condiciones económicas como para llevar ante los tribunales a Rachel Carson, o cuanto ecologista que subscribió a ciegas aquella “primavera escandalosa”.

Paradójico que sea Fidel Castro en Río de Janeiro el que se preocupe del uso inapropiado de los pesticidas, los fertilizantes y los productos químicos nocivos al ser humano. Paradójico digo, porque fue él el que consideraba a mediados de los 60 que Cuba era un país en vías de desarrollo gracias a que en todo el territorio se aplicaban sin restricciones esos productos (5). Paradójico repito, porque Cuba es el único país que debe reportar la muerte de un piloto agrícola que al sufrir un accidente no murió por este, sino por el cóctel de pesticidas que le cayó encima y le obligaban a dispersar sobre las arroceras del Jíbaro. Paradójico culmino, porque durante la década de los 80, la población de La Habana fue literalmente bañada (día tarde y noche) con todo tipo de insecticidas para erradicar el mosquito causante del Dengue Hemorrágico. Epi-demia únicamente posible de registrar en una cuidad como La Habana, sin servicios sanitarios adecuados, y con una sobreexplotación de alcantarillados públicos desatendidos durante los últimos 45 años.

“En otros casos, la lluvia ácida, provocada fundamentalmente por las emisiones de contaminantes industriales en los países desarrollados, es transportada por el viento para caer muy lejos de su lugar de origen y afectar a no pocos países subdesarrollados.”

Las primeras alarmas sobre los efectos de la “lluvia ácida” datan de 1848 en Suecia. Año tras año, estas falsas alarmas fueron calando en la población alemana que atribuía al ácido Sulfúrico el daño sufrido en 1867 por algunos árboles y plantas. Sin embargo, nadie habla de que los artículos de G. E. Likens adolecían de serios problemas en la forma de colectar los datos, así como a la hora de procesarlos estadísticamente y sacar de ellos serios resultados. Hoy, los científicos saben que la lluvia ácida es un efecto natural. Aún en épocas remotas de la historia, cuando el hombre no existía, la lluvia era ácida porque el agua evaporada hacia la atmósfera contiene ácido Carbónico derivado del Dióxido de Carbono y ello hace que la lluvia más pura tenga un pH igual a 5 (pH 7 es neutro). Para que vean lo dañino que esto puede resultar para la salud humana imaginen que un apetitoso plátano de fruta tiene un pH igual a 5,4 y que una refrescante Coca Cola alcanza los terroríficos 2,2 de pH.

Está claro que la lluvia no cae de manera uniforme sobre todo el planeta, pero eso no es culpa del ser humano ni de los países desarrollados. El 70 % de la energía básica que China utiliza depende del carbón. La contaminación de Dióxido de Azufre es tan alta en algunas ciudades que bien pudiera pensarse en lluvias ácidas de terribles consecuencias. No obstante ello, en Pekín el pH de la lluvia es casi neutro. ¿Cómo es posible esto? Pues muy simple: los vientos del desierto cargados de polvo saturan al vapor de agua con altas concentraciones de iones de sulfatos y nitratos, así como de materias alcalinas. ¿Se atreverá Castro a criticar a China por su alta taza de contaminación atmosférica? ¿Podrá alguien informarle que el daño de los bosques alemanes no era causado por la lluvia ácida, sino nada más y nada menos que por un exceso de ozono a nivel del suelo? ¿Podrá algún científico cubano aclararle a este tirano-saurio político que ese aumento de ozono en Alemania se debe a sus 27 millones de autos y camiones que ayudan a formarlo? ¡Ah ese malvado mundo desarrollado que logró en 1960 que el aire de Londres fuera más limpio y respirable que el de 1850!

"Las empresas transnacionales han sido las responsables, en alto grado, del proceso de transferencia de tecnologías contaminantes hacia los países subdesa-rrollados, principalmente desde los años 60.”

Todas las tecnologías, en sus comienzos, han contaminado en mayor o menor medida al ambiente. Ello se hizo evidente (aunque de manera muy puntual) a principios de la Revolución Industrial, pues el humo de las fábricas y la neblina característica de Londres (por seguir con ese ejemplo) impedía que el Sol llegase a las calles donde los niños desarrollaban el raquitismo a falta de síntesis de vitamina D. Pero el avance de esas mismas tecnologías las fueron haciendo cada vez menos contaminantes. Es cierto que muchas transnacionales invirtieron en países subdesarrollados llevando tecnologías que eran más obsoletas que las explotadas en el país de origen. Pero ello fue posible, por la complicidad de los políticos y muchos de sus corruptos funcionarios encargados de controlar la negociación. Desgraciadamente, la corrupción es una avenida de dos manos transitada por casi todos los que tienen la oportunidad.

