Por Eduardo Ferreyra
22 de julio, 2008
El jueves 17 de julio pasado el señor que ganara un Premio Nobel por su dedicación para combatir el famoso calentamiento global demostrando su amor por la Tierra, el ambiente, la humanidad (y al verde dólar, por qué no?) y su deseo irrefrenable de salvar a la humanidad de una espantosa catástrofe, volvió a predicar al mundo que abandone su estilo de vida, su manera de comer, beber, vestir y viajar.
Para salvar al mundo ¿hay que seguir los consejos de Al Gore? ¿O hacer exactamente lo contrario a lo que él hace en su vida? No es demasiado difícil determinar el rumbo de nuestras acciones. La primera parte del camino a recorrer es informarnos sobre el asunto, tanto sobre si lo que dice Gore es cierto, y sobre todo si él hace lo que predica con tanta fogosidad (ver foto).
El Profeta del Apocalipsis Climático sostuvo desde su púlpito en Washington que los Estados Unidos –¿y por qué no el mundo entero?- deberían librarse totalmente de los combustibles fósiles y generar su ener-gía a partir de fuentes “renovables” libres de dióxido de carbono. Los boletos para ingresar a la conferencia alentaban a los asistentes a “concurrir usando transporte público, bicicletas, o alguna otra forma amigable del clima,” para llegar hasta la sala de conferencias. Por supuesto, el señor Al Gore es un mentiroso empedernido y compulsivo.
¿Cómo hizo el Profeta Al-gorero para llegar al salón de conferencias junto con su comitiva de secua-ces? En dos limusinas Lincoln Town y una SUV 4x4 que se mantuvieron con los motores encendidos durante toda la conferencia, alimentando a los aparatos de aire acondicionado para tener los vehículos frescos cuando los profetas los abordaran para volver a sus casas. Hacía 34ºC en Washington, y no se puede esperar que su majestad Goreana subiese a un automóvil caliente como un horno, especialmente después de haber llegado al punto de sudar en su prédica a otros sobre la mejor manera de salvar al planeta. No, no podemos esperar un sacrificio de tamaña magnitud.
Recordando con iraFue el título del libro del escritor Jack Kerouac, impulsor del movimiento beatnik de los 50 y 60 en los EEUU, obra que seguramente habrá leído el Sr. Gore cuando en esa época estaría muy ocupado inven-tando la Internet (según su afiebrada fantasía). No sabremos nunca si Gore tendrá algo para recordar con ira, pero somos nosotros a quienes nos invade la ira cuando recordamos que el campeón de la defensa del ambiente y el ahorro de energía vive en una mansión palaciega de Nashville, cuyo consumo de energía es 20 veces más grande que el promedio del ciudadano norteamericano. Y que después de haberse conocido mundialmente esa incoherencia entre sus dichos y sus acciones, en lugar de disminuir el consumo el año pasado lo aumentó un 10%.
Predica Gore, “contaminar menos, consumir menos, viajar menos, vivir menos…” y la ira nos vuelve a subir la presión cuando recordamos que una gran parte de su cuantiosa fortuna proviene de las rentas de una mina de zinc que hace cinco años fue clausurada temporalmente, en parte porque la Agencia de Protección del Ambiente, EPA, de su patria, la clasificó como una de las explotaciones mineras más sucias y contaminantes de EEUU. Toxinas ilegales eran vertidas con frecuencia en los ríos vecinos. Y aquí no ha pasado nada… Sigo siendo el campeón, o como diría Fred Mercury, de haber participado en la francachela AlGorreana de Live Earth: "We are the champions".
Se ha acusado a Gore de viajar demasiado, y producir demasiado dióxido de carbono en sus viajes por el mundo, dando conferencias sobre la inminente catástrofe y mostrando su documental “Una Verdad Incómoda,” –pero cobrando entre 150.000 y 240.000 euros por conferencia. Sus agentes de prensa le han defendido diciendo que Gore “compensa” su huella de carbono comprando “bonos de carbono” que absorberán el exceso producido por él en su mundano deambular. Mentiras. Al Gore tiene dos compa-ñías que trafican (como los narcotraficantes) con los famosos “permisos para emitir CO2”, también lla-mados por algunos ecologistas puros “permisos para contaminar”, una oficina instalada en Londres, donde funciona la Investment Generation Corporation PLC, y otra oficina en Boston, en sociedad con Maurice Strong, quien fuera Secretario General de la Cumbre de Río 92, el festival ecologista que dejó a Río de Janeiro sepultada en basura durante semanas. Dios los cría y el viento los amontona.
En efecto, Al Gore “compra” sus bonos de carbono; el perdón a sus pecados ecológicos, sus indulgen-cias plenarias –pero se los compra a sus propias compañías: con una mano escribe los cheques y con la otra las boletas de depósito en su propia cuenta. En mi barrio lo llamaríamos “caradura”.
