Uno de los acontecimientos más importantes en 2008, junto a la crisis financiera mundial, ha sido la evidencia de que en el futuro se recordará como el año en que se produjo un gran giro en el pánico mundial sobre el calentamiento global.
Justo en el momento en que los políticos europeos y americanos estuvieron adoptando o pensado en adoptar las medidas más costosas y dañinas que se hayan propuesto jamás para combatir un problema que no existe, la marea se ha invertido en tres aspectos muy significativos.
Primero
Las temperaturas estuvieron cayendo en todo el mundo de una manera totalmente impredecible por esos modelos computados que se usan para impulsar el Gran Miedo al cambio climático. El invierno pasado del hemisferio norte, a medida de que las temperaturas se desplomaban, muchas partes del mundo vieron nevadas y heladas como no se habían visto en varias décadas. En este actual invierno de 2008 Canadá y la mitad de los Estados Unidos están totalmente cubiertos de nieve y hielo, y los pronósticos indican que se pondrá mucho peor. Después de varios años de una tendencia plana en las temperaturas globales, ellas han caído agudamente lo suficiente como para anular gran parte del aumento ocurrido durante el Siglo 20.
Dsde una estación espacial, los Estados Unidos se verían así -y recién está comenzando el invierno...
La insistencia de los partidarios del calentamiento catastrófico “a la Al Gore”, se hizo todavía más chillona y frenética sobre que “los últimos 10 años han sido los más calientes de la historia,” y que muy pronto el polo norte se quedará sin hielo, en el preciso momento en que los hielos del Ártico crecieron durante el otoño a una velocidad nunca vista; la extensión de los hielos marinos alrededor de la Antártida quebró todos los récords anteriores, y los osos polares se estuvieron negando a ahogarse y extinguirse. No mejora la situa-ción de los catastrofistas el hecho que todas las predicciones sobre el aumento de las sequías y huracanes -"como nunca se había visto jamás"- han fracasado rotundamente en materializarse.
Hasta los acólitos más cautos de la ortodoxia oficial de las Naciones Unidas admiten ahora que gracias a “factores naturales” –que siempre fueron negados enfáticamente en favor de la culpa de los seres huma-nos- factores como las corrientes oceánicas, las temperaturas no han podido subir, pero aseguran sin ruborizarse que este efecto de enfriamiento sólo está “enmascarando la subyacente tendencia al calen-tamiento,” y que las temperaturas seguirán subiendo peor que nunca a mediados de la década que viene.
Segundo
El año 2008 fue cuando colapsó cualquier pretensión de que existe un “consenso científico” acerca del calentamiento global causado por el hombre. Finalmente, como en la Declaración de Manhattan de marzo pasado, cientos de científicos serios y respetados, incluyendo a muchos de los expertos climáticos más eminentes, estuvieron demostrando al público y a los medios que el susodicho “consenso” no era nada más que un artefacto político basado en información groseramente manipulada y modelos del clima computariza-dos programados de tal modo de que siempre muestran convenientes “fantasías científicas”.
Tercero
Cuando los bancos colapsaron con el hundimiento de la economía mundial rumbo a la peor recesión en muchas décadas, la dura realidad finalmente comenzó a hacer añicos los sueños de auto engaño que durante tanto tiempo tuvieron casi todos los políticos del mundo occidental que se presentaban como los “salvadores del mundo”. Como hemos podido ver en la reciente conferencia de Poznan, la llamada COP-14, más de 10.000 políticos, funcionarios y “ecologistas” se reunieron para planear el nacimiento del próximo “hijo de Kioto” en Copenhague el año próximo, muchos políticos entraron en pánico y despertaron de sus sueños “salvadores” comenzando a reconocer el hecho de que no pueden seguir soñando con sus planes quijotescos para “combatir al cambio climático”, delirios en los que estaban reposando muy confortable-mente en épocas más benignas.
Otras predicciones más afortunadas
El Tratado de Kioto tiene muchos errores fatales, y cualquiera de ellos debería ser causa para su eliminación.
La ciencia climática no apoya la teoría del calentamiento global provocado por el hombre –la crisis alegada no existe.