¿No es verdad Fidel? ¿O es que ya te has olvidado de la industria rusa que implantaste en Cuba para desgracia del medio ambiente? ¿Te has olvidado de los 800 litros por hora que consumen los helicópteros MI-8 que tantas horas hacías volar sobre los pantanos de Pinar del Río para que te espantaran hacia ti a los patos que cazabas? ¿Y de los ómnibus Icarus, que dejaban negras las paredes de La Habana Vieja con sólo acelerar sus motores, te has olvidado? ¿De donde venían? ¿De los países desarrollados, o del CAME? ¿No te los fiaba acaso Hungría? ¿Quién te regalaba los camiones Gas y Zil? ¿No era acaso Breschnev? ¿Y no era ese país altamente contaminante (como lo es todavía la Rusia de hoy) el que durante 45 años te ha estado vendiendo cuanto aparato viejo le sobraba? ¿Cómo se llama aquel ministro al que los alemanes de la DDR le convencieron de comprar aquella flotilla de camiones para despejar la nieve? Y si tus especialistas no saben la diferencia que hay entre la nieve y el polvo, ¿qué sabrán de tecnologías en sentido general?

Central Nuclear de Juraguá, Cienfuegos, Cuba. Según los expertos cubanos en seguridad nuclear, los muros de esta instalación podrían competir en burbujas de aire con los quesos Ememthaler de Suiza.
Fidel Castro, Dictador de Cuba, devenido ecologista por polítca.

“La contaminación radiactiva, derivada de las explosiones y los accidentes nucleares está asocia-da también principalmente a los países industrializados. Se ha estimado que el 20 por ciento de la contaminación industrial en los países más desarrollados provie-ne de las fábricas vinculadas a la producción militar.”

Muchos productos fueron catalogados de nocivos por regulaciones que nada tenían que ver con la ciencia (y sí mu-cho con la política) y prohibidos irra-cionalmente, privando al Tercer Mundo de sustancias y productos baratos. Los países industrializados podían darse el lujo de comprar nuevas y más caras sustancias, pero los países pobres no.

Ya se ha hecho famosa esa definición que dice que “hay tres clases de mentiras: las mentiras simples, las tremendas mentiras, y las estadísticas”. Cualquier estudiante de estadística sabe que con un mismo con-junto de datos se puede probar o rebatir algo según se escojan los mismos. Por ende, entre las fábricas vinculadas a la producción militar Castro pudiera mencionar las fábricas de automóviles, camiones y aviones, las fabricas de heladeras y aires acondicionados, la industria electrónica en general, la industria del caucho, la de los plásticos, los metales especiales, etc. Por ello, también pudiéramos decir que nuestros hogares están llenos de la tecnología militar y que gracias a ella, nuestros hijos se divierten jugando en una com-putadora, nuestras mujeres se benefician del confort de las lavadoras y nosotros, con un moderno sistema de alarmas, no tenemos que utilizar, como lo hace Castro, 1200 agentes de seguridad cada día.

Pues lo mismo ocurre de cara a la contaminación radioactiva producto de las explosiones nucleares en la atmósfera. En vista de la lista de países que aún muestran interés en desarrollar armas nucleares (Pakistán, India, Corea del Norte, Irán, Libia, Siria y la propia Cuba), resulta difícil entender a qué es a lo que Castro llama “países desarrollados”. Lo mismo ocurre cuando pensamos en Chernobyl (¿es Rusia un país desarrolla-do?), que fue donde ocurrió el desastre nuclear más importante de la historia de la humanidad. Pero sobre-todo, si reconocemos que fueron Irak y Cuba los dos países que más uso han hecho de las armas químicas de destrucción masiva en áfrica. O sea, Sadam contra su propio pueblo y Fidel contra las tropas de la UNITA lideradas por Sabimbi. En nuestra opinión esta amnesia repentina no es nueva y se debe a que Castro quiere olvidar la carta en la que le imploraba a Kruschev lanzar el primer ataque atómico contra los Estados Unidos. Sólo así se entiende que Fidel vea la paja en el ojo ajeno y no el misil nuclear en la conjuntiva del propio.

“En esencia, el deterioro ecológi-co del Norte ha sido exportado en gran medida al Sur, como parte del largo proceso de desarrollo capitalista...”

La historia y la experiencia nos mues-tran que en realidad, el asunto ha sido totalmente al revés. Cuando Alemania se reunificó, el desastre ecológico que presentaba la ex DDR Comunista era impresionante. El costo que debió afrontar Alemania Occidental para revertir esta situación, reemplazando las obsoletas tecnologías usadas por Alemania del Este por las nuevas y más limpias de la occidental fue des-comunal, y mantuvo por años muy bajo el PBI de la nación unificada.

