Hora de Córdoba |
Por Eduardo Ferreyra
Presidente de FAEC
El debate sobre el clima está llegando a una crisis. Cada vez que oigo las palabras "calentamiento global" mi temperatura sube hasta el punto que tengo ganas de buscar una pistola.
El calentamiento global causado (supuestamente) por el hombre se ha convertido en el nuevo Acto de Dios, al que hay que culpar por cualquier cosa que la gente tema o desprecie. Hay un sitio web que tiene una impresionante lista que va de la A – alergias hasta W –(world bankruptcy) –o bancarrota mundial.
El calentamiento global es ahora el argumento por default para poner a su causa favorita del lado de los ángeles. El camino al terreno alto está hoy monoplizado por quienes tienen la “huella de carbono” más pequeñita.
Para peor, el calentamiento global antrópico siempre parece ser el argumento ético para enfriar y hasta para congelar cualquier desarrollo industrial humano. Un esquimal de Groenlandia, traído ex profeso para hablar en una consulta pública la razón por la cual el aeropuerto inglés de Stansted no debería dañas los prados para ovejas de Sussex, resumió el caso: concedió que no haría mucha diferencia en cambio climático, pero “todo el mundo puede decir eso acerca de casi cualquier cosa que ellos hacen. Es una excusa para no hacer nada.” Y sin embargo, casi todas las cosas que se nos dicen –desde hurgar en la bosta de las vacas hasta cancelar vuelos de vacaciones- no harán tampoco mucha diferencia.
Yendo más al meollo del asunto, la cruzada contra el calentamiento global es ahora la mayor “excusa para no hacer nada,” un argumento todo terreno de que la construcción de aeropuertos debe ser detenida, los nuevos caminos cancelados, los proyectos de futuras urbanizaciones tirados a la basura, y se deben apagar las luces de calles, parques y paseos públicos.
Es muy difícil ver cómo nadie puede estar seguro de la “verdad sobre el cambio climático,” dada la alta politización de esta discusión ostensiblemente científica. Pero podemos estar seguros que no hay registros en la historia de que los problemas se hayan resuelto quedándose inmóviles o volviendo el reloj del taxi para atrás. Mientras más alcanza la humanidad, mejor equipados estamos para enfrentar cualquier problema.
No todo lo que emite dióxido de carbono es demoníaco, y cortar una flor o un árbol no es una cuestión de vida o muerte para el planeta. Hay buenas razones, por ejemplo, por las cuales las grandes ciudades son las mayores pecadoras en el nuevo mapa de las emisiones de CO2: es donde vive la mayor canti-dad de gente, y gente que lleva adelante vidas productivas –que los “ecoloquitos” quieren que se acabe.
Oremos todos para tratar de cortar la emisión de histeria climática –antes, como dicen ellos, “de que sea demasiado tarde”, y la civilización termine congelada en una nueva Edad de Hielo.
Eduardo FerreyraVea desde donde nos leen
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