Kioto hace foco primariamente en reducir los niveles de CO2, un gas relativamente inofensi-vo, y no hace absolutamente nada para controlar la verdadera polución del aire como los NOx, SOx y particulados, o de serios contaminantes en el agua y el suelo.
Kioto derrocha enormes recursos que son necesitados con urgencia para solucionar proble-mas ambientales reales y problemas sociales que existen hoy. Por ejemplo, el dinero gasta-do en Kioto en un año podría proveer de agua limpia y potable, y sanidad para toda la gente del mundo subdesarrollado –a perpetuidad.
Kioto destruirá cientos de miles de puestos de trabajo y dañará a la economía de Canadá –los Estados Unidos, el mayor socio comercial de Canadá, no ratificará Kioto, y los países en vías de desarrollo están exceptuados.
En realidad, Kioto causará daño al ambiente global –hará que las industrias con uso masivo de energía se trasladen a países exceptuados que ni siquiera controlan las peores formas de contaminación.
El esquema de créditos de intercambio de CO2 castiga a los países con mayor eficiencia energética, y premia a los más gastadores. Debido a las extrañas reglas de Kioto, Canadá pagará a la antigua Unión Soviética miles de millones de dólares por los créditos de CO2.
Kioto será inefectivo –aún asumiendo que la sobreestimada ciencia pro-Kioto sea correcta. Kioto reducirá al proyectado aumento de manera insignificante, y llevará más de 40 tratados de esta clase para detener al supuesto calentamiento global.
La agenda final de los abogados pro-Kioto es la eliminación de los combustibles fósiles, pero esto dará por resultado una catastrófica escasez en el suministro de energía a escala global –las derrochonas e ineficientes energía propuestas como soluciones por los impulsores de Kioto simplemente no pueden reemplazar a los combustibles fósiles.
"No estamos en posición de atribuir con confianza los pasados cambios climáticos al dióxido de carbono o de predecir cuál será el clima del futuro.
“La ciencia, en la arena pública, es usada comúnmente como una fuente de autoridad con la que se puede dar garrotazos a los oponentes políticos y hacer propaganda entre los desinfor-mados ciudadanos. Esto es lo que se hizo con los informes del IPCC y la Academia Nacional de Ciencias. Es una práctica reprensible que corroe nuestra capacidad de tomar decisiones racionales. Un visión más justa de la ciencia mostrará que aún hay una enorme cantidad de incertidumbres –muchas más de las que a los partidarios de Kioto les gustaría admitir.”
Por cierto, los resultados y las conclusiones de la Conferencia de Poznan han decepcionado y enfurecido a las decenas de ONGs ecologistas que, en las afueras de la sala de conferencias se disfrazaban y montaban shows creyendo que podían impresionar y coaccionar a los delegados para que impusiesen recortes de emisiones obligatorios, y penables con elevadas multas, a quienes no redujesen sus niveles de emisiones de CO2.
Su delirio religioso anti CO2 –pero sobre todo anti-humanidad- siempre les ha impedido ver que la realidad tiene la pésima costumbre de arruinar a las más hermosas teorías. Los políticos y funcionarios de gobierno siguieron flotando en la corriente y jugando su papel de “salvadores del mundo” mientras el dinero seguía fluyendo de sus gobiernos a sus bolsillos. Hoy la cosa se hizo tremendamente grave, y la posibilidad de que las economías del mundo colapsen de manera apocalíptica si se imponen las reglas de Kioto, les hicieron comprender que “quizás el peligro no es tan grave como parecía,” y “después de todo, ¿para que apurar-nos? si ahora parece que el planeta se está enfriando,” mostrando que los famosos modelos del clima no eran otra cosa que elegantes, vistosos y muy inútiles jueguitos de video.
Quizás el año 2008 sea el punto de inflexión en la tendencia de los políticos a creer ciegamente en los científicos del calentamiento Algoreano y comience una costumbre donde dejen de creer que los científicos pueden responder con seguridad a todas las dudas que tengan –y que los científicos dejen a su vez de creer que pueden dar las respuestas a las dudas que se les presentan.
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