Mientras Castro daba lecciones al mundo de cómo proteger al planeta, en Cuba la Brigada Invasora Che Guevara y su "odio al monte" acababan con los mejores bosques del archipiélago.
El deterioro ecológico que existió y aún existe en China, o el del sudeste Asiático (sin considerar el mal estado de la salud pública en esta última región del planeta), indica que el sistema capitalista, sin llegar a ser la panacea, es más ecológico que comunista. Para muestra, sólo hay que fijarse en Cuba.

Eso sí, al hacerlo es necesario que los que lean el enunciado de Castro substituyan la palabra “exportado” por su antónimo. Nadie obligó a Castro a comprar decenas de viejos Iluschin y Antonov’s para hacerlos volar, cual cometas de humo, por los cielos del mundo. Si bien es cierto que todavía hay cerca de 2000 DC-3 volando en Sudamérica ello no se debe a que los americanos hayan querido deshacerse de ellos como si se tratara de un trasto viejo, sino a que no se ha fabricado en toda la historia de la aviación un aparato más eficaz y útil a la humanidad que ese. Entre la exportación de esos viejos Douglas y la exportación de la ideología comunista en las bodegas de los Antonov’s castristas, sería bueno preguntar al ciudadano con sentido común en cualquier parte del mundo, cuál prefiere. Pero pongamos las cosas aún más claras: la degradación ambiental en cualquier caso no es “exportable”. Se practica in situ y por cualquiera que no haya sido correctamente educado, e independientemente de cual sea su concepto sobre la explotación del hombre por el hombre.

“Corresponde ahora al mundo desarrollado y rico saldar su deuda ecológica con la parte subdesarrollada y pobre de la humanidad, mediante la cooperación, la ayuda financiera y técnica y la transferencia de tecnologías ambientales limpias.”

Buena idea. Sólo que las transferencias de tecnologías no son una deuda, ni tampoco pueden ser tratadas como regalos. En el mundo competitivo en el que vivimos hay miles de hombres cuyas familias se alimentan gracias a su creatividad. De hecho, su esfuerzo está concentrado en poder venderlas luego. Eso se llama “transferencia” con respeto a la propiedad intelectual y de las empresas que dedican grandes recursos a obtener tales innovaciones. Por supuesto que hay tecnologías (como la nuclear) y países (como Corea del Norte, Irán, Libia, y Cuba) a los que se les debe controlar, pues no siempre hacen uso pacífico de estas transferencias. En el terreno de la Ingeniería Genética, Cuba es uno de los países del Tercer Mundo que más tecnologías ha adquirido sin que hasta la fecha se haya demostrado que los resultados médicos compensen los altos costos de esas inversiones. La aparición continua de enfermedades raras en La Habana, o en países vecinos (como los EEUU) son elementos que motivan la sospecha de la guerra biológica.

Desde hace más de 20 años la “Industria Electrónica” dirigida en Cuba por el Comandante Ramiro Valdés no ha hecho otra cosa que comprar modelos de equipos computarizados para intentar copiarlos en el país y reproducirlos sin pagar por la patente al que los desarrolló. Está claro que eso de “regalar lo robado” es muy apreciado por la población más desfavorecida de Latinoamérica, pero de ahí a aceptarlo como política va un trecho. Y esto no quiere decir que la transferencia no deba hacerse, o que la ayuda financiera deba redu-cirse. No, estamos conscientes de que todo aquello que sea positivo para mejorar el mundo debe compartir-se, porque redundaría en beneficio del planeta y, más importante aún, de la humanidad. Pero esto implica que el que acepte una avioneta para fumigar maíz no la utilice luego para cuidar la coca, o que el que firme un crédito luego no diga (una y otra vez) que no puede pagarlo. Si no va a pagar, mejor es que no pida. “Una mano lava a la otra, y las dos…”

Y claro, cómo va Castro a entender lo que significa tener una cultura de trabajo. Cómo siquiera pensar que él sepa que los créditos se obtienen por crédito, no mediante el engaño. Cuba obtiene créditos y préstamos del mundo entero. En consecuencia, y dado que jamás paga, Cuba es el país más endeudado del hemisferio. Durante decenios Castro ha utilizado esas ayudas, no para mejorar al país, sino para exportar un modelo ideológico que lo ha llevado a participar en 33 conflictos armados en cinco continentes. Uno de ellos, el de Angola, duró 14 años y obligó a Cuba a mantener una dotación de 130 000 soldados en áfrica durante todo ese período. Si las ayudas recibidas por Cuba se hubieran dedicado a mejorar el medio natural (o a progra-mas sociales verdaderos) y no se hubiera desperdiciado tanto entrenando militarmente a uruguayos, argentinos, dominicanos, mexicanos, namibios, congoleños, mozambiqueños, angoleños, irakíes, somalíes, palestinos, saharahuíes, bolivianos, vietnamitas, guatemaltecos, salvadoreños, colombianos, chilenos, venezolanos, puertorriqueños, otro gallo cantaría.