Las ganancias que dejó la gira de conciertos Live Earth del año pasado, que hizo volar alrededor del mundo a una multitud de bandas y músicos en jets privados y de líneas de carga, fueron invertidas en la compra de “permisos para contaminar.” Adivinen cuáles compañías los vendieron y se ganarán un helado ecológico a base de leche de soya.
No todo está perdido¡Ánimo! No todo está perdido. Hay esperanza para la humanidad. No porque la venta de bonos de Al Gore vayan a evitar el calentamiento global y detener el cambio climático, ¡qué va!, sino porque hay una creciente cantidad de evidencias de que el CO2 que emitimos al vivir como vivimos no sería el responsable del calentamiento y, peor todavía, que ni siquiera habría calentamiento durante por lo menos 70 o más años. Y si andamos con suerte, es probable además que no resultemos congelados a muerte por la actual tendencia al enfriamiento global que se ha iniciado en el 2001, o quizás 1997.
El martes 15 de julio la Associated Press informó que hay siete glaciares de montaña del Monte Rainier, en el norte de California, que están avanzando gracias a –agárrense- al calentamiento global. Esos glaciares se han unido a la lista de glaciares que avanzan en los Alpes de Nueva Zelanda, el sur de Noruega, Suecia, las montañas Kush de la India, el Pío XI en Chile, el Perito Moreno de Argentina, y algunos más pequeños por Ecuador. En verdad, en todo el mundo hay un número de glaciares que avanzan que es igual a la mitad de los que están retrocediendo.
Pero, ¿cómo explicó la AP esta discrepancia? Como siempre, el retroceso de los glaciares se debe al derretimiento provocado por el calentamiento global. Pero los glaciares que avanzan a paso redoblado lo hacen porque “se benefician de patrones climáticos cambiantes.” Já! El derretimiento de glaciares es prueba de una crisis climática mientras que, en el mismo planeta, bajo las mismas condiciones globales, el avance de un glaciar es dibujado como un mero fenómeno natural. El hombre intervino para “derretir” al glaciar, pero no para hacerlo avanzar. Perdón, pero tengo que soltar otro Já!
Los hechos y evidencias que no se ajustan al dogma oficial del cambio climático Almorreano, (vamos a llamarlos “verdades incómodas”) se descartan sin análisis como carentes de importancia. Sólo aquellos que sirven para alimentar a la histeria popular son pruebas irrefutables algo catastrófico. No me diga! Es tanto así?
Veamos: Groenlandia no se derrite. Y mientras que el hielo del Ártico se afinó el verano boreal del 2007, tanto o quizás menos de lo que lo hizo en la década del 30, el hielo de la Antártida –un área 20 veces más grande que el Ártico- creció a razón de 1% por década hasta lograr el invierno austral pasado el récord de extensión desde que comenzó a ser medida por los satélites en 1979. Y durante este verano de 2008, la misma área tuvo la menor reducción que se haya registrado jamás.
Hasta ahora, los satélites han descubierto que la cobertura de hielo del Ártico es más de 1 millón de kilómetros cuadrados más extensa que el año pasado en esta misma época, mayor que los últimos tres años y 10 a 20 centímetros más gruesa que en 2007. Según el Instituto Meteorológico de Dinamarca, “tenemos que remontarnos 15 años para encontrar una expansión de hielo tan al sur como este año.” El año que Al gore y sus secuaces profetizaban que el Ártico se quedaría sin hielo…
¿Algo más? La cobertura de nieve de Norteamérica en este invierno fue más grande que en cualquier otro momento de la historia en registro. China tuvo el peor invierno que se recuerde en 100 años, y el hemisferio sur su peor y más helado invierno en los últimos 50 a 80 años.
Pero nos dirán que las temperaturas aumentaron ligeramente durante Junio. Sin embargo, hasta el final de Mayo, el descenso de temperatura de nueve meses seguidos que comenzó en Septiembre fue más grande (-0,77ºC) que el calentamiento de todo el Siglo 20: +0,6ºC.Quizás todo esto no pruebe nada, porque las tendencias no son muy largas (ni para el calentamiento ni para el enfriamiento) –pero les apuesto a que si las señales apuntasen hacia el calentamiento en vez del enfriamiento estaríamos escuchando el clamor “¡Calentamiento catastrófico, Apocalipsis, Oh, por Dios, sálvanos San Gore, te imploramos!!”. Pero Al Gore puede estar contento, sin embargo. Después de todo, con el próximo enfriamiento, y la verdad saliendo a flote de que el CO2 no tiene la culpa de nada más que incrementar la producción de biomasa y aumentar el rendimiento de las cose-chas, San Gore no deberá abandonar su estilo de vida derrochador de energía. Pero por lo menos debería mantener su boca cerrada. Y no tanto por tener mal aliento como por hablar tonterías.
Eduardo Ferreyra
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