“Según algunos estimados, el 49 por ciento de los gases del efecto de invernadero es aportado por el sector energético, un 24 por ciento de la industria, un 14 por ciento por la deforestación y un 13 por ciento por la agricultura.”

Lo que Castro intenta dejar claro con ese estimado es que los países pobres, como el suyo, no tienen res-ponsabilidad con el supuesto “calentamiento global”. Por desgracia para él, poco importa a los verdaderos científicos quién contamina más, o quién lo hace menos. Para la ciencia lo importante es hallar soluciones a las emisiones de gases que, aunque insignificantes desde el sector humano, deben reducirse. Ese es su compromiso moral. Pero culpar a los países ricos y disculpar a los pobres es tema apropiado para los ecolo-gistas que, políticos al fin, apenas se interesan en modelar las mentiras por encargo. Como ya hemos dicho, la actividad industrial en todo el planeta contribuye apenas con el 5% del total de Dióxido de Carbono que se produce anualmente en el mundo. El resto es aportado, con total indiferencia respecto a la salud de nuestros hijos, por la Madre Naturaleza. Volcanes, solfataras, géisers, incendios forestales y de praderas, y ¡sorpresa! la descomposición de la materia orgánica que tanto abunda en las selvas, los pantanos y eco-sistemas naturales.

Sin dudas el ser humano tiene una responsabilidad moral de reducir las emisiones de gas, pero no a golpe de tratados como el de Kioto. Todos debemos pagar por igual. Estados Unidos debe pagar por su alto consumo de combustibles fósiles de la misma manera que China lo debe hacer por el estrafalario consumo de carbón. Y sobre todo, alguien tiene que explicarnos primeramente por qué los altos impuestos al consumo energético no son parejos para todo el mundo y por qué, Greenpeace, o Earth First, o Worldwide Fund for Nature, o Sierra Club, o la Union of Concerned Sientists no exigen el mismo sacrificio a la economía doméstica de los ciudadanos de los países árabes, o a los de Venezuela, o a los México, o para no ir tan lejos, a la maquinaria militar de Castro que tanto petróleo regalado por Hugo Chávez dilapida. ¿Quién va ha imponer impuestos sobre la emisión de Dióxido de Carbono a las termitas (que en todo el mundo superan en 10 veces la pro-ducción humana), o a los océanos (que producen el 60 % sin liberarlo a la atmósfera), o a las selvas y bosques adultos, que producto de invertir su metabolismo debido a la vejez, producen anualmente 1200 veces más Dióxido de Carbono que la humanidad?

“En la actualidad, la humanidad consume diariamente unos 161 millones de unidades equivalentes a un barril de petróleo, frente a un consumo global de unos 8 millones hace 150 años, y se estima que para el año 2010 la demanda energética aumente entre un 50 y un 60 por ciento.”

No creo que este error de Castro no haya sido planificado. Cualquiera sabe que el aumento de la demanda y el consumo de petróleo para el 2010 será muchísimo más alto que ese 50 % establecido a los niveles exis-tentes en 1992. Ya en el 2000, el consumo de energía en los EEUU era un 30 % superior al de ocho años atrás. Por otra parte, nuevas y abundantes reservas de petróleo han ido apareciendo en casi todas las partes del mundo, y un nuevo cálculo de las reservas en las viejas zonas petrolíferas demuestran que las profecías de agotamiento del petróleo para el 2050 están muy lejos de la realidad. Las arenas bituminosas de Canadá contienen una sustancia convertible en petróleo. Se les ha estimado un potencial de 1,7 billones de barriles de petróleo, de los cuales 255’000 millones (cantidad idéntica a las reservas de Arabia Saudita), se consideran recuperables. Si sumamos este tipo de arenas alrededor del mundo, estás podrían proveer a la humanidad con 500 años más a los actuales niveles de consumo. Si les quedara alguna duda consulten al Prof. de Geología David Heming en la Universidad de Oklahoma.

En cualquier caso, no vemos nada malo en que el ser humano utilice esas fuentes de energía hasta que se acaben. ¿O es que alguien deja medio churrasco en el asador sin haber saciado el hambre? Y si no las utilizan los que hoy mueven la economía del mundo, la utilizarán mañana esos mismos que quieren acabar con ella. ¿Alguien ha visto a los ecologistas de Greenpeace desplazándose en Veleros para aprovechar las energías limpias? Que yo sepa no, pues sus actos de eco-terrorismo dependen en gran medida de la sorpresa y de un equipamiento motorizado comparable al militar.

Por supuesto que nada es eterno, pero el ser humano cuenta aún con la cuasi ilimitada fuente de la energía atómica. A pesar de los ecologistas y la pésima tecnología rusa que todavía juega con los átomos y les permite mencionar casi una docena de plantas con récords de inseguridad, el ser humano sigue investigando con seriedad cómo hacer cada día más segura esta fuente de energía. Poco países cuentan con un historial de seguridad semejante al de los EEUU, donde incluso se prohibió la explotación de una termonuclear recién acabada, porque no aparecieron varios planos que indicaran ciertos detalles de su construcción. ¿Quiere alguien que les digamos las medidas de seguridad con que Castro construía la Central de Juraguá? Ninguno de esos ecologistas considera que mientras la sociedad norteamericana dedica 200’000 dólares a incremen-tar la seguridad del tráfico (donde mueren cada año unas 50’000 personas), la industria nuclear dedica 2 billones para salvar una sola vida humana, aún y sin que se reporte una sola muerte (4)

No, no, no está equivocado, lo que usted ve en ese terraplén cubano (del área protegida de la Ciénaga de Zapata) es un añojo de Búfalo de Agua. Una de las más de 20 especies de ungulados exóticos introducidos en Cuba para el placer cinegético de los altos oficiales de Castro.

“Como es sabido, el predomi-nio de los combustibles fósi-les, carbón mineral, petróleo y gas natural, en el consumo energético es la causa de que este sector sea responsable de la mitad del efecto de inver-nadero.”

Los científicos han demostrado hasta la saciedad que el gas más importante, pues abarca el 95% del efecto invernadero, es el vapor de agua. El Dióxido de Carbono contri-buye apenas con un mísero 3,5 % y es importante que se diga, es un gas imprescindible para el desarrollo de las plantas y la vegetación mundial. Como que la contribución de Dióxido de Carbono del hombre es de un 5 %, podríamos decir que el daño humano a la atmósfera se acerca a un risible 0,175 %.

Por desgracia para Castro hay que decir que son los países más consumidores de energía los que más dinero invierten en reducir ese daño. Son sus autos los que cada día contaminan menos, son las nuevas tecnolo-gías que ellos inventan, desarrollan, y ponen en práctica, las que le permiten lograrlo. China y Rusia por el contrario, son países derrochadores de energía, altamente contaminantes y a los que curiosamente los artífices de Kioto no querían pasar el sombrero. Cuando lo hicieron con Rusia, Vladimir Putin les respondió.

La flota de aviones de combate cubana (hoy obsoleta) llegó en los años 80 a ser la segunda más importan-te en el hemisferio. Cuba tenía más aviones de combate que Argentina y los pilotos despegaban cada día en vuelos de entrenamiento desde múltiples bases del territorio nacional. A principios de los 90, ya declarado el Período Especial, San Antonio de los Baños autorizaba el entrenamiento sólo los miércoles y Holguín, redujo sus vuelos al entrenamiento nocturno. Así ocurrió en todos los sectores que dependían del petróleo para funcionar y el gobierno de Castro no perdió un segundo en lanzar al mundo una campaña de conciencia ecológica nacional que pretendía convertirse en un ejemplo. Bagazo, biogas, energía solar, turba, mini hidroeléctricas, todo se pondría a funcionar con tal de rescatar al medio. Pero llegó Hugo Chávez al poder con la ayuda de la inteligencia cubana y los numerosos tanqueros desde Venezuela ahogaron con el petróleo gratuito las conquistas ecológicas. ¿No es verdad Richard Levins?

“Cálculos conservadores señalan que los países altamente industrializados, con sólo el 15 por ciento de población mundial, absorben el 50 por ciento del consumo mundial de combustibles fósiles y aportan más del 50 por ciento de las emisiones de gases causantes del efecto invernadero."

Esos cálculos no parecen conservadores sino verdaderamente liberales, según esa nomenclatura que tan maravillosamente encasilla a los mal llamados “progresistas” norteamericanos. En cualquier caso, no queda claro si Castro, creyendo que el hombre realmente aporta tanto gas de invernadero a la atmósfera del planeta, está proponiendo que el consumo de energía y la producción de gases contaminantes sea distri-buido de manera equitativa entre los contrarios ideológicos. O se nivela cuesta abajo, y todos los países se convierten al sistema comunista de subdesarrollo, o se nivela hacía arriba y todos los países emiten gases de invernadero al estilo capitalista, o musulmán. Por supuesto que lo que Castro parece proponer es, en uno u otro sentido, un absurdo demagógico.

“Según fuentes especializadas, el principal aporte de las naciones subdesarrolladas al calentamiento global ocurre por la vía de las emisiones de dióxido de carbono asociadas a la deforestación.”

¡Qué pena ONU! Y qué vergüenza, que no hayas podido encontrar en Río a alguien más adecuado para hablar de ecología. La deforestación en el mundo subdesarrollado es otro de los grandes mitos explotados por el ecologismo. La actividad comercial de la madera se presenta en el mundo de dos maneras: la de bosques naturales y la de bosques cultivados al efecto. En los bosques naturales del mundo subdesarrolla-do, las selvas, los árboles de valor comercial se hallan a razón de 40 o 50 entre los 220 por hectárea. De los 50 de interés comercial, sólo se permite la extracción de los de un diámetro superior a 90 centímetros, dejando a casi la mitad para ser extraídos dentro de 10 o 20 años. La extracción de 50 árboles entre esos 220 no provoca deforestación, sino que permite que a través del espacio dejado por el árbol talado, ingrese la luz solar que alimenta a los árboles de menor tamaño. Esto se llama tala selectiva, o explotación racional, y aunque como con el DDT, siempre habrá quien abuse de esos recursos.

Lo anterior posee un ejemplo en Cuba. Castro y su Brigada Invasora Che Guevara acabó en la década del 60 con la mayoría de los bosques naturales en Cuba. El “odio al monte”, como se leía frecuentemente en los titulares de los periódicos de la época (6), pasó rápidamente a las formaciones botánicas secundarias. O sea, bosques que se recuperaban lentamente de los efectos de la colonización y a los que Castro redujo a cenizas. Sí, a cenizas, pues el método de la dinamita al pie de árbol y el fuego acabaron con una capa vegetal que aún no se había tan siquiera estudiado. Emisiones de Monóxido de Carbono que hoy en Cuba son el pan de cada noche en los campos de caña. Porque Cuba, como si se tratara de una escena repetida en la moviola del film “Queimada”, es el país Neotropical que más uso del corte de caña australiano emplea en ese sector agrícola. Insto a los que puedan hacerlo a que sobrevuelen a las Antillas Mayores. Verán lo diferente que les resultan los verdes bosques de Jamaica a los suelos de la roja y polvorienta isla de Cuba.

La pérdida de los bósques semicaducifolios de la Ciénaga de Zapata da paso a la aparición de grandes marabuzales (Caillea glomerata), que como bien se sabe es parte del paisaje cubano sólo por la voluntad revolucionaria de los comandantes de Castro, aficionados a la flora y la fauna africana.
“Se ha calculado que el ritmo de pérdida de especies era en 1980 de una diaria y en 1999 de una por hora.”

Esto quiere decir que desde que Fidel habló en Río hasta hoy, en que nosotros nos ocupamos de desmen-tirle, unas 42’720 especies han desaparecido. ¿Quién tiene la lista? A nosotros nos encantaría verla. Primero que todo hay que decir que no existe ni un sólo científico, por excepcional que sea, que esté dispuestos a pronosticar el rango de extinción de una sola especie. Segundo, que resulta muy difícil comprobar la pérdida total de una sola especie, porque hay que hacer investigaciones de campo muy exhaustivas a largo plazo, o a un costo monetario nada despreciable. ¿Cuántas veces no ha ocurrido (incluso en Cuba) que una especie que se consideraba extinguida reaparece cerca de su localidad? ¿No ocurrió así con la Fermina (Ferminia cerverai)? Y conste que se trata de una especie a la que el gobierno revolucionario de Castro ha modificado, quemado, y alterado ininterrumpidamente su hábitat (los pastiza-les de Santo Tomás) en los últimos 40 años.

Lo mismo ocurrió con el “Pato Serrucho” (Mergus octosetaceus) en la región de las cataratas del Iguazú (Provincia de Misiones), que se consideraba extinguida desde el año 1972, y de la cual aparecieron saludables poblaciones en el 2001, sólo un poco más al norte. Por otra parte hay que decir que la extin-ción de especies es un fenómeno natural y que el hombre apenas conoce un 5 % de las especies que existieron mucho antes que él habitara este planeta. Especies que se extinguieron antes que él pudiera soñar que iba a conducir un auto, desbrozar el monte con una motosierra, o contaminar la atmósfera con una bomba atómica. Por ende, hablamos de cientos de miles de criaturas que desaparecieron sin nuestra ayuda o responsabilidad. ¡Qué pequeños e insignificantes son los humanos! Pero ¡qué bien nos engañan los ecologistas! “Cuando usted lea estas líneas cientos de especies habrán desaparecido. Sólo el ser humano puede evitarlo. ¡Subscríbase al WWF!” O sea, mándeles su dinero.

“En términos generales, se estima que quizás alrededor de 250.000 especies, una cuarta parte de la biodiversidad total de la tierra, corre un grave peligro de extinción en los próximos 20 o 30 años. Hay especialistas que sugieren que alrededor de 350 especies de aves, 200 de mamíferos y alrededor de 25.000 especies de plantas están hoy al borde de la extinción.”

Lo anterior es equivalente a afirmar que “los marcianos viven debajo de la superficie de Marte, miden 50 centímetros de altura y se comunican por telepatía.” ¿Quién puede afirmarlo o negarlo con total seguri-dad, aportando pruebas en uno u otro sentido? El disparate estadístico las profecías catastrofistas están demasiado extendidas en la pseudociencia ambientalista de hoy. Y es que el Apocalipsis es una herra-mienta imprescindible para la supervivencia de miles de “científicos” que viven de sensibilizar las emocio-nes y el bolsillo del público sin apego a la honestidad. Pongamos como ejemplo al archipiélago cubano, que cuenta con unas 16 formaciones botánicas de gran valor ecológico amenazadas por la explotación indiscriminada y generalizada desde el triunfo revolucionario de 1959.

A lo anterior, hay que sumar el nivel de secreto con que se tratan los datos de dicha explotación, así como la extraña tendencia que tiene el dictador cubano de excluir a Cuba de las catástrofes ecologistas que él augura ocurrirán en otras partes del mundo. Esos peligros, tal y como si los copiase de una tarjeta de recaudación de fondos del WWF, están en el mundo industrializado, o en los países en vías de desa-rrollo que no hayan abrazado al marxismo como política de estado. De esta forma nos intimida: “alrededor de 250.000 especies, una cuarta parte de la biodiversidad total de la tierra, corre un grave peligro de extinción en los próximos 20 o 30 años.” Y aquí me detengo, pues la frase, aunque no lo parezca, es sorprendentemente reveladora. En los 500 años que los cubanos tenemos noticia de la existencia de nuestro archipiélago, se han extinguido (que creamos a ciencia incierta), dos mamíferos, tres especies de aves y tal vez una docena de plantas. Pero ¿cómo puede asegurarse tal cosa con el acceso prohibido a las áreas naturales del país que el gobierno cerca para la caza, el cultivo de las drogas y otros misterios más?

Esto no quiere decir que no hayan desaparecido esas y otras especies desconocidas, pero jamás al grado de quintuplicar la cifra y mucho menos en un período de 6 lustros. Ni la actividad humana en el planeta es tan agresiva, ni el trabajo de los taxónomos ha sido nunca tan exacto. Llama la atención la frase de Castro, porque Cuba está actualmente catalogada como el cuarto país que más riquezas forestales ha perdido en el mundo. Pero además, porque la ONU, después que él leyera su discurso en Río, no ha cesa-do de entregarle premios y subsidios económicos de cara a una política de protección de la naturaleza que no llega. El PNUMA por lo tanto, no es más que un instrumento recaudador de fondos que países como Cuba utilizan para perpetuar el timo.

“Los arrecifes coralinos en particular, con unos 400.000 kilómetros cuadrados de extensión mundial y un estimado de medio millón de especies, están sufriendo la acción del calentamiento gradual, la conta-minación de los océanos y la depredación humana, en un ritmo de deterioro que amenaza con dejar un pequeño y degrada-do remanente para principios del próximo siglo.”

Hay una familia de algas unicelulares llamadas Zooxanthellae que viven en permanente simbio-sis con los arrecifes de coral. Estas algas pro-porcionan a los corales (y otros organismos) los nutrientes necesarios para que puedan reprodu-cirse y crecer rápidamente (mediante la cons-trucción de sus esqueletos de carbonato de calcio), pero a su vez reciben de ellos, protec-ción estructural, fosfatos, nitrógeno, dióxido de carbono, y acceso a la luz solar. Un aumento considerable de la temperatura del agua muchas veces extermina estas algas permitiendo la acumulación de substancias químicas que afec-tan al coral.

Cadena de hoteles Hispano-Cubanos en Cayo Coco. Como ven, Castro no sólo permite el daño al ecosistema costero en cualquier parte de Cuba, sino que lo promueve hasta en las reservas de paisajes protegidos registrados en la IUCN.

Para salvarse de esta situación adversa, los corales expulsan a las algas y con ellas partes de su propia gastrodermis. Esto es lo que se conoce como el blanqueo de las colonias de coral. Un grupo asombroso de especies que pueden recuperarse con una temperatura por debajo de los 20 grados y el regreso de estas algas en perenne suspensión.

Las altas temperaturas del Océano Pacífico que afectan a las innumerables barreras de coral, suben y bajan su temperatura de manera natural durante los eventos conocidos como El Niño y La Niña. Así, los corales se ven afectados durante El Niño (aguas cálidas) y se recuperan durante el período de La Niña (aguas frías). El blanqueo de los corales es por tanto un proceso natural adaptativo y existente desde hace millones de años. Es cierto que muchos científicos creen que lo que no es natural es la gran cantidad de arrecifes de coral que se ha blanqueado, apuntando que en 1998 la Gran Barrera de Coral del Pacífico sufrió el peor blanqueo en los últimos 700 años. Nadie sabe decir a ciencia cierta quién midió el blanqueo de los corales en el año 1304 (quizás algún científico Taíno), pero lo que si está probado es que El Niño de ese año fue uno de los más fuertes registrados desde que ese fenómeno fue reconocido y se ha monitoreado. Si la actividad solar continua con su actual tendencia decreciente, en el año 2030 las temperaturas podrían acercarse a las de la pequeña Edad de Hielo y por ende, tal parece que los corales no tienen mucho de que preocuparse.

En la actualidad, existen determinados países y fuerzas que pretenden, incluso, imponer la idea del mercado verde en las relaciones entre desarrollados y subdesarrollados, con el pretexto de enfrentar los retos ambientales globales. Es el caso, por ejemplo, de la propuesta de establecer y comercializar a nivel internacional los permisos para la emisión de gases contaminantes, lo que, de generalizarse, podría tener efectos muy negativos para el futuro de la naciones subdesarrolladas.”

Esta declaración de Castro es la prueba de que los ecologistas y sus fanáticos seguidores tomaron nota de su discurso en 1992, pues la propuesta de “créditos de emisión” de gases de invernadero está contenida en el afortunadamente fenecido Protocolo de Kioto de 1997. Como en la política, los ecologistas confiaban en que el protocolo sería un equivalente ambientalista de la “guerra preventiva”. Es decir, el “principio de precaución”, y por el cual los estados estarían en la obligación de aplicarlo allí donde se considerase hubiera amenazas o peligros ecológicos. Naciones Unidas, su creador, tuvo incluso la desfachatez de decirnos que “la ausencia de certeza científica que no respaldase esos peligros a amenazas, no debería convertirse en razón que les impida imponer las medidas que prevengan el susodicho deterioro ambiental(7). En principio, pudiera pensarse que todo lo que proteja el entorno es positivo, pero como bien dice William Norman Grigg, el “principio de precaución” no es otra cosa que una licencia para mentir.

Aceptar las regulaciones cada vez más agresivas del ecologismo de ultranza es otorgar a esta nueva clase de salvadores (entre los que se hallan a Timothy Wirth, Ted Turner, David Graber, Stephen Schneider, Judi Bari, Paul Ehrlich, Helen Caldicott, Jim Sibbison, Paul Watson, Maurice Strong, Al Gore, Bill Clinton, Reed F. Noss, David Rockefeller, Jane Fonda, LaMont Cole, Jacques Cousteau, Prince Phillip, Paul Beier, John Davis, David Brower, y el propio Castro) luz verde para transformar al mundo en su palenque. La Gaia en la que ellos podrían establecer un sistema político y económico socialista, acompañado por un estilo de vida similar al de la dictadura del proletariado. Por eso, y a modo de conclusión, sería bueno terminar este texto repa-sando algunas de las regulaciones internacionales que este grupo de ricos mentirosos ha logrado imponer-nos con el beneplácito de las Naciones Unidas, y en nombre de la protección ambiental.


Publicado originalmente por la Fundación Argentina de Ecología Científica
Suiza, Argentina, Mayo 20, 2004

* Carlos Wotzkow es cubano, Autor de los libros “Natumaleza Cubana” y Cubriendo y Descubriendo (este último junto a Agustín Blázquez) y trabaja en la Investigación de Biología Molecular de la Universidad de Berna, Suiza

** Eduardo Ferreyra es argentino, autor del libro “Ecología, Mitos y Fraudes”. Ha servido de guía especializado en expediciones de especial complejidad en el Amazonas y es el fundador de la Fundación Argentina de Ecología Científica.


Referencias

(1) Castro, Fidel (1992): Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo. Rio de Janeiro / Junio . En “Cuba Verde” Colección Documentos Cubanos. Editorial Cuba Va. Juventud Rebelde y Coordinadora estatal de Amistad con Cuba, Madrid, España. pp. 63-94.

(2) Greening Earth Society (12001): Virtual Climate Alert. Marzo 9, 2001. Vol. 2, N° 8. From Myles Allen (Nature), Patrick Michaels y Bob Balling (libro en preparación): “Satanic gases”. www.greeningearthsociety.org.

(3) Jackson, Gerard (2003) El apoyo de Greenpeace a Mugabe. En www.liberalismo.org. Cortesía de “The New Australian.

(4) Lee Ray, Dixie y Lou Guzzo (1990): Trashing the Planet. Harper Perennial. 206 pp.

(5) Levins, Richard (2000): Cuba’s Environmental Strategy. DRCLAS News.

(6) Cepero, Eudel (2002): La Brigada Invasora Ché Guevara. El Nuevo Herald. Octubre 1, 2002. p. 19ª, Miami USA

(7) Gielow, Fred (2000): You don’t say. Sometimes liberals show their true colors. Freedom Books. 302 pp.

(8) Mt. Erebus Volcano Observatory, de la Universidad New Mexico Tech, y National Science Foundation: http://www.ees.nmt.edu/Geop/mevo/mevo.